¿Guerra contra la humanidad?
¿Se ha utilizado el arte de la guerra
más amplio jamás desplegado
contra la familia humana?
"Así es como en la guerra, el estratega victorioso solo busca la batalla después de que la victoria ya se ha ganado, mientras que aquel destinado a la derrota, primero pelea y después busca la victoria". El arte de la guerra, SUN TZU
Después de dos años hablando de pandemia, epidemia y crisis sanitaria, se habla de guerra, como si los términos no guardaran relación alguna entre sí, pero ¿hasta qué punto no están intrínsecamente relacionados? ¿Acaso lo vivido estos últimos años, no podría considerarse como la gran guerra mundial contra la humanidad?
Quizá textos ancestrales como El arte de la guerra, de Sun Tzu, general chino del siglo V a. C., nos puedan ilustrar sobre la realidad de lo ocurrido y que sigue ocurriendo, fraguado durante años, y que continúa materializándose. ¿Pudiera considerarse que se ha llevado a cabo una guerra silente e insidiosa, siguiendo los preceptos básicos del “arte de la guerra” del general?
"El Arte de la Guerra" es el mejor libro de estrategia de todos los tiempos. Inspiró a Napoleón, Maquiavelo, Mao Tse Tung y muchas otras figuras históricas. Este libro de dos mil quinientos años de antigüedad, es uno de los más importantes textos clásicos chinos, en el que, a pesar del tiempo transcurrido, ninguna de sus máximas ha quedado anticuada, ni hay un solo consejo que hoy no sea útil. Pero la obra del general Sun Tzu no es únicamente un libro de práctica militar, sino un tratado que enseña la estrategia suprema de aplicar con sabiduría el conocimiento de la naturaleza humana en los momentos de confrontación. No es, por tanto, un libro sobre la guerra; es una obra para comprender las raíces de un conflicto y buscar una solución.
La obra de Sun Tzu llegó por primera vez a Europa en el periodo anterior a la Revolución Francesa, en forma de una breve traducción realizada por el sacerdote jesuita J. J. M. Amiot. En las diversas traducciones que se han hecho desde entonces, se nombra ocasionalmente al autor como Sun Wu o Sun Tzu.
El núcleo de la filosofía de Sun Tzu sobre la guerra descansa en estos dos principios:
1. Todo el Arte de la Guerra se basa en el engaño.
2. El supremo Arte de la Guerra es someter al enemigo sin luchar.
Cinco son los principios del saber vencer:
- Resultará vencedor quien sepa cuándo combatir y cuándo no.
- Resultará vencedor quien sepa dirigir tanto un grupo reducido de hombres como un gran número de ellos.
- Resultará vencedor quien sea capaz de unificar la voluntad de superiores e inferiores.
- Resultará vencedor quien afronte preparado un enemigo que no lo esté.
- Resultará vencedor quien disponga de un estratega competente y de un soberano que no interfiera en los asuntos militares.
En estos cinco principios reside el método del saber vencer.
Por todo ello se dice:
Quien conoce al enemigo y se conoce a sí mismo disputa cien combates sin peligro.
Quien conoce al enemigo pero no se conoce a sí mismo vence una vez y pierde otra.
Quien no conoce al enemigo ni se conoce a sí mismo es derrotado en todas las ocasiones.
Sun Tzu afirmó que todo el arte de la guerra se basaba en el engaño, en lograr la victoria sin combatir. ¿Se habrán utilizado estas enseñanzas, con anuencia y plena colaboración del pueblo? Ante esto, cabe plantearse:
-qué mejor preparación preguerra que la aparición en escena de un supuesto enemigo genérico;
-qué mejor ataque que coger al atacado desprevenido;
-qué mejor engaño que disfrazar un gran ataque de un acto de benevolencia;
-qué mejor anuncio que presentar a los atacantes como filántropos y benefactores;
-qué mejor ardid que hacer creer al atacado que el atacante es su salvador;
-qué gran tranquilidad la de mantener en plena ignorancia a los atacados;
-qué mejor beneficio que las armas sean financiadas por los propios atacados;
-qué mejor estrategia que los atacados colaboren y se presten voluntariamente;
-qué mejor táctica que usar al atacado como su propia arma destructiva;
-qué mejor victoria que vencer sin combatir.
Según las enseñanzas de Sun Tzu, la guerra debía valorarse según cinco factores fundamentales: la doctrina, el tiempo, el terreno, el mando y la disciplina.
