jueves, 14 de julio de 2011

GIUSEPPE GARIBALDI, EL HÉROE DE LOS DOS MUNDOS





Este año 2011 recorren las celebraciones por los 150 años de la unidad de Italia. Fue justo en 1861, después de las guerras contra los austriacos, que terminó el largo periodo de luchas políticas y militares dentro y fuera del país, y se llegó a la unidad nacional; la Unidad se proclamó en Torino precisamene el 17 de marzo de 1861, y la ciudad llegó a ser la primera capital de Italia. Torino siguió siendo la capital durante 4 años hasta el 1865, cuando el centro del gobierno cambió y se fue a Florencia . Sólo desde el 1871 la capital se puso en la actual Roma, cuando la unidad del país fue definitivamente completa.

Las celebraciones por los 150 años de la Unidad italiana empezaron oficialmente el 7 de enero en Reggio Emilia, ciudad de la región Emilia-Romagna, con la participación del Presidente de la República Giorgio Napolitano. Empezaron aquí por supuesto por un motivo preciso: fue en Reggio Emilia , el 7 de enero de 1797, que el Tricolor, la Bandera Italiana de tres colores, se adoptó como bandera oficial .








Giuseppe Garibaldi: el guerrero sin fronteras de la independencia. Muchos aventureros cruzaron mares, desiertos y selvas para llegar a lugares nunca imaginados ni conocidos, cada uno en busca de un sueño... pero pocos han llegado tan lejos en su anhelo de libertad para los hombres y el suelo que éstos habitan como Garibaldi. Combatiente fiero y tenaz, luchó en cuanta gesta independentista surgía a través de sus viajes interminables. Un viajero siempre en búsqueda de su ideal: la libertad.


De marinero a capitán

Nació el 4 de julio de 1807 en Niza (Italia). Hijo de un pescador, pasó toda su juventud navegando. En 1824 José Garibaldi, su padre, parte de Niza, su ciudad natal, a bordo del bergantín Costanza con destino a Odesa. El joven Garibaldi viaja como grumete. Después de tres años de navegación, en 1827 se embarca como "segundo" en la nave Córtese con destino a Ta-ganrog. Son los años de la revolución griega contra Turquía y de la consiguiente crisis oriental. Las aguas griegas están infestadas de buques corsarios. Al año siguiente, habiendo enfermado durante el viaje de retorno, es desembarcado en Constantinopla, de donde regresa a Niza.

En 1831 decidido a continuar la carrera del mar. Un año más tarde obtiene la licencia de Capitán de Segunda Clase. Por 1832 a su llegada a Taganrog a bordo de la nave Clorinda, es arrestado bajo acusación de "grescas callejeras"; sin embargo todo queda en la nada después de la intervención de la esposa del gobernador. Al año siguiente, regresa a Taganrog donde toma contacto con un emisario de la logia "Joven Italia", dirigida por Giuseppe Mazzini, que pretendía la unificación del pueblo italiano dentro de una república autónoma, a la cual adhiere. Por entonces, Italia –que desde el fin del imperio romano se había convertido en teatro de rivalidades y hasta en un literal campo de batalla entre las potencias europeas de entonces por el dominio de codiciados territorios y reinos como los de Florencia, Pisa, Génova, Venecia y Nápoles- no había logrado la anhelada unificación.

De manera que creció y maduró respirando beligerancias y conspiraciones, lo que unido a su naturaleza inquieta y justiciera, hizo que se exacerbaran en él sus cualidades innatas, luego de conocer la obra y el pensamiento del socialista francés Saint-Simon.

Su viaje a América

El descendiente del príncipe regente de Portugal, don Juan, se había escabullido a Brasil huyendo de las invasiones napoleónicas y nombrado a su hijo emperador de Brasil, bajo el nombre de Pedro I, quien a su vez abdicó en 1831 a favor de su vástago, Pedro II, con apenas seis años de edad. Esa infantil regencia estuvo plagada, no es para menos, de no pocas etapas de agitación, ansias libertarias e ideas republicanas, en especial en buena parte de los hacendados de las regiones brasileñas del sur, hastiados de sustentar el boato de la corte, y empeñados en la abolición de la esclavitud.

Es en medio de este torbellino cuando Garibaldi no duda en ponerse a disposición de los republicanos, no solo en Brasil, sino además en Uruguay y Perú. Serán 12 años de su vida en los que luchará y se enrolará en un sinnúmero de acontecimientos bélicos, siempre al lado de los combatientes por la libertad y la independencia.

