domingo, 6 de diciembre de 2015

EDUCAR EN LA INTERIORIDAD


EDUCAR EN LA INTERIORIDAD
Un libro para ayudar a los niños 
a ser ellos mismos


¿En qué momento el móvil empezó a ocupar un lugar central en la vida de los jóvenes? ¿Desde cuándo los más pequeños viven con prisas y estrés? ¿Por qué a menudo tenemos la sensación de que los niños se encuentran desorientados? ¿Qué se nos perdió en el camino? La respuesta está en lo que hemos dejado de mirar: el interior.



Este libro es un manual completo para desarrollar conductas y actividades que permitan a los más pequeños trabajar su interioridad y que los inviten a refl exionar y a tomar conciencia de sí mismos. Porque educar su interioridad supone múltiples benefi cios, además de los puramente académicos; les enseña a escoger, a tolerar la frustración, a conocer sus necesidades, sus límites y sus motivaciones… En definitiva, la educación de la interioridad nos ayuda a ser nosotros mismos y más felices.


En este viaje hacia el interior, Luis López nos invita a alejarnos del ruido ensordecedor de la sociedad y a escucharnos desde la razón, el arte o el propio cuerpo. Para ello, incluye ejercicios prácticos para realizar con los niños (visualización, meditación,focusing, etcétera), así como pautas sencillas y cotidianas para que los adultos ayudemos a los niños a mejorar sus recursos emocionales y aumentar su bienestar psicológico.

No hay nada más responsable en nosotros, los adultos, que preocuparnos por el desarrollo personal e interior de nuestros pequeños.

¿Cómo favorecer en los niños el acceso a la interioridad, el descubrimiento de su dimensión espiritual o la práctica de la meditación? 

De formas distintas, lo que se está buscando es el modo y las “herramientas” para que los más jóvenes puedan experimentar la dimensión profunda de la realidad, empezar a vivirse desde ella y comprobar que es “desde dentro” como se operan los cambios eficaces y donde se encuentra la felicidad.

En cierto sentido, esa demanda podría sintetizarse diciendo que, así como desde hace unos años se ha empezado a tener en cuenta la llamada “inteligencia emocional”, quizás sea hora de abrirnos a la riqueza que aporta la “inteligencia espiritual”.

No hace mucho tiempo, un profesor de primaria me decía: “Cada vez tengo más claro que uno de los mejores servicios que podemos hacerles a los chicos es ayudarles a observar su mente”. Lo que planteaba con esas palabras es claro: hay que trabajar el desarrollo de la mente, pero tienen que descubrir que son más que la mente.

Hablar de “inteligencia espiritual” no significa hablar de religión, sino de “profundidad” y de “conciencia transpersonal, transmental o transegoica”. Significa experimentar que somos más que nuestros pensamientos y emociones y que, cuando accedemos a esa dimensión, todo es percibido de un modo radicalmente nuevo.

Incluso un filósofo que se reconoce ateo, como André Comte-Sponville, afirma abiertamente que “la espiritualidad es el aspecto más noble del ser humano”.

Y cualquiera que entra por ese camino puede comprobar cómo la llamada “inteligencia espiritual” potencia capacidades como la serenidad, la observación desapegada de lo que ocurre, la libertad interior, la compasión…

De hecho, en aquellos centros educativos en los que se ha empezado a trabajar la “educación de la interioridad”, hasta los profesores más escépticos han terminado reconociendo que, tanto la vivencia personal de los muchachos como las relaciones entre ellos se han enriquecido notablemente. Y que, para sorpresa de muchos, terminan siendo los propios alumnos quienes reclaman la práctica de la meditación, como modo de acallar la mente y aprender a vivir en el presente.

En definitiva, se trata de ayudar a los niños a desarrollar lo que llamamos “atención plena” (mindfulness, en el mundo anglófono), la capacidad de vivir en el “aquí y ahora”. Todo lo demás se irá dando…

Genéricamente, se suele hablar de "Educación de la interioridad", debido a que, para muchos de nuestros contemporáneos, la palabra "espiritualidad" viene cargada de connotaciones negativas. Porque se asocia a algo anacrónico, obsoleto, doctrinario, confesional... Sin embargo, al mismo tiempo, se está empezando a revalorizar aquello a lo que la espiritualidad genuina se refiere: la dimensión profunda, sin la que todo lo humano se empobrece, abriéndose camino el vacío existencial. Debido precisamente a esta nueva consciencia que está emergiendo, y superados los arcaicos y reductores prejuicios materialistas de donde veníamos, son cada vez más las personas que están "saliendo del armario espiritual". 

Quizás nos estamos haciendo cada vez más conscientes de que el olvido de esa dimensión profunda conduce a una "anemia espiritual" insoportable (Mónica Cavallé), que hace que "la epidemia más grave del mundo moderno sea la superficialidad" (Raimon Panikkar), cuya consecuencia es la egocentración y el vacío.


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