EL CIERVO FIGURA EUCARISTICA
El ciervo para el cristianismo, representa la renovación perpetua de la vida y de las estaciones, gracias a su cornamenta (en forma de árbol) que el macho pierde cada año al final de la temporada de apareamiento.
Se encuentra en la mitología celta y nordica y en la mitología clásica.
En la antigüedad se creía que el ciervo era un enemigo de la serpiente, por lo que entra en la iconografía del cristianismo como símbolo de Cristo, que combate y vence al demonio representado por la serpiente. De hecho, según Plinio (naturalista griego) escribió en Historia Natural, que el ciervo combate a las serpientes que buscan su agujero y con el aliento de su nariz las distingue a pesar de su resistencia, también se utiliza el olor de su cornamenta quemada para expulsar a las serpientes, y el principal remedio contra la mordedura de serpientes deriva del cuajo de ciervo muerto en el vientre de su madre.
El ciervo también tiene un papel importante en la heráldica donde representa la bondad y la nobleza.
Tradicionalmente el ciervo ha sido un animal relacionado con la bondad y la nobleza. El ciervo era considerado un avezado cazador de serpientes. Dado que la serpiente es en la cultura semita el símbolo del maligno era evidente que se utilizó al ciervo como imagen gráfica de la lucha espiritual contra el mal. En la época romana, Plinio el viejo afirmaba que el único remedio contra la picadura de una serpiente era la placenta de un ciervo, lo que aumentó la estima hacia este animal. Además, la cornamenta de los machos se renueva cada año, prestándose a la dinámica muerte-resurrección que se ha indicado con el plumaje del pavo real. En este tipo de imágenes, por lo tanto, el ciervo representa al propio Jesucristo combatiendo al mal. Otra utilización del ciervo como símbolo cristiano tiene una base bíblica tomada del Salmo 42, versículo 2: "Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma, te busca a ti, mi Dios". El ciervo representa en este otro caso el alma humana que se sacia de los dones de Dios. Al igual que con el pavo real, casi siempre se representa al animal en esta otra iconografía bebiendo de la fuente de la Salvación, el Cáliz de Cristo.
El ciervo como figura eucarística de Cristo[1]. Esta imagen y sus representaciones son típicas de la Cartago cristiana y del cristianismo en esta zona.
Ante todo el ciervo “bereber” (zona central del África del norte) era imagen de la inmortalidad. Cuenta el P. Delattre que según una antigua leyenda se creía que el ciervo enfermo o ya viejo tenía la facultad de recuperar la salud o de rejuvenecer retirándose en una gruta o comiendo serpientes. En tiempos de Tertuliano, esta leyenda estaba muy difundida en África del norte, ya que el mismo Tertuliano, hablando del ciervo, dice que éste animal es dueño de su existencia. Por lo tanto era casi natural que el ciervo fuera imagen de la inmortalidad.
Por otro lado el ciervo en los primeros siglos del cristianismo era figura del cristiano, sea un catecúmeno que se preparaba a recibir sus sacramentos o un fiel en plena gracia de Dios. El catecúmeno, instruido sobre la eficacia de las aguas del bautismo, debía “aspirar ardientemente” a la fuente sagrada donde habrían de ser borradas todas sus manchas. Para expresar este ardiente deseo, nada podía ser más conveniente que la imagen del ciervo y las palabras de David en el salmo 41: Como el ciervo sediento desea el agua de las fuentes, así mi alma te desea oh Dios mío. De allí, dice Dom Gueranger, las representaciones del alma que se prepara al bautismo son bajo la forma de un joven ciervo.
La imagen del ciervo conviene también al alma que busca la verdad. De hecho San Agustín hablando de la ilustre familia romana de los “Anicii”, dice que sus miembros fueron como ciervos, los más “rápidos” entre las familias romanas a abrazar la fe cristiana.
La imagen del ciervo también representa como lo dijimos más arriba al fiel que aspira a poseer la gracia o a alimentarse de la divina Eucaristía.
Por otro lado y sobre todo en estas tierras africanas, el ciervo figuraba también al cristiano a quien le era permitido escapar de la persecución, contrariamente a lo que enseñaban algunos heréticos y el mismo Tertuliano una vez que aceptó el error de los montanistas.
Cuenta el P. Delattre que en una lámpara encontrada en Cartago el 18 de enero de 1880, el ciervo como sujeto principal, que en este caso se asemeja a una liebre, es representado corriendo y rodeado de liebres que también corren. El significado tomado del diccionario de antigüedades cristianas es muy hermoso: el ciervo y la liebre, a causa de su timidez y de su agilidad, significan el miedo que prueba el alma cristiana cuando se acercan los peligros que amenazan su pureza y al mismo tiempo la prontitud con la cual tienen que escapar.
