viernes, 13 de mayo de 2022

LA DECADENCIA DE OCCIDENTE, LA AUTODESTRUCCIÓN DE SU CIVILIZACIÓN 💣💥💀 CATÓLICOS E IDENTITARIOS por JULIEN LANGELLA

 



La decadencia de Occidente, 
la autodestrucción de su civilización

"...el extraño odio a sí mismo de Occidente, que sólo se puede entender como algo patológico: aunque Occidente intenta, lo cual es loable, abrirse con toda comprensión a los valores de otros, pero ya no se estima a sí mismo; no ve en su historia nada que no sea despreciable y destructivo y no es capaz ya de percibir lo grande y lo puro. Europa tiene necesidad de una nueva –y ciertamente crítica y humilde– aceptación de sí misma, si quiere sobrevivir." (Joseph Ratzinger, "Presente y futuro de Europa: sus fundamentos hoy y mañana").

La ideología del «buenismo» y la «corrección política» rechaza la civilización occidental, que ha pasado a ser el enemigo número uno, y no tiene precedentes en la Historia. Ninguna civilización ha proyectado una doctrina tan poderosa dirigida a su autodestrucción, es el producto del posmarxismo cultural y de la secularización de la sociedad. Stanley G. Payne
Occidente se encuentra en un momento crucial, y Europa, reducida a una rama de Occidente, está según prestigiosos historiadores en una situación terminal: se niega a sí misma y está inmersa en un suicidio ético y cultural, así como biológico, consecuencia del anterior. La crisis actual de Occidente, tiene sin duda una larga trayectoria pero en ella es esencial la influencia desde el siglo XX de las ideologías de origen marxista, englobadas hoy en día en el denominado marxismo cultural, que se están imponiendo de modo totalitario en regímenes considerados democráticos.
Los postulados de la ideología neomarxista del PENSAMIENTO ÚNICO de la «corrección política» – que incluye el “derecho al aborto” y la ideología de género –, aun perteneciendo al ámbito político, se aplican a todos los aspectos de la cultura y la sociedad.

La incorporación del aborto como derecho de la mujer en las legislaciones y su amplia aceptación social está en el origen de la acelerada decadencia moral y cultural de Europa, en donde cada año se eliminan legalmente en la UE y el Reino Unido en torno a 1.200.000 vidas humanas, de ellas 100.000 en España, que en el periodo 1985-2020 suma 2.545.017 víctimas. La manipulación del lenguaje y de la verdad se inicia con el aborto, que pasa a ser definido como “interrupción voluntaria del embarazo”, y quitar la vida al ser concebido pasa a ser un “derecho”.

La ideología de género trata de destruir la base antropológica en la que se asienta nuestra sociedad y se implementa según una agenda internacional impuesta por activistas e instituciones como la ONU o el Parlamento Europeo. Su meta es lograr una sociedad sin clases de sexos, implantando la indiferenciación sexual por medio de la deconstrucción del lenguaje, de la relación familiar, la reproducción, la sexualidad y la educación. Lleva a la crisis de identidad de las personas, como señalan pediatras y científicos, con evidente repercusión en el ámbito social, político, educativo. Frente a la ideología de género, que pervierte la realidad y fomenta la desintegración de la persona, la naturaleza humana y la dimensión cultural se unen en un proceso amplio y complejo que constituye la formación de la propia identidad femenina y masculina.
La denominada ‘perspectiva de género’ es normativa, imperante, y cada vez más intolerante. Se cumple la profecía de Tocqueville sobre la degeneración de la democracia: “el despotismo democrático dejará de lado el cuerpo de los ciudadanos para ocuparse y apoderarse de su conciencia, y degradará a los hombres sin atormentarlos”.
Mediante las leyes y la manipulación del lenguaje se desarrolla en Occidente una fuerte ingeniería social para cambiar las ideas y las costumbres, y crear una sociedad que pone en crisis la vida misma y lleva a la destrucción de nuestra civilización, que es el objetivo. Por ello se impulsa el multiculturalismo derivado de la inmigración musulmana, que se promueve como una aliada en la destrucción.