La doctrina significa “aquello que hace que el pueblo esté en armonía con su gobernante, de modo que le siga donde sea, sin temer por sus vidas ni a correr cualquier peligro”. ¿Qué ocurre cuando se anuncia un peligroso enemigo invisible de efectos devastadores? ¿Qué ocurre si al quimérico enemigo se le da forma y publicita con gran profusión? ¿Qué ocurre si se afirma que no hay remedio ni solución conocida? ¿Qué ocurre si surgen abnegados salvadores que buscan desesperadamente una solución? ¿Qué ocurre cuando, con gran esfuerzo económico y tecnológico, se ofrece una nueva tecnología salvadora? Lo que ocurre es que el pueblo adoctrinado, en armonía con el gobernante, seguirá sus recomendaciones en la creencia y convencimiento de que es para salvar la vida. El adoctrinamiento previo será el cauce propicio para la asimilación de la situación venidera bajo el prisma preestablecido, indispensable para que el pueblo siga, donde sea y como sea, lo que diga el gobernante. ¡Cuánto conocimiento manifestó Sun Tzu en su obra, de plena actualidad!
El tiempo es esencial; implica el control de las acciones planificadas para su dosificación en los tempos apropiados y acordes a los intereses deliberadamente preestablecidos.
El terreno implica el conocimiento del medio donde desenvolverse. Quizá en aquella época era suficiente acotar el terreno físico; hoy en día el terreno de acción es mucho más amplio, abarcando el social, el psicológico o las redes sociales, a fin de conocer el grado de influenciabilidad, sumisión, colaboración y también resiliencia.
El mando, según el general, debía tener como cualidades: sabiduría, sinceridad, benevolencia, coraje y disciplina; sin duda, grandes máximas en tiempos de honor y reconocimiento, lo cual no necesariamente sea de actualidad, sobre todo, en lo referente a sinceridad y benevolencia.
La disciplina entendida como la organización de los estamentos que ejecutan los mandatos y preceptos sin cuestionamiento ni discernimiento.
De esta manera, desviando la atención de la población para centrarla en un sorpresivo e inexistente problema magnificado y sin solución aparente, se logra el adoctrinamiento sin cuestionamiento de gran parte de los atacados, consiguiendo su empatía con el benefactor que aporta la supuesta salvación, con aceptación sumisa de la supuesta solución, exponiendo su vida e integridad dócilmente sin ofrecer resistencia, sucumbiendo al engaño del arte de la guerra, sumamente agradecidos y sufragándola. Qué mejor manifestación de la afirmación del general chino: “Si utilizas al enemigo para derrotar al enemigo, serás poderoso en cualquier lugar a donde vayas”.
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Introducción
«EL FIN JUSTIFICA LOS MEDIOS», eso es lo que nuestro subconsciente nos dice cuando escuchamos o leemos la palabra «maquiavélico». Aunque la célebre frase no aparece en las obras de Nicolás Maquiavelo, ha servido para definir un pensamiento político que tiene su origen en el siglo XVI y que se asocia a una forma de gobierno autoritaria, incluso malvada. Sin embargo, debemos darnos cuenta de que, en ocasiones, por simplificar y porque somos víctimas de nuestros sesgos cognitivos, tan solo vemos el árbol (la frase) pero no el bosque (el libro), en parte también porque ignoramos el contexto histórico.
Esto nos lleva a rechazar ideas que podrían resultar muy interesantes. Nicolás Maquiavelo, con su obra principal, El príncipe, nos ofrece lo que hoy llamaríamos un manual o una guía. Un recetario para «torpes» con las estrategias necesarias para alcanzar el poder político o mantenerlo, para crear un Estado fuerte, sin dar demasiada importancia a los medios empleados. Nos encontramos, en definitiva, ante un pensamiento despojado de idealismos y utopías, alejado de justificaciones religiosas y centrado en la naturaleza humana como condicionante eterno de las relaciones sociales y, por lo tanto, también de las de poder.