En 1835 con nombre falso (Giuseppe Pane) vuelve a embarcarse. Presta servicio como enfermero voluntario durante una epidemia de cólera y luego parte rumbo a Brasil. Allí se pone en contacto con la filial de la "Joven Italia"; en sociedad con Luigi Rossetti trata de organizar un comercio de fideos entre Río y la zona de Cabo Frío. En ese ínterin se produce la revuelta de la provincia de Río Grande do Sul contra el Imperio de Brasil y Garibaldi, deseoso de entrar en acción, obtiene algunas "patentes de corso".

En 1837 prepara una nave, la Mazzini e inicia una guerra de corso contra Brasil. La primera incursión no tiene demasiado éxito; perseguido por brasileños v uruguayos es herido de gravedad durante un combate. Su buque logra escapar y remonta el río Paraná hasta llegar a la ciudad argentina de Gualeguay donde es operado y se repone. Allí lo mantienen prisionero bajo palabra de honor; sin embargo intenta escapar y cuando lo capturan es torturado.

Imprevisiblemente al año siguiente lo liberan y parte hacia Montevideo. Allí vuelve a encontrarse con Rossetti en cuya compañía se dirige al Estado de Río Grande do Sul. En la Lagoa dos Patos, Camacuá, toma a su cargo la dirección de un astillero naval y vuelve a la guerra de corso contra los brasileños hasta que, en el año 1839 siguiendo a la flota de Río Grande, llega a Laguna, en la provincia brasileña de Santa Caterina rebelde, también, al Imperio. En 1840 la guerra toma un curso desfavorable para los riograndinos que son rechazados y sufren una serie de reveses. En Laguna, Garibaldi conoce a Anita Ribeiro y la lleva consigo.
En 1841 Anita le da el primer hijo: Menotti. En este mismo año Garibaldi decide pedir una licencia; la obtiene y regresa a Montevideo donde, de inmediato, se pone al servicio de la República. Uruguay se está desangrando a causa de una guerra civil entre el partido "colorado" que tiene al general Rivera como líder, y el partido "blanco" guiado por el general Oribe, apoyado por la Argentina. Garibaldi, que lucha al lado de los "colorados". Allí recibe el encargo de guiar una flotilla que, remontando el Paraná, deberá llegar a la rebelde provincia argentina de Entre Ríos. Alcanzado por la flota enemiga, es derrotado en la batalla de Costa Brava pero logra escapar junto a un puñado de compañeros sin ser capturado. El curso de la guerra es favorable a los "blancos" quienes, en 1843 sitian la ciudad de Montevideo.

Al mando de una "Legión Italiana" Garibaldi combate por mar y por tierra. Se produce, entonces, la intervención franco-británica en apoyo de Montevideo, y en 1845 una flota anglo-franco-montevideana remonta el río Uruguay rumbo a la ciudad de Salto; las ciudades controladas por los "blancos", o argentinas, son atacadas y, en parte, saqueadas. En1846 Garibaldi libra, en Salto, su más célebre batalla sudamericana, la de San Antonio de Salto, obteniendo una estrepitosa victoria.

La fama de sus hazañas no demora en cruzar el Atlántico y llegar a Europa, y en especial a la aún desmembrada Italia, en muchos de cuyos salones la noticia del momento era el buen hacer de Giuseppe Garibaldi como militar y estratega.

La vuelta a casa

El año 1848 era el marcado, por la historia o su destino, como el de su regreso, y con un objetivo central que sellará los próximos 30 años de su vida: la unificación italiana. Lucha pues en Lombardía contra el ejército austriaco, en lo que muchos historiadores consideran el primer paso hacia la señalada unión que llevará adelante de 1859 a 1870 Víctor Manuel II de Saboya, rey de Piamonte-Cerdeña, gracias al apoyo de uno de sus más brillantes ministros, un político que, según historiadores, estaba dotado de una voluntad enérgica e invencible: Camilo Benso, conde de Cavour.

Su intento de hacer retroceder a los austriacos no prosperó y debió refugiarse primero en Suiza y posteriormente en Niza. A finales de 1848, sin embargo, el papa Pío IX, temeroso de las fuerzas liberales, abandonó Roma, adonde se dirigió Garibaldi junto a un grupo de voluntarios.
Aunque Garibaldi no pudo entrar en Roma y él y sus hombres terminaron refugiados en San Marino, nadie duda de que este episodio constituye uno de los más épicos y recordados pasajes del llamado Resurgimiento Italiano. Los especialistas aseguran que tanto Víctor Manuel como Cavour, temerosos de perder lo logrado, fueron quienes lograron detener el avance de Garibaldi, cuando este iba ya camