domingo, 25 de septiembre de 2016

PARA CUÁNDO IGLESIAS PORTAAVIONES, Y TRAER GENTE A LA IGLESIA O VICEVERSA


¿Para cuándo iglesias portaaviones?

Doug Spada, fundador de Worklife, una organización cristiana que promueve la vivencia de la fe en el trabajo secular, describe un nuevo paradigma de iglesias consistente en pasar de ser cruceros aportaaviones.

La idea es simple, estamos acostumbrados a las iglesias crucero, en donde la gente viene a recibir, pero la verdadera esencia de la iglesia es salir, por lo que la cuestión es si somos capaces de cambiar y convertirnos en portaaviones.

Dicho de otra manera, una conversión pastoral como la que nos pide la Iglesia en este momento, requiere de un cambio de paradigma.
¿Cuál ha sido el paradigma reinante hasta hace nada? : pues que la iglesia existe para santificar. Como me decía un vicario general: a mi me educaron para santificar, no para evangelizar.
Bajo este modelo la mejor de las parroquias es la que más gente acomoda un domingo, y la mejor de las experiencias religiosas es la que sucede cuando todo el mundo se dedica a rezar. Pero como dice por activa y por pasiva Rick Warren, el éxito de una iglesia se mide no por la gente que acomoda el domingo, sino por la gente que envía.

En el pasado Sínodo para la Nueva Evangelización, el cual el papa Benedicto XVI abrió con una homilía en la que afirmó el retorno al paradigma primigenio: “la iglesia existe para evangelizar”, se pudo observar la convivencia de estos dos paradigmas en la Iglesia.

Para algunos padres sinodales la Nueva Evangelización era simplemente santificar más y mejor, abrir más las iglesias, confesar más, decir más misas, etc,etc. Es normal que la gente opere bajo los parámetros en los que ha sido educada, y escuchando cosas así yo me pregunto hasta qué edad puede uno cambiar de paradigma en esta vida. A mi me gustaría conservar la frescura siempre y no ser esclavo de mi propio carisma, de mi formación, o de mis costumbres, para llegado el momento poder seguir adaptándome al cambio constante que pide Dios (“he aquí que hago nuevas todas las cosas” (Ap 21,15)

¿En qué consiste el cambio de paradigma entonces?

El papa Francisco habla de una iglesia en salida, una iglesia en las periferias, una conversión pastoral...yo creo que no hemos asimilado todavía ni el 10% de lo que conlleva un cambio así. El paradigma es pasar de una iglesia de llegada, a una de salida. El paradigma es la evangelización.
Si asimiláramos lo que significa una iglesia en salida empezaríamos a cerrar parroquias, liberar sacerdotes de la santificación para que se dediquen a la evangelización, promover piedras vivas en vez de edificios, liberar laicos y discipular conversos.
Hay diócesis que ya lo hacen, pero es muy diferente hacerlo por necesidad, por la fuerza de los hechos cuando viene la insostenibilidad humana o económica, que hacerlo porque tenemos visión de conjunto.

Uno no construye un portaaviones con los restos de un crucero desarbolado y sin apenas tripulación cuando ya se ha quedado sin gente. Para hacer un gran buque hacen falta planes, hacen falta obreros, hace falta inversión. Hay que formar gente que sepa hacer algo distinto a navegar, hay que traer gente de otras ramas del ejército como son los pilotos de avión que en principio no estaban diseñados para estar en el mar. Hay que pensar en soluciones nuevas, protagonistas nuevos, y entender que el portaaviones está en función de salir fuera porque su razón de ser es convertirse en una base flotante que responda con movilidad a las cambiantes necesidades estratégicas.

