¡Vea detalladamente cómo lo hicieron!
Con datos históricos, Juan Claudio Lechín muestra las acciones puntuales que tomaron estos caudillos para controlar lo político, lo jurídico, “nuevas” Constituciones, la reelección y el sistema electoral; el Congreso, los sindicatos y las libertades públicas, y embridar a los aparatos represivos del Estado.
El fascismo es un modelo pragmático para la toma absoluta del poder por parte de un caudillo mesiánico. Utiliza la seducción o el crimen, las urnas o los fusiles, el discurso o el golpe, la nacionalización o la privatización y cualquier otro instrumento para lograr el objetivo absolutista. El libro detalla las medidas, leyes y acciones que tomaron para lograrlo.
Y se verá, como si fuera un calco, que la historia hace gala de una geometría perversa y se repite a pesar del paso del tiempo y de las distancias geográficas.
¿Seguirán avanzando por el continente?
Si no nos atrevemos a mirar con ojos de libertad las decrepitudes ideológicas del siglo XX, si por pereza o falta de personalidad y coraje nos mantenemos atávicos y leales a estas falsedades, no merecemos ninguna luz, ninguna esperanza, ninguna grandeza; merecemos ser vasallos de cualquier poder, comparsa pordiosera de cualquier Señor o imperio.
Quizá más fácil que atreverse a mirar con ojos propios sea seguir pastando ideas secas como si fueran frescas y adorar el paternalismo mesiánico fascista, o aceptar mansamente el nuevo infantilismo de un padre global y unipolar.
Pero la ceguera resignada, solo aumentará nuestra catástrofe.
INTRODUCCIÓN
La mayor consanguinidad entre el fascismo europeo de Mussolini, Hitler y Franco con el socialismo del siglo XXI (cursivas) de Castro, Chávez y Morales es un tajante antiliberalismo. Se trata de un hecho mayor, en la medida en que el liberalismo político fue la propuesta alternativa y revolucionaria frente al monumental y milenario sistema de las monarquías, tanto feudales como absolutistas. Y resulta que cuando creíamos avanzada en la historia la lucha democrática, la lucha por la igualdad, la de los derechos, de pronto aparecene dos facciones políticas “revolucionarias”, populares e innovadoras: fascismo y comunismo (donde se inscribe el socialismo del XXI), reeditando el combate emprendido por las monarquías absolutistas para destruir lo que Bolívar llamó en el Congreso de Angostura los “actos eminentemente liberales”.
Por decreto presidencial 7454 de junio de 2010, Chávez creó el CESNA, un organismo de censura de la información que, según su gobierno, tenía por objeto prevenir efectos negativos para la estabilidad o la seguridad nacional. Atacar la libertad de prensa y de información esgrimiendo razones de Estado es uno de los bastiones centrales del modelo fascista. Hitler, en su Programa de 25 puntos, exige que “se persiga legalmente a todas las tendencias artísticas y literarias (…) que contribuyan a la disgregación de nuestra vida como Nación” y Castro, en su Constitución Política, amenaza con castigar al que ejerza la libertad en contra del Estado “socialista”. Este trabajo mostrará de manera comparativa cómo estos seis caudillos acometen contra la independencia de poderes, contra la descentralización y contra las libertades de prensa, sindical y política; señalará, además, la manera como capturan los aparatos represivos del Estado (Policía y Ejército), controlan el voto, el Parlamento y lo judicial, y amañan las preguntas de los referendos. Pero, además, veremos que también inventan símbolos patrios, renombran a los países y hacen nuevas Constituciones. La historia, haciendo gala de una geometría perversa, se repite a pesar del tiempo y de la distancia geográfica.
