UN LIBRO SOBRE UNA TIERRA VIOLENTADA Y EL HOMBRE QUE LA DEFENDIÓ HASTA EL FIN.
Editado por Cedice y escrito por la periodista y ensayista Faitha Nahmens Larrazábal, el libro llega al espacio virtual para contar la dramática saga de tenacidad, saña y silencio cuyo final es una injusticia sin límites; como los perdidos por un fundo invadido. Diez años después, sigue vigente el reclamo de un hombre esquilmado
Franklin Brito valoró por encima de todo sus principios. Vivió y murió por ellos. Defendió la propiedad privada, fundamento esencial de la libertad, con su vida. Podría haber claudicado. Sus sufrimientos físicos y morales fueron atroces, tanto para él como para su familia y para muchísimos venezolanos que seguimos con grave preocupación los pormenores de su situación. Debemos reconocer su valor. Su vida la ofrendó a la sociedad.
Hoy, Franklin es guía y nos asombra que habiendo pasado tantos años de su sacrificio lo tenemos siempre presente. Su legado no fue físico, fue moral. Su ejemplo es invalorable. Su vida le fue arrebatada por el proyecto político que ocupa a Venezuela y que ha destruido nuestro país convirtiéndolo en tierra arrasada. Desde Cedice Libertad se reconoce en Franklin al valiente, al ícono, a quien supo sacrificar todo. Haciéndolo se agigantó entre todos y es un verdadero ejemplo del que estamos todos agradecidos.
En el museo de la ignominia quedará la justificación que realizó la Fiscal General de la República, doctora Luisa Ortega Díaz, sobre la medida de privación ilegítima de libertad contra Franklin Brito. Esa decisión, de recluirlo a la fuerza en el Hospital Militar durante su huelga de hambre, causó la radicalización del conflicto, dificultando el diálogo y apostando por un desgaste que terminó, en última instancia, con su fallecimiento.
Como se recordará el 15 de enero del 2010 la Fiscal anunciaba, a través de los medios estatales que el productor agropecuario padecía de "trastorno de ideas delirantes". La doctora Díaz se convirtió en una figura activa de la campaña de criminalización y desprestigio, a la cual también se sumó la Defensora del Pueblo Gabriela Ramírez, quien el 14 de diciembre del 2009 sostuvo que Brito "no reunía la mejor condición mental". Por defender lo que consideraba como sus derechos violentados, las máximas figuras del llamado "Poder Moral" lo llamaban loco.
Debido al drama relacionado con sus sucesivas huelgas de hambre, con frecuencia se olvida que la violación de la titularidad de sus tierras era sólo un capítulo de una serie de atropellos contra este trabajador, oriundo de Rio Caribe, que empezaron cuando tuvo el "trastorno" de señalar, con pruebas, la inminencia de actos de corrupción en los organismos estatales. Como consta en la comunicación que Brito dirigió a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en junio de 2009, y en las primeras informaciones sobre su caso ventiladas por los medios, en abril del año 2001 el biólogo denunció que un millonario proyecto de fumigación con agroquímicos, contemplado por la Alcaldía del Municipio Sucre del estado Bolívar a ser financiado por la Corporación Venezolana de Guayana (CVG), no era la mejor alternativa para combatir las enfermedades en los cultivos de ñame de la región. En cartas dirigidas a la Asamblea Nacional, El Bloque Parlamentario Región Guayana y el Instituto Nacional de Investigaciones Agrícolas (INIA), Brito alertó que de concretarse ese proyecto constituiría un "uso inadecuado de los recursos", pues no era recomendable para el modelo de siembra utilizado en la zona. El INIA le dio la razón, recomendando el uso de variedades de ñame resistentes a las plagas como una solución más económica y ecológicamente sustentable. En consecuencia la CVG desistió del financiamiento, desbaratando el negocio que involucraba, entre otros funcionarios, al alcalde del municipio, Juan Carlos Figarella.
Es aquí donde comienza el vía crucis de Franklin Brito y su familia. Como retaliación por su denuncia, se dispararon diferentes resortes del poder para hacerle pagar con intereses sus "ideas delirantes". El 16 de abril del 2001 es despedido del Instituto Autónomo Municipal de Desarrollo Agrario (IAMDA), una institución dependiente de la Alcaldía del Municipio Sucre. Paralelamente fue cesanteado en su cargo de profesor de la Unidad Educativa Nacional "El Guarataro", cuya directora, Griselda Álvarez, era prima del alcalde Figarella. Como si lo anterior no fuera suficiente, también es botada su esposa, Elena Rodríguez de Brito, de su rol de docente en la Escuela Integral Bolivariana "El Guarataro". Como parte de este ensañamiento ocurre el otorgamiento de cartas agrarias, por parte del Instituto Nacional de Tierras (INTI), sobre terrenos que pertenecían al biólogo y que eliminaban la única vía de acceso a su fundo de 290 hectáreas, imposibilitándole la entrada y el trabajo en el mismo. Y es aquí donde Franklin Brito decide la "locura" de pelear, sin descanso, por el resarcimiento de sus derechos, en la parte de la historia cuyo desenlace es lastimosamente conocido por todos y todas.