Hoy en día vivimos una época de cambio profundo, una era disruptiva marcada por innovaciones tecnológicas que no dejan de sorprendernos, y que incluso son parte fundamental del enfrentamiento geopolítico entre Estados Unidos, que ahora es vista como la superpotencia en decadencia, y China, cuyo imparable desarrollo tiene como objetivo final hacerse con el dominio mundial. Las tecnologías emergentes (o ya emergidas y en constante mejora), en el ámbito de la inteligencia artificial, la computación cuántica, el internet de las cosas, los sistemas y procedimientos de comunicación, la biotecnología, la robótica o los avances en el espacio, están redefiniendo al ser humano y también la manera en que nos relacionamos, tanto con otras personas como con las máquinas. En este punto de inflexión histórico, en el que los acontecimientos se precipitan con increíble velocidad, estas profundas transformaciones nos obligan a redefinir algunos conceptos que se han mantenido casi invariables desde el siglo XVI.
En las siguientes páginas descubriremos si Maquiavelo todavía nos ofrece lecciones de vida válidas y revelaciones acerca del poder, que se puedan aplicar al contexto actual, puesto que es indudable que la psicología humana sí ha permanecido invariable en sus valores fundamentales. Y también en sus debilidades y pasiones.
Tras los exitosos "Así se domina el mundo" y "El dominio mundial", Pedro Baños dirige su atención en este nuevo libro "EL DOMINIO MENTAL" a las técnicas que el poder utiliza para controlar nuestras emociones, porque quien consigue manejar las emociones es capaz de condicionar las decisiones de las personas. El poder, como estructura de control de la masa, no ignora que esta es manipulable por medio del contagio sugestivo, ni que tiene sed de sometimiento y demanda ilusión, fantasía y afectividad. Para lograr este dominio mental existen técnicas muy sofisticadas, como el lavado de cerebro, que supone el adoctrinamiento repetitivo, el monopolio y control de la información y las comunicaciones, la anulación del sentido crítico, el refuerzo de las dependencias grupales y emocionales, la modificación y restricción de la dieta (reducción de glucosa y proteínas), y la despersonalización. Hoy en día estas acciones son mucho más sencillas gracias a los avances tecnológicos, y lo serán aún más a corto plazo, lo que permitirá que los poderosos logren el dominio absoluto de las poblaciones.
¿Has tocado alguna vez un campo magnético? ¿Y sentido una onda de radio? ¿Tu oído ha percibido los rayos cósmicos? ¿Has podido oler o degustar una muy baja frecuencia? Salvo que tengas inusitadas facultades extrasensoriales, seguro que tu respuesta a esas cuatro preguntas es la misma que la de cualquier otra persona: ¡no! Pero que ninguno de tus cinco sentidos te haya permitido percibir elementos del espectro electromagnético, o que estos últimos no se pudieran cuantificar con aparatos específicos hasta no hace tantos años, no significa que no existan. Evidentemente, aceptar la realidad del espectro electromagnético, por seguir el ejemplo, no debe llevarnos a caer en la credulidad absoluta ante cualquier cosa que nos cuenten, exigiéndonos un acto de fe. Pero sí hacernos reflexionar. Que no podamos sentir algo, verlo con nuestros ojos, oírlo con nuestros oídos, no significa, ni mucho menos, que no sea real, que no esté pasando, que no nos afecte incluso muy directamente. Esa ignorancia puede ser debida a un desconocimiento sobre el tema concreto —la cual no nos debe obsesionar, es imposible saber de todo—, a que nunca haya despertado nuestra curiosidad o, simplemente, a no haber tenido ni la más mínima noticia sobre ello. Aunque no debemos descartar que ese «algo» se nos haya ocultado de manera intencionada porque no interesa su difusión universal, para así aplicarnos sibilinamente, sin que nos demos la menor cuenta, aquello que desconocemos.
Esto es lo que sucede con las muy diversas técnicas, procedimientos y estratagemas de dominio mental que sufrimos a diario, de forma constante, los ciudadanos. Un dominio favorecido, además, por las imparables innovaciones tecnológicas. El propósito de esta obra es llegar a una amplia parte de la población, popularizar unos conocimientos sobre los que, por afectarnos a todos, tenemos derecho a estar debidamente informados. De este modo, podremos percibir lo que no nos dejan sentir, desarrollar una hipersensibilidad —por así decirlo— que nos permita detectar las artimañas psicológicas con las que nos condicionan y prever lo que nos espera si no abrimos los ojos a tiempo. Para lograrlo, he procurado evitar al máximo el empleo de terminología científica compleja que pudiera dificultar la lectura a las personas menos avezadas en estas cuestiones. Así, quitándonos la venda de la mente, seremos no más libres, sino verdaderamente libres y dueños de nuestras decisiones y nuestro destino, como personas y como sociedad. Podremos pensar por nosotros mismos. Este es un libro con muchas claves, que pone sobre el tapete abundantes aspectos cotidianos, pero sin nombrarlos o concretarlos.