Ahora bien, hasta aquí el ciervo representa el fiel cristiano, pero no solo es imagen del fiel cristiano, sino también de Cristo. La prueba de que el ciervo era considerado en estas tierras como un símbolo de Cristo eucaristía lo tenemos en un molde de hostias encontrado en Túnez.
Hace un tiempo atrás yo escribí algunas páginas sobre la arqueología cristiana de Cartago, y una de las personas que leyó mi libro me envió por email una noticia para ver si yo estaba al corriente. Se trataba de la difusión en Francia, hace ya algunos años, de una medalla hecha por Arthur Bertrand[2] del precio de 270 euros sobre un molde para hostias encontrado en Túnez. Mi sorpresa fue constatar que en este molde para hostias el sujeto principal era un ciervo!
Analicemos juntos entonces esta joya eucarística tunecina[3].
Esta medalla es como dije una copia de un molde para hostias de los primeros siglos. Allí se ve magníficamente expresada la fe de los primeros cristianos del África del norte en la Eucaristía.
El pan eucarístico que se ve hecho en medalla tiene un diámetro de 15 cm y un espesor de 1 cm. En él se representa un ciervo bereber, originario de esta zona, detrás de un árbol, entre un racimo de uva y una planta de trigo rodeados por una inscripción circular que sale de la boca del ciervo citando a Nuestro Señor en el evangelio de Juan (6,15): + EGO SUM PANIS VIVUS QUI DE CELO DESCENDI (Yo soy el pan vivo bajado del Cielo).
Esta hermosa joya de la arqueología cristiana, es la reproducción perfecta de una hostia de misa del tiempo de San Agustín (IV siglo). De hecho el molde fue descubierto en el sur de Túnez en la ruinas de una iglesia cerca de Jebeniana a 32 km de Sfax, en el año 1920 y ofrecido al museo del Bardo en Túnez donde hoy se conserva.
Este molde pertenece a una de las tres comunidades cristianas
más grandes del África en la época de San Agustín.
Las hostias de misa eran fabricadas con harina de trigo para dar un pan ázimo parecido al utilizado por Cristo en la última cena. Según San Epifanio antes del siglo IV ya existía la forma redonda para las hostias.
Estos panes-hostias estaban siempre marcados por un signo cristiano distintivo, tradición que se conserva hasta nuestros días aunque no sin embargo con la misma riqueza que en los primeros siglos del cristianismo. Es por eso que el presente ejemplo es excepcional por su originalidad y por la belleza de su diseño. Esta imagen muestra a cual punto de civilización y de fe habían llegado los cristianos del África antes de la invasión musulmana.
Explicación de los Símbolos
Como el ciervo brama por las
corrientes de las aguas,
así gime por ti, oh Señor, el alma mía.
Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo.
El ciervo: para entender esta imagen como dijimos más arriba hay que considerar el texto del salmo 41, 2: Quemadmodum desiderat cervus ad fontes aquarum, ita desiderat anima mea ad te Deus (Como el ciervo desea las fuentes de agua, así te desea mi alma, Dios y Señor mío). Este ciervo es entonces por un lado la imagen del alma piadosa que tiene sed de la comunión, pues como se dice en el versículo siguiente del mismo salmo sitivit anima mea ad Deum fortem vivum, es decir sed de ese Dios fuerte, presente y vivo realmente en la Eucaristía (presencia real), esperando de poder contemplarlo cara a cara quando veniam, et apparebo ante faciem Dei.
Pero al mismo tiempo es figura de Cristo, a quien tenemos que imitar. Esto es claro cuando vemos que la primera palabra de la frase de Cristo que rodea el ciervo es “EGO”, y sale justamente de la boca del ciervo. La pequeña cruz que abre y termina la frase, recuerda, si fuera el caso quien es el autor de la frase.
No podemos olvidar aquí que una de las últimas palabras de Cristo en la cruz fue: «tengo sed »… el ciervo que tiene sed… ¿Tenemos nosotros esta misma sed de Dios? ¿Lo deseamos ardientemente recibir en cada comunión, como el ciervo desea el agua viva?
