LA LOBA
The Little Foxes
La ambición que resquebraja a las familias
"No le gustaban las personas que hacían su dinero cargando terribles intereses a los pobres e ignorando a la gente afroamericana. Hay gente que devora la tierra y a las personas que se encuentran en ella, como en las plagas bíblicas. Y también hay personas cerca que se quedan contemplando todo esto. A veces pienso que no hay derecho a quedarse quieto viendo lo que ocurre".
En cada ciudad, en cada pueblo, en cada barrio de este magnífico, pero maltratado planeta, cada día hay cuando menos una familia guerreándose por una herencia o por el afán de poder de alguno contra los otros. El dinero se torna maldito y al afecto lo adormece la ambición que se apodera de aquellos seres que, con sus acciones, hacen lugar a la felonía, al rencor y al desengaño.
“LA LOBA”, es un soberbio retrato de la ambición que destruye, uno a uno, los pilares que antes sostenían con esperanzas a las familias. Hay lugar para las más retorcidas acciones, para las más falsas palabras, para el oportunismo y la presunción de viveza… Y, entonces, la hipocresía toma su lugar, las maquinaciones se desbordan, el individualismo hace lo suyo, y el odio comienza a anidar en los corazones hasta permitirle cometer vilezas que parecieran inconcebibles.
Regina, la única mujer entre los hermanos, es una loba calculadora y feroz cuando se trata de defender lo que desea. Todos los intereses que la mueven sólo apuntan hacia ella misma. El reconocimiento de este hecho es el que hará que su marido, Horace, en su triste regreso, recite aquella frase bíblica:
“Detengamos a los lobos, a todas las alimañas
que destrozan las vides”.
Cantar de los Cantares 2, 15
Pero, contra el frío hielo que brota de aquellas almas que habitan y dominan la plantación, el calor humano emana suave y sensiblemente del corazón de Alexandra, la hija y del de David, su pretendiente; del de Addie, la noble y generosa nana; y aún del de Birdie, la dama decepcionada de su esposo y de su hijo.
Lillian Hellman, una de esas sorprendentes escritoras que, en una época bastante conservadora, decidieron romper con unas cuantas reglas y cuestionar sin ambajes a la sociedad que padecían, ha dado para los siglos de los siglos, una obra que golpea a la ambición en todo su plexus y que muestra, con claridad, que siempre hay un cabo que se deja suelto, siendo por ahí por donde la luz entrará luego a ocupar su inamisible lugar.
William Wyler, hace efectiva su brillante dirección, extrae de los actores todo su potencial, y con una precisa puesta en escena, logra un filme que tiene el sello de los grandes clásicos. ¡Imprescindible!
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Juan Carlos (Yanka)