La idea es que seas tú, lector, quien piense en ello, se plantee su significado y resuelva las incógnitas creadas. Sin duda, este ejercicio te será de utilidad personal. He tenido el privilegio de contar con la contribución, en forma de apéndices, de cuatro grandísimos expertos en los campos de la psicología, la psiquiatría y la neurociencia, como atestiguan sus dilatados currículums. Además de su indiscutible conocimiento de la materia sobre la que versa el libro, son personas que tienen un especial significado para mí. No solo por considerarlos amigos, sino también porque tres de ellos —Manuel MartínLoeches, José Manuel Muñoz y José Miguel Gaona— son compañeros en el programa de televisión Cuarto Milenio , el cual suele contar con personalidades científicas de primera línea. En cierto modo, el hecho de que ellos estén presentes en la obra es un homenaje a nuestro admirado Iker Jiménez. El cuarto es Pedro Rocamora García-Valls, un ejemplo de los extraordinarios cerebros con los que contamos en España en tantos campos del conocimiento.
Estoy convencido de que la aportación de todos ellos da lustre y prestigio a esta obra. Disfruta y aprovecha la lectura. Y si en algo no estás de acuerdo, detectas cualquier errata o simplemente quieres ayudarme a mejorar la obra, siempre me tendrás a tu disposición en esta dirección de correo electrónico: . Suerte y salud.
Introducción
La geopolítica actual va mucho más allá de límites geográficos concretos — origen de su nombre— para convertirse en el ejercicio de un geopoder con ambiciones universales. Se materializa en la permanente rivalidad por el control de toda la humanidad. Y la forma mejor, la más completa, de lograr dicho control total es actuar sobre la mente de las personas, lo que hoy es más sencillo que nunca gracias a las nuevas tecnologías. Así, el geopoder definitivo se alcanza cuando las mentes quedan subyugadas, a merced de los grandes hacedores. De ahí el subtítulo de este libro, pues, lo creamos o no, existe todo un mundo de tácticas y estrategias, de trucos y engaños, perfectamente planificados, diseñados e implementados, para conseguir el poder definitivo: el dominio mental.
Antiguamente, se conquistaban territorios en busca de recursos y mano de obra, dominando así a las poblaciones de forma física. Lo hacían los Estados y también las empresas, como la Compañía Británica de las Indias Orientales y la Compañía Holandesa de las Indias Orientales. En la actualidad, la conquista —virtual y remota— se realiza directamente sobre la mente de las personas, con las mismas finalidades de dominio, también por Estados y por compañías (Google, Facebook, etcétera). El resultado es mucho más beneficioso para el «ocupante», el conquistador. Adquiere todas las ventajas, sin los inconvenientes de tener que preocuparse por los dominados, ni siquiera levemente, pues una gran mayoría de estos no se entera de que lo están siendo, con lo cual no hay rebeldía ni oposición por su parte. De hecho, muchos incluso van con agrado más allá de lo que el dominador pretendía, subordinándose —digitalmente— con complacencia. Ya no hace falta enviar decenas de barcos de guerra, lanzar andanadas de misiles, invadir con tropas terrestres o amenazar con ataques masivos para someter a poblaciones enteras, a países completos.
Basta con actuar en las mentes de los ciudadanos, con subyugarlos psicológicamente, con condicionar sus pensamientos y comportamientos. Así, millones de individuos se subordinan a los dictados que se les imponen, reaccionando mansamente y felices con su situación. ¿No es esto el verdadero geopoder? ¿Puede existir mejor geopolítica para dominar por completo el mundo? ¿No ha sido siempre el sueño de cualquier líder o grupo de poder?
