jueves, 14 de marzo de 2013

LA PRIMERA PIEDRA. LA IGLESIA DEL SIGLO XXI



 
La primera piedra 
Por Alfonso Llano Escobar, S.J.*
La Iglesia del siglo XXI deberá salir de los templos, abandonar los lujos y acercarse a las comunidades más pobres.

El siglo XXI marca el ingreso de Occidente a un nuevo período de su ya larga historia, en el que la fe católica asumirá la misión que el Señor Jesús le señaló de ser el 'fermento de la masa', vale decir, de la sociedad.

La verdad, ya no veremos más el predominio público de que gozó la Iglesia Católica hasta el siglo XX. Tampoco presenciaremos ni sufriremos, en el interior de la misma Iglesia, el poder de una monarquía absoluta, la última según el modelo diseñado por el Concilio Vaticano I en 1870, y pensado para dar la apariencia de una Iglesia firme y poderosa que silenciaba los estertores de un modelo de Iglesia propio de finales del segundo milenio. Monarquía absoluta, la última que sobrevive a la Revolución Francesa, y que debió haber sido la primera en no existir o, al menos, la primera en desaparecer.

"El Mayor entre vosotros será como vuestro servidor. Uno sólo es vuestro Maestro, y todos vosotros sois hermanos": Mateo 23,8

Quiero expresar los deseos que recojo latentes en tantos corazones amargados por el malestar que viven en la Iglesia, una Iglesia que quisieran más evangélica, más cercana a su modelo, Jesús de Nazaret, y a la primera comunidad cristiana que se fue formando al calor de su presencia resucitada. Presentaremos unas sugerencias que nacen del amor a la madre Iglesia, no del odio, de la amargura, ni de la crítica destructiva. Sólo el verdadero amor puede emitir críticas constructivas, críticas objetivas y bien fundadas, que se conviertan en deseos puros, en oraciones matutinas de todos los hijos de tan gran señora. Óyenos, madre: te amamos, te queremos joven, virgen y madre, humilde y grande a la vez. Madre: prepárate para vivir un siglo nuevo, distinto de todos los anteriores en su forma externa, igual a todos, porque nos seguirás ofreciendo el misterio de Jesucristo, nuestro Dios y Señor, hijo del hombre e hijo de Dios, luz de los senderos perdidos, fuerza de los débiles, alegría de los tristes, riqueza de los pobres, Iglesia, madre de todos.


 
El papa que todos queremos en el siglo XXI

1. Que gobierne a la Iglesia colegiadamente, con una autoridad compartida, como en la primitiva Iglesia (LG 19 y 20), en igualdad de jurisdicción con el patriarca ortodoxo y con los pastores protestantes, en concreto, con el Primado Anglicano.

2. Que las tres iglesias cristianas convoquen un concilio ecuménico, compuesto por todos los obispos de ellas, y cuyo tema central sea Jesucristo, el de ayer, hoy y siempre.

3. Que haga la 'Perestroika' o desmonte del Vaticano y de todas las estructuras y 'dignidades' eclesiásticas, anacrónicas, antievangélicas y escandalosas.

4. Que abandone el Palacio Vaticano y la Basílica de San Pedro y los convierta en museos, y que haga lo mismo con tantas catedrales y basílicas medievales; que deponga todo tipo de vestimentas raras y pomposas, lujo y aparato externo, y que se trasladen a vivir en barrios de condición modesta.

5. Que acabe con el colegio cardenalicio -por supuesto, que al día siguiente de la muerte de los tres cardenales colombianos-, dignidad obsoleta, resto de edades vencidas, recuerdo ingrato y caduco de privilegios del nepotismo papal; y que la elección del nuevo Papa la haga un cónclave compuesto por los presidentes de las conferencias episcopales. Que los señores obispos sean elegidos por la comunidad eclesial, entre el clero diocesano, o por el Cabildo de la Catedral y que luego sean confirmados por el papa.

6. Que predique más a Jesucristo y que se pronuncie menos sobre asuntos de moral sexual, siguiendo el ejemplo de las demás iglesias y religiones. Que los predicadores se ocupen menos de exaltar a las autoridades de la Iglesia, en concreto, al mismo pontífice, y más de predicar el reino de Dios.

7. Que el papa y demás autoridades de la Iglesia se ocupen más de los pobres, enfermos y pecadores, tal como lo hizo Jesucristo, y que prediquen una devoción moderada y sensata a María, subordinada en todo a Jesucristo.

8. Que se respete más la conciencia de los fieles en el sacramento de la reconciliación (confesión), y se reconozcan los derechos de los sacerdotes y la autonomía de los fieles.

9. Que sus obras sean más abundantes y sus pronunciamientos, menos frecuentes, reconociendo los errores propios y de otros papas, como lo viene haciendo Juan Pablo II.

10. Que el papa renuncie al servicio episcopal de Roma a los 75 años de edad, como se les exige a los demás obispos de la Iglesia.



