domingo, 9 de enero de 2022

BORRARNOS HISTORIA, BORRARNOS ESPAÑA por ✏ ANTONIO PÉREZ HENARES ✏

Borrarnos historia, borrarnos España
«Negarles la historia a niños y jóvenes es el crimen cultural que se lleva años perpetrando y ahora alcanza grados de paroxismo. Atacan nuestra lengua común y universal, todo lo que nos une e identifica, nuestra cultura, nuestros emblemas en piedra, en lienzo o en literatura. Porque es patria cultural nuestra pintura, nuestros monumentos, nuestros caminos, nuestra música, nuestros escritores. Son patria nuestros héroes, nuestros canallas, nuestras batallas, gestas y fracasos»

Quieren borrarnos la historia, nuestro pasado, nuestro ser y desempeño común como pueblo. Pretenden no sólo lavarnos los cerebros sino enterrarlos en cal viva. Extirpar todo conocimiento y enseñanza de dónde venimos y qué hicimos. Dejarnos sin raíz, descuajados, como pavesas que ni siquiera saben ni de qué árbol fueron, ni siquiera en qué hoguera las quemaron. La intención de la política educativa, que ahora se acelera en España y de las pulsiones de los sanedrines ‘progrecráticos’ de tachar nuestra propia civilización, parece tener ese solo objetivo. Unas generaciones sin otro sustento ni base que el presentismo más soluble e instantáneo.

Lo último, ya saben, y tras haber condenado a la filosofía a la guillotina, es limpiar de la pizarra y de los libros el Al-Andalus, la Reconquista, los Reyes Católicos, los Austrias, todo. Hasta el siglo XIX nada hubo digno de ser contado, ni sabido ni estudiado. Futilidades y desperdicios. Porque antes ni siquiera, y según ellos, existía España, aunque así quedara acuñado su nombre por Roma y en su Imperio, aunque como reino así la configuraron los godos y el califa Abderramán se firmara también como 'rex hispanorum'.

Nada importa que el VII Alfonso dijera imperar sobre ella o que el X, el Sabio la cantara: «E cada una tierra de las del mundo et a cada provincia honró Dios en señas guisas, et dió su don; mas entre todas las tierras que ell honró más, Espanna la de occidente fue; ca a esta abastó él de todas aquellas cosas que homne suel cobdiciar. (E los godos) fallaron que Espanna era el meior de todos, e muchol preciaron más que a ninguno de los otros, ca entre todas las tierras del mundo Espanna ha una estremanza de abondamiento et de bondad más que otra tierra ninguna. (...)
Pues esta Espanna que decimos tal es como el paraíso de Dios, ca riega se con cinco ríos cabdales que son Ebro, Duero, Tajo, Guadalquivil, Guadiana; e cada uno dellos tiene entre si et ell otro grandes montañas et tierras; et los valles et los llanos son grandes et anchos, et por la bondat de la tierra et ell humor de los ríos lievan muchos frutos et son abondados, Espanna la mayor parte della se riega de arroyos et de fuentes, et nuncual minguan pozos cada logar o los ha mester.
Espanna es abondada de mieses, deleitosa de fructas, viciosa de pescados, sabrosa de leche et de todas las cosas que se della facen; lena de venados et de caza, cubierta de ganados, lozana de caballos, provechosa de mulos, segura et bastida de castiellos, alegre por buenos vinos, folgada de abondamiento de pan; rica en metales, de plomo, de estaño, de argent vivo, de fierro, de arambre, de plata, de oro, de piedras preciosas (...)
Espanna sobre todas es engeñosa, atrevuda et mucho esforzada en lid, ligera en afán, leal al señor, afincada en estudio, palaciana en palabra, complida de todo bien (...) 
¡Ay Espanna! non ha lengua nin engeño que pueda contar tu bien.
Pues este regno tan noble, tan rico, tan poderoso, tan honrrado, fue derramado et astragado en una arremesa por desavenencia de los de la tierra que tornaron sus espadas en si mismos unos contra otros, así como si les minguasen enemigos; et perdieron y todos, ca todas las cibdades de Espanna fueron presas de los moros et quebrantadas et destroidas de mano de sus enemigos».  (Primera Crónica General de España, Alfonso X, el Sabio)

Tampoco importa que fuera ella quien cambiara la faz del mundo y la imagen que del mismo se tenía. Porque fue España quien ensanchó las tierras y los mares, las Américas y los inmensos Pacíficos y quien circunnavegó el globo, y su lengua, el español, se escuchó y escucha por todo el orbe, excepto en su propia casa, donde hasta se acosa, y se llama a apedrear a niños por querer estudiar, solo un poquito, en su lengua materna.

