Palabek. Refugio de esperanza
"Sólo pensaba en correr y en salvar la vida"
Es el testimonio de Janet, de 13 años. La guerra en Sudán del Sur le robó a su familia. Ahora vive en el campo de refugiados de Palabek, en el norte de Uganda. Como ella, alrededor de 71 millones de personas huyen de sus hogares y cerca de 30 millones lo hacen hacia otros países convirtiéndose en personas refugiadas. Ser refugiado es ser de ningún sitio, es superar traumas, es empezar la vida de cero…
Y ahí estamos nosotros junto a los misioneros atendiendo a más de 400.000 personas como Janet en países como Etiopía, Sudán del Sur, Uganda o Pakistán. Estamos presentes en la emergencia y en la acogida, pero también para dar protección y ayudar a su integración.
Un ejemplo concreto es el campo de refugiados de Palabek, en el norte de Uganda, en el que atendemos a más de 40.000 personas. Vivimos allí, con los refugiados, trabajamos para que los más pequeños no dejen de ir a la escuela y reciban al menos un plato de comida al día; e intentamos que los jóvenes aprendan un oficio en la nueva escuela técnica inaugurada en enero.
Aún quedan muchos refugios de esperanza en países como Etiopía, Sudán del Sur, Uganda o Pakistán en los que podemos trabajar gracias a ti.
Refugio de esperanza', dirigido por Raúl de la Fuente, que se enmarca en una campaña de Misiones Salesianas y Jóvenes y Desarrollo para acercar la realidad de los más de 70 millones de personas que han tenido que abandonar sus hogares en el mundo.
Mujeres y niños los más vulnerables
El misionero salesiano venezolano Ubaldino Andrade (padre Uba) se ha encargado de la presentación del documental. Él mismo es testigo feaciente de la realidad de los refugiados que luchan por sobrevivir en un lugar donde las necesidades básicas, de alimentación o de salud son escasas. Pero a pesar de la aridez del terreno, hasta las piedras son fuente con la labor de picarlas, para luego venderlas y de ese modo también que la tierra quede libre para poder cultivar.
Estamos presentes para acoger y proteger
Acoger, proteger, promover e integrar, es un llamado que los misioneros Salesianos piden para las personas desplazadas forzosas. Ellos trabajan para la promoción, protección y educación de los niños, niñas y jóvenes más vulnerables. Están presentes en más de 130 países y su prioridad es ofrecer una educación de calidad para el desarrollo integral de los menores. Eso es lo que están llevando a cabo en este asentamiento con la construcción de escuelas, colegios y talleres para enseñar trabajos manuales ya que el anhelo es volver a su país cuando acabe la guerra que lleva 6 años, que ha dejado más de 320.00 muertos. Los misioneros salesianos cada año buscan promover los valores de solidaridad, compromiso, y concienciar de una u otra manera estas difíciles situaciones humanas, y éste año no es la excepción con el proyecto Palabek.
Palabek: refugio de esperanza
Durante las próximas semanas, y a lo largo de todo el curso, el documental visitará numerosas ciudades españoles y europeas, de la mano de Raúl de la Fuente quien ha sido el director y premio Goya en 2014 y 2019 y finalista en la 88ª edición de los Oscar en 2016. Y con ello pedir un verdadero compromiso social para los más 70 millones de refugiados.
Tras casi 40 años de guerra contra Sudán por erigirse en un estado independiente, el 9 de julio de 2011 nació Sudán del Sur. Pero, para su población, eso no significó el fin de la violencia… Al contrario, solo dos años después, estalló una cruenta guerra civil de carácter tribal que ha provocado que 1,2 millones de sursudaneses se hayan visto obligados a refugiarse en Uganda. Allí, a solo 30 kilómetros de la frontera, en una zona de desierto, se levanta el asentamiento Palabek, donde hoy viven 50.000 desplazados.
Rodaje in situ
El documental, se rodó el pasado marzo en el propio Palabek, contando con la presencia de los representantes de Misiones Salesianas (Alberto López Herrero) y Jóvenes y Desarrollo (Cristina Bermejo), quienes acompañaron a Raúl de la Fuente. El documental recoge las vivencias de los refugiados, en apenas 25 minutos a través de los testimonios de dos jóvenes, Alice y Gladys, y de algunos misioneros que han pasado meses ayudando en el asentamiento.