El sacerdote que todos deseamos para nuestras parroquias

1. Que sea hombre a carta cabal, sencillo, alegre, orientador, sociable, abierto, que sobresalga por el trato maduro y respetuoso con todos sus fieles, y que se le permita vivir en matrimonio, si así lo desea, procurando dar ejemplo en su vida sexual y afectiva.

2. Que sea un hombre de fe, de oración, un hombre culto que sintonice con la cultura de su siglo, bien preparado en el uso de los medios actuales de comunicación.

3. Que predique sobre el evangelio del día, en forma corta, clara y erudita. Pero que no se contente con predicar a quienes se acerquen al templo, sino que salga de su casa cural a visitar a los enfermos, pobres y pecadores, y reparta por doquier la misericordia de Cristo.

4. Que acoja con especial cariño y comprensión a los pobres, a los pecadores y a los enfermos de su parroquia, procurando hacerse ayudar de los demás fieles, para llegar a todos, dándose a todos, orando por todos.

5. Que sea misericordioso con quienes vienen a reconciliarse con el Señor Jesús y con la comunidad eclesial, sin regañarlos ni humillarlos con preguntas que nunca hizo el Padre misericordioso al hijo pródigo cuando regresó de sus 'andanzas'.

6. Que oriente, consuele y ayude a todos, sin imponer, mandar ni humillar a quienes se acerquen a él en busca de pan, consuelo o perdón, sin distinción de raza, sexo o religión.

7. Que sea un hombre estudioso de la teología actual para que pueda alimentar a sus fieles con la predicación de una fe renovada, centrada en Jesucristo.

8. Que sea abierto con el señor obispo y atento a seguir sus órdenes sensatas, pero libre, con la libertad del evangelio, y con la sana autonomía que le reconoce el Concilio Vaticano II. Que exija el reconocimiento de sus derechos y la mayoría de edad. Ser sacerdote no es ser esclavo de las autoridades eclesiásticas, sino un servidor alegre y libre de los demás.

9. Que anteponga el evangelio al derecho canónico y a la moral, recordando el proceder del Señor Jesús, quien dijo: "El sábado (la ley) está al servicio del hombre y no el hombre al servicio del sábado": Marcos 2,27-28

10. Que se distinga por su amor a Jesucristo y por la entrega a los más pobres y marginados de su parroquia, organizando, con la ayuda y la generosidad de sus fieles, obras estables de educación, alimentación y vivienda.


El creyente que Jesucristo desea para su Iglesia en el siglo XXI

1. Ante todo, que sea un ser humano auténtico y honesto a carta cabal.

2. Luego, que sea un creyente en Jesucristo resucitado y presente en su Iglesia, que sea sincero, honesto, alegre y predicador de Jesucristo más con el ejemplo que con la palabra.

3. Que si decide casarse, piense en construir, de mutuo acuerdo con su cónyuge, un amor maduro, fiel e indisoluble, para bien propio, de sus hijos y de la comunidad eclesial y civil, y observe una regulación de la natalidad de acuerdo con su cónyuge, siguiendo las indicaciones de la Iglesia, del médico y de su conciencia.

4. Que ejerza su oficio con honestidad total, como un servicio a Dios y a la patria. Si es profesional, que procure ponerse al día en los conocimientos científicos y en las exigencias de una ética profesional sensata y adaptada a la hora actual, y que cumpla con sus deberes de ciudadano.

5. Que aprenda a conjugar su sana libertad y autonomía con leal sumisión a las orientaciones de la Iglesia.

6. Que se muestre comprometido con los intereses de su país y de la Iglesia, colabore con las obras sociales y parroquiales. Si es político o empleado público, que respete al máximo el dinero del fisco que pasa por sus manos como dinero de Dios y de los contribuyentes para obras públicas.

7. Que ame a todos, en especial a los más cercanos, a los pobres, enfermos y pecadores. Que jamás odie al enemigo ni hable mal de nadie.

8. Que colabore efectivamente con la paz nacional haciendo primero la paz en su corazón y en su hogar con obras de justicia.

9. Que ponga el comienzo y el fin de su vida en manos de Dios.

10.Que ame a la Virgen María, como modelo de fe, y la honre como madre del hijo de Dios y madre propia, sin necesidad de creer en novenas, apariciones y excesos devocionales que perjudican a María y a la Iglesia.

Termino con una anécdota que viene muy a cuento. Un obispo, recién nombrado como tal, adornado de mitra, capa y báculo, quiso visitar una comunidad parroquial de su diócesis. Avanzaba lentamente, acompañado de sacerdotes, también revestidos, y de un buen séquito de acólitos. Un niño que jugaba en la calle vio venir el pomposo desfile, y corrió a llamar a su mamá diciéndole a gritos y lleno de alborozo: "¡Mamita, mamita, ven a ver un desfile de disfraces que pasan por la calle!".

 
* Director del Instituto de Bioética de la Universidad Javeriana




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