miércoles, 12 de febrero de 2014

LA POESÍA DESGARRADORA DE ÁNGELA FIGUERA AYMERICH



«Yo poeta declaro que escribir poesía 
es decir el estado verdadero del hombre 
es cantar la verdad es llamar por su nombre 
al demonio que ejerce la maldad noche y día. 

El poeta es el grito que libera la tierra 
la primera montaña que divisa la aurora 
la campana que toca la canción de la hora 
el primer corazón que lastima la guerra». 

Agustín Millares

*
"Hombre, redime al hombre vivo. 
Álzate y anda entre los vivos, 
lucha con los vivos, gánate el pan. 
Hombre, haz que las flores sean 
para los vivos, 
haz que el aceite sea para los vivos 
y el vino de la vid para la vida". 
Pablo Armando Fernández

*
“Poeta es aquel que en medio 
de las diez mil cosas que nos distraen, 
es capaz de “ver” lo esencial 
y llamarlo por su verdadero nombre”. 
Rubem Alves

*
"Poesía es "Rascar hasta el hueso, 
asumir en toda su hondura 
el desconcierto y la perplejidad, 
no ahorrarse preguntas. 
Aceptando en definitiva, 
que lo que caracteriza 
a este momento histórico 
es la disolución de las marcas de certeza, 
y admitir certezas sólo en lo que tiene 
que ver con las convicciones éticas". 
Gerardo Caetano


Ángela Figuera Aymerich es la más terrenal de nuestras ángelas. Lo más presente de su canto terrenal es el árbol. Pero como sucede siempre con los árboles, entre más hondas y fuertes son sus raíces, con mayor decisión se eleva hacia el cielo destacándose entre todos por su belleza y vigor. Ángela se interesa por lo concerniente al hombre, y rechaza todo lo que es perfecto, como los lirios y los ángeles. Asume la imperfección del ser humano, y hace de esa imperfección una obra de arte diferente, perdurable, fuerte. ¡Qué valor el de Ángela al usar un lenguaje llano, cuando en España estaban tan de moda los juegos y las lujuriosas metáforas de un García Lorca, de un Vicente Aleixandre, de un Rafael Alberti...!


Gran parte de la poesía de la Figuera se dirige a las situaciones, situaciones medularmente vitales como un nacimiento, una fiesta ritual... una derrota, una victoria, un entierro. Pero ella extrae lo esencial de esa situación, elevándola a la categoría de eterna.


Ángela Figuera, nacida entre mar y montaña, tendrá siempre el conflicto entre la tierra, que representa estabilidad, y el agua que simboliza el misterio, lo huidizo, lo inefable, contra lo visual concreto, germinante y palpable de la tierra, pero siempre en ella, al fin mujer, al fin poeta, predomina esa multiplicidad del siglo veinte, que conduce a los poetas a otra meta distinta de la que ellas inicialmente se trazaron. Murió en Madrid en 1984.



Balance


Es hora de echar cuentas. Retiraos.
Dejad ese bullicio del paseo,
la mesa del café, la santa misa,
y el bello editorial de los periódicos.
Entrad en vuestra alcoba. Echad la llave.
Quitaos la corbata y la careta,
iluminad el fondo del espejo,
guardad el corazón en la mesilla,
abríos las pupilas y el costado.
Poneos a echar cuentas, hijos míos.

Tú, invicto general de espuela y puro,
echa tus cuentas bien, echa tus cuentas.
Toma tus muertos uno a uno, ciento
a ciento, mil a mil, cárgalos todos
sobre tus hombros y desfila al paso
delante de sus madres.

Y tú, ministro, gran collar, gran banda
de tal y cual, revisa, echa tus cuentas.
Saca tu amada patria del bolsillo
como un pañuelo sucio sin esquinas.
Extiéndelo y sonríe a los fotógrafos.

Y tú, vientre redondo, diente astuto,
devorador del oro y de la plata,
señor de las finanzas siderales,
echa tus cuentas bien, echa tus cuentas,
púrgate el intestino de guarismos
y sal si puedes que te dé la lluvia.

Tú, gordo y patriarcal terrateniente
esquilador de ovejas y labriegos.
Tú, cómitre del tajo y la galera,
azuzador de brazos productivos.
Tú, araña del negocio. Tú, pirata
del mostrador. Y tú, ganzúa ilustre
de altos empleos, ávida ventosa
sobre la piel más débil, echa cuentas,
medita y examínate las uñas.

Y tú, señora mía y de tu casa,
asidua del sermón y la película,
tú, probo juez de veinte años y un día,
tú, activo funcionario de once a doce,
y tú, muchacha linda en el paseo;
tú, chico de familia distinguida
que estudias con los Padres y no pecas.

Y tú, poeta lírico y estético,
gran bebedor de vino y plenilunios,
incubador de huevos de abubilla
en los escaparates fluorescentes,
sumad, restad, haced vuestro balance,
no os coja el inventario de sorpresa.

Tú no, pueblo de España escarnecido,
clamor amordazado, espalda rota,
sudor barato, despreciada sangre,
tú no eches cuentas, tienes muchas cifras
de saldo a tu favor. Allá en tu día,
perdónanos a todos nuestras deudas,
perdónanos a todos en tu nombre
y hágase al fin tu voluntad
así en España
como en el cielo.