MANIPULAR, UN INSTINTO BÁSICO
Nacemos con un poder que rara vez llegamos a desarrollar ni siquiera a la mitad de su capacidad. Nuestra mente tiene todas las claves para ser felices, para superar pruebas que se presentan como insuperables, para seguir adelante cuando la adversidad apremia, para paliar el dolor o, por el contrario, enfermarnos. Nuestro cerebro es también, eso sí, la clave para manipularnos. Quien conozca sus secretos, conocerá también los nuestros. En estos tiempos, la mayor parte de los habitantes del planeta vivimos en dos planos distintos, el físico y el virtual. Pero hay un punto de contacto que une a ambos: la mente. Por tanto, para dominar a las personas hay que influir en ella. Podríamos decir que las técnicas de control mental son «etéreas» o intangibles, al ir dirigidas contra algo que sigue siendo tan indefinido como nuestra psique. De lo que no hay duda es de que el verdadero dominio de la sociedad, el más eficaz, es el que se realiza a través de la mente, sin coerción ni represión física. Y va mucho más allá del uso del electroshock, el lavado de cerebro, las drogas y la tortura física o mental. Los métodos son cada vez más sofisticados, menos perceptibles por el que los padece. El objetivo final es claro: controlar emociones para controlar decisiones.
CONTROL INNATO DE LAS MENTES
Aunque la manipulación puede parecer un invento moderno, nos ha acompañado durante nuestra evolución como seres humanos. Cuando solo nos preocupaba conseguir recursos para alimentarnos y sobrevivir, ya importaba manejar a nuestros semejantes. Quien más control tenía sobre la mente de los demás, mejor acceso a los recursos conseguía, más fuerte se hacía y mejor era su línea evolutiva. Esto se explica si dejamos de entender la manipulación únicamente como un conjunto de técnicas modernas que conllevan el uso de medios de comunicación, de ondas cerebrales o de reconocimiento facial para mantenernos bajo control y decidir por nosotros. Nuestro intelecto, sin necesidad de ningún añadido externo, nos permite adentrarnos en la mente de otras personas para conocer sus emociones, para diseccionar su modo de pensar y comportarse, y, en última instancia, poder utilizarlas a nuestro antojo.
Uno de los mecanismos que los humanos incorporamos «de serie», por ejemplo, es la interpretación del blanco de los ojos, la esclerótica ocular blanca, para obtener claves sobre las intenciones de nuestros interlocutores cuando miran para uno u otro lado, o de una u otra forma (el importante lenguaje no verbal). La manipulación innata nos permite interactuar con nuestros semejantes y juzgar sus reacciones, crear una empatía básica como parte de nuestra supervivencia. Aunque ahora la relacionemos con intereses encubiertos que buscan nuestro perjuicio u opresión, la manipulación es parte de nuestro instinto más primario. Precisamente por eso, si dedicásemos al conocimiento de nuestro cerebro el esfuerzo y el tiempo requeridos, podríamos convertirnos en maestros de la manipulación y el control mental; pero también podríamos aprender a protegernos ante los mecanismos de control que nos intenten imponer. O, por lo menos, a ser más conscientes de su existencia. Lo cierto es que adquirir el control de la mente humana es una aspiración que se remonta a un pasado lejano, bajo distintos nombres y distintas técnicas, pero con el mismo objetivo. Pocos métodos hay más efectivos para controlar la voluntad de un pueblo que controlar la mente de los individuos. ¿A qué finalidad mayor podría aspirar un dirigente que a anular el proceso de pensamiento de sus súbditos y mantenerlos en un estado de ensoñación en el que no se ponga en duda ninguna de sus decisiones y se acaten sus órdenes voluntariosamente? Una vez anulado el pensamiento consciente, la mente se encuentra en su punto más débil y sugestionable, y está plenamente receptiva para ser programada por un agente externo.
