TEORÍA DE LA LOCURA (ESTUPIDEZ)
"LA (LOCURA) ESTUPIDEZ ES UN ENEMIGO MÁS PELIGROSO DEL BIEN QUE LA MALICIA. UNO PUEDE PROTESTAR CONTRA EL MAL; SE PUEDE EXPONER Y, SI ES NECESARIO, PREVENIR MEDIANTE EL USO DE LA FUERZA. EL MAL LLEVA SIEMPRE DENTRO DE SÍ EL GERMEN DE SU PROPIA SUBVERSIÓN EN EL SENTIDO DE QUE DEJA EN LOS SERES HUMANOS AL MENOS UNA SENSACIÓN DE MALESTAR. CONTRA LA ESTUPIDEZ ESTAMOS INDEFENSOS. NI LAS PROTESTAS NI EL USO DE LA FUERZA LOGRAN NADA AQUÍ; LAS RAZONES CAEN EN OÍDOS SORDOS; LOS HECHOS QUE CONTRADICEN EL PROPIO PREJUICIO SIMPLEMENTE NO NECESITAN SER CREÍDOS –EN ESOS MOMENTOS LA PERSONA ESTÚPIDA INCLUSO SE VUELVE CRÍTICA–.
Y CUANDO LOS HECHOS SON IRREFUTABLES, SIMPLEMENTE SE DEJAN DE LADO COMO INTRASCENDENTES, COMO INCIDENTALES. EN TODO ESTO, LA PERSONA ESTÚPIDA, EN CONTRASTE CON LA MALICIOSA, ESTÁ COMPLETAMENTE SATISFECHA DE SÍ MISMA Y, AL IRRITARSE FÁCILMENTE, SE VUELVE PELIGROSA AL ATACAR. POR ESA RAZÓN, SE REQUIERE MAYOR PRECAUCIÓN CUANDO SE TRATA DE UNA PERSONA ESTÚPIDA QUE DE UNA MALINTENCIONADA. NUNCA MÁS INTENTAREMOS PERSUADIR A LA PERSONA ESTÚPIDA CON RAZONES, PORQUE ES INSENSATO Y PELIGROSO". (Dietrich Bonhoeffer, Cartas y documentos desde la prisión)
Incluso cuando más loco ha sido el mundo en su historia, mayores ejemplos de cordura hemos encontrado. Las circunstancias extremas quitan las caretas de las personas —ahora les ponen mascarillas— y revelan su verdadero carácter. Uno de esos ejemplos es el pastor Dietrich Bonhoeffer, que, aunque seguramente sólo se veía a sí mismo como una persona que hacía lo que correspondía, no cabe duda que fue un ejemplo de integridad, valor y fortaleza al enfrentarse a toda la siniestra maquinaria nazi. Hoy le recordamos y clamamos que cogemos su testigo; su muerte no fue en balde y el totalitarismo no vencerá.
Entre campos de concentración y prisiones, y hasta que llegó la hora de su ejecución, escribió mucho. Algunas de esas palabras fueron las siguientes:
La estupidez es un enemigo más peligroso del bien que la malicia. Uno puede protestar contra el mal; se puede exponer y, si es necesario, prevenir mediante el uso de la fuerza. El mal lleva siempre dentro de sí el germen de su propia subversión en el sentido de que deja en los seres humanos al menos una sensación de malestar. Contra la estupidez estamos indefensos.
Ni las protestas ni el uso de la fuerza logran nada aquí; las razones caen en oídos sordos; los hechos que contradicen el prejuicio de uno simplemente no necesitan ser creídos (en esos momentos la persona estúpida incluso se vuelve crítica) y cuando los hechos son irrefutables, simplemente se dejan de lado como intrascendentes, como incidentales.
En todo esto, la persona estúpida, en contraste con la maliciosa, está completamente satisfecha de sí misma y, al irritarse fácilmente, se vuelve peligrosa y ataca. Por esa razón, se requiere mayor precaución que con uno malintencionado. Nunca más intentaremos persuadir al estúpido con razones, porque es insensato y peligroso.
Si queremos saber cómo sacar lo mejor de la estupidez, debemos tratar de comprender su naturaleza. Esto es cierto, que en esencia no es un defecto intelectual sino humano. Hay seres humanos que son de intelecto notablemente ágil, pero estúpidos, y otros que son intelectualmente bastante torpes, pero todo menos estúpidos. Descubrimos esto para nuestra sorpresa en situaciones particulares. La impresión que se obtiene no es tanto que la estupidez sea un defecto congénito, sino que, en determinadas circunstancias, las personas se vuelven estúpidas o permiten que esto les suceda.
Observamos, además, que las personas que se han aislado de los demás o que viven en soledad manifiestan este defecto con menos frecuencia que los individuos o grupos de personas inclinadas o condenadas a la sociabilidad. Y entonces parecería que la estupidez es quizás menos un problema psicológico que sociológico.
Es una forma particular del impacto de las circunstancias históricas en los seres humanos, un concomitante psicológico de ciertas condiciones externas. Tras una observación más de cerca, se hace evidente que cada fuerte aumento de poder en la esfera pública, ya sea de naturaleza política o religiosa, infecta a una gran parte de la humanidad con estupidez. Incluso parecería que ésta es virtualmente una ley sociológico-psicológica. El poder de uno necesita la estupidez del otro.
El proceso que opera aquí no es que las capacidades humanas particulares, por ejemplo, el intelecto, se atrofien o fallen repentinamente. En cambio, parece que, bajo el impacto abrumador del poder creciente, los humanos se ven privados de su independencia interior y, más o menos conscientemente, renuncian a establecer una posición autónoma frente a las circunstancias emergentes.