(En: Belleza cruel, 1958)

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"Unidad"

Si todos nos sintiéramos hermanos.
(Pues la sangre de un hombre, ¿no es igual a otra sangre?)
Si nuestra alma se abriera (¿No es igual a otras almas?)
Si fuéramos humildes. (El peso de las cosas,
¿no iguala la estatura?)

Si el amor nos hiciera poner hombro con hombro,
fatiga con fatiga
y lágrima con lágrima.

Si nos hiciéramos unos.
Unos con otros.
Unos junto a otros.
Por encima del fuego y de la nieve;
aún más allá del oro y de la espada.

Si hiciéramos un bloque sin fisura
con los dos mil millones
de rojos corazones que nos laten.

Si hincáramos los pies en nuestra tierra
y abriéramos los ojos serenando la frente,
y empujáramos recio con el puño y la espada,
y empujáramos recio, solamente hacia arriba,
qué hermosa arquitectura se alzaría del lodo.

Ángela Figuera Aymerich
en Los días duros (1953),
incluido en Poesía española 1939-1975. 
Antología (Ediciones Tarraco, Tarragona, 1977, 
ed. de Ricardo Velilla).

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SALVE ESPAÑA 

Dios te salve, 
tierra y madre 
sin misericordia; 
muerte, amargura y esperanza 
nuestra, 
Dios te salve. 
A ti llamamos, 
a ti suspiramos 
gimiendo y llorando 
en tu valle de lágrimas. 
(De lágrimas, ¿por qué? ¿Por qué de 
llanto tus hombres y tus ríos se 
alimentan?) 
A ti clamamos 
los desterrados 
de ti, que en ti vivimos extranjeros, 
de tu raíz de ayer desposeídos, 
de tu verdad de hoy eliminados, 
a tu futura herencia no admitidos. 
A ti llamamos 
los huérfanos de ti en tu propia 
entraña, 
los que a diario te aman y te sufren, 
los que te llevan, ácida en la sangre, 
los que sus huesos sueldan con tus 
huesos 
y no saben salvarte y balbucean 
“que Dios te salve” por si Dios 
escucha.


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Canto rabioso de amor 
a España en su belleza

Poema del libro: 

BELLEZA CRUEL (1958) 
de ANGELA FIGUERA.

Con los ojos cerrados, con los puños cerrados, con la boca cerrada, España, canto tu belleza. Y con la pluma ardiendo y con la pluma loca de amor rabioso canto y firmo. Belleza sobre ti y en tus entrañas de miel y granito, y en tu cielo, y en tus encadenadas cordilleras y en tus encadenados hombres, canto.

De siglo en siglo en olas y torrentes de barro ibero, en sucesivas olas de tierras y metales agregados, de frutos madurados poco a poco bajo tu fiero sol, me vienes, madre. Me viene tu belleza tierna y dura, tu corazón rodando enamorado hasta embestirme, hasta llenarme toda, hasta romperme el miedo y la corteza.

De siglo en siglo con tus ríos dulces, puertos alegres, míticas ciudades, piedras labradas, torreones, claustros, palacios, catedrales y conventos, pueblos de tierra, cementerios míseros, huertos, jardines, patios y zaguanes, cristos sangrientos, sonrosadas vírgenes, lanzas y escudos, cálices y códices; de siglo en siglo con cincel y gubia, con mística y ascética y pinceles, con el arado, el yunque y el martillo, la pluma y los telares me has llegado.

De sueño en sueño con palmeras y agua, con limoneros, nardos y arrayanes, vino y almendra, música y aceite; de mar a mar, al remo y a la vela, con sal y caracolas, con pescados, playas doradas, ásperos cantiles; de tierra en tierra con praderas húmedas, sierras nevadas, florecidos valles, pardas llanuras, parameras ásperas, cierzos helados, delicadas brisas oliendo a los tomillos de tu aliento, de siglo en siglo me has llegado, España.

Tú me has parido y hecho y traspasado de dicha y de dolor hasta los huesos con tu belleza que se clava y ciñe como un cilicio rojo en mi cintura y hace subir mi sangre a borbotones entre garganta y verso para ahogarme de amor rabioso, de vergüenza sorda, de amor, de amor, de amor, de amor rabioso.

Porque eres bella, España, y agonizas bajo mis pies, herida en tus cimientos. Porque te veo andando entre zarzales por todos los caminos rezagada con una cruz al cuello y otro al hombro, durmiendo en las cunetas de la gloria para soñar perdidas carabelas con ojos anegados de ceniza.

Porque te veo escuálida y desnuda, comiendo el pan moreno de tu vientre, bebiéndote el gazpacho de tu sangre, desposeída de oros y de espadas, borracha en copas, vapuleada en bastos, por todos malcomprada y malvendida, pordioseando impúdica en la puerta de la opulenta Catedral del Mundo.

