domingo, 18 de abril de 2021

LAS 7 MORADAS DEL CASTILLO INTERIOR por SANTA TERESA DE ÁVILA: EL TRAZADO DE LA VIDA ESPIRITUAL 🏰



Tienen su paralelismo con las tres vías de Santo Tomás: purgativa, iluminativa y unitiva. 
Se correspondería la vía purgativa a las tres primeras moradas, primera, segunda y tercera.
La vía iluminativa a la cuarta y a la quinta morada. En medio la cuarta morada estaría la bisagra entre la vía ascética que corresponde con la vía purgativa y la mística.
Y la vía punitiva a la morada sexta y séptima. Las dos últimas reservadas para muy pocas almas.

Primeramente nos conviene distinguir entre potencia y facultad, ya que, son estas unas definiciones muy sutiles, si tenemos presente que el término potencia implica el poder o capacidad para ejecutar una función, que es la definición que nos da el DRAE. Y en base a esta aseveración y como definición para andar por casa, podemos decir que, las potencias del alma son: Las capacidades o herramientas de que dispone el alma humana para realizar su cometido más trascendente, cuál es, el de obtener su salvación.
La facultad o facultades del alma es: La actitud o poder que tiene el alma usando de sus potencias para realizar su cometido más transcendente, cual es el de obtener su salvación.

Santa Teresa Benedicta de la Cruz, Edidh Stein, nos dice: “No confundamos potencias del alma con las facultades de esta. Las potencias son tres: memoria inteligencia y voluntad. Las facultades son dos: la facultad de conocer y la facultad de amar. Conocer a Dios equivale a estar ya unidos a Él, tratar de conocerle es querer llegar a la unión con Él. Esta unión, generalmente pensamos, que es la manifestación divina del amor en nuestras almas, es decir, se realiza a través del amor, de la segunda facultad que tiene el alma humana y así efectivamente es, pero ese amor que se manifiesta en nuestras almas; el amor de Él a nosotros y de nosotros a Él, a su vez, se nos hace efectivo, es decir se nos comunica por mediación de las potencias de nuestra alma y Dios hiere más a una potencia que a otra, porque algunas veces se siente más la inteligencia que el amor y otras veces más el amor que la inteligencia y a veces también todo es inteligencia sin ningún amor y a veces todo es amor sin ninguna inteligencia. Porque Dios –continuando con San Juan de la Cruz- se puede comunicar al alma en solo una potencia sin la otra. Y así puede inflamar la voluntad con el toque del calor de su amor, aunque no entienda el entendimiento ni tenga razón alguna para comprender: tal como una persona puede ser calentada por el fuego sin ver a este en ninguna parte”.

El obispo Sheen, distingue perfectamente entre facultades y potencias y escribe: “Nuestra alma tiene dos facultades. Una de ellas es la facultad de conocer y la otra es la facultad de amar. Somos como los animales, en tanto en cuanto tenemos sensaciones y pasiones, pero el conocimiento y el amor son específicamente humanos. El conocimiento pertenece al entendimiento o razón del ser humano, el amor pertenece a su voluntad. El objeto del intelecto es la verdad. El objeto de la voluntad es la bondad o amor”.

“La fe según San Juan de la Cruz”, en el que podemos leer: “El esquema de correspondencia, entre las virtudes teologales y la potencias del alma, se ajusta así: A la fe le corresponde el entendimiento; a la esperanza le corresponde la memoria; y a la caridad la voluntad. En cada virtud teologal debe de actuar la unión con Dios en la `potencia correspondiente. Las tres virtudes teologales, han de ser las que han de poner en perfección las tres potencias del alma… Mediante las virtudes teologales cada potencia es informada de modo sobrenatural según las exigencias de su propia entidad”. Juan Pablo II