Aunque hay muchos más datos que los que presento en este trabajo, he colocado los más significativos para hacer claras las tesis que nos ocupan y sus conclusiones. Con datos relevantes y cuadros, con espacios de apuntes y reflexión, este primer libro comparativo tratará sobre la destrucción de los “actos eminentemente liberales”. Para semejante empresa desmontadora de un sistema que lleva más de un siglo instalándose, el fascismo necesita de un potente sujeto político que es el cuerpo del caudillo fascista constituido por el caudillo mismo, por su brazo (los grupos de choque, mayormente de origen lumpen, y el partido), por su lengua (la propaganda), por su fantasía (la ideología) y por su oído (la red de informantes). Y el bloque legitimador de ese cuerpo es el pueblo adepto. El cuerpo del caudillo fascista será un próximo libro.
El bordado ideológico, la espectacularidad del discurso y la propaganda mostraban “irreconciliables diferencias” entre fascismo y comunismo. En lo esencial, hay muy pocas. Las visiones de la economía y de la propiedad son elásticas en cualquier fascismo y están subordinadas al pragmatismo de la concentración del poder tanto que Hitler y Mussolini nacionalizaron, y los del XXI privatizan. Lo esencial del fascismo es concentrar al poder en manos del caudillo rey. Todo lo demás es accesorio y se instrumentalizará de acuerdo a las condiciones de cada país, a su atraso político, a las complejas relaciones entre modernidad y tradición y, muy importante, a la particularidad de los traumas y otras psicologías sociales pendientes de sus pueblos.
Como ambos son esencialmente lo mismo, los nombraré “fascismo”. Podría, al revés, haber usado la palabra “socialismo” o “comunismo”, pero esto ayudaría al desprestigio de la maravillosa utopía católica española medieval del País del Bien o Tierra sin Mal, y de sus émulos posteriores, los socialistas utópicos europeos. Este ideal, posiblemente irrealizable, debe continuar siendo una guía y un llamado permanente a moderar la desigualdad y la injusticia humana. Entonces, es preferible reservar estos nombres lo más intactos posible luego de tan abusivos manoseos.
En lo que respecta al presente texto, veremos lo esforzado que les resulta a los caudillos fascistas desmontar el joven y hegemónico sistema planetario liberal (un sistema político tarda siglos en madurar y consolidarse). Esta acción desarmadora define al fascismo no como un sistema político sino como un modelo coercitivo y pragmático para la toma absoluta del poder político, bien se llame “derecha” o “izquierda”, bien se haga por la vía “democrática” o por la armada. Los creyentes del socialismo, o más bien del fascismo del XXI, prejuzgarán que demonizo a los caudillos fascistas y a sus modelos, que ni de cerca cumplo con demonizarlos como se merecen, pues no hay vocabulario suficiente para describir a cabalidad la horrenda tarea que realizan. Que este grupo de caudillos pertenecen al mismo fenómeno político y que el fascismo es un modelo de toma absoluta del poder y no un sistema político son tesis que analizaré en este texto y, para ello, presentaré datos históricos comparativos.
En la primera estación de este trabajo hay tres acertijos que, de no ser resueltos, obligan al lector a continuar. Luego, veremos los programas políticos de Mussolini y de Hitler que actuarán como básica medida comparativa y, después, expondré un instrumento detector de fascismo denominado El Índice Facho. Los datos históricos acopiados son resumidos en cuadros comparativos, lo que nos permitirá corroborar que el movimiento político de Fidel Castro, Hugo Chávez, Evo Morales y otros no son socialismo aunque así se hayan autodenominado durante tanto tiempo y con una millonaria propaganda; ellos no son el porvenir, ellos son el pasado, lo más tenebroso del pasado, ellos son Las máscaras del fascismo.
JC Lechín W.
Un libro del ensayista, escritor y periodista boliviano Juan Claudio Lechín arroja nuevas luces sobre los regímenes hermanos de Cuba, Venezuela y Bolivia, quitándole la máscara del socialismo y equiparándolos con cualquier tipo de absolutismo, fuese el antiguo de los reyes o el moderno de los dictadores.