Existía y existe España, aunque los mismos en intención y vesania la nieguen tanto antes como ahora. Y claro que hasta ese siglo XIX el concepto de nación como ahora se percibe no era tal. Ni en España ni en lugar alguno, pero negar la idea de pertenencia a ella de las gentes a lo largo de los siglos es negarse a ellos mismos. Y, quizás por ello, quieren obligarnos a todos los demás a hacerlo.

Quieren dejarnos -y es un mal extendido por toda ella- desnudos y abjurando de ella, como si apestara lo que en realidad ha sido una feraz civilización cuyos niveles de bienestar, convivencia y tolerancia no han tenido precedentes. La que comenzó en Grecia, ensambló Roma e iluminó Europa. Pero además -y hoy es el caso- de nuestra propia y riquísima cultura, de nuestra historia. Quieren borrárnosla, que la ignoremos, que no nos sintamos parte de ella ni le tengamos aprecio, sino disgusto y nos odiemos incluso, y abjuremos de ello, por ser sus hijos.

Si eso consiguen, nos dejarán, cual bóvidos estupefactos mirando el paso del tren o marionetas saltando, incapaces de comprender nada de nuestro vivir y de lo que nos rodea y aún menos de quererlo o de sentirlo como propio. Si nos dejan vacíos e ignaros de nuestra historia, el acueducto de Segovia, la cripta de san Isidoro de León, los mil castillos de todas las fronteras, la catedral de Burgos, la Alhambra de Granada, El Escorial... serán sólo piedras apiladas. Si se nos borra el cuándo, el cómo, el porqué y el quiénes nada podremos entender, ni disfrutar ni sentir y sentirnos. Y los que habitan en el Prado serán solo telas pintarrajeadas.

Los nombres de las ciudades, Barcelona, la ciudad del Barça, de Amílcar, luego la Barcino Nova romana, o Mahón, por su hijo pequeño, o Cesaraugusta (Zaragoza) o Mérida, Emérita Augusta, o de nuestros ríos Guadalquivir o Guadiana y otras cuantas decenas, porque Uad es precisamente río en árabe, no tendrán alma ni sentido alguno.

Negarles la historia a los niños y a los jóvenes es el crimen cultural que se lleva años perpetrando y que ahora alcanza grados de paroxismo. Atacan nuestra lengua común y universal, atacan todo lo que nos une e identifica, nuestra cultura, nuestros emblemas en piedra, en lienzo o en literatura. Porque es patria cultural nuestra pintura, nuestros monumentos, nuestras rutas, nuestros caminos, nuestra música, nuestros escritores. Porque son patria, nuestros héroes, nuestros canallas, nuestras batallas, nuestras gestas y nuestros desastres y nuestras derrotas. Eso también, amén de otros conceptos y de otros cimientos y tejados de libertades y derechos, es patria, nuestra patria. Privarnos de nuestra historia es dejarnos yermos no solo de conocimientos sino de emociones y sentimientos. Dejarnos el cerebro envasado al vacío y el corazón sin riego. Y luego, ya borrado todo, llenárnoslo de basura ideológica, ultraprocesada y debidamente infectada de virus doctrinarios.

Eso quieren y en ello emplean todos los medios para conseguirlo. Pero no van a lograrlo. Porque cada vez hay más pasión, ganas y empeño por leerla, por conocerla, por escribirla, por contarla y por pintarla. Y hasta puede que un día -quizás sea un iluso pero no pierdo la esperanza- a alguno de nuestros cineastas se le encienda una bombilla y se dé cuenta que se puede hacer una película que no sea de la Guerra Civil y la II República. E incluso, en el colmo de la iluminación alcance a comprender que algunos de nuestros antepasados -de nuestros propios abuelos, vamos- sí que hicieron algo que merece la pena que tome cuerpo en una pantalla.

Antonio Pérez Henares 
es periodista y escritor.

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