En busca del pueblo de Hitler:
Conformidad
"...Una forma de asimilar la ideología nazi era lo que los psicólogos sociales llamamos Falacia de la PENDIENTE RESBALADIZA o DEL DOMINÓ. Consiste en una cadena de argumentos que conduce, desde un comienzo aparentemente inocuo, a un final manifiestamente indeseable. Para rechazar una proposición o desaconsejar una conducta apela a consecuencias remotas, hipotéticas y desagradables.
Por ejemplo, supongamos que despiden a un judío de su trabajo. Usted no lo despide, pero ahora hay una vacante, le ofrecen el trabajo y usted lo acepta.
Desde mi punto de vista, usted es cómplice, tiene una cierta responsabilidad moral por aceptar el trabajo pero ¿es culpa suya?
Entiendo su lógica: «Yo no empecé la persecución de los judíos, yo no lo despedí.
Hay una vacante y alguien la va a aceptar si no lo hago yo».
Ahora trabaja en una empresa que no contrata a judíos, por lo que, en la práctica forma parte del aparato antisemita.
Las campañas difamatorias contra los perseguidos formaban parte del día a día del pueblo de Hitler.
En una antigua fábrica de munición donde se había utilizado trabajo esclavo conocimos a un joven que llevaba escrito en el rostro lo que había sufrido. La madre de Kurt era protestante. Su padre, caído en la Primera Guerra Mundial, era judío. Por eso, este estudiante de medicina fue expulsado de las aulas y enviado a un campo de trabajos forzados. Los golpes no me importaban, pero sus palabras eran mucho peores. Decían que mi madre era una puta y mi padre un agresor contra la raza. Yo les gritaba: «¡Matadme! ¡Hacedme lo que queráis pero dejad en paz a mi padre!». Lo que más me dolió fue que ni siquiera los que estaban contra Hitler nos ayudaron.
No, los alemanes no son malos. Solo son, treméndamente indiferentes. Para ver un nuevo comienzo, le dije en una carta a mi mujer, debemos esperar a la nueva generación. En 1945 solo podíamos rezar para que ese cambio fuese real".
Guerra total
... - ¿Fue eso lo que la señora Pernitz enseñó a sus alumnos? Era pura propaganda nazi, aunque probablemente ella no era consciente. ¿Cuántos alemanes veían el mundo el papel de Alemania como la señora Pernitz?
- No podíamos mostrar piedad. No, ninguna piedad. Bueno, nosotros tampoco hacíamos prisioneros. Limpio y rápido.
- ¿Y cómo se sentía usted?
- Bueno, no era agradable, pero uno se acostumbra. Además, órdenes son órdenes. Había que hacerlo. Ejecución de rehenes en Pancevo, en Yugoslavia, como venganza por un ataque partisano.
La guerra contra la resistencia se convertía en un pretexto para masacrar a la población civil. Sobre todo en la Unión Soviética, y sobre todo a los judíos. quemaron cientos de pueblos. Murieron cientos de miles de inocentes. Para muchos, el asesinato era algo cotidiano. Una de las cosas que descubrimos estudiando lo que había pasado es que el ser humano se acostumbra a lo más increíble. Cosas a las que parece imposible acostumbrarse se vuelven rutina, pasan a ser algo normal que ya no nos molesta, o al menos no tanto como antes. Muchos hicieron cosas que cambiaron tanto su percepción de quiénes eran que empezaron a justificar, racionalizar y creer en lo que hacían. Esto también se aplicaba en la guerra dentro de la guerra de los nacionalsocialistas: el asesinato de millones de judíos europeos. Se buscan formas para justificarlo. Los judíos son el enemigo, es una batalla crucial. La forma de hacerlo se considera normal en tiempos de guerra. Todo el mundo hace cosas terribles, no hay reglas, este es solo uno más de los horrores de la guerra. Esta justificación es fundamental. El personal del campo de concentración disfruta de un almuerzo, sin preocupaciones.
-Les enseñaron que todos los judíos y eslavos eran solo alimañas que había que erradicar para limpiar Europa, o el mundo. Para ellos no era asesinato, lo que ellos pensaban era hay que acabar con esa plaga. Lo hacemos en el nombre de la civilización o de la cultura o del espacio vital alemán. Lo de siempre.
- ¿Ha estado en un campo de concentración? Majdanek. Ahí murieron unas 850.000 personas. Ochocientas cincuenta mil. Judíos.
- ¡Eso es una exageración! ¿Lo ve? Las calumnias de los judíos contra Alemania. Mientras estuve allí, hubo unas dieciséis mil ejecuciones. - ¿También mujeres y niños?
- Sí, también mujeres y niños.
- ¿Y usted no sintió nada?
- ¿Cree que siempre era fácil? ¡Nadie piensa en nosotros! Nos encomendaron un trabajo muy duro y nos mantuvimos al pie del cañón. Además, ¿qué tiene que ver eso con los americanos? Ustedes también han matado a muchísimos inocentes con sus bombardeos terroristas.
Estábamos en un país lleno de asesinos que creían que eran otra cosa. Nadie se sentía culpable. Como mucho decían que no habían tenido elección. Órdenes son órdenes. Después de la guerra, casi todos los acusados de crímenes afirmaban que estaban obligados; que, si no hubieran matado, los habrían matado a ellos o su familia habría sufrido represalias. Desde 1945 hasta la actualidad, ni un solo abogado alemán ha podido presentar en juicio un caso documentado en el que alguien se haya negado y haya sufrido represalias graves. Es un mito. ¿Qué sabía el hombre de la calle de los crímenes que se estaban cometiendo en nombre de los alemanes, y también en el suyo? ¿Qué sabía sobre el asesinato de los judíos?
