jueves, 2 de enero de 2020

HÉROES DEL PROGRESO I: NORMAN BORLAUG, FRITZ HABER Y CARL BOSCH



El libro de las maravillas 
del progreso del mundo
 (Wonder Book of the world´s progress)

PROGRESO HUMANO

En 1935 el doctor, abogado y escritor estadounidense Henry Smith Williams publicó una colección de 10 volúmenes titulada "Wonder Book of the World's Progress". En la introducción al quinto volumen, titulado "Historias de héroes - Plantas" dice que (traducción mía):
"Nuestro objetivo actual... contempla la observación de una clase distinta de héroes... Los hechos de los héroes tradicionales de la historia y el romance no estaban necesariamente asociados con cuestiones de importancia real o vital para sus contemporáneos o la posteridad".
Decía que la historia suele destacar aquellos héroes que pusieron en riesgo sus vidas y no tanto aquellos que demostraron "el coraje intelectual que los llevó a las fronteras del mundo del pensamiento" y que:
"Dichas fronteras siempre constituyen territorio controversial. Y el individuo que se adentra en ellas nunca es considerado como un héroe por sus contemporéneos. Para él no hay aplauso de las multitudes. En el mejor de los casos trabaja en la oscuridad, sin reconocimiento y por lo tanto sin ser perturbado. En el peor de los casos, despierta el antagonismo de personas con autoridad, cuya postura tradicional es mantener el pasado en lugar de mirar al futuro. En este caso él se topa con una oposición que puede ser intelectual, pero a veces puede volverse física también". 
Smith Williams consideraba importante enfocar la historia del progreso humano desde otro ángulo, el de los investigadores científicos:
"Desviar la mirada de los generales a los particulares, los hombres que tengo en mente son los investigadores científicos cuyas investigaciones han resultado en el desarrollo de nuevos principios, o en la observación de nuevos datos que fueron eventualmente instrumentales para cambiar los aspectos esenciales de nuestra civilización. Puede que no haya nada de 'heroíco' acerca de las vidas de estos hombres en el sentido convencional...Aún así el término con justa razón les pertenece debido al carácter extraordinario de los desarrollos intelectuales y prácticos que se derivaron de sus esfuerzos". 
Vale la pena revisar el trabajo de Smith Williams para no olvidar que los principales avances de la humanidad no dependen lo que hagan los políticos y generales, sino todo lo que hacen o podían hacer el resto de individuos, si los dejamos en libertad para experimentar:
"Lo sustancial es el hecho...de que las acciones de estos trabajadores silenciosos y muchas veces desconocidos son mucho más importantes para el progreso de la humanidad que los logros políticos o militares que ocupan el lugar principal en los relatos contemporáneos y muchas veces en las páginas de la historia"
Héroes del Progreso, 
Parte 1: Norman Borlaug

Alexander C. Hammond comenta la extraordinaria contribución de Norman Borlaug, quien desarrolló semillas de alto rendimiento, que resisten las pestes y los cambios de clima.
Nuestro primer héroe del progreso es Norman Borlaug, el hombre conocido como “el padre de la Revolución Verde”.
Norman Ernest Borlaug fue un agrónomo y humanitario estadounidense que nació en Iowa en 1914. Luego de recibir su PhD de la Universidad de Minnesota en 1944, Borlaug se mudó a México para trabajar en el desarrollo agrícola para la Fundación Rockefeller. Aunque la fuerza de trabajo de Borlaug se inició para enseñarle a los agricultores mexicanos métodos para aumentar la productividad de sus sembríos, rápidamente se volvió obsesionado con desarrollar mejores cultivos (esto es, que tengan mayor rendimiento por hectárea y que sean resistentes a las pestes y a los cambios del clima). 

Como Johan Norberg señala en su libro de 2016 Progress:
“Luego de miles de cruces de trigo, Borlaug logró descubrir un híbrido de alto rendimiento que era resistente a los parásitos y que no era sensible a las horas con luz del día, de manera que podía crecer en distintos climas. Es importante que era una variante enana, dado que el trigo alto requería de mucha energía dando tallos que no eran comestibles y que colapsaban cuando crecían demasiado rápido. El trigo nuevo fue introducido rápidamente en todo México”.
De hecho, para 1963, 95 por ciento del trigo mexicano era de la variedad de Borlaug y la cosecha mexicana de trigo aumentó por un factor de seis de lo que había sido cuando él llegó por primera vez al país hace 19 años.