En un interesante estudio publicado recientemente en Lima y en Caracas, Las máscaras del fascismo, Castro, Chávez, Morales, el ensayista y escritor boliviano Juan Claudio Lechín, se da a la tarea de demostrar el carácter fascista de los liderazgos y de los regímenes que han implementado los tres caudillos que gobiernan Cuba, Venezuela y Bolivia.
Entre las diversas hipótesis que baraja el autor, la más original es la de adjudicarle el origen del fascismo a los rasgos feudales, monárquicos y absolutistas que aún subyacen en la corriente principal de la cultura latinoamericana. Según el autor, el lazo que une el fascismo europeo de Mussolini, Hitler y Franco son el socialismo del siglo XXI de Castro, Chávez y Morales es “su tajante antiliberalismo”. El propósito de los caudillos fascistas al implementar un modelo coercitivo, es desmontar el sistema liberal.
El autor no ve diferencias entre los totalitarismos surgidos a la sombra del marxismo o los surgidos a la sombra del nacional-socialismo, porque ambos “emprenden el combate de las monarquías absolutistas para destruir lo que Bolívar llamó en el Congreso de Angostura, los “actos eminentemente liberales”.
A partir del fin de la Segunda Guerra Mundial, especialistas de diversas disciplinas, historiadores, cientistas políticos etc., han debatido acerca de las diferencias y semejanzas entre el fascismo y el comunismo. La matriz que se ha impuesto debido a la participación y el papel determinante en la derrota de Hitler del Ejército Rojo, ha inclinado la balanza hacia la diferenciación de ambos totalitarismos, sin embargo, para Lechín, pese “al bordado ideológico del discurso que se emplee para demostrar ‘irreconciliables diferencias’, en lo esencial hay muy pocas”.
Las visiones de la economía y de la propiedad sobre las cuales, según muchos autores, se centran en particular las diferencias entre el fascismo y el comunismo, para Lechín, ambos regímenes las abordan de manera elástica y están supeditadas al pragmatismo de la concentración del poder. “Lo esencial del fascismo es concentrar el poder en manos del caudillo rey”. La instrumentalización de la toma del poder y la concentración del poder, variarán según el contexto de cada país, su grado de atraso político, la tensión existente en cada sociedad entre modernidad y tradición. Un hecho determinante para el autor: los traumas, los temas pendientes y las psicologías de cada pueblo.
Similitudes
El autor apunta que como “ambos son esencialmente lo mismo – refiriéndose al comunismo y al fascismo -y al nacionalismo catalanista o vasquista– los nombrará “fascismo”, aunque hubiera podido emplear el término de “socialismo” o “comunismo”.
Podía pensarse, dado el tema y el título de la obra, que se trata de un libro más, de marcado tinte ideológico que se sitúa de manera tajante en la oposición a los regímenes impuestos por los tres caudillos mencionados. Es innegable que el autor adopta una postura identificada con el sistema liberal y por ende, con la democracia. Sin embargo, se trata de una investigación minuciosa, valiéndose de una copiosa documentación; el autor elabora cuadros comparativos de los diferentes programas políticos, movimientos políticos, primero de los modelos originales – Mussolini, Hitler – y demuestra que en los modelos absolutistas de Castro, Chávez y Morales de refundar la República mediante una nueva Constitución Política, un nuevo ejército construido a partir de milicias populares para salvaguardar los cambios, apoyarse en grupos de base y movimientos sociales, con el fin de golpear a los opositores, amordazar a la prensa, enfrentar a la Iglesia hasta arrebatarle toda influencia, son las bases sobre las cuales se sustenta el programa de San Sepolcro de Mussolini (1919) que entre otras cosas, proponía “refundar el país mediante la convocatoria a una Asamblea Constituyente que hiciera una nueva constitución política”, y en el programa de 25 puntos presentado por Hitler en la primera Asamblea del Partido Nacional socialista en 1920.