La reconquista de la civilización europea

Pero hay reacciones, en la sociedad civil y en la política, en el ámbito cultural y en el religioso, es un movimiento no coordinado pero amplio de resistencia y alternativa que busca recuperar la identidad de Europa en base a sus cimientos cristianos. Se trata de ‘minorías creativas’ en el sentido del influyente historiador A. Toynbee, “las civilizaciones se desarrollan superando retos, cuando las minorías creativas idean soluciones que reorientan a toda su sociedad, obrando como fermento de la misma”.
Debe contemplarse la situación actual con sentido de la historia, analizando adecuadamente la autodestrucción que se produce y viendo al mismo tiempo todas las acciones que se desarrollan para cambiar el rumbo como parte de un proyecto único de regeneración de la civilización Occidental. Hay que considerar así todo lo que desde la política y la sociedad va en la dirección de restablecer las raíces cristianas de Europa y para recuperar los grandes principios y criterios de la moral social, esencialmente el respeto del derecho a la vida, en suma su identidad.

En esta dirección, dos países, Polonia y Hungría, se sitúan en vanguardia, pero asimismo existen movimientos inconformistas culturales y políticos en otros países de la UE, también en España, donde un nuevo partido parlamentario plantea la batalla cultural al neo marxismo y sus ideologías. En el ámbito social destacan Francia e Italia, con numerosos y destacados intelectuales en la ‘resistencia cultural’. 
En el ámbito del pensamiento y la sociedad, el escritor italiano Antonio de Felip, en su reciente artículo Nuevas páginas de libertad desde Francia. Una historia con raíces profundas, repasa la historia de las ideologías en Francia y de los movimientos culturales inconformistas, hasta llegar a la situación actual. En la época más próxima, en la década de 1970, nació la Nouvelle Droite de Alain de Benoist, todavía viva, con su think tank GRECE (Groupement de recherche et d’études pour la civilisation européenne) apoyada por otros intelectuales, y destaca que hoy, la cultura ‘inconformista’ (el término ‘cultura de derecha’ es estrecho para un fenómeno intelectual más complejo) está muy viva y combativa en Francia. El globalismo, la destrucción de las soberanías, la inmigración islámica, el ‘Gran Reemplazo de los pueblos’ que está en curso, la dictadura de las grandes finanzas son los elementos que han hecho emerger nuevas sensibilidades intelectuales, con autores también provenientes de la izquierda.

Estos autores, señala De Felip, no tienen una vida fácil en Francia – como tampoco en Italia –, el mundo liberal y de la izquierda ha implementado una ocupación sistemática de las instituciones culturales: escuelas, universidades, medios de comunicación, editoriales, etc. Se aplica un activo convenio contra quienes no se adhieren a los dogmas imperantes. Las leyes se utilizan como arma contra cualquier opinión no conformista o revisionista. Editores de revistas, como Valeurs actuelles, escritores como Éric Zemmour y Michel Houellebecq (este del mundo de la izquierda) han sido llevados a los tribunales con las habituales acusaciones de “racismo” y «discurso de odio», con las inevitables secuelas de un boicot de las editoriales y de los medios de comunicación.

A pesar de la represión cultural, y aún más, el frente identitario, soberanista y antiinmigración, está plagado de nombres de intelectuales, muy diferentes entre sí, que plantean la batalla cultural en defensa de la civilización europea, contra la invasión islámica, la corriente de la cancelación, la disolución de los valores del derecho natural y de la familia, y la dictadura del relativismo. Entre otros, el citado Éric Zemmour, Robert Ménard, Richard Millet. Dos libros de autores que se inscriben en esta ‘resistencia cultural’ francesa han sido publicados recientemente en italiano y glosados en el artículo de De Felip. Se trata de Católicos e identitarios. De la Manif pour tous a la reconquista deJulien Langella (2017) y ¡Coraje! Manual de guerrilla cultural de François Bousquet (2019).