1. Teresa es consciente de escribir un Tratado de teología espiritual. Así lo designa en el título de la obra. En el proceso de redacción es sintomático el contraste entre los dos extremos, el comienzo y el final: Teresa comienza temerosa de que no sabrá sino repetir cosas ya dichas y acepta la consigna de declarar algunas dudas de oración para las hermanas. Al terminar el epílogo, se complace literaria y humorísticamente de lo escrito: lo revaloriza y universaliza. Después de acabado me ha dado mucho contento Aunque no se trata [en el libro] de más de siete moradas, en cada una de éstas hay muchas, en lo bajo y alto y a los lados, con lindos jardines y fuentes y laberintos, y cosas tan deleitosas… (n. 3). Es entonces cuando le da el título de Tratado. Y expresa la misma complacencia en el carteo de esos días, después de acabado el libro: aunque a Báñez no le parezca tan logrado (cta 324,9), ella está convencida de que hace grandes ventajas al de la Vida. Se lo escribe a otro teólogo: si viniese acá el señor Carrillo [Gaspar de Salazar, destinatario de la carta] dice que vería otra [joya] que a lo que se puede entender le hace muchas ventajas [al libro de la Vida], porque no trata de cosas sino de lo que es Él…, y con más delicados esmaltes y labores; porque dice que no sabía tanto el platero. Aunque no tan al descubierto van las piedra como acullá [en Vida]. Hízose por mandado del Vidriero, y parécese bien, a lo que dicen (cta 219, del 7.12.1577, escrita a los diez días de terminado el libro).

2. Sobre teología espiritual (o sobre 'mística teología': cf Vida, cc. 10,11,12) ella sabe no pocas cosas. Conoce, sobre todo, la estructuración tradicional del tratado en la trilogía de las tres vías (purgativa, iluminativa, unitiva), pero las deja de lado (cf Vida, 22,1), si bien su Castillo estará estructurado en tres secciones, aunque con sentido diverso. Para su libro prefiere el escalafón septenario, fundado en razones teológicas diversas. Ella conoce y utiliza el concepto de perfección, pero no lo adopta como criterio de crecimiento. El amor ensancha el castillo. La graduatoria de las siete moradas es a la vez antropológica y teologal. Está inspirada en el alto concepto del ser humano y en el nivel de relaciones recíprocas 'Dios-hombre': grados de presencia y amor de Dios. A medida que avancen las moradas, el amor recibido en el castillo del alma será más y más determinante del crecimiento. El amor ensancha el castillo. Teresa no concibe esos estados o 'estancias graduales' como algo estático o meramente unipersonal. Tanto la oración (tratar de amistad entre los dos), como la 'perfecta contemplación' son desbordantes, esencialmente impelentes: creo yo que –según es malo nuestro natural– si no es naciendo de raíz del amor de Dios, que no llegaremos a tener con perfección el del prójimo (5,3,9). Obras quiere el Señor (5,3,11). Para esto sirve la oración, hijas mías, de esto sirve este matrimonio espiritual, de que nazcan siempre obras, obras (7,4,6).

3. Las tres secciones que estructuran el libro. En el proceso de la vida cristiana, Teresa destaca tres etapas de signo diverso pero continuo:
– ante todo, como punto de partida, la base antropológica: afirmación del hombre y su dignidad, su interioridad espaciosa: dentro, el alma, capaz de Dios; en lo más hondo del alma, el espíritu, sede del Espíritu y morada de la Trinidad; esto, no en razón de su estructura, sino de su dotación sobrenatural. Moradas primeras…
– la fase central del proceso es cristológica: plenitud del misterio de muerte y resurrección en Cristo: 'mi vivir es Cristo'. Vivir a fondo la vida cristiana es desarrollar el proceso de transformación en Él. Moradas quintas...
– punto de arribo trinitario: suma realización de su presencia como inhabitación de la Trinidad en el alma. En el caso personal de Teresa, experiencia del misterio fontal de la vida cristiana y del cumplimiento de la palabra de Jesús: 'vendremos…' Vivido como radical dinámica de servicio a los otros y a la Iglesia.
4. Cada morada. En el simbolismo teológico del castillo, cada morada denota un grado de interiorización o humanización de la persona y, a la vez, un nivel de intensidad en la relación de Dios con el hombre y a la inversa. Aunque es arriesgado reducir a un esquema el rico contenido de cada una, es posible intentarlo:

– Primeras moradas: 'entrar' en el castillo de sí mismo; puerta de entrada es la oración, para tomar conciencia de la propia interioridad y personalidad y para iniciar la relación personal con Dios; primordial vocación de trascendencia; el llamado 'socratismo teresiano' consiste en conocerse en relación con Dios. Convertirse y recuperar progresivamente la sensibilidad espiritual. Como tipos bíblicos: 'san Pablo y la Magdalena', o el paralítico del evangelio (1,1,8), o la mujer de Lot, que no volvió la mirada hacia sí (1,1,6). Pongamos los ojos en Cristo (1,2,1 y 11).

– Segundas moradas: 'luchar', enfrentarse con las tensiones de desorden existentes en uno mismo y en los dinamismos desordenados exteriores; fidelidad a la oración; necesidad deafianzarse en la opción radical: 'determinada determinación'. Tipos bíblicos: el hijo pródigo (2,1,4), o los soldados de Gedeón (2,1,6): que se determine que va a pelear con todos los demonios, y que no hay mejores armas que la cruz.

– Terceras moradas: culminación del esfuerzo ascético. Someterse a la prueba del amor. Fijarse un programa de vida, pero sumisos al plan de Dios. Sobrevendrán las arideces e impotencias, como estados de prueba: pruébanos tú, Señor, que sabes las verdades, para que nos conozcamos (3,1,9). Tres tipos bíblicos: el joven rico del Evangelio y las dos figuras contrastantes de David y de Salomón: el uno, que supera el riesgo; el otro, que sucumbe en él.

– Cuartas moradas: período de transición: ingreso en la experiencia mística, pero intermitente; momentos de lucidez infusa (recogimiento de la mente), y de amor místico-pasivo (quietud de la voluntad). Novedad de vida: como si surgiera una fuente interior. Prevalece en el alma la iniciativa de Él. Tipos bíblicos, los jornaleros de la parábola o la esposa de los Cantares.

 Quintas moradas: simbolismo del gusano de seda, que muere y renace, 'nuestra vida es Cristo'. Comienza la fase de unión, bien sea la 'unón mística' experimentada en lo hondo del alma, bien sea la 'unión no regalada', por conformidad de voluntades, manifestada especialmente en el amor y servicio del prójimo: obras quiere el Señor! Múltiples tipos bíblicos: los padres y profetas del Monte Carmelo o la esposa de los Cantares, que ya tiene purificado el amor (ordenó en mí la caridad), y los antitipos de Judas o de Saúl, llamados al amor pero fracasados.

– Sextas moradas: estado de desposorio místico; crisol del amor; período extático y tensión escatológica. Nuevo modo de sentir los pecados. Cristo se hace presente por una manera admirable, donde divino y humano junto es siempre su compañía (del alma). Profusión de fenómenos místicos. Heridas de amor. Transverberación (6,11,4). Tipología bíblica numerosa: Jacob y la escala, Moisés y la zarzaardiente, san Pablo elevado al tercer cielo, la Samaritana invitada al agua viva, la esposa de los Cantares.

– Séptimas moradas: matrimonio místico, aquí se le comunican todas tres Personas divinas… Nunca más se fueron de con el alma. Plena inserción en el servicio eclesial: hambre de allegar almas a Dios. Tipos bíblicos: el alma es como el templo de Salomón; recibe el ósculo de paz como la esposa en los Cantares; como Pablo y la Magdalena, que han llegado a la locura de amor.

