Los postmileniales (Generación Z):
la generación que acabará con el mundo
¿Cuál es la esencia del joven nacido en el 2000? La fuerza de trabajo más preparada pero más perezosa de la Historia es bipolar, pero hay motivos para ello.
Se los ha tildado de perezosos, y "la fuerza de trabajo más mantenida y menos productiva de la historia de la humanidad".
Lo han tenido todo en abundancia desde que nacieron, todo lo que no tuvimos las generaciones anteriores.
¿Por qué entonces tienen ese tufo de fracaso?
Los chicos de la generación del milenio son complejos porque están en un punto de inflexión crucial en la historia de la Humanidad: el paso entre el hombre que trabaja y el hombre que hará otra cosa, que todavía no sabemos muy bien qué es.
Pero hay un motivo fundamental por el que los milennials se portan como se portan. Los que los hemos criado hemos pecado de sobreprotección.
Los estamos cuidando tanto como si fueran un pequeño y delicado huevo de Fabergé. No permitimos que se rompan, se traumaticen, chapoteen en el fango, respiren humo, se metan de hostias en el parque infantil, defiendan su territorio a pedradas. No les hemos aplicado disciplina a tiempo. Comen lo que quieren, desayunan inglés, comen japonés, cenan chino, escuchan la canción que quieren en el momento que les apetece, el mundo está al alcance de sus pulgares. Y el mundo no es así.
El mundo es un lugar jodido, hay que sudar para conseguir las cosas, la tierra está hecha de tierra, la comida está hecha de tierra, el carácter se forja a través de frustraciones, de pedradas, de que te digan que no, de que te obliguen a hacer cosas, de que te impidan hacer otras.
Nadie se ha encargado de explicarles de que el mundo es una mierda, y al final te mueres. Hemos dedicado demasiado tiempo a facilitarles las cosas, a explicarles que son el centro del universo, a que tienen infinitos derechos y muy pocos deberes. Y más dura será la caída. Estas dos características, el hallarse entre dos mundos y el choque entre el mundo de gomaespuma que les hemos proporcionado y el real que está ahí fuera, están convirtiendo a los milennials en bipolares. Ambiciosos, pero perezosos:
Yo creo que esa es una de las características más definitorias de la generación nacida en el dos mil. La discrepancia entre sus aspiraciones y su ética de trabajo que, en el mejor de los casos, podríamos considerar tibia.
Pero esto tiene una explicación: la generación anterior, la de los noventa, lleva un tiempo dándose de hostias con la cruda realidad: con padres sobreprotectores, con carreras universitarias que les costó un huevo sacar adelante, al enfrentarse al mercado laboral se dieron cuenta de que las promesas que les hicieron sobre su futuro eran poco realistas.
Se formaron como ninguna otra generación, pero esa formación no llegó a traducirse en logros reales.
Y los milennials echan un vistazo a los chicos de los noventa, y obviamente se sienten menos interesados en trabajar duro para alcanzar sus metas.
Por desgracia, la generación del milenio ha adoptado la idea de que la causa del éxito es la alta confianza en sí mismo; No la disciplina, ni el auto-conocimiento, ni la humildad, ni el trabajo duro.
Todo eso lo probaron las generaciones anteriores sin éxito. Así que ellos mantienen intactas sus esperanzas en su talento -que no deja de ser algo subjetivo-, como si más pronto o más tarde alguien (Youtube, "Gran Hermano", "La Voz", "Mujeres y Hombres y Viceversa", quien sea) descubrirá espontáneamente su potencial, incluso si no dedican mucho tiempo -o ninguno- a desarrollarlo.
Por desgracia, tienen suficientes iconos que han tenido la suerte de alcanzar esa fama inmerecida, y son sus referentes. Chavales millonarios por improvisar, por cuestionar a la autoridad, por reírse del mundo, por
tener una simple idea. Acumulan seguidores que a su vez también chillan a la webcam soñando con ser mileuristas por hablar en Youtube. Y como son jóvenes, no se preocupan demasiado por el futuro, por qué ocurrirá cuando su sonrisa ya no sea cautivadora y la lucecita de la webcam se apague. Hiper-conectados, pero obsesionados consigo mismos: Analicen los selfis.
Los selfis compulsivos. Los selfis desesperados, enloquecidos, que son el bastión de lo que quedará del hoy el día de mañana.
Imaginen todo el dolor, frustración, inseguridades y soledad que hay detrás de decenas de descartes, composición de plano, filtros retro y muecas frente al espejo del baño.
Imaginen la competencia atroz y despiadada que representan esas caras escuálidas, esos labios de pato, esas miradas insinuantes.
La masiva presencia de esos selfis felices en Facebook, Twitter, en Instagram, en Snapchat, nos hace creer que la generación del milenio es increíblemente alegre, sin embargo, quizá no sea así.
Los Millennials están hiper-conectados, pero muestran poco interés en los demás, excepto como una audiencia. Su gente está en el móvil.
Una mañana, cincuenta mil seguidores son deslumbrados por su sonrisa, por la tarde todos le dan la espalda porque otro sonríe más y mejor o se tiñe el pelo de verde o enseña algo más de culo o toca mal la flauta.
Imaginen la frustración desgarradora que supone ser una estrella fugaz. O no llegar nunca a serlo sin saber por qué. Son estrellas fugaces que acaban por estamparse con una bonita estela de chispas sobre la capa de la atmósfera de la realidad.
Su principal ambición, casi desesperada, es difundirse a sí mismos, incluso si se requiere el acopio de amigos desechables. Inconformistas pero materialistas: A pesar de que la generación Y es algo menos materialista que la generación X - al menos en Estados Unidos, donde los niveles del materialismo parecían haber alcanzado su punto máximo a finales de los años 80, los milennials viven un permanente conflicto interno entre la compra obsesiva y su carácter inconformista.
De hecho, la Generación Y es más individualista, rebelde e independiente que las generaciones anteriores, a excepción de su deseo de encajar.
Como resultado, la generación del milenio se encuentra atrapada en un círculo vicioso: por un lado, quieren perturbar el sistema; por otro, sufren más miedo al rechazo.
Yo creo que los hemos estropeado. Los hemos ahogado de amor. Hemos creído que no sabrían soportar un mundo hostil, los estamos educando en exceso pero no preparando para la desdicha, el esfuerzo, para trabajar con las manos, para pisar una mierda, para aguantar a un jefe cabrón, para cargar con cajas, para soportar la lluvia, para que un matón les escupa en la cara, para obedecer, para sacrificar tiempo y esfuerzo, para tolerar la frustración, para todas esas cosas suplementarias pero ineludibles que suponen ser adulto y vivir en sociedad. Los hemos criado para vivir en un móvil. Y eso es lo que hacen. Las generaciones mayores siempre se han quejado de los jóvenes y siempre lo harán, a pesar del hecho de que una vez fueron notablemente similares.
Los youtubers de hoy son los Beatles de ayer, tampoco nuestros padres y abuelos entendían que veían los jóvenes en aquellos melenudos que no habían hecho nada para merecer tantas atenciones.
A pesar de lo que pudiera parecer, quiero pensar que el ser humano seguirá avanzando. Lo ha hecho en las últimas 5.300 generaciones de homo sapiens, con un nivel semejante de frustración, desigualdades, precariedad, miedo y un poquito de dicha que nos mantiene vivos.
Los postmillennials: la generación que acabará con el mundo
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Juan Carlos (Yanka)