El árbol: el árbol significa aquí la fuente de vida. En la Santa Escritura, en el libro delGénesis son mencionados el árbol de la ciencia del bien y del mal y el árbol de la vida que debía dar al hombre la inmortalidad. Los Padres de la Iglesia han comparado frecuentemente el árbol de la vida al árbol de la Cruz, que nos ha devuelto la vida perdida por el pecado de Adam. Cristo, suspendido en la cruz, es el verdadero fruto de vida y los cristianos se nutren de este fruto en la Eucaristía, premio de inmortalidad. El árbol vivo del paraíso nos ha dado la muerte, para que el árbol muerto de la Cruz nos devuelva la vida (diccionario de teología bíblica). Este simbolismo fue muy conocido desde los inicios del cristianismo, pues Orígenes, escritor africano entre el siglo II y III, comentando a San Pablo en Romanos 6, 5, escribe justamente una carta a los romanos diciendo: “Cristo es la virtud de Dios, la sabiduría de Dios y el árbol de la vida en el cual debemos estar clavados y por un nuevo y admirable don de Dios, la muerte de nuestro Redentor se convierte en árbol de vida”.
Las dos plantas: la planta que está a las espaldas del ciervo representa un racimo de uva y es el símbolo del vino, es decir la sangre de Cristo. La otra representa muy probablemente una planta cereal, trigo, signo del pan, es decir el cuerpo de Cristo. Así las dos substancias esenciales de la Eucaristía están representadas en esta figura dando el marco al ciervo que es el símbolo de Cristo.
La inscripción: +Ego sum panis vivus qui de caelo descendit, Yo soy el pan vivo bajado del cielo, es la más bella expresión que podamos encontrar sobre el dogma de la presencia real de Cristo en la Eucaristía, el mismo dogma de la “transubstanciación” confirmado por el Concilio de Trento quince siglos más tarde.Es la confirmación de la continuidad de la doctrina católica, a pesar de las herejías que no han dejado jamás de atacar esta verdad tan importante para el cristianismo a lo largo de la historia.
Conclusión
Termino con dos textos de San Cipriano y San Agustín que hablan justamente de la importancia de esta imagen para el cristiano. Textos en los que esta simbología es aplicada al concreto de la vida cristiana y que puede ayudarnos a cada uno de nosotros cada vez que recibimos la Hostia consagrada, el Cuerpo de Cristo, el Pan vivo bajado del cielo.
San Cipriano comentando la oración del Señor (el Padrenuestro) enseña: « Porque Cristo es pan de los que tocamos su cuerpo; y ese pan es el que pedimos que se nos dé cada día, no sea que los que estamos en Cristo y recibimos cada día su Eucaristía como alimento de salvación, cuando por presentarse algún pecado más grave absteniéndonos y no comulgando nos apartemos de recibir el pan celestial, nos separemos del cuerpo de Cristo, según su palabra: Yo soy el pan de vida […]. Cuando dice que vive eternamente el que come de su pan, del mismo modo que es claro que viven los que tocan su cuerpo y reciben la Eucaristía por su derecho de comunión, así por el contrario hay que temer y pedir no sea que al separarse del cuerpo de Cristo no comulgando, quede separado de la salvación […]. Y por eso pedimos que cada día se nos dé nuestro pan, es decir, Cristo, para que quienes permanecemos y vivimos en Cristo, no nos apartemos de su santificación y de su cuerpo ». (De dominica oratione, 18).
Y San Agustín hablando de la unidad de la Iglesia en la Eucaristía decía:
«Este pan nos indica cómo debemos amar la unidad. ¿Acaso este pan ha sido hecho de un solo grano de trigo? Esforcémonos pues por ser realmente el Cuerpo de Cristo… en efecto se necesitan muchos granos de trigo para ser un solo pan y muchos racimos de uvas para que haya un solo vino.Oh misterio de bondad: Oh signo de unidad! Oh légame de Caridad; Oh sacramento de piedad: Oh signo de unidad!Oh vinculo de Caridad». (Tratado sobre el evangelio de San Juan, c.26).
[1] Sigo libremente algunas ideas del P. Louis Delattre en su libro “Symboles eucharistiques à Carthage”, Tunis, 1930, p. 1-20.
[2] Cf.
Oración
Alma de Cristo
Alma de Cristo, santifícame.
Cuerpo de Cristo, sálvame.
Sangre de Cristo, embriágame.
Agua del costado de Cristo, lávame.
Pasión de Cristo, confórtame.
¡Oh, buen Jesús!, óyeme.
Dentro de tus llagas, escóndeme.
No permitas que me aparte de Ti.
Del maligno enemigo, defiéndeme
En la hora de mi muerte, llámame.
Y mándame ir a Ti.
Para que con tus santos te alabe.
Por los siglos de los siglos.
Amén
Worship God - Rosario de lopez
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