domingo, 25 de octubre de 2015

ACUEDUCTOS ROMANOS, MARAVILLAS DE LA INGENIERÍA Y DE LA CIVILIZACIÓN ROMANA



Aunque existían precedentes en civilizaciones más antiguas, los ingenieros romanos, fueron los que pusieron a punto las técnicas necesarias para generalizar el empleo de acueductos. Estrictamente hablando, el acueducto era un sistema o conjunto de sistemas que permitía transportar agua de forma continua; desde los manantiales naturales, hasta un punto de consumo distante (a veces más de a 50 km de distancia).

Los antiguos acueductos romanos están entre las obras de ingeniería más extraordinarias de la historia. El administrador del suministro de agua de Roma, Sexto Julio Frontino (35-c.103), dijo lo siguiente sobre esas construcciones: “A los beneficios tan numerosos y tan necesarios de tantos acueductos, van pues a comparar las pirámides que no sirven obviamente para nada o también las obras de los Griegos, inútiles, pero celebradas por todas partes”. 

¿Por qué hacían falta los acueductos?

En el pasado, las ciudades se levantaban donde hubiera agua, y Roma no fue la excepción. En un principio, el río Tíber, así como los manantiales y pozos cercanos, suministraban suficiente agua a la ciudad. Pero a partir del siglo IV antes de nuestra era, Roma creció con rapidez y aumentó su necesidad de agua.

Puesto que había pocas casas con agua corriente, los romanos edificaron cientos de baños termales, tanto públicos como privados. El primer baño de la ciudad se alimentaba del Aqua Virgo, un acueducto inaugurado en el año 19 antes de nuestra era. Su constructor fue un buen amigo de César Augusto, Marco Agripa, quien dedicó gran parte de su fortuna a mejorar y ampliar el sistema de suministro de agua de Roma.

Los baños llegaron a ser lugares de encuentro; los más grandes tenían jardines y bibliotecas. Como el flujo de agua que llegaba de los acueductos no se podía detener, se le dejaba correr hacia el alcantarillado. Eso lo mantenía limpio de residuos, incluidos los que procedían de las letrinas de los baños.

Su construcción y mantenimiento

¿En qué piensa cuando oye la expresión acueducto romano? ¿En una hilera de arcos que se pierden en el horizonte? En realidad, los acueductos eran principalmente subterráneos. Solo un 20% del recorrido era sobre arcos. Así se ahorraba dinero, se protegía al acueducto de la erosión y se reducía al mínimo el impacto sobre los campos y las zonas pobladas. Por ejemplo, el Aqua Marcia, que se terminó en el año 140 antes de nuestra era, medía unos 92 kilómetros (57 millas) de largo, pero solo tenía 11 kilómetros (7 millas) de arcos.

Antes de construir un acueducto, los ingenieros evaluaban la fuente de donde planeaban tomar el agua: la cantidad de agua que se producía, su claridad y su sabor. También evaluaban la salud de las personas que bebían de ella. Una vez aprobada la fuente, se decidía la ruta, la inclinación, la anchura y la longitud del canal. Para la construcción se usaban esclavos. Las obras podían durar años y ser muy costosas, sobre todo si había que construir arcos.

Además, había que proteger los acueductos y darles mantenimiento, para lo cual, la ciudad de Roma llegó a emplear hasta setecientas personas. Cuando se diseñaba un acueducto se pensaba en el mantenimiento que necesitaría en el futuro. Por ejemplo, para acceder a los tramos subterráneos, se perforaban pozos de inspección. En caso de grandes reparaciones, los ingenieros podían desviar temporalmente el agua del tramo afectado.

Acueductos de la ciudad de Roma

A principios del siglo III ya existían once acueductos que abastecían a la ciudad de Roma. El primero, el Aqua Appia, se construyó en el año 312 antes de nuestra era, y solo tenía 16 kilómetros (10 millas) de largo, la mayoría bajo tierra. El Aqua Claudia, del que aún se conserva parte, medía 69 kilómetros (43 millas) y tenía 10 kilómetros (6 millas) de arcos, algunos de ellos de hasta 27 metros (90 pies) de altura.