Ante su determinación de hacer visible las irregularidades, el Ejecutivo Nacional asumió una estrategia incoherente. Por un lado cumplieron parcialmente algunas de sus demandas, como bien las enumeró la postura oficial tras el fallecimiento del huelguista, sin embargo por otro se apostaba a la estrategia del desgaste y la difamación, para intentar doblegarlo en su determinación. Algún día tendrá que responder por sus actos un conductor del programa nocturno del Canal 8 que aseguraba tener una filmación de la esposa de Brito con otro hombre; o aquellos que manipularon y difundieron un video para intentar demostrar que Brito era un chantajista. Su caso tenía una fácil solución si hubiese existido la franca voluntad de dialogar y resolver el problema, sin embargo lo que imperó fue el irrespeto, la soberbia y la intolerancia.
El error homicida del gobierno fue secuestrarlo en el hospital militar pues obligó a Franklin a radicalizar su huelga. Cuando el gobierno intentó retomar el diálogo el deterioro de su salud era irreversible. En ese momento las demandas principales de Brito eran formalizar como reparaciones materiales a daños contra su persona, las diferentes medidas tomadas por el Ejecutivo en su caso y un pronunciamiento, a favor o en contra, del propio presidente de la República.
En cualquier otro país la muerte de un huelguista de hambre hubiera originado diferentes responsabilidades y renuncias. La Fiscal General de la República debe meditar, concienzudamente, si es pertinente su permanencia en el cargo. En cualquier escenario, la próxima Asamblea Nacional debe revisar con la mayor rigurosidad su informe de gestión, y decidir si la funcionaria ha cumplido cabalmente con sus funciones, o por el contrario debe ser removida.
Como dice el trovador peruano Daniel F en su versión del tema "De cartón piedra" de Serrat: "Me gusta estar con locos porque me llegan al pincho los tipos demasiado sanos, los cuerdos, esos que dicen "para que vamos a hacer tal cosa si ya todo está perdido". En Venezuela hay una nueva denominación para quienes deciden no claudicar en la defensa de sus derechos: "trastornados de ideas delirantes".
La vida de Franklin Brito se convierte en asunto de interés nacional cuando un conflicto de confines en el fundo Iguaraya de su propiedad, ubicado en el estado Bolívar, deja de ser un asuntillo de confusiones de medidas para alcanzar nivel nacional, en realidad, niveles impensables de injusticia y rémora. Por lo que parecía un quítame estas pajas, o estas verjas en sus límites, sale a flote la calaña de unos funcionarios que deciden a fustigarlo de esa y otras maneras más, desconociendo sus derechos. Todo por haber propuesto fumigar unos terrenos de una manera ecológica y no como proponía el alcalde, con pesticidas cuya compra seguro le resultarían un lucrativo negocio.
La historia crece con la levadura de la tenaz saña. Y la estatura de Brito, el venezolano que soporta todo y más con tal de no dar su brazo a torcer. Si le pertenece su fundo ¿por qué usurparlo e impedirle su acceso? ¿Por qué despedirlos a él y a su esposa de sus trabajos? Vino a Caracas imaginando que los tribunales le darían la razón y así, como una bola de nieve, el conflicto se convierte en asunto de Estado que involucra ministros y al entonces presidente del país. Impensable que durara nueve años esta querella.
Ridiculizado, con promesas que se cumplen a medias pero nunca reconocida su titularidad, nueve huelgas de hambre en el doloroso ínterin, este libro cuenta la saga de una familia abandonada por la historia, y reconstruye la compleja trama de penurias, viajes y despropósitos que los afectó para siempre.
Fallecido el 30 de agosto de 2010, ahora se cumplen diez años de este cruento episodio. Los cuatro hijos y la viuda entienden que perdieron Iguaraya, el fundo donde intentaron cambiar de vida y donde Franklin Brito perdió la suya.
Reportaje largo, investigación que expone nuestro sistema, es un retrato del país mezquino y un espejo donde vernos. Asunto que roza lo legal, lo social, lo político, lo psicológico y lo místico, suscrito por la periodista Faitha Nahmens Larrazábal, tanta barbaridad no es ficción, lamentablemente así pasó, nos pasó a todos. Brito nos duele todavía. Con este aporte del Observatorio de Derechos de Propiedad de Cedice se espera se abra una reflexión sobre la importancia de este derecho humano fundamental tan golpeado en Venezuela y que es la base para la prosperidad de los ciudadanos.
EL QUIJOTE QUE SE MARCHA
La báscula se detiene en el mítico 33. Son los kilogramos que pesa Franklin José Brito Rodríguez cuando, pasadas las 9 de la noche del lunes 30 de agosto de 2010, exhausto y consumido, luego de permanecer casi nueve meses internado contra su voluntad en el Hospital Militar Carlos Arvelo de Caracas, es declarado clínicamente muerto por los médicos a cargo; de seguidas dan el parte a la familia.