El hecho de que la persona estúpida sea a menudo terca no debe cegarnos ante el hecho de que no es independiente. En una conversación con él, uno prácticamente siente que no está tratando en absoluto con una persona, sino con consignas, eslóganes y cosas por el estilo que se han apoderado de él.
Está bajo un hechizo, cegado, maltratado y abusado en su propio ser. Convertido así en una herramienta sin sentido, el estúpido también será capaz de cualquier mal y, al mismo tiempo, será incapaz de ver que es algo malvado. Aquí es donde acecha el peligro de un abuso diabólico, porque es esto lo que puede destruir de una vez por todas a los seres humanos.
Sin embargo, en este mismo punto se vuelve bastante claro que sólo un acto de liberación, no una instrucción, puede vencer la estupidez. Aquí debemos aceptar el hecho de que, en algunos casos, una auténtica liberación interna sólo se vuelve posible cuando la liberación externa la ha precedido. Hasta entonces debemos abandonar todos los intentos de convencer al estúpido. Este estado de cosas explica por qué en tales circunstancias nuestros intentos de saber lo que “la gente” realmente piensa son en vano y por qué, en estas circunstancias, esta pregunta es tan irrelevante para la persona que piensa y actúa con responsabilidad.
La palabra de la Biblia, de que el temor de Dios es el comienzo de la sabiduría hacia la liberación interna del ser humano, declara que vivir une vida responsable ante Dios es la única forma genuina de superar la estupidez.
Pero estos pensamientos sobre la estupidez también ofrecen un consuelo en el sentido de que nos prohíben por completo considerar a la mayoría de las personas como estúpidas en cualquier circunstancia. Realmente, dependerá de si los que están en el poder esperan más de la estupidez de la gente que de su independencia y sabiduría internas.
Estás en el mundo, pero no seas del mundo.
Dietrich Bonhoeffer fue un intelectual alemán que se opuso al nazismo y por eso fue encarcelado. En la cárcel medito mucho tratando de explicarse cómo era posible que sus compatriotas alemanes estuvieran apoyando tan fervorosamente a Hitler y sus políticas irracionales y criminales, siendo el pueblo alemán uno de los más cultos y avanzados de Europa y el mundo, en lo científico, lo tecnológico, lo cultural, etc.*
Llegó a una conclusión:
*el pueblo alemán fue victima de la estupidez colectiva.* Y entonces Bonhoeffer escribió un ensayo sobre la estupidez que hoy vale la pena recordar.
Según Bonhoeffer, la estupidez no tiene una causa psicológica sino sociológica, es decir, es contagiosa:
la estupidez de uno necesita la estupidez del otro. Es como un hechizo conformado por consignas que se apodera de la gente. Por eso verás gente muy inteligente que en un momento dado se comporta de manera estúpida, porque es una recaída de su personalidad que no tiene nada que ver con sus capacidades mentales, que pueden ser muchas. Cuando las personas están atravesando un periodo de estupidez, nunca creerán en los argumentos en contra de su estupidez, simplemente los ignorarán. Son absolutamente impermeables a las advertencias sobre las consecuencias catastróficas que su estupidez puede ocasionarles a él y a los demás estúpidos y siempre se siente orgulloso de si mismo y de su estupidez. Más aún, muchas veces es peligroso tratar de persuadir a un estúpido con razones, porque se sentirá agredido, se irritará con facilidad e incluso intentará atacar.*
Hay momentos en la vida de las sociedades en que, en contra de la estupidez no hay ninguna defensa. De ahí nacen las dictaduras, así como también el declive de los países. Cuba con el castrismo y Argentina con el peronismo son ejemplos. Con posterioridad a Bonhoeffer, el historiador y economista italiano Carlo Cipolla, siguiendo la misma lógica del alemán, condensó en cinco leyes su teoría de la estupidez.
1) Siempre se subestima el número de estúpidos en circulación.
2) La probabilidad de que una persona sea estúpida es independiente de su educación, riqueza, su inteligencia, etc., o sea, se distribuye por igual en todos los segmentos de la población.
3) El estúpido ocasiona daño a otras personas y a si mismo, sin lograr ningún beneficio.
4) Son impredecibles. Los NO estúpidos siempre subestiman el poder dañino de los estúpidos.
5) Los estúpidos son más peligrosos que los bandidos y los malvados. No hay nada mas peligroso que un estúpido con poder. Según Bonhoeffer, solo cuando cae o entre en crisis el gobierno o el régimen social que produce la estupidez colectiva, la gente se puede liberar de ella y del dolor que les empieza a generar la contradicción entre sus pensamientos y sus actos.
En algunos países, mucha gente ha empezado a abrir los ojos y con dolor y arrepentimiento, callado o no, comienza a entrar en razón y a dejar de apoyar a gobiernos elegidos en momentos de estupidez colectiva.
La teoría de la estupidez de Bonhoeffer
Dietrich Bonhoeffer argumenta que las personas estúpidas son más peligrosas que las malas. Esto se debe a que, si bien podemos protestar o luchar contra las personas malvadas, estamos indefensos contra los estúpidos: las razones caen en oidos sordos. El famoso texto de Bonhoeffer, que editamos ligeramente para este video, sirve a cualquier sociedad libre como advertencia de lo que puede suceder cuando ciertas personas obtienen demasiado poder.
VER+:
"No hay nada más peligroso que un estúpido
con iniciativa y con poder".
Yanka
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Juan Carlos (Yanka)