En muchas conversaciones pude percibir un cierto sentimiento de culpa. Creemos que estamos en condiciones de poder reducirlo a un denominador común: los alemanes, por decirlo sin rodeos, lo sabían pero no estaban a favor. Excluir a los judíos de la sociedad, sí, obligar a los judíos a emigrar, sí, pero no matar a los judíos.
Y también hay voces que dicen: "No, teníamos que hacerlo, teníamos que matarlos". Existen, son el núcleo duro. Pero son una minoría. ¿Podría este país volver de nuevo a la comunidad internacional tras sufrir tal degradación moral y material?
Yo, Saul Padover, un joven judío de Viena, ya no reconocía este país.
- ¿Te has preguntado alguna vez qué habrías hecho tú?
- Doy gracias por no haber vivido esa situación.
- No podíamos mostrar piedad. No, ninguna piedad. Bueno, nosotros tampoco hacíamos prisioneros. Limpio y rápido.
- ¿Y cómo se sentía usted?
- Bueno, no era agradable, pero uno se acostumbra. Además, órdenes son órdenes. Había que hacerlo. Ejecución de rehenes en Pancevo, en Yugoslavia, como venganza por un ataque partisano.
La guerra contra la resistencia se convertía en un pretexto para masacrar a la población civil. Sobre todo en la Unión Soviética, y sobre todo a los judíos. quemaron cientos de pueblos. Murieron cientos de miles de inocentes. Para muchos, el asesinato era algo cotidiano. Una de las cosas que descubrimos estudiando lo que había pasado es que el ser humano se acostumbra a lo más increíble. Cosas a las que parece imposible acostumbrarse se vuelven rutina, pasan a ser algo normal que ya no nos molesta, o al menos no tanto como antes. Muchos hicieron cosas que cambiaron tanto su percepción de quiénes eran que empezaron a justificar, racionalizar y creer en lo que hacían. Esto también se aplicaba en la guerra dentro de la guerra de los nacionalsocialistas: el asesinato de millones de judíos europeos. Se buscan formas para justificarlo. Los judíos son el enemigo, es una batalla crucial. La forma de hacerlo se considera normal en tiempos de guerra. Todo el mundo hace cosas terribles, no hay reglas, este es solo uno más de los horrores de la guerra. Esta justificación es fundamental. El personal del campo de concentración disfruta de un almuerzo, sin preocupaciones.
-Les enseñaron que todos los judíos y eslavos eran solo alimañas que había que erradicar para limpiar Europa, o el mundo. Para ellos no era asesinato, lo que ellos pensaban era hay que acabar con esa plaga. Lo hacemos en el nombre de la civilización o de la cultura o del espacio vital alemán. Lo de siempre.
- ¿Ha estado en un campo de concentración? Majdanek. Ahí murieron unas 850.000 personas. Ochocientas cincuenta mil. Judíos.
- ¡Eso es una exageración! ¿Lo ve? Las calumnias de los judíos contra Alemania. Mientras estuve allí, hubo unas dieciséis mil ejecuciones. - ¿También mujeres y niños?
- Sí, también mujeres y niños.
- ¿Y usted no sintió nada?
- ¿Cree que siempre era fácil? ¡Nadie piensa en nosotros! Nos encomendaron un trabajo muy duro y nos mantuvimos al pie del cañón. Además, ¿qué tiene que ver eso con los americanos? Ustedes también han matado a muchísimos inocentes con sus bombardeos terroristas.
Estábamos en un país lleno de asesinos que creían que eran otra cosa. Nadie se sentía culpable. Como mucho decían que no habían tenido elección. Órdenes son órdenes. Después de la guerra, casi todos los acusados de crímenes afirmaban que estaban obligados; que, si no hubieran matado, los habrían matado a ellos o su familia habría sufrido represalias. Desde 1945 hasta la actualidad, ni un solo abogado alemán ha podido presentar en juicio un caso documentado en el que alguien se haya negado y haya sufrido represalias graves. Es un mito. ¿Qué sabía el hombre de la calle de los crímenes que se estaban cometiendo en nombre de los alemanes, y también en el suyo? ¿Qué sabía sobre el asesinato de los judíos?
En muchas conversaciones pude percibir un cierto sentimiento de culpa. Creemos que estamos en condiciones de poder reducirlo a un denominador común: los alemanes, por decirlo sin rodeos, lo sabían pero no estaban a favor. Excluir a los judíos de la sociedad, sí, obligar a los judíos a emigrar, sí, pero no matar a los judíos.
Y también hay voces que dicen: "No, teníamos que hacerlo, teníamos que matarlos". Existen, son el núcleo duro. Pero son una minoría. ¿Podría este país volver de nuevo a la comunidad internacional tras sufrir tal degradación moral y material?
Yo, Saul Padover, un joven judío de Viena, ya no reconocía este país.
- ¿Te has preguntado alguna vez qué habrías hecho tú?
- Doy gracias por no haber vivido esa situación.
Toda una generación había fue seducida. Y muchos permitieron que pasara. Pero, ¿quién sabe? Puede que la próxima generación aprenda de la culpa. Puede que entre las ruinas nazca una nueva Alemania, una diferente. Ya lo veremos...
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Juan Carlos (Yanka)