Sentí como un desgarramiento, un dolor inmenso aquí, en el pecho. Rompimos en llanto. No lo podíamos creer.
Abatidos, el corazón en la boca, Elena de Brito y los cuatro hijos, Francia, Ángela y los gemelos Franklin José y José Franklin, impelidos por aquel mazazo, van en tropel al desangelado espacio del área de terapia intensiva donde estaba recluido el porfiado agricultor, el biólogo que desafió al statu quo, el agraviado pacifista de las nueve huelgas de hambre. Frío inmenso.
No, no era este el desenlace que imaginábamos, ¡por supuesto que no! Aunque parezcamos unos ilusos, la verdad es que nunca perdimos la esperanza. Hasta el último minuto creímos que él se iba a reponer y que por fin se arreglarían las cosas.
Descarnado, sucinto, casi etéreo, una línea tan vertical como su condición ética, parece una hendidura en la cama donde yace. Noche aciaga en la que languidece el luchador corajudo, el venezolano a quien le calzan los zapatos de Gandhi y Mandela, el Quijote que se marcha; hacen una cruz su figura de palo y el bigote espeso que tapiza de un lado a otro las escurridas mejillas. Piel fatigada a una secuencia de huesos adherida, aquella figura devastada, quebrantada, deshabitada, que cuando todo comenzó pesaba 105 kilos, no le hace justicia a lo inmensurable que comienza a ser su peso histórico, el de su epopeya; siete años de resistencia pacífica acreditan el calificativo.
Sospechamos siempre de la nobleza de intenciones de la directiva del hospital; para empezar, las dudosas condiciones de salubridad de aquella improvisada habitación donde lo mantuvieron aislado. Salvo por honrosas excepciones, más que atenciones y cuidados, recibió maltratos. En realidad no era un paciente. Ingresó porque así lo ordenó un juzgado. Estaba en realidad preso, como si de un delincuente se tratara.
La caja torácica es una desproporcionada protuberancia a duras penas recubierta por aquel hollejo que transparenta el costillar. Silueta en tránsito, ahora inmóvil, ya no se expande ni se contrae afanosa. Acababan de hacerle la última reanimación cardíaca con electroshock, con infructuosos resultados. Horas antes han consignado un parte desalentador. El cuadro clínico es muy complicado: deficiencia respiratoria, pulmonía, hipotermia y daños severos en el hígado y los riñones; no tiene ni diez por ciento de lo que le correspondería de masa muscular; tampoco tiene defensas, las plaquetas están muy bajas. La autopsia, que le harán allí mismo, revela que agravó el ya crítico diagnóstico un choque séptico. Compromete su vida un paro cardíaco.
No, nunca se quejó, él asumió su papel como si sus carnes no le pertenecieran, pero no es difícil imaginar su dolor, dolor profundo en su alma y en su cuerpo cada vez más frágil. Como cuando traían el aparato de rayos equis y, sin alzarlo ni un poco siquiera, le deslizaban aquellas tablillas por debajo de la espalda. Tenía que ser para él un padecimiento, se le humedecían los ojos. Estaba cundido de escaras y el estrujón le arrancaba las costras. Sangraba.
Cuerpo lacerado y humillado, cuerpo descarnado que yace como el de un Cristo, cuerpo ofrendado gramo a gramo, y que se extingue de mengua tras el extenuante rosario de inmolaciones, se convierte en una síntesis elocuente del trance vivido.
Le cerré los ojos.
Cuerpo seco y desolado que por fuerza sucumbe, se transforma, paradójicamente, en la más palmaria expresión de su indoblegable voluntad.Pero la más desesperada era Ángela.Cuerpo que es un lacónico rictus, cuerpo afilado y punta de lanza, cuerpo marchito picoteado de agujas y extraviado bajo la madeja de tubos, se transfigura de inmediato en imagen inmortal.Rezamos.Cuerpo deshecho como daño colateral, nunca por su propio propósito, y que jamás agredió a ningún otro, se transmuta en símbolo de libertad.En cuerpo insignia y marca de la batalla: la que libró sin bajar nunca la cerviz.En cuerpo libelo y prueba fehaciente.En cuerpo del delito ajeno.En cuerpo barómetro de la debilidad de los organismos otros.En cuerpo espejo de la indolencia.En cuerpo vitrina del desdén padecido.En cuerpo pancarta y cuerpo grito, que aunque inmóvil, se transforma en estruendoso ¡ay! al cielo.
Y el más esperanzado, él. Estaba seguro de que el gobierno, en algún momento, por fin, procedería con justicia. La víspera, cuando todavía estaba consciente, me tomó la mano y me dijo: Ten fe, Elena, volveremos a Iguaraya, tú verás, no me dejarán morir.
Franklin Brito: Anatomía de... by Yanka
Presentación del libro: “Franklin Brito: Anatomía de la dignidad” de Faitha Nahmens
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Juan Carlos (Yanka)