El anonadamiento como técnica
de dominación
Al hablar sobre la morfogénesis del campo de concentración nazi, el sociólogo francés Léo Scheer refiere la destructibilidad del sujeto como el mecanismo de dominación del individuo mediante su confrontación con una realidad inaceptable. El anonadamiento, la infantilización y la autosugestión se incluyen entre las estrategias de conformación de una sociedad en masa carente de amo individualizado. El anonadamiento como técnica de dominación presenta la realidad como inaceptable para el sujeto receptor, de tal modo que se le separa del mundo, se le escinde del objeto de sus pesquisas hasta conformar un aislamiento adventicio del individuo. La realidad entendida como una amenaza permanente infantiliza al sujeto, reducido a la pasiva impotencia que le deniega toda reacción ante el sistema. En consecuencia, el sujeto pierde su capacidad reactiva y se adhiere a la realidad propuesta, en un proceso de autosugestión en el que el sistema de sojuzgamiento deviene fuente de fascinación. Si Jameson cifra el estadio moderno actual según la desaparición de la agricultura tradicional, así como por la colonización y comercialización del inconsciente, es esta realidad, que corresponde al estadio tardío del capitalismo (Jameson, 2004: 21), el instrumento de anonadamiento del sujeto contemporáneo.
El anonadamiento como principio organizador de la sociedad tiene su correspondencia, conforme al pensamiento de Léo Scheer, en la televisión, de tal manera que existe una «continuidad formal entre las técnicas de seducción y las técnicas modernas de comunicación» (Scheer, 1980: 83), conducentes a la desaparición del cuerpo por la acción de las TIC [tecnologías de la información y la comunicación]. La seducción realiza en el acto la desapropiación del cuerpo y el exterminio del sujeto autónomo deseante. La sincronización alcanza en primer lugar a las imágenes y, en segundo, a los espectadores que son testigos de un pasado común que les conecta. La televisión, nos dice Scheer a principios de los años ochenta, trasluce el “tele-anonadamiento”, la autoanulación del espectador, fascinado al tiempo por la experiencia mediática, una realidad “tele-sensible” proporcionada por el entramado tecnoeconómico del capitalismo, llámese tardío, cultural o de ficción.
La colonización de las conciencias: del soft power al anonadamiento
A comienzos de la década de 1980, Yves Eudes explicaba cómo la difusión cultural a través de los mass media se articulaba en forma de estrategia en la competición por la colonización de las conciencias. La instauración de la “conciencia planetaria”, merced a la capacidad de innovación tecnológica inherente a Estados Unidos, trata de implementar una suerte de intimidad, de familiaridad respecto de la organización social de tal país, con el efecto de relativizar toda existencia respecto del sistema tardo-capitalista naturalizado como base primera sobre la que se construyen los contenidos de los medios: «La ‘cultura’ (arte o ficción) debe constituir el embalaje de una mercancía (un flete) política» (Eudes, 1984 : 129). Sin embargo, la aculturación y la propaganda política, ya sea directa o indirecta, amplía su target [objetivo] y su intensidad con el advenimiento de las TIC, que saturan de signos comunicativos binarios –que codifican y decodifican nuestra realidad en imagen-indicial, visual– el devenir de la existencia individual.
Así, las estrategias de penetración civil, la guerra por las conciencias tiene como marco de actuación una tela de araña de silicio –cuyo origen, no lo olvidemos, se debe al complejo militar-industrial estadounidense– que escapa por completo a la soberanía de las naciones. El ideal utópico/ideológico de la interdependencia, postulado por Estados Unidos como estrategia de colonización, se alza como una realidad emergente al amparo de la inmaterialidad informática. Si el contacto del hombre con su medio deviene cada vez más adscrito a los intereses de los grandes conglomerados comunicativos, la manipulación de los deseos, el soft power [poder persuasivo] que generaliza un denominador común, libidinal y naturalizado, en las conciencias se extiende al conjunto de usuarios de los terminales informáticos. De esta forma, tal y como advierte Armand Mattelart, la sociedad informacional esboza el dibujo de la «producción de los estados mentales […] La libertad política no se puede resumir en el derecho a ejercer uno su voluntad. Reside también en el derecho a dominar el proceso de formación de la voluntad» (2001: 126).
La producción industrial de bienes simbólicos y la economía política se fusionan de tal manera que las esferas cultural y económica convergen en una única esfera. En la lógica inmaterial del nuevo paradigma tecnológico (llamado por Castells “informacional”), la composición de un estado anonadado del individuo se articula mediante la descorporeización y el relativismo mediático de éste respecto de la realidad segunda conformada por la saturación informativa. Las TIC proporcionan el sustrato simbólico que confiere identidad: los procesos de aculturación, de socialización e incluso los mecanismos distintivos de subjetivación han de enmarcarse en el contexto de la mediatización del sistema comunicativo digital, a su vez determinado por la racionalidad tecnoeconómica de las prácticas neoliberales, convergentes en la categorización de la industria cultural como elemento configurador de las conciencias, instrumento del soft power que fusiona información y entretenimiento, que infantiliza los comportamientos presentando una realidad inaceptable (por ejemplo, el riesgo permanente de un ataque terrorista).
ENFRIAMIENTO DEL ESPÍRITU HUMANO
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Juan Carlos (Yanka)