En Católicos e identitarios. De la protesta a la reconquista, Langella lanza un llamamiento de resistencia total y reconquista cultural contra quienes quieren redibujar los contornos de la humanidad. El autor muestra el vínculo entre el mensaje cristiano y la lucha por la identidad. La portada elegida es significativamente una imagen de la Reconquista española contra la invasión musulmana con su adalid el apóstol Santiago.
El diagnóstico de Julien Langella en Católicos e Identitarios es rotundo: hay un gran movimiento totalitario que trata de acabar con todas las (grandes) diferencias que estructuran y proporcionan solidez e identidad a los hombres y mujeres del siglo XXI. Se trata de una ola disgregadora que busca difuminar los sexos, las razas, los grupos sociales, las naciones e, incluso, las civilizaciones para erigir un nuevo ser (trans)humano, universalista, desideologizado y posmoderno carente de todo sentido de pertenencia y orgulloso de su inapetencia de trascendencia. Para quienes creen que esta nueva globalización inane tiene su religión oficial en el catolicismo vacuo, liviano y multicultural que a veces parecer brotar a borbotones desde Roma, Langella tiene un mensaje claro basado en la Biblia y en las enseñanzas tradicionales de la Iglesia: hay que resistir, hay que luchar y debemos defender la grandeza de nuestras identidades porque en ello va la supervivencia de la fe en Europa, y la conservación misma de la civilización cristiana.

Julien Langella fue cofundador de Génération Identitaire en 2011, asociación que ha impulsado numerosas manifestaciones y acciones contra la inmigración ilegal y por la defensa de la identidad francesa y europea; tras una larga persecución judicial, el régimen de Macron la disolvió por los habituales «delitos de racismo” en marzo de 2021. Ahora continúa su batalla con publicaciones y colaborando con Academia Christiana, asociación católica tradicionalista para la formación de jóvenes y “por la defensa de la Verdad, la Belleza y el Bien”.
El libro, en este tiempo de dictadura globalista, es una reivindicación valiente del derecho y el deber de defender la identidad religiosa, cultural, histórica. Aporta argumentos y datos para las polémicas con los sostenedores del caos, el desorden moral y el multiculturalismo; y al mismo tiempo, identifica los «principales enemigos» que quieren conducirnos a la homologación y al desarraigo: «La sociedad del consumo contra la fe y la familia»; «La inmigración masiva, resultado de la ideología globalista, la necesidad de una mano de obra servil alentada por el deseo liberal de abolir las fronteras, y el asistencialismo promovido por el Estado social». Langella coincide con otros autores en que “La actual afluencia de no europeos corresponde a un proyecto ideológico destinado a hacer desaparecer con el tiempo a los cristianos de Europa». El libro es una invitación a todos, valiente en el lenguaje y el contenido, a no rendirse, a luchar, cada uno según sus posibilidades y en su propio ámbito: «Donde haya espacios que ocupar, incluso una mínima posibilidad de ganar y un mínimo margen de maniobra, debemos estar ahí».

EL RETORNO DE LAS IDENTIDADES 

Estamos saliendo de un ciclo histórico. Desde el siglo XIX, la locura de las ideologías prendió fuego a Europa y al mundo. Una de esas ideologías propuso el progreso infinito de la humanidad, «el futuro brillante» como dijeron en la URSS o en la China de Mao. Con su explicación del mundo, hecha a medida, las ideologías jugaban el papel de las religiones. Pero nadie realmente cree en ellas y cada persona aspira a encontrar lo que es le familiar: sus raíces, su identidad. (...) 

Samuel Huntington aborda este tema en El choque de las civilizaciones, publicado en 1996, una obra que fue muy criticada, pero rara vez leída. «Al nivel de la sociedad, la modernización refuerza el poder económico, militar y político de la sociedad y anima a la población... a afirmar su propia identidad cultural». Pero «a nivel individual... los lazos y las relaciones sociales tradicionales se rompen, lo que lleva a crisis de identidad». 