MÉTODOS DE MANIPULACIÓN MENTAL
Si siempre ha sido importante controlar las «mentes y corazones» de las personas, vencer en la guerra de las ideas, las narrativas, las emociones y los afectos, cada vez lo es más. Aunque con esa misma finalidad, los métodos y medios empleados a lo largo de la historia han variado. Tradicionalmente se ha empleado la educación —civil y religiosa—, la propaganda o la difusión de bulos y rumores. En la actualidad se consigue mediante el amplio y aparentemente inocente campo del entretenimiento, del que cada vez es más difícil sustraerse en las sociedades avanzadas. Como las películas, las series de televisión y los reality shows . Por no hablar de la televisión de pago, sector dominado por potentes multinacionales como Netflix o HBO. Así mismo, y de modo muy destacado, se emplean con profusión la manipulación mediática y las diversas formas de desinformación. Herramientas básicas dentro del amplio espectro de la guerra híbrida que se libra actualmente entre las principales potencias, y cuyo objetivo es precisamente la mente de las personas, convertidas en campo de batalla por su control absoluto. Sin olvidar las hábiles estrategias de neurocomunicación y neuromarketing , como es la «obsolescencia percibida». Con ella, llevan a las sociedades a comprar, desechar y reemplazar sus bienes de consumo a un ritmo cada vez más acelerado, sin dejar tiempo para reflexionar sobre la verdadera necesidad de la adquisición. Lo mismo sucede con las ideas políticas. El sistema de pago electrónico será otra herramienta de control y dominio social. Una vez completamente incorporado, la siguiente fase será que alguien decidirá en qué y para qué se debe gastar el dinero. Solo afectará a la gente normal, pues los delincuentes y las agencias de inteligencia, por ejemplo, siempre encontrarán otras formas de pago, sea con metales y piedras preciosas, drogas, tráficos ilícitos o servicios diversos. Otra forma tradicional de dominación indirecta de la sociedad es el miedo. Si el poder es capaz de inculcar en las poblaciones un temor tal a cierta amenaza, haciéndole creer que tiene el potencial de afectar de modo estructural, cuando no existencial, a su modo de vida, pocos ciudadanos se resistirán a la imposición de las más estrictas medidas de seguridad. Aun cuando les limiten, o incluso les prohíban, el ejercicio de derechos que hasta entonces habían considerado fundamentales y, por tanto, inamovibles.
VIGILANCIA, EL COMPLEMENTO NECESARIO
La vigilancia no tiene que ver con la seguridad,
tiene que ver con el poder.
EDWARD SNOWDEN
Para poder manipularnos, primero han de conocernos. Y de eso se encarga la vigilancia, que nunca ha sido tan amplia y constante como ahora. Saber sobre nosotros es muy sencillo. Nos hemos rodeado de todo tipo de dispositivos electrónicos que aportan infinidad de datos sobre nuestras vidas, incluidos los detalles más íntimos. Unos datos que, además, proporcionamos con total displicencia. Móviles, ordenadores, tabletas, altavoces inteligentes y un sinfín de dispositivos nos vigilan día y noche, sin descanso. Verdaderos espías que hemos metido en nuestros bolsillos y en nuestros domicilios. A los que se añaden sistemas de reconocimiento facial o de videovigilancia instalados en cada vez más lugares. No podemos escondernos. No hay escapatoria a la hipervigilancia. Incluso si no tenemos redes sociales, ni teléfono inteligente, ni televisor. Da igual que nos recluyamos en una cueva o nos vayamos al lugar más remoto. Seguro que algún satélite nos puede localizar e identificar desde su órbita. Nadie nos asegura que estemos a salvo. La principal consecuencia es que, a pesar de que prestamos una mayor y creciente atención a nuestra privacidad, cada vez nos es más difícil preservarla. Puede que creamos gozar de mayor seguridad porque ahora nos preguntan sobre la política de privacidad al navegar por internet, o porque desactivamos la opción de rastreo de las aplicaciones en el móvil, pero no son más que espejismos. Y una vez que nos conocen a fondo, física y psíquicamente, manipular nuestras emociones y sentimientos no puede resultarles más sencillo.
SIGUIENTE PASO: MANEJAR EL CEREBRO
Negar un hecho es lo más fácil del mundo. Mucha gente lo hace, pero el hecho sigue siendo un hecho. ISAAC ASIMOV Pero si que nos dominen la mente ya da escalofríos, el que se actúe directamente sobre el cerebro, con métodos invasivos o no, es para preocuparnos sobremanera. No son visiones futuristas. Muchos de estos avances relacionados con el cerebro, el organismo que rige todo el cuerpo, ya son una realidad. Además, las investigaciones prosiguen a un ritmo vertiginoso. Pensemos, por ejemplo, en la implantación de chips, cada vez más habituales. No estamos lejos de que se puedan enviar mensajes directamente al cerebro, sin ni siquiera pasar por los sentidos de la vista o el oído. Mensajes «cerebrales» que pueden ser también colectivos, afectando a grupos de personas con afinidades comunes. Estaremos ante la dictadura del microchip.
10 estrategias de la manipulación mediática
El coronel del Ejército de Tierra en la reserva, Pedro Baños, exjefe de Contrainteligencia y Seguridad del Cuerpo de Ejército Europeo en Estrasburgo, relató en su libro –un auténtico «best seller»–, «Así se domina el mundo. Desvelando las claves del poder mundial», las 10 estrategias de la manipulación mediática que elaboró el francés Sylvain Timsit.