La lucha verdadera
Mediante el estudio detallado, puestos en evidencia a lo largo de la obra, Lechín demuestra lo erróneo de la idea de considerar a los fascismos como las ultraderechas del capitalismo. En los 25 puntos del programa de Hitler se contempla nacionalizar las empresas pertenecientes a los trusts, exige que la utilidad del comercio al por mayor sean compartida por la nación, combatir el espíritu judeo materialista, imponer el interés común antes que el propio. Hitler utiliza la categoría legal de “utilidad pública” para justificar la promulgación de una Ley que permita la expropiación sin indemnizaciones de la tierra con fines de utilidad pública. Igualmente propone una reforma de la educación, semejante a la cubana y a la de Chávez.
La reforma de la propiedad urbana, también está programada en los 25 puntos de Hitler. Las mismas críticas contra los partidos políticos, al mismo tiempo que utilizó el Parlamento para tomar las riendas del poder en Alemania. Lenin fue inspirador en la materia dado que aseguró que se debía utilizar el Parlamento burgués para destruir el capitalismo. El Programa de San Sepolcro, propone una fuerte imposición sobre el capital que tenga la forma de una verdadera expropiación de la riqueza. Demostrar que existe una sintonía entre fascistas y comunistas en lo programático y no es porque existieron y existan enfrentamientos entre ambos bandos, que se les debe considerar diferente. En 1525 Carlos V apresó a Francisco I, rey de Francia, no por razones ideológicas sino por razones de hegemonía del poder.
Y blandir la popularidad que gozan en el seno del pueblo Fidel Castro, Evo Morales y Hugo Chávez como argumento en contra del carácter fascista, – nada más referirse a los triunfos electorales y a la adoración que los italianos y los alemanes prodigaron a Mussolini y a Hitler, para demostrar lo contrario. El autor concluye que lo que se debate en el proceso fascista no es una lucha entre la izquierda y la derecha, sino algo más crucial: “El fascismo, en cualquiera de sus matices, restablece una lucha histórica entre los dos grandes sistemas de los últimos siglos: el absolutismo monárquico y el liberalismo democrático”.
La postura de la lucha contra el comunismo sobre la cual se ha alimentado ideológicamente la oposición cubana, como también hoy ciertos sectores de la oposición venezolana, dejaría implícita la idea de la aceptación de un totalitarismo a condición que sea de corte anticomunista. La obra de Lechín, cualesquiera sean las reservas que algunos puedan tener respecto a equiparar al fascismo y al comunismo, aclara ese punto crucial: el totalitarismo, cualquiera sea su procedencia ideológica, es contrario al liberalismo democrático.
El autor ha denominado como "Indice Facho" en donde describe los siguientes puntos ha considerar:
- El caudillo fascista es mesiánico, carismático y de origen plebeyo.
- El brazo del caudillo: el partido y el grupo de choque, sea paramilitar y/o militar (con alto componente lumpen y delincuencial).
- La lengua del caudillo: la propaganda política.
- La fe del caudillo: la existencia de una fantasiosa promesa política redentora.
- El oído del caudillo: servicios de inteligencia represiva, espías y soplones.
- El caudillo se embarca en la refundación de la patria y/o el cambio de nombre, la reforma constitucional y/o la suplantación constitucional y nuevos símbolos del Estado.
- El caudillo emprende la destrucción de los actos eminentemente liberales (valores e instituciones).
- El caudillo es antiliberal y antinorteamericano.
- El caudillo consigue las siguientes igualdades políticas: Caudillo = Partido = Estado = Nación = Patria = Pueblo = historia épica.
- El pueblo adepto al caudillo: militante adhesión popular. Retorno a la servidumbre.
- La perpetuación del caudillo en el poder: gobierno vitalicio, con o sin elecciones. Monarquía plebeya.
- Valores medievales: coraje militar, arrojo, el prestigio de morir en combate, valores excesivamente viriles (machistas),
- señoriales y homofóbicos, arengar a la tropa en la forma de discurso de confrontación, luchar por un ideal santo, el hereje irreconciliable y muchos otros más.
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