miércoles, 20 de marzo de 2013

EL FRANCISCO QUE BUSCAMOS Y QUE CANTA

 

EL FRANCISCO QUE BUSCAMOS
 
Los hombres necesitamos
recuperar utop
í
as,
redescubrir la alegr
í
a
y so
ñ
ar lo que anhelamos.

El cansancio, la tristeza,
la depresi
ó
n y el olvido,
la ilusi
ó
n que se ha perdido,
los sue
ños que no se sueñ
an...

Son s
í
ntomas que nos muestran
que algo bello hemos perdido,
algo profundo y querido,
algo en nuestra misma esencia.

Buscamos, acaso a tientas,
manoteando sin sentido,
ese misterio escondido,
esa esperanza que anhela.

Nos dicen que no hay camino.
No es verdad, hay uno cierto,
es Jesucristo que ha muerto,
resucit
ó y está
vivo.

Para poder encontrarlo,
para que podamos verlo,
descubrirlo, conocerlo
y enamorados, amarlo...

Él nos dejó
un pregonero,
un hombre m
í
nimo y puro,
simple, profundo y seguro
de ser de Dios mensajero.

Como un lirio sobre el monte
de la aridez de los tiempos,
fecundado por el viento,
perfuma nuestro horizonte.

Francisco es mito viviente,
es la poes
í
a encarnada,
la paz personificada,
profec
í
a permanente.

Él encontró
su camino
e hizo de Cristo su vida,
descubri
ó su melodí
a
y se sinti
ó
peregrino.

Fue incendio de Amor puro,
de libertad liberada,
de caridad impensada,
de ayuno y trabajo duro.

Su nostalgia de inocencia,
su vida reconciliada,
su oraci
ó
n pura y confiada
fueron sed de trascendencia.

Fue su horizonte el del mundo,
el del cosmos que lo envuelve
y a su buen Dios puede verle
transparentado en su mundo.

Su vida es proclama viva,
puro anuncio de Evangelio
que rompe su cautiverio
y libera su poes
í
a.

Tiene alma de poeta,
de juglar, de trovador,
es heraldo del Se
ñ
or
y en la historia, su profeta.

Francisco es mito viviente,
se descubre en él al hombre
puro y simple que responde
a su vocaci
ó
n consciente.

É
l es solamente un hombre,
un ad
á
n reconciliado
que ha superado el pecado
all
í
donde Dios se esconde.

Es capaz de una ternura
que en su vigor no se pierde,
cortés y agradable al verle,
esencial en su dulzura

Un hombre que vuelto ni
ñ
o
descubri
ó
en Dios a su Padre,
e intuy
ó
que era una Madre
que cuida y ama a sus hijos.

Fue tan rico en su pobreza
que el mundo le respond
í
a
y descubri
ó la armoní
a
que est
á
en la naturaleza.

Fue peque
ñ
o, humilde, esclavo
liberado en su obediencia,
te
ó
logo de la ciencia
que es amar y ser amado.

Es rey de las relaciones,
derroche de simpat
í
a,
una copa de armon
í
a
burbujeante de emociones.

Hermano por excelencia
de los hombres y las cosas,
descubre que son hermosas,
transparencia de Belleza.

Para él Dios es cotidiano
porque volvi
ó al paraí
so
y Dios se hace encontradizo
si en el jard
í
n lo buscamos.

Es Padre de un mundo nuevo,
revolucion
ó
su tiempo
y la Iglesia desde dentro:
el Cristo del Medioevo.

Todos los hombres llevamos
un mito en nuestros adentros,
necesidad de un encuentro
con aquello que buscamos.

El sentido de la vida,
el para qué de la historia,
sanar en nuestra memoria
el dolor de las heridas.

Estamos llenos de anhelos,
de sue
ñ
os insatisfechos,
de frustraciones de hecho,
de l
á
grimas sin consuelo.

Quiz
á
s Francisco en su vida
sea una simple respuesta,
una puerta que est
á
abierta,
un vino que se convida.

Él buscó
como nosotros
y reencontr
ó el paraí
so,
estaba adentro y lo quiso
compartido con los otros.

Es por eso que Francisco
supera todos los tiempos,
los credos y sentimientos
sectarios de todo tipo.

Su amor es universal,
su mensaje vence el tiempo,
por eso en cada momento
Francisco siempre es actual.

ES el sue
ñ
o realizado
de la humanidad lograda,
de su esencia reencontrada
en Cristo Resucitado.

Es el hombre que ha encontrado,
la b
ú
squeda realizada,
es la verdad alcanzada,
el l
í
mite superado.

Es un sue
ñ
o hecho persona,
aquel que todos so
ñ
amos,
es el hombre que buscamos
cuando rezamos a solas.

Es el que arranca en nosotros
los mejores sentimientos,
los que llevamos adentro
y nos dicen lo que somos.

Francisco es Amor y vida,
esp
í
ritu y hombre nuevo,
oraci
ó
n hecha jilguero,
coraz
ón de la poesí
a.

Es un gorri
ó
n liberado
atravesando tu cielo,
tan simple como tu anhelo
de seguirlo y alcanzarlo.

Francisco es la melod
í
a
del Amor en que te duermes,
ante el que estamos inermes
porque acuna nuestra vida.

Francisco es la brisa suave
que acaricia tu conciencia,
su perfume es providencia
de aquel Amor que te invade.

Francisco es licor del cielo,
el gusto de lo que anhelas,
embriaguez de lo que esperas,
ojos llenos de consuelo.

Es un prado de amapolas
en el valle de tu vida
y el color que se escond
í
a
en alas de mariposas.

Es nostalgia de pureza,
de limpidez de agua clara,
de amanecer, de esperanza,
de cielo azul, de limpieza.

Es el vuelo de un jilguero
que solitario en el cielo
canta expresando su anhelo
de Amor puro y verdadero.

Y es un petirrojo herido
en fuego de Amor profundo,
en fuego que incendia el mundo,
en el que est
á
consumido.

Ruise
ñ
or enamorado
que canta a Dios por las noches,
grillo silvestre en el bosque
tocando para su Amado.

Es esperanza alcanzada
de una vida verdadera
y caridad que genera
una fe que no se apaga.

Hermano, mira a Francisco
que es transparencia de Cristo
y proclama lo que has visto
anunciando a Jesucristo.



Alejandro R. Ferreirós

 
 

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