Una vez más se hace realidad el viejo dicho, lo evidente es lo que nadie ve hasta que alguien lo explica con claridad.
Baños lo hace con la mayor de las claridades, lo que induce a una serena reflexión sobre quién mueve los hilos.
Las diez estrategias son estas:
1. DISTRAER LO IMPORTANTE
La distracción se convierte en el elemento primordial del control social. Consiste en desviar la atención del público de los problemas importantes y de las decisiones de las élites políticas y económicas, empleando para ello el bombardeo constante de distracciones y de informaciones irrelevantes, al tiempo que se evita que la gente se interese por los conocimientos esenciales.
En Occidente, por ejemplo, el deporte se ha convertido en la principal distracción para desviar el interés público de lo verdaderamente importante.
2. CREAR PROBLEMAS Y DESPUES OFRECER SOLUCIONES
Esta estrategia, conocida también como «problema-reacción-solución», consiste en crear un problema para causar cierta reacción en el público a fin de que sea éste quien exija las medidas que los dirigentes deseaban imponer.
Puede ir desde desencadenar violencia urbana, perpetrar atentados sangrientos o crear crisis económicas con el fin de que la gente demande mayores medidas de seguridad, incluso a costa de su libertad, o de un retroceso en las prestaciones sociales.
También se la podría denominar «estrategia del caos constructivo», consistente en generar caos, violencia y destrucción, o al menos aparentarlo de modo que la gente se lo crea, con la finalidad de generar luego otro modelo de sociedad al antojo y voluntad plena, sin ninguna oposición popular, pues será la propia gente la que reclame la vuelta a la normalidad.
3. GRADUALIDAD
Para conseguir la aceptación de una medida extrema, basta con aplicarla gradualmente, a cuentagotas, por años consecutivos. Así lo que hubiera podido conducir a una revolución se va tolerando mansamente.
4. DIFERIR EN EL TIEMPO
Presentar una decisión impopular como «dolorosa y necesaria», consiguiendo así la aceptación pública instantánea de algo que será aplicado en el futuro.
5. DIRIGIRSE AL PÚBLICO COMO CRIATURAS DE POCA EDAD
Cuanto más se intenta engañar al espectador, más se tiende a adoptar un tono pueril, empleando lenguaje y mensajes básicos comprensibles hasta por los más torpes.
6. UTILIZAR MÁS LA EMOCIÓN QUE LA REFLEXIÓN
Emplear al emoción provoca un cortocircuito en el análisis racional, afectando al sentido crítico de los individuos. Al quedar así inermes, se les puede implantar ideas, deseos, miedos, temores y compulsiones o inducir comportamientos.
7. MANTENER AL PÚBLICO EN LA IGNORANCIA Y LA MEDIOCRIDAD
Hacer que el público sea incapaz de comprender las técnicas y métodos utilizados para su control y su esclavitud, comenzando por una educación deficiente de las clases más bajas para que queden sometidas a las élites.
8. ESTIMULAR AL PÚBLICO A SER COMPLACIENTE CON LA MEDIOCRIDAD
Promover entre la gente que está de moda ser estúpido, vulgar e inculto, algo fácilmente reconocible en los «realities shows».
9. REFORZAR LA AUTOCULPABILIDAD
Hacer creer al individuo que él es el único culpable de su propia desgracia por ser poco inteligente, tener pocas capacidades o no esforzarse lo suficiente. De este modo entra en un estado depresivo que inhibe su acción, y sin ella no puede haber revolución.
10. CONOCER A LOS INDIVIDUOS MEJOR DE LO QUE ELLOS MISMOS SE CONOCEN
Actualmente la tecnología posibilita un conocimiento de las personas que puede llegar a ser superior al que tienen de sí mismas, por lo que pueden ser controladas con mayor facilidad por quien lleva las riendas.
LAS 10 ESTRATEGIAS DE LA MANIPULACIÓN MEDIÁTICA
1º - DISTRACCION
2º - PROBLEMA REACCION SOLUCION
3º - GRADUALIDAD
4º - DIFERIR EN EL TIEMPO
5º - MENSAJE BASICO
6º - MAS EMOCION MENOS REFLEXION
7º - EDUCACION DEFICIENTE
8º - MEDIOCRIDAD
9º - AUTOCULPABILIDAD
10º - CONOCIMIENTO DE LOS INDIVIDU@S
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Juan Carlos (Yanka)