domingo, 9 de mayo de 2021

CUANDO DIOS TE LLAME POR TU NOMBRE, ¿QUÉ RESPONDERÁS?



Cuando Dios te llame por tu nombre, 
¿qué responderás?

Una bella reflexión para leer
«Aquí estoy… 
He elegido, mi Dios, hacer tu voluntad…”
Salmo 40, 8-9

Créeme, no pasas desapercibido para Dios. De hecho, eres especial para Él. Te ha dado un propósito, una tarea que cumplir en esta vida.
Te hace comprender cuál es. Y tienes libre albedrío para elegir si lo haces o no.
Tú decides en libertad si quieres seguir sus caminos y haces su santa voluntad o te alejas de su amor infinito atraído por los bienes materiales y temporales de este mundo. Nadie te va a obligar.

Seguir a Dios es un acto voluntario.

Decía san Alfonso de Ligorio:
“No hay mejor manera de servir a Dios que abrazar con alegría su santa voluntad”.

Y yo añadiría: “que es perfecta”.

Soy consciente que ese llamado que todos recibimos en algún momento de nuestras vidas, es un llamado inequívoco que estremece el alma. Sobre todo, a los conversos a nuestra santa religión.
Es curioso, son muchos los ateos, enemigos de nuestra Iglesia, perseguidores como san Pablo que han recibido este singular llamado siendo enemigos de la Iglesia. Le pasó un escritor muy famoso llamado Giovanni Papini en 1919.

La conversión de Papini

Era un autor muy conocido, agnóstico y anticlerical, enemigo declarado de la Iglesia. Pasó una temporada en el campo.
Cuentan que los campesinos le pedían que les leyera de noche algunos poemas y sobre todo los cuatro Evangelios, porque no sabían leer.
Papini se subía a una gran piedra y desde allí tenían hermosas veladas cada noche. Leía en voz alta, para aquellas buenas personas del campo, las historias Jesús contenidas en la Biblia.
Así Giovanni Papini lo conoció y lo amó. Descubrió la verdad que nos hace libres, leyendo los Evangelios.
Vivió el resto de sus días entusiasmado por Jesús como un gran defensor suyo. Poco tiempo después, en 1921, escribiría uno de sus libros más conocidos y exitosos: La historia de Cristo. Te recomiendo que lo leas.

Antes de morir escribió este famoso pensamiento:

“Espero que Dios me conceda la gracia, a pesar de todos mis errores, de llegar al último día con el alma entera”.

HAY UN CANTO EN MÍ
(«C'è un canto dentro di me»)
Giovanni Papini
[traducción de Ricardo R. Laudato, 2003]

Hay un canto en mí que mi boca jamás pronunciará - que no escribirá mi mano en ningún trozo de papel.
Hay un canto en mí que debo escuchar yo solo, que debo padecer y soportar solamente yo.
Hay un canto preso en mis venas como los celestiales adagios del argentado órgano - hay un canto que como la raíz del gladiolo no florecerá bajo el alud.

Hay un canto en mí que estará siempre en mí.
Si este canto saliera de mi corazón, quebraría mi corazón.
Si este canto escribiera mi mano, ninguna otra palabra escribiría mi mano.

Este canto no se dirá sino en la última hora de mi vida; este canto será el inicio de una feliz agonía.
Hay un canto en mí que no puede salir de mí porque no se han creado aún las palabras necesarias.

Un canto sin medida y sin tiempo; sin ritmo y sin leyes.
Un canto sin ningún sosiego y que astillaría cualquier lenguaje.
Un canto inatendible sin que el alma se intimide por la sorpresa y se coloree de otro sol.
Un canto más respirado que dicho, más presentido que expresado: son de luces, rayo de acordes.
Un canto sin ansias de música porque sería más melodioso que cualquier otro instrumento conocido.

En mi corazón inmenso, que por días abarca el universo, a este canto, le cuesta quedarse adentro. En los minutos más angustiantes de la vida, este canto querría derramarse de mi corazón demasiado estrecho como el llanto de los ojos de quien se llora a sí mismo. Pero lo rechazo y lo engullo, pues junto a él también la sangre de mi corazón se derramaría con la misma furia voluptuosa. Lo encierro en mí mismo porque no quiero morir aún.

Soy una víctima dulce de este canto divino y homicida. Debo cerrar el corazón como la puerta de una cárcel y sofocar sus latidos sobrehumanos como si fueran remordimientos. Y ser, con toda mi ternura, el hombre feroz al que no se acercan los débiles.
Porque mi canto sería un aterrador canto de amor, y ese amor abrasaría todo lo que toca.

El amor que solo cobija es apenas tibio, pero el verdadero amor en el mismo soplo besa y destruye.
Este amor resplandecería tanto de candente avidez que ese día la tierra iluminaría al sol y la medianoche sería más ardiente que el mediodía más ardiente.
Pero yo no cantaré jamás este canto terrible que me consume sin que nadie tenga compasión de mi tormento.
Yo no cantaré jamás este canto maravilloso del que mi temor reniega y que espanta mi debilidad.
No cantaré este canto porque nadie podría sustentar la infinita, la desgarrante, la dolorosa dulzura.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por Comunicarnos, por Compartir:

Gracias a ello, nos enriquecemos desde la pluralidad y desde la diversidad de puntos de vista dentro del respeto a la libre y peculiar forma de expresión.

La Comunicación más alta posee la gracia de despertar en otro lo que es y contribuir a que se reconozca.

Gracias amig@ de la palabra amiga.

"Nos co-municanos, luego, co-existimos".

Juan Carlos (Yanka)