Norberg continúa, “en 1963, Borlaug se mudó a la India y Paquistán, justo cuando se encontraban enfrentados a la amenaza de una hambruna masiva. Inmediatamente, ordenó que 35 camiones de semillas de alto rendimiento sean enviados de México a Los Ángeles, para poder reenviarlos desde allí”. Desafortunadamente, el convoy de Borlaug se enfrentó a problemas desde un principio; fue detenido por la policía mexicana en la frontera debido a una prohibición de importación de semillas, y luego fue demorado por las manifestaciones en contra del racismo que habían obstruido el puerto de Los Ángeles.

Eventualmente, la carga de Borlaug empezó su viaje a la India, pero esto estaba lejos de ser algo sencillo.

Antes de que las semillas llegasen al sub-continente, los monopolios estatales de la India empezaron a trabajar en contra de la carga de Borlaug y entonces, una vez que llegó al puerto, se descubrió que la mitad de las semillas habían sido matadas debido a un exceso de fumigación en las aduanas. Si esto no era suficiente, Borlaug se enteró que el gobierno indio estaba planificando prohibir la importación de fertilizantes dado que “querían desarrollar la industria doméstica de fertilizantes”. Afortunadamente, esa política fue abandonada una vez que Borlaug memorablemente retó al Primer Ministro de la india.

Borlaug recordó después, “Me fui a dormir pensando que el problema finalmente estaba resuelto y me levanté con la noticia de que se había desatado una guerra entre India y Paquistán”. En medio de la guerra, Borlaug y su equipo continuaron trabajando sin descanso para sembrar las semillas. Muchas veces los sembríos estaban a la vista del cruce de fuego.

A pesar de una siembra tardía, los rendimientos en India aumentaron en un 70 por ciento en 1965. El éxito comprobado de estos cultivos junto con el miedo de una hambruna en tiempos de guerra, significó que Borlaug obtuvo el permiso de los gobiernos de Paquistán y de la India para desarrollar su programa a una escala mayor. La siguiente cosecha fue todavía más exitosa y la hambruna en tiempos de guerra fue evitada.

Los dos países agradecieron considerablemente a Borlaug. El ministro de agricultura de Paquistán fue a la radio a celebrar las nuevas variedades de cultivos, mientras que el ministro de agricultura de la India incluso sembró la zona central de su cancha de crícket con el trigo de Borlaug. Luego de un envío gigantesco de semillas en 1968, la cosecha en ambos países se disparó. Se reportó que no habían suficientes personas, vagones, camiones o facilidades de almacenamiento para lidiar con la abundante cosecha.

Esta transformación extraordinaria de la agricultura asiática en los sesenta y setenta casi desapareció las hambrunas de todo el continente. Para 1974, las cosechas de trigo se habían triplicado en la India y, por primera vez, el sub-continente se volvió un exportador neto del cultivo. Norberg señala, “hoy ellos (India y Paquistán) producen siete veces más trigo que lo que producían en 1965. A pesar de una población que crece rápidamente, ambos países están mucho mejor alimentados que lo que solían estar antes”.

A las variedades de trigo y de arroz enano de Borlaug que vinieron después se les atribuye la Revolución Verde. Luego de la guerra entre India y Paquistán, Borlaug pasó años en China y luego en África.

En 1970, Borlaug recibió el Premio Nobel de la Paz por sus logros. El es una de las siete personas que ha recibido la Medalla de Oro del Congreso y la Medalla Presidencial de Libertad, además del Premio Nobel. Se dice que estaba particularmente satisfecho cuando la gente de Sonora, México, donde hizo uno de sus primeros experimentos, nombró una calle en su honor. 

El trabajo de Norman Borlaug sin duda cambió el mundo para bien, salvando casi mil millones de vidas. 

Este artículo fue publicado originalmente en HumanProgress.org (EE.UU.) el 12 de septiembre de 2018.

Héroes del progreso, 
Alexander C.R. Hammond destaca la contribución al progreso humano de dos científicos que obtuvieron el Premio Nobel, Fritz Haber y Carl Bosch, quienes desarrollaron el proceso Haber-Bosch que hizo posible la producción industrial de fertilizantes sintéticos.
Hoy presentamos la segunda entrega de una serie de artículos de HumanProgress.org titulados, "Héroes del progreso". Esta columna presenta brevemente los héroes desconocidos, que han realizado una contribución extraordinaria al bienestar de la humanidad. Puede encontrar la primera parte de esta serie aquí.

Nuestro segundo artículo de Héroes del Progreso destaca a dos científicos que obtuvieron el Premio Nobel, Fritz Haber y Carl Bosch. Los dos han creado el “Proceso Haber-Bosch”, el cual convierte eficientemente el nitrógeno del aire en amoníaco (esto es, en un compuesto de nitrógeno e hidrógeno). El amoníaco luego es utilizado como un fertilizante para aumentar dramáticamente el rendimiento de los cultivos. El impacto del trabajo de Haber y Bosch sobre la producción de alimentos a nivel mundial cambió el mundo para siempre.

