La era de la prisa
"No nos dejemos robar la esperanza, no permitamos que la banalicen con soluciones y propuestas inmediatas que obstruyen el camino, que 'fragmentan' el tiempo, transformándolo en espacio. El tiempo es siempre superior al espacio. El espacio cristaliza los procesos; el tiempo, en cambio, proyecta hacia el futuro e impulsa a caminar con esperanza". Papa Francisco
La época que perdió el tiempo.
Hace algunos años, quien escribe escuchó de un conocido que «el mal de nuestro tiempo era la falta de tiempo». Aquella máxima quizá ya había sido enunciada antes por Martin Heidegger cuando dijo que «la época moderna comenzó en el instante en que al ser humano le entró la "in-quietud" de no tener tiempo». Y que esa obsesión humana por medir el tiempo en unidades cada vez más pequeñas es «el camino más seguro para perder el tiempo esencial». La inquietud, es decir, la incomodidad con lo quieto y el movimiento innecesario, nos quitan el «tiempo esencial». Hemos nacido en una época sin tiempo porque la época nació cuando nos quedamos sin tiempo. No hay tiempo para hacer todo lo que se tiene que hacer; pero sobre todo no hay tiempo para vivir la esencia del tiempo.
En esta sociedad, damos la sensación de ir siempre corriendo y con prisas. Tenemos muchas que hacer, nos comprometemos en mil cosas, vamos siempre mirando la hora para no llegar tarde...¡Nos falta tiempo!
En esta sociedad, damos la sensación de ir siempre corriendo y con prisas. Tenemos muchas que hacer, nos comprometemos en mil cosas, vamos siempre mirando la hora para no llegar tarde...¡Nos falta tiempo! Es curioso cuando alguien llama para solicitar una entrevista. Casi siempre hace alusión al mucho trabajo que tendrá usted, al perdone usted que le moleste con estas nimiedades con lo mucho que tendrá usted que hacer...
Lo decía el poeta Juan Ramón Jiménez: ¡No corras, vete despacio, que a donde tienes que llegar es a ti mismo!
EN LA ERA DE LA PRISA
En nuestros días, hemos pisado el pedal del acelerador al máximo. Vamos todos a gran velocidad, Los coches son diseñados para correr, cada vez más, a mayor velocidad. Desde hace pocos años hemos cambiado el concepto de velocidad y espacio. La técnica ha reducido enormemente el tiempo para recorrer grandes distancias.
Hoy el correo electrónico hace que prescindamos del fax. Enviamos un correo por internet y en breves segundos podemos tener respuestas que nos llegan de la otra parte del mundo. Esta velocidad no la podían imaginar ni Colón, ni Fernando Magallanes, ni Juan Sebastián Elcano. Somos hoy, hijos de la inmediatez, navegamos por internet, cocinamos en microondas, consumimos sopas instantáneas...
PERO... LA GESTACIÓN DE UN NIÑO SIGUE DURANDO NUEVE MESES
El problema surge cuando a menudo pretendemos aplicar ese mismo ritmo y velocidad a nuestras relaciones sociales y comunitarias. Buscamos el éxito en seguida; nos cuesta esperar y consideramos que perdemos el tiempo cuando aguardamos unos resultados en asuntos y en situaciones que requieren su ritmo; nos impacienta la lentitud de nuestro caminar en la madurez; nos cansa tener que empezar, una y otra vez, el camino emprendido y abandonado otras tantas veces. No se da en nosotros la humilde paciencia de san Agustín para recomenzar cada día, olvidando el comienzo de nuevo, que logró llevar al santo de una vida licenciosa a la santidad.
Somos impacientes. Y sin embargo, un pollito sigue tardando 21 días para romper la cáscara del huevo que le aprisiona pero que le defiende; las estaciones son las mismas, las hojas del calendario caen cada mes como siempre y los días duran, como hace siglos, 24 horas, aunque nos gustaría que, unas veces, fueran más deprisa y otras, más despacio.
LA VIDA PIDE CALMA
Como todas las cosas importantes, la vida humana, la madurez, la vida comunitaria nos piden saborearlas y disfrutarlas. Para eso hay que cuidarlas con miles de detalles que requieren paciencia y serenidad ya que tienen su propio ritmo y no se pueden acelerar. Todo lo que es valioso en la vida humana, exige procesos bien orientados, a veces lentos en su crecimiento y en su desarrollo.
No se puede pretender una disculpa rápida por parte de quien nos ha estorbado u ofendido. Fracasaría el intento de cambiar a un chico o chica de irresponsable en formal y correcto con una sola intervención educativa.
Es estúpido aplicar a la evolución de los acontecimientos la r de rapidez, convirtiéndola en revolución. Las revoluciones no han llevado nunca a la madurez por su precipitación y su escasa preparación. Cuando uno tiene excesiva prisa, no escucha, no atiende, deja las cosas a medias, pierde los nervios fácilmente o entra en ansiedades irracionales, Las prisas engendran descuido, mal uso de las cosas por apresuramiento, ansiedad e irritación fácil ante lo que no se acaba, falta de reflexión y de renovación pudiendo caer en una rutina mecánica y sin vida. Los asuntos importantes requieren calma y tranquilidad. Como dice el refrán hay que dar tiempo al tiempo. Cuando alguien actúa con prisas no se detiene en los detalles, se irrita demasiado y no tiene tiempo ni ganas de sonreír...
Particularmente en las relaciones comunitarias hemos de ir con mucho cuidado para actuar maduramente. Sobre todo porque cada uno tiene su propio ritmo y, a veces, pretendemos que todos sigan nuestro paso y respondan pronto a nuestras peticiones y que reaccionen fácilmente a algo que les presentamos y que nosotros tenemos muy claro.
Incluso, en ocasiones, nos conformamos con muy poco: simplemente deseamos que los demás reaccionen a nuestros requerimientos, Cuando los demás no reaccionan como nosotros queremos, nuestra irritación y malestar puede subir de tono. Nos encontramos realmente incómodos, agresivos, descontentos, desanimados. Parece que no hay nada que hacer.
Todo esto no son más que indicadores de una falta de madurez por parte nuestra. No hemos aprendido a respetar el ritmo de cada uno. Nuestro papel es sembrar y esperar. Reaccionamos impacientemente porque somos inmaduros y algo pretenciosos. Nos olvidamos del consejo de Cristo: No arranquéis la cizaña, dejad que crezca y cuando llegue el verano se podrá separar del trigo... Si lo hacéis ahora podríais arrancar, al mismo tiempo, el trigo y estropear la buen cosecha...¡Tened paciencia!
Actuar maduramente, con amor, en la vida hay que ser paciente. El amor es paciente, escribe Pablo a los Corintios. Las prisas distorsionan la realidad. La sabiduría de las personas sencillas lo ha sabido expresar con claridad: El que espera, desespera y el que viene, nunca llega... Cuando se aguarda algo o a alguien y nos domina la prisa, los minutos nos parecen horas y las horas, días enteros.
El Señor no está ni en el huracán ni en el viento impetuoso, sino en la brisa y en la calma de la tarde.
Obrar con tranquilidad y serenidad da mejores resultados que la precipitación y la celeridad. Lo decimos pero no nos convencemos... y, a pesar de que sabemos que la velocidad se cobra muchas vidas en las carreras, cuando nos interesa, pisamos fuerte el acelerador.
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