Los portaaviones son una inversión a medio y largo plazo, y no simplemente una operación de maquillaje de un crucero a corto plazo. Porque el crucero ni tiene la eslora, ni la capacidad, y por más que queramos reconvertir a la Nueva Evangelización estructuras caducas que no fueron diseñadas para ella sino para santificar, aunque la mona se vista de seda, en mona se queda.
La idea de un nuevo paradigma es de lo más sugerente, porque nos da la clave explicativa necesaria a nivel de visión para realizar los cambios consecuentes. Como dice la Escritura “donde no hay visión, el pueblo perece” (Prob. 29,18). 
Cuanto antes entendamos que el Papa que tenemos no es una improvisación, sino que es la culminación de un cambio de paradigma que se remonta a la Lumen Gentium y tiene como carta magna la Evangelli Nuntiandii, más pronto podremos pasar del paradigma a sus consecuencias y entender que una iglesia en salida no es simplemente salir de excursión del crucero a pescar más pasajeros.
Cada vez me convenzo más de que el mayor enemigo de la evangelización somos nosotros mismos. Ni la agresiva cultura secular, ni la persecución, ni la falta de recursos. Es nuestra propia cortedad de miras, la falta de radicalidad y consecuencia, la simple falta de escucha de lo que la Iglesia está diciendo.
Somos como esas señoras que lo acumulan todo, no queremos descartar nada, y no somos capaces de entender lo que el cambio de paradigma nos propone porque simplemente estamos demasiado ocupados haciendo mil cosas que objetivamente no evangelizan. Y vaya si nos duelen prendas a la hora de deshacernos de ellas. Nos dan insatisfacción, pero no somos capaces de tirarlas por la borda.

Hay gente meritoria, sí, que empieza a operar un crucero con mentalidad de portaaviones. Hacen sus dos o tres excursiones evangelizadoras, pero esencialmente siguen trabajando para un crucero. Es verdad que no es culpa de ellos, muchas veces es dónde les han puesto, y no está en su mano vender diez cruceros y comprarse un portaaviones nuevo. Pero eso no les exime de la responsabilidad de hacer ver a sus superiores que no están trabajando en el paradigma adecuado, el que les pide la superioridad más alta.

En fin…¿para cuándo parroquias portaaviones? 
¿Para cuando una pastoral bajo un paradigma postmoderno y a la vez eterno? 
¿Cuándo empezaremos a valorar las parroquias por la gente que envían, no por la gente que acomodan? ¿Cuándo y cómo veremos la Nueva Evangelización despegar como un proyecto sólido a medio plazo que dé los pasos necesarios y no como una operación “vamos todos a la calle” de una tarde al mes?

Ha llovido mucho desde el sueño de don Bosco sobre la nave de la iglesia...si tuviéramos mil don boscos hoy en día, ¿qué tipo de barco sería aquel con el que soñarían para representar la nave de la Iglesia?


  Traer gente a la iglesia vs. 
traer la iglesia a la gente


¿Se han dado cuenta de que el 95% de las actividades que llamamos de Nueva Evangelización consisten en traer a la gente a la iglesia?
Ya sea en una evangelización nocturna, haciendo unas misiones populares, o predicando desde el púlpito a los que ya están dentro, parece que todo se trata en traer a la gente a lo nuestro.
Obviemos el hecho de que vamos hacia una iglesia tipo síndrome de Mr. Bean y Amo a Laura que empiezan a ser una triste realidad descrita profécticamente por la parodia, en vez de una mofa malintencionada que deforma una realidad pujante.