Uno de los misioneros presentes en Palabek, el venezolano Ubaldino Andrade (con una experiencia misionera previa en el Amazonas venezolano, en Sierra Leona y en Ghana, casi siempre con niños sin hogar), ha contado su experiencia en el acto de Madrid. Y lo ha hecho destacando a dos claros ejemplos de lo que allí se vive, encarnados por las dos grandes protagonistas del documental: Alice, cuyo padre, tío y primo fueron asesinados, reencontrándose en el campo con su madre y su tía, recordando con mucho amor el día en que su padre le regaló un vestido blanco y unos zapatos (es una de las imágenes esenciales del corto); y Gladys, quien tuvo que dejar a su hija en Sudán del Sur, junto a su madre, y quien muestra una esperanza contagiosa ante todos los que la rodean, ya sea en la escuela técnica, donde trabaja con motocicletas, con su máquina de coser o haciendo cualquier tarea para ganar algo de dinero y ayudar a los demás.
Han dejado atrás su país, sus pertenencias y hasta su familia. La guerra en Sudán del Sur, que comenzó en 2013, les ha quitado todo menos una cosa: la esperanza en el futuro. Más de 40.000 sursudaneses esperan en el asentamiento de Palabek, en el desierto de Uganda y a 45 kilómetros de la frontera con Sudan del Sur, el fin de la violencia en su país para poder regresar a su hogar y reconstruirlo. Mientras tanto, se preparan en talleres de sastrería, mecánica, peluquería o agricultura ofrecidos por misioneros salesianos.
Palabek:
"Uganda no abre sus puertas porque le sobre o porque esté bien sino porque es la gente, porque hay que ayudar y hay una necesidad y eso es una gran lección para el mundo, para muchos países", ha subrayado el misionero salesiano Ubaldino Andrade, que trabaja en el asentamiento de refugiados de Palabek. Así lo ha indicado el padre Uba -como todo el mundo le conoce- este miércoles durante la presentación del documental 'Palabek.
El asentamiento de Palabek, en el norte de Uganda, fue abierto en abril del 2017 y está diseñado para acoger a 150 mil personas. A dos años y medio de su apertura, acoge a más de 50.000 refugiados y recibe a 300 más cada día que huyen de la guerra y del hambre en Sudán del Sur. Allí se encuentran los salesianos para acompañarles y darles una formación que les permita ser la generación que lleve la paz a Sudán del Sur. Así se muestra en el documental 'Palabek. Refugio de esperanza'.
Y son muchos más los que esperan en la frontera, según ha precisado el padre Uba. "En el último mes no han podido llegar más porque los dueños de la tierra en el norte de Uganda han comenzado a dar algunos problemas, hay muchísimos esperando, muchos lo único que comen son galletas hasta ser reubicados en un campo", explica este misionero salesiano nacido en Caracas. Los refugiados que huyen de la guerra y el hambre en Sudán del Sur suelen hacerlo con la ropa que llevaban puesta cuando las tropas rebeldes entraron en su aldea y comenzaron a quemar casas y a matar. Tras huir al bosque y caminar varios días llegan a la frontera donde el personal de ACNUR los atiende, según explica Misiones Salesianas.
Desde allí son trasladados en autobuses hasta el asentamiento de Palabek, donde les reparten materiales para construir su 'tukul' o cabaña, y herramientas para trabajar su pequeño huerto. Esta es la diferencia con respecto a los campos de refugiados. "En el asentamiento cada familia o grupo de cinco personas tiene su espacio de 30 por 30 metros y ahí pueden sembrar algo y construir sus casas", explica el padre Uba. El misionero cuenta que los refugiados de Palabek -que en la lengua local acholi significa 'guarda la espada y no pelees- son "guerreros de la supervivencia" y aunque reconoce que se ha producido algún suicidio porque no saben qué hacer y a veces llegan al límite, añade que la gente no pierde la esperanza. Los misioneros salesianos llegaron a Palabek en 2017 y en febrero de 2018 inauguraron una humilde presencia en la que actualmente viven seis salesianos. En este tiempo, han construido más de una decena de capillas, cuatro escuelas infantiles con 720 alumnos y un centro juvenil que atiende a más de 2.000 jóvenes con actividades de ocio, deportivas y talleres de resolución de conflictos.
