domingo, 4 de septiembre de 2016

LA LARGA NOCHE OSCURA DE SANTA TERESA DE CALCUTA


«No penséis que hemos venido a esta congregación a servir a los enfermos. No, hemos venido para conocer a Jesucristo. Ése es el fin principal. Ahora bien, para conocer e identificarnos con Cristo, Dios ha querido que le sirvamos en los pobres y enfermos. Ésa es nuestra vocación y nuestro carisma específico». Santa Teresa de Calcuta
Quizás los cristianos no debieron haberse sorprendido por las revelaciones de Madre Teresa en "Ven y sé mi Luz", una nueva colección de cartas de la “santa de las alcantarillas” que muestra su sorprendente batalla con la oscuridad espiritual. Desde 2003 se había oído hablar de su “noche oscura” cuando Brian Kolodiejchuk, un sacerdote Misionero de la Caridad, publicó en el sitio católico Zenit una serie de artículos sobre sus conflictos interiores. Ese mismo año, en el periódico First Things, Carol Zaleski escribió un artículo titulado “La noche oscura de Madre Teresa”, que citaba fragmentos de sus cartas. De manera que había cierta información disponible para el público general desde hacía algunos años sobre la lucha interna de la Madre Teresa contra la oscuridad, sus dudas y desesperaciones.

Lo nuevo de Ven y sé mi luz, es que reúne el grueso de las cartas, revelando la extensión de su confusión interna. Por primera vez los lectores sabrán que la Madre Teresa sufrió esta implacable aridez espiritual durante casi 50 años –con un breve respiro– hasta su muerte en septiembre de 1997. “En mi alma siento ese terrible dolor de la pérdida –de que Dios no me quiera, de que Dios no es Dios, de que Dios realmente no exista–”, le escribió a un confesor en 1959.
La colección póstuma es mayoritariamente un largo ruego a Dios, expresado a través de sinceras cartas. Un hábito sintáctico recurrente –el uso frecuente de guiones–, incrementa la jadeante urgencia de sus lamentos. “No hay fe en mi corazón – no hay amor – no hay confianza – hay tanto dolor – el dolor de desear, de no ser querida – amo a Dios con toda la fuerza de mi alma”, escribe en la carta antes citada de 1959.

El sentimiento de la ausencia de Dios no es infrecuente en las vidas de los santos o en las del creyente promedio. El místico español san Juan de la Cruz lo llamó la noche oscura y lo describió como una etapa necesaria para la ascensión hacia la unión mística con Dios. San Ignacio de Loyola lo llamó “desolación espiritual” en sus Ejercicios Espirituales. “El alma se encuentra completamente perezosa, tibia, triste”, escribió, “y se siente separada de nuestro Creador y Señor”. Durante su enfermedad terminal, la carmelita francesa santa Teresa de Lisieux, experimentó una desolación que parecía reflejar dudas acerca de si algo la esperaría después de su muerte. “¡Si solamente ustedes supieran la oscuridad en la que me encuentro sumida!”, les dijo en una oportunidad a las hermanas de su convento.

Para la Madre Teresa, las décadas de oscuridad espiritual, que empezaron poco después de que fundó las Misioneras de la Caridad, se hacían incluso más agudas al reflexionar sobre su relación anterior con Jesús.
Esta mujer, cuyo nombre era Gonxha Agnes Bojaxhiu, creció en el seno de una devota familia católica en Skopje, Albania. Su madre, Drana, era una señora generosa, que cuidaba a un anciano vecino consumido por el alcoholismo y cubierto de úlceras. “Cuando hagas el bien”; Drana le decía a su hija, “hazlo calladamente, como si tiraras una piedra al mar”.

“He venido a amar la oscuridad”
Al fin, en 1961, la Madre Teresa encontró algún consuelo de su conflicto interior con los consejos de Joseph Neuner, S.J. Éste le sugirió que su noche oscura podría ser una manera a través de la cual Dios la estaba invitando a identificarse con Cristo abandonado en la cruz y con los pobres abandonados. También le recordó que el intenso deseo de Dios viene de Dios. “Por primera vez en estos 11 años”, le escribió al teólogo jesuita, “he llegado a amar la oscuridad”. En verdad, uno de los aspectos más conmovedores del libro "Ven y sé mi luz", es que deja claro todo lo que puede sufrir una persona sin la orientación espiritual adecuada, y cuánto alivio puede recibir con unas pocas palabras de sabio consejo.

Con todo, mientras esto le proporcionaba un entendimiento más profundo y lo que podríamos llamar alivio intelectual, la ausencia de Dios seguía incólume en sus oraciones. En 1967, le escribió nuevamente a Neuner: “Padre, quiero contarle cuánto deseo –cuánto mi alma desea a Dios– lo desea solamente a Él y lo doloroso que es estar sin Él”.
La Madre Teresa estaba consciente de cuán extraña era su situación: la mujer aclamada como una “santa viviente”, se debatía con su fe. A pesar de que algunas veces admitió sentirse “hipócrita”, como dice en una carta, decidió que admitir públicamente sus luchas haría que la atención se dirigiera hacia ella, en vez de hacia Jesús. Por eso, mayoritariamente sufrió sus conflictos sola. Este acto radical de humildad es un aspecto menos conocido de sus diarios y si estas cartas hubiesen sido destruidas, pocos habrían podido saber de sus conflictos. Tal como su madre le había aconsejado, trataba de hacer el bien calladamente.


En una de sus cartas, la Madre Teresa dice: «Hay tanta contradicción en mi alma: un profundo anhelo de Dios, tan profundo que hace daño; un sufrimiento continuo, y con ello el sentimiento de no ser querida por Dios, rechazada, vacía, sin fe, sin amor, sin celo... El cielo no significa nada para mí: ¡me parece un lugar vacío!».

«Es un verdadero martirio, porque para quien no experimenta a Dios y siente ese vacío, estar durante horas quieta ante el Santísimo significa verdaderamente estar entre llamas», añade. 


Con canción "Más Allá De Todo", de Marcela Gandara



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