Lo cierto es que aunque fuéramos la más atractiva de las iglesias, con las más atractivas de las personas dentro, todavía habría algo mal planteado en una evangelización que se concibe como traer a los de fuera adentro de la Iglesia.
Si el papa nos pide ser una Iglesia en salida, ¿cómo es que seguimos siendo una iglesia de llegada? ¿Cómo podemos dormir tranquilos con una oveja en el redil teniendo noventa y nueve fuera? ¿En qué mente cabe pensar que una parroquia de éxito es la que acomoda más gente el domingo y no la que más gente envía?
Seguimos pensando que el éxito de la evangelización es que la gente vuelva a la iglesia, y así nos va.
Una iglesia que no hace primero una operación de autoevaluación, la que nos pedían los lineamenta y deja abierta la Evangelii Gaudium, difícilmente se puede poner a evangelizar porque en el mejor de los casos traerá a la gente de visita pero en absoluto estará en condiciones de dar nada sustancioso porque le falta lo más fundamental, ya que está inmersa en una crisis de fe e identidad.
Resuelto el problema de fe e identidad, no hay que lanzarse precipitadamente a evangelizar. Una Iglesia que vive en un desfase más que evidente con la cultura dominante (como explicó Mons. Dominique Rey en Manresa) debe preguntarse primero si sus edificios, espacios y simbologías están codificados en unas claves culturales inteligibles para los sujetos a los que pretende llegar.
Más allá de los espacios están las piedras vivas que harán la evangelización. Una iglesia que se ocupa en misiones, planes y proyectos de pastoral sin preocuparse por el hecho de no tener a las personas adecuadas para llevarlos a cabo, ni sostener e invertir en las que sí que podrían hacerlo, será el enésimo papel mojado que no tendrá resultados y del cual ni siquiera se hará revisión.
¿Qué hombre de vosotros, si tiene cien ovejas y una de ellas se pierde, no deja las noventa y nueve en el campo y va tras la que está perdida hasta que la halla? Lc 15,4
Como ven el problema es mucho más complejo que la dicotomía del título, traer a la gente a la iglesia, versus traer la iglesia a la gente.
No basta con salir de mentirijillas para traer gente dentro. Tampoco sería suficiente salir de corazón, a tumba abierta, y perderse por los caminos del mundo para acabar secularizados como les pasó a tantos en el postconcilio.
Hace falta redescubrir nuestra identidad más profunda en Cristo, la que nos edifica como Iglesia y nos hace misioneros una vez que hemos sido hechos discípulos.

Yo sé que esto no es fácil de entender ni de digerir.

Si queremos llegar afuera, primero tendremos que llegar adentro, al núcleo de la fe, a la experiencia primera, a Jesucristo. Es pura lógica: si no estamos dando a Jesucristo, la primera pregunta es si acaso no será que no lo tenemos suficientemente agarrado, y más nos vale asirnos de su orla si queremos ir a algún lado.
Si queremos llegar a los de fuera no podemos pretender que entren en una casa, la de la evangelización, el discipulado y la misión, que lleva años sin limpiarse, sin renovarse, y cuyas maneras y cuyo liderazgo son los que nos han llevado a la crisis actual.
Si queremos llegar a los de fuera tendremos que arriesgarnos a salir fuera nosotros también, ponernos de reformas y quedarnos en la calle mientras tanto, a ver si en el proceso se nos quitan algunas de las adherencias y anquilosidades que se nos han generado a base de llevar tanto tiempo dentro.

La palabra misa, tiene como origen en el latín missa, término usado por lo menos desde el tiempo de Constantino (siglo IV d. de C.). El vocablo latino fue tomado de la fórmula final del oficio religioso: Ite, missa est; habitualmente traducido en forma incorrecta como «podéis iros, la misa ha terminado». En efecto, en esta fórmula litúrgica, missa es el participio pasivo del verbo mittere, missio
 ‘enviar’.

En definitiva, hace falta una iglesia afuera, en salida, que se reencuentre consigo misma en las periferias, no una iglesia autorreferencial y nostálgica de tiempos mejores donde traer a los cuatro despistados que aún se prestan a pisar una reliquia del pasado.
Y aunque parezca paradójico, el día en que hagamos esto, será cuando se vuelvan a llenar las iglesias, cuando a ellas lleguen conversos, y no simples turistas, pseudoevangelizados o despistados anacrónicos, que parece que es lo único que conseguimos atraer hoy en día.
Porque ojo, no es lo mismo traer a alguien a la iglesia con minúsculas, que traer a alguien a la Iglesia con mayúsculas.
Lo primero puede ser traer a alguien a un edificio, a un grupo pío, a una actividad o una celebración; lo segundo es traer a una persona de la vida a la muerte, de la condenación del pecado a la salvación en Cristo...y para eso existe la Iglesia, para dar vida y darla en abundancia...y eso en una palabra es la evangelización.


VER+:


“Debemos ser pescadores de hombres, 
no guardianes del acuario” 
Mike Francen


Una visión - Hermanas Abreu


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