Porque eres bella, España, y te me mueres, viuda, asesina y mártir de tus hijos, a mil años y un día condenada. Porque eres bella, España, y te me mueres porque eres mía, España, y no te absuelvo del mal de España, canto tu belleza y fecho y firma a corazón parado, boca cerrada y apretados puños, clavándome la lengua con los dientes, porque no quiero blasfemar tu nombre.

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¡NO QUIERO!

que los besos se paguen 
ni la sangre se venda 
ni se compre la brisa 
ni se alquile el aliento. 

No quiero 
que el trigo se queme y el pan se escatime. 
No quiero 
que haya frío en las casas, 
que haya miedo en las calles, 
que haya rabia en los ojos. 

No quiero 
que en los labios se encierren mentiras, 
que en las arcas se encierren millones, 
que en la cárcel se encierre a los buenos. 

No quiero 
que el labriego trabaje sin agua 
que el marino navegue sin brújula, 
que en la fábrica no haya azucenas, 
que en la mina no vean la aurora, 
que en la escuela no ría el maestro. 

No quiero 
que las madres no tengan perfumes, 
que las mozas no tengan amores, 
que los padres no tengan tabaco, 
que a los niños les pongan los Reyes 
camisetas de punto y cuadernos. 

No quiero 
que la tierra se parta en porciones, 
que en el mar se establezcan dominios, 
que en el aire se agiten banderas 
que en los trajes se pongan señales. 

No quiero 
que mi hijo desfile, 
que los hijos de madre desfilen 
con fusil y con muerte en el hombro; 
que jamás se disparen fusiles 
que jamás se fabriquen fusiles. 

No quiero 
que me manden Fulano y Mengano, 
que me fisgue el vecino de enfrente, 
que me pongan carteles y sellos 
que decreten lo que es poesía. 
No quiero amar en secreto, 
llorar en secreto 
cantar en secreto. 

No quiero 
que me tapen la boca 
cuando digo no quiero. 

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CUANDO NACE UN HOMBRE...

Cuando nace un hombre
siempre es amanecer aunque en la alcoba
la noche pinte negros cristales.

Cuando nace un hombre
hay un olor a pan recién cocido
por los pasillos de la casa;
en las paredes, los paisajes
huelen a mar y a hierba fresca
y los abuelos del retrato
vuelven la cara y se sonríen.

Cuando nace un hombre
florecen rosas imprevistas
en el jarrón de la consola
y aquellos pájaros bordados
en los cojines de la sala
silban y cantan como locos.

Cuando nace un hombre
todos los muertos de su sangre
llegan a verle y se comprueban
en el contorno de su boca.

Cuando nace un hombre
hay una estrella detenida
al mismo borde del tejado
y en un lejano monte o risco
brota un hilillo de agua nueva.

Cuando nace un hombre
todas las madres de este mundo
sienten calor en su regazo
y hasta los labios de las vírgenes
llega un sabor a miel y a beso.

Cuando nace un hombre
de los varones brotan chispas,
los viejos ponen ojos graves
y los muchachos atestiguan
el fuego alegre de sus venas.

Cuando nace un hombre
todos tenemos un hermano.
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NADIE SABE

Abre tus ojos anchos al asombro
cada mañana nueva y acompasa
en místico silencio tu latido
porque un día comienza su voluta
y nadie sabe nada de los días
que se nos dan y luego se deshacen
en polvo y sombra. Nadie sabe nada.

Pisa la tierra. Vierte la simiente.
Coge la flor y el fruto. Sin palabras.
Pues nadie sabe nada de la tierra
muda y fecunda que, en silencio, brota,
y nadie sabe nada de las flores
ni de los frutos ebrios de dulzura.

Mira la llamarada de los árboles
irguiéndose en lo azul. Contempla, toca
la piedra inmóvil de alma intraducible
y el agua sin contornos que camina
por sus trazados cauces ignorándolos.
Sueña sobre ellos. Sueña. Sin decirlo.
Pues nadie sabe nada de los árboles
ni de la piedra ni del agua en fuga.

Mira las aves, altas, desprendidas,
rayando el sol a golpe de sus alas.
Toma del aire el trino y el gorjeo,
pero no quieras traducir su ritmo,
pues nadie sabe nada de los pájaros.
Mira la estrella. Vuela hasta su altura.
Toma su luz y enciéndete la frente,
pero no inquieras su remoto arcano
pues nadie sabe nada de la estrella.

Besa los labios y los ojos. Goza
la carne del amante sazonada
secretamente para ti. Acomete
con decisión humilde la tarea
del imperioso instinto. Crece y ama.
Mas nada digas del tremendo rito
pues nadie sabe nada de los besos,
ni del amor ni del placer ni entiende
la ruda sacudida que nos pone
el hijo concluido entre los brazos.

Clama sin gritos. Llora sin estruendo.
Cierra las fauces del dolor oscuro,
pues nadie sabe nada de las lágrimas.

Vete a hurtadillas con discreto paso.
Traspasa quedamente la frontera,
pues nadie sabe nada de la muerte.

Ángela Figuera Aymerich
(poeta española nacida en Bilbao en 1902. 
Junto con Blas de Otero y Gabriel Celaya, 
formó parte del importante Triunvirato Vasco 
de la poesía de post-guerra)




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