Acompañado por otros cinco salesianos de la India y las dos repúblicas del Congo, hace apenas dos años que Ubaldino Andrade llegó a Palabek, pero ya ha cosechado varios éxitos. Aparte del taller de mecánica, los religiosos han puesto en marcha otros de sastrería, construcción, peluquería y agricultura. Y los fines de semana organizan actividades deportivas y culturales para aliviar las tensiones y suavizar la convivencia entre refugiados, provenientes de más de 30 etnias diferentes.
MUCHOS REFUGIADOS ESPERAN EN LA FRONTERA
Este asentamiento fue abierto en abril de 2017 y está diseñado para acoger a 150.000 personas. En la actualidad, dos años y medio después de su apertura, alberga a más de 50.000. Y son muchos más los que esperan en la frontera, según ha precisado el padre Uba.
"En el último mes no han podido llegar más porque los dueños de la tierra en el norte de Uganda han comenzado a dar algunos problemas, hay muchísimos esperando, muchos lo único que comen son galletas hasta ser reubicados en un campo", explica este misionero salesiano nacido en Caracas.
Los refugiados que huyen de la guerra y el hambre en Sudán del Sur suelen hacerlo con la ropa que llevaban puesta cuando las tropas rebeldes entraron en su aldea y comenzaron a quemar casas y a matar. Tras huir al bosque y caminar varios días llegan a la frontera donde el personal de ACNUR los atiende, según explica Misiones Salesianas.
Desde allí son trasladados en autobuses hasta el asentamiento de Palabek, donde les reparten materiales para construir su 'tukul' o cabaña, y herramientas para trabajar su pequeño huerto. Esta es la diferencia con respecto a los campos de refugiados. "En el asentamiento cada familia o grupo de cinco personas tiene su espacio de 30 por 30 metros y ahí pueden sembrar algo y construir sus casas", explica el padre Uba.
El misionero cuenta que los refugiados de Palabek -que en la lengua local acholi significa 'guarda la espada y no pelees- son "guerreros de la supervivencia" y aunque reconoce que se ha producido algún suicidio porque no saben qué hacer y a veces llegan al límite, añade que la gente no pierde la esperanza.
Los misioneros salesianos llegaron a Palabek en 2017 y en febrero de 2018 inauguraron una humilde presencia en la que actualmente viven seis salesianos. En este tiempo, han construido más de una decena de capillas, cuatro escuelas infantiles con 720 alumnos y un centro juvenil que atiende a más de 2.000 jóvenes con actividades de ocio, deportivas y talleres de resolución de conflictos.
TALLERES DE AGRICULTURA, COSTURA O MECÁNICA
Además, el pasado mes de enero inauguraron la Escuela Técnica Don Bosco construida fuera del asentamiento, donde 1.500 jóvenes aprenden cada año agricultura, peluquería, construcción, costura y mecánica, y muchas de las alumnas son madres jóvenes que quieren dar un futuro mejor a sus hijos.
"Nunca se nos ocurrió preguntar a las inscritas si tenían hijos y al lunes siguiente nos dimos cuenta de que las muchachas no venían solas sino con los críos, ahora tenemos un lugar donde estén los niños mientras sus madres asisten a clase", comenta el sacerdote.
Según apunta, la educación es "la llave para el futuro". "Habrá gente que se preguntará: '¿Qué hacen los salesianos impartiendo en medio del desierto talleres de mecánica, construcción y peluquería?'. Pero mañana llegará y queremos estar preparados. Reconstruir Sudán del Sur es cosa de la gente. Hay que educar hoy para reconstruir mañana", ha subrayado.
Precisamente, una de las protagonistas del documental, Gladys, es la única mujer en la clase de reparación de motos. Tiene 23 años y es madre de un niño de dos años. Fuera de la escuela sigue trabajando con una máquina de coser y siempre que puede se escapa en moto a Sudán del Sur para ver a su madre y a su hijo. "Me gustan las motos porque si quiero ir a cualquier parte puedo ir, ahora mismo", cuenta.
Por su parte, Alice, solo tiene 20 años y ya es viuda. La guerra en Sudán del Sur le arrebató a su marido y a su padre y además, la separó del resto de su familia. Sin embargo, siempre sonríe y el reencuentro inesperado con su madre y su bebé en Palabek le ha devuelto la ilusión. Tanto Gladys como Alice tienen un sueño: la paz definitiva en su país.
Palabek. Refugio de esperanza
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