Vuestra soy, para Vos nací
Santa Teresa de Ávila

Vuestra soy, para Vos nací:
¿Qué mandáis hacer de mí?
Soberana Majestad, eterna Sabiduría,
Bondad buena al alma mía;
Dios, Alteza, un Ser, Bondad:
La gran vileza mirad,
que hoy os canta amor así:

¿Qué mandáis hacer de mí?
Vuestra soy, pues me criastes,
vuestra, pues me redimistes,
vuestra, pues que me sufristes,
vuestra, pues que me llamastes.
Vuestra, porque me esperastes,
vuestra, pues no me perdí:

¿Qué mandáis hacer de mí?
¿Qué mandáis, pues, buen Señor,
que haga tan vil criado?
¿Cuál oficio le habéis dado
a este esclavo pecador?
Veisme aquí, mi dulce amor,
amor dulce, veisme aquí:

¿Qué mandáis hacer de mí?
Veis aquí mi corazón,
yo le pongo en vuestra palma:
mi cuerpo, mi vida y alma,
mis entrañas y afición.
Dulce Esposo y Redención
pues por vuestra me ofrecí:

¿Qué mandáis hacer de mí?
Dadme muerte, dadme vida;
dad salud o enfermedad,
honra o deshonra me dad;
dadme guerra o paz crecida,
flaqueza o fuerza cumplida,
que a todo digo que sí.

¿Qué queréis hacer de mí?
Dadme riqueza o pobreza,
dad consuelo o desconsuelo,
dadme alegría o tristeza,
dadme infierno o dadme cielo,
vida dulce, sol sin velo:
pues del todo me rendí,

¿Qué mandáis hacer de mí?
Si queréis, dadme oración;
si no, dadme sequedad,
si abundancia y devoción,
y si no esterilidad.
Soberana Majestad,
sólo hallo paz aquí:

¿Qué mandáis hacer de mí?
Dadme, pues, sabiduría,
o, por amor, ignorancia;
dadme años de abundancia,
o de hambre y carestía.
Dad tiniebla o claro día,
revolvedme aquí y allí:

¿Qué mandáis hacer de mí?
Si queréis que esté holgando
quiero por amor holgar;
si me mandáis trabajar,
morir quiero trabajando:
decid dónde, cómo y cuándo,
decid dulce Amor, decid:

¿Qué mandáis hacer de mí?
Dadme Calvario o Tabor,
desierto o tierra abundosa;
sea Job en el dolor,
o Juan que al pecho reposa;
sea viña fructuosa,
o estéril, si cumple así:

¿Qué mandáis hacer de mí?
Sea José puesto en cadena,
o de Egipto adelantado,
o David sufriendo pena,
o ya David encumbrado.
Sea Jonás anegado,
o libertado de allí:

¿Qué mandáis hacer de mí?
Haga fruto o no lo haga,
esté callando o hablando,
muéstrame la ley mi llaga,
goce de Evangelio blando;
esté penando o gozando,
sólo Vos en mí vivid.

¿Qué mandáis hacer de mi?
Vuestra soy, para Vos nací:
¿Qué mandáis hacer de mí?

"Muero porque no muero"
 ("Vivo sin vivir en mí") 

Vivo sin vivir en mí
y tan alta vida espero
que muero porque no muero.

Vivo ya fuera de mí
después que muero de amor,
porque vivo en el Señor,
que me quiso para sí;
cuando el corazón le di
puso en mí este letrero:
"Que muero porque no muero".

Esta divina unión,
y el amor con que yo vivo,
hace a mi Dios mi cautivo
y libre mi corazón;
y causa en mí tal pasión
ver a mi Dios prisionero,
que muero porque no muero.

¡Ay, qué larga es esta vida!
¡Qué duros estos destierros,
esta cárcel y estos hierros
en que está el alma metida!
Sólo esperar la salida
me causa un dolor tan fiero,
que muero porque no muero.

Acaba ya de dejarme,
vida, no me seas molesta;
porque muriendo, ¿qué resta,
sino vivir y gozarme?
No dejes de consolarme,
muerte, que ansí te requiero;
que muero porque no muero.

Libro Las MORADAS de santa Teresa 🙏. Fraile Carmelita lo explica. Castillo Interior

 
SILENCIO DE AMOR. JESED.


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