A lo largo del siglo diecinueve, los agricultores utilizaban guano (esto es, el excremento acumulado de los pájaros de mar y de los murciélagos) como un fertilizante altamente efectivo debido a su contenido inusualmente alto de nitrógeno, fosfato y potasio—nutrientes que son esenciales para el crecimiento de las plantas. Pero para principios del siglo 20, los depósitos de guano empezaron a acabarse, y el precio del fertilizante empezó a aumentar. Si una solución al consumo de todo el guano no llegaba pronto, la hambruna hubiese llegado.

Pero entró en escena Fritz Haber. Nacico en 1868 en Breslay, Alemania (ahora parte de Polonia), Haber empezó a estudiar química a la edad temprana de 18 años en la Universidad de Heidelberg. Para 1894, Haber trabajaba en la Universidad de Karlsruhe, investigando métodos de sintetizar el nitrógeno. El nitrógeno es muy común en la atmósfera, pero es difícil extraer sus elementos químicos del aire y ser convertirlos en forma líquida o sólida (un proceso conocido como la “fijación” del nitrógeno).

Luego de miles de experimentos a lo largo de casi 15 años, Haber tuvo éxito produciendo amoníaco el 3 de julio de 1909. Esto demostró que la producción comercial era posible. Sin embargo, el descubrimiento de Haber ocurrió en un tubo pequeño, de 75 centímetros de alto y 13 centímetros de diámetro. A principios del siglo XX, los contenedores grandes que podrían soportar las presiones y temperaturas requeridas para una producción de amoníaco a escala industrial todavía no existían.

Aquí es donde entra en la historia Carl Bosch. Nacido en Colonia en 1874, Bosch estudió metalurgia en la Universidad de Charlottenburg en 1894, antes de transferirse a la Universidad de Leipzig para recibir su doctorado en química en 1898. Bosch conoció a Haber en 1908 y luego de enterarse del descubrimiento del otro el siguiente año, Bosch se propuso desarrollar contenedores apropiados que podrían soportar el proceso de Haber en una escala industrial.

Dentro de cuatro años Bosch estaba produciendo amoníaco en contenedores que tenían 8 metros de alto. El proceso Haber-Bosch nació así. Para 1913, Bosch había abierto una fábrica que inició la industria de fertilizantes como la conocemos hoy.

El descubrimiento del proceso Haber-Bosch implicó que por primera vez en la historia de la humanidad fue posible producir fertilizantes sintéticos que podían ser utilizados en suficientes cultivos para alimentar a la creciente población del planeta tierra. Es casi imposible decir cuántas vidas salvó este descubrimiento, pero la expansión de la población mundial de 1.600 millones en 1900, a más de 7.300 millones hoy, “no hubiese sido posible sin la síntesis de amoníaco”, dice el científico checo Vaclav Smil.

Luego de su contribución revolucionaria al progreso humano, los dos científicos trabajaron para ayudar a Alemania durante la Primera Guerra Mundial. Bosch se enfocó en el desarrollo de bombas, mientras que Haber se volvió esencial en el desarrollo del gas clorado. Cuando Adolf Hitler llegó al poder en 1933, Haber huyó de Alemania para dar clases en la Universidad de Cambridge, y murió poco después en 1935. Mientras tanto, en 1937, Bosch fue designado Presidente del Kaiser Wilhelm Institute—la posición más alta para un científico en Alemania. Siendo un firme crítico de las políticas nazis, Bosch pronto fue removido de esa posición y murió en 1940.

Hoy, más de 159 millones de toneladas de amoníaco se producen anualmente y mientras que el amoníaco también se utiliza para limpiar y como refrigerante, 88 por ciento del amoníaco es utilizado como fertilizante. Se estima que si los rendimientos promedio de los cultivos permanecerían en su nivel de 1900, las cosechas en el año 2000 hubieran requerido casi cuatro veces más tierra sembrada que la que efectivamentes se sembró. Eso equivale a un área equivalente a casi la mitad dela tierra en todos los continentes libres de hielo —en lugar de tan solo el 15 por ciento que se requiere actualmente.

Sin los esfuerzos combinados de Fritz Haber y Carl Bosch, la población mundial sería mucho más pequeña de lo que es. Los dos realmente han cambiado el mundo para bien. Su duradera contribución al bienestar de la humanidad significa que merecen formar parte de nuestros Héroes del Progreso.

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