¿Cuánta agua llevaban estos acueductos a la capital del imperio? ¡Muchísima! Tan solo el Aqua Marcia transportaba unos 190 millones de litros (50 millones de galones) diarios. Cuando el agua llegaba a las zonas urbanas —gracias a la gravedad— se dirigía a tanques de almacenamiento. De allí salían ramales hacia otros tanques o directamente a la gente. El sistema de distribución llegó a ser tan grande que se cree que suministraba unos 1.000 litros (265 galones) diarios por habitante.

El imperio siguió creciendo, y como dice la obra Roman Aqueducts & Water Supply (Los acueductos romanos y el suministro de agua), “adondequiera que llegaban los romanos, llegaban sus acueductos”. 

Hoy día, los turistas que visitan Asia Menor, Francia, España y el norte de África todavía pueden admirar estas antiguas maravillas de la ingeniería.

La mayor parte del recorrido se hacía por canales, que se construían por las laderas de los montes, siguiendo la línea de pendiente deseada. Cada cierta distancia se disponían pequeños depósitos (arcas o cajas de agua) para poder regular el caudal o eliminar partículas que pudiera arrastrar el agua. Cuando se debía salvar pequeños desniveles se usaban sifones invertidos, en los que el agua pasaba bajo el obstáculo y volvía a subir al nivel anterior. Sin embargo cuando el nivel era demasiado alto, el acueducto adoptaba la forma de arquería o puente, muy característica y a la que todo el mundo comúnmente llama acueducto.


"En ocasiones, el agua de mejor calidad no se encontraba junto a las ciudades, sino a varios kilómetros de distancia.
Es el caso que expone el capítulo 'Acueductos' de Ingeniería Romana, con imágenes reales y recreaciones 3D, a través del acueducto que abastecía de agua a la ciudad francesa de Nimes.
Los romanos localizaron un manantial de montaña en la población Uzès, a 21 kilómetros de Nimes. Sin embargo, el trazado del acueducto no podía discurrir en línea recta, debido a las cadenas montañosas que se encuentran en mitad del recorrido.

Los ingenieros tuvieron que buscar una trayectoria alternativa que les obligó alevantar una construcción de 52 kilómetros de longitud.
Para que el agua llegara en las mejores condiciones a Nimes, se construyeron más de 2.600 metros de canalizaciones sobre 13 arquerías de distintas características y dimensiones.
Asimismo, se crearon más de 1.500 metros de túneles con pozos de registro, es decir, depósitos que reciben el agua y la distribuyen. La colosal obra se encontró con retos como el del cañón del río Gard.
En ese punto se alzó una de las arquerías más representativas del Imperio Romano,el puente del Gard, que también se conoce como acueducto de Nimes.
Tiene una altura de 49 metros y 360 metros de distancia, que fueron cubiertos con más de 11.000 bloques de piedra. Cada uno de ellos pesaba cerca de seis toneladas para resistir los embates del viento y del agua.

Otro de los ingenios característicos de esta construcción fue el 'castelum divisorium', el lugar desde el que se distribuía el agua a toda la ciudad de Nimes.
'Acueductos' también muestra otras impresionantes construcciones de la Hispania romana, como el acueducto de Albarracín en Cella, en el municipio de la provincia de Teruel.

Se caracterizaba por tener un trazado que pasaba por el interior de una meseta que tuvo que ser perforada.

También se puede visitar el acueducto de Peña Cortada, en Chelva, que tuvo que salvar importantes escollos topográficos de la cuenca del río Tuéjar, gracias a puentes y viaductos.


El acueducto romano de Segovia, historia y leyenda

El Acueducto de Segovia, sin duda el más conocido de los puentes de la época romana y el mayor símbolo a nivel mundial de Segovia, data de finales del siglo I y principios del siglo II. Su misión era la de traer agua desde el río Frío, en la cercana sierra de Guadarrama, para el abastecimiento de la población. El tramo más conocido del Acueducto de Segovia tiene 760 metros de longitud, y en su tramo más elevado consta de dos cuerpos de grandes arcadas de sillares de granito sobre las que discurre la conducción de agua

El núcleo del acueducto lo componen 44 grandes arcos, sobre los que se apoyan 119 arcos más pequeños. Tanto los arcos inferiores como los superiores se sujetan sin la utilización de ningún tipo de argamasa, simplemente por el equilibrio entra las fuerzas y los pesos de sus piedras. La mayor altura del Acueducto de Segovia se consigue en la Plaza del Azoguejo, donde esta fenomenal construcción alcanza los 30 metros de altura.



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