El precio de este poder material es, por tanto, un seguro desarraigo moral y cultural. Vemos claramente que las demostraciones de fuerza identitaria por parte de un Jefe de Estado no reflejan automáticamente la vitalidad cultural de su pueblo. Esto es especialmente cierto en China, donde la modernización forzada destruye las comunidades rurales, columna vertebral de la identidad china. China vive su revolución industrial, al igual que Europa en el siglo XIX, añadiendo la eficacia del despotismo asiático y la fuerza de represión heredada del comunismo. A pesar de la tasa de crecimiento en forma de nuevos misiles, hay cuatro intentos de suicidio cada minuto en China. Como explica el psicoanalista Huo Datong: «en los hospitales psiquiátricos vemos un montón de pacientes psicóticos debido al desarrollo económico que ha resultado en la disolución de los lazos familiares y parentales, en el aislamiento unos de otros». La modernidad tecnológica y el arraigo son difícilmente compatibles. 

La cultura no es un organismo transgénico: no crece en una probeta de laboratorio. En un mundo donde el tener buena salud se mide según la venta de tabletas táctiles, la cultura no sirve para nada. Cualquier cantante de usar y tirar da más beneficios a la industria del disco que un grupo polifónico cantando en una fiesta del pueblo. Así, la entrada de países tercermundistas en la modernidaddustrial supone la muerte de las identidades populares. Y es precisamente esta destrucción de culturas arraigadas en el nombre de la rentabilidad económica lo que suscita una fuerte necesidad de identidad.

LA NECESIDAD VITAL DEL ARRAIGO

Hay que reafirmar, como dijo la filósofa Simone Weil, que «el arraigo es la más importante y desconocida necesidad del alma humana». Para realizarse, el hombre debe ser coherente con su entorno. Debe «recibir prácticamente la totalidad de su vida moral, intelectual y espiritual a través de los círculos a los que pertenece de forma natural». Ahora, «el desarraigo es precisamente la destrucción de estos ambientes intermediarios, sociales y culturales», lo que resulta en una «fragmentación del sentido» que produce masas de desequilibrados; esos zombis de supermercado en busca de más y más. La patria es nuestro ecosistema. No es una deidad guerrera, un ídolo en el nombre del cual la justicia y la dignidad de los más débiles deben ser sacrificadas, ya vengan de aquí o allá. La patria es un puente entre Dios y los hombres, una pasarela entre el cielo y la tierra. 

Por tanto, el Estado tiene el deber de «preservar cualquier ambiente, dentro o fuera del territorio, donde una pequeña o gran parte de la población encuentra vida para el alma». Esta responsabilidad política deriva del principio del destino universal de los bienes, reconocido por la Iglesia en su Doctrina Social. Es un derecho natural, es decir, inherente al hombre, y no un derecho positivo: una ley que pueda ser suspendida de acuerdo a nuestros estados de ánimo. Todo hombre tiene derecho a una patria. Pero el derecho de algunos no implica que otros tengan el deber de dejarse desposeer o invadir. El destino universal de los bienes no significa, precisa el compendio de la Doctrina Social, que «la misma cuestión sirve o pertenece a uno o a todos». Es por esto por lo que reglas claras deben permitir «un ejercicio justo y ordenado de la Creación» (...)

Desde la Torre de Babel hasta la teoría del género, un mismo proyecto totalitario atraviesa los siglos: borrar todas las diferencias que estructuran el género humano (sexo, pertenencia a una provincia, a una nación o a una civilización) para erigir un hombre nuevo. Aborto, PMA-GPA, ley de Taubira, globalización salvaje y Gran reemplazo: estos fenómenos mortales son solo las múltiples cabezas de una nueva hidra de Lerna. Corta una cabeza y una segunda vuelve a crecer inmediatamente.
Por eso Julien Langella hace un llamamiento a los católicos ya todos los hombres de buena voluntad: contra los aprendices de brujo que quieren redibujar los contornos de la humanidad, debemos comprometernos en una resistencia total. Seamos consecuentes: hay que pasar de la manifestación de todos a la reconquista total. Basándose en la Biblia y en la enseñanza tradicional de la Iglesia, el autor muestra el vínculo evidente que une el mensaje cristiano a la lucha por la identidad, y cómo ésta bien podría ser la condición para la supervivencia de la Fe en Europa.
Julien Langella tiene 30 años, activista desde los 18 (en Action Française y luego en Jeunesses Identitaires), cofundador de Génération Identitaire en 2011 y vicepresidente de la asociación Academia Christiana a la que se unió en 2013 .

El segundo libro,
¡Coraje! Manual de guerrilla cultural de François Bousquet (2019), es casi un manifiesto que abre perspectivas concretas para nuestro tiempo, sujeto a reconectar con la ética europea de nuestros padres: coraje en todo. Sin él, no hay futuro.
François Bousquet, periodista y ensayista, es editor en jefe de la revista Éléments y cofundador y director de La Nouvelle Librairie, inaugurada en París en 2018, en el corazón del Barrio Latino, convertida en un referente para la cultura francesa inconformista.
En el prefacio del libro en italiano, Roberto Pecchioli deja claro el papel del libro “es un arma para blandir en la batalla civil, un libro de combate”. Y dice que necesitando ejemplos, modelos, héroes, Bousquet ofrece dos: Aleksandr Solzhenitsyn y Dominique Venner, este último, una de las figuras más eminentes y combativas de la derecha intelectual (“el samurái de Occidente»), se suicidó en 2013 en la catedral de Notre Dame en protesta por la decadencia culpable de la patria europea.
El análisis de Bousquet sobre el estado de la cultura identitaria tanto en Francia como en Europa, es realista, implacable: “estamos dominados ideológicamente, somos culturalmente “subalternos”. [….]. A la luz del tratamiento mediático que se nos reserva, nosotros somos identitarios, franceses, europeos, un grupo social de rango inferior”. Y aclara: “Los cuatro medios que utiliza el sistema para descalificarnos son: 1) la invisibilidad, 2) la inferiorización, 3) la demonización, 4) la patologización”. Y señala de donde proviene la tiranía: “Este tirano es el izquierdismo cultural, los liberal-libertarios, el pensamiento único. Tiene sus informadores e inquisidores: rectores universitarios, directores de teatro, periodistas, magistrados y profesores, …”. Sin embargo, no hay victimismo, ni resignación en Bousquet.

Todo el libro es un grito decisivo a la reacción, al rescate, a la reconquista. Hay un recordatorio de la lección de Solzhenitsyn: no vivir en la mentira, la fuerte llamada a ser una minoría intransigente. «Nosotros, los militantes, soldados políticos, intelectuales orgánicos, debemos ser la vanguardia inteligente de la mayoría silenciosa, de los alienados, […] prisioneros de una falsa conciencia que les hace balbucear palabras que no son las suyas». Y el terreno de la batalla es la cultura, la información. Debemos ocupar todos los resquicios que nos deja el régimen.
Son dos libros en suma, que contienen una llamada a la acción, que como destaca De Felip, va mucho más allá de la controversia política y la actualidad. Es una llamada metapolítica a la Civilización, a la Belleza. Se trata de dos obras instructivas e interesantes, pero que además son guías luminosas en la oscuridad del momento, y sobre todo, exponentes de un movimiento cultural inconformista en Europa y que, junto con otros hechos políticos y sociales positivos mencionados más arriba, son una muestra reconfortante de que el combate por la reconquista de la civilización Occidental está en marcha.


Están abriendo la Caja de Pandora, es decir, nosotros (EL PODER) cambiamos las leyes, cambiamos conceptos porque una vez que tú cambias el concepto, automáticamente tú estás haciendo un cambio completo en la Norma, que es lo que no terminan de entender. No se trata simplemente, de dejar que dos personas del mismo sexo se casen, no se trata simplemente, de decir, Bueno, vamos a cambiar los pronombres, sino que se trata un cambio completo: y es una ideología.

El problema es que ellos dicen y, ellos mantienen que no es una ideología, sin embargo, una ideología que busca modificar, buscan modelar y. busca condicionar. Así es, modificar, condicionar y modelar. Eso es lo que busca una ideología.

La Decadencia de Occidente - Documental Corto


VER+:






OCCIDENTE CONTRA SÍ MISMO
"Occidente siente un odio por sí mismo que es extraño y que sólo puede considerarse como algo patólico. Sólo ve de su propia historia lo que es sensurable y destructivo, al tiempo que no es capaz de percibir lo que es grande y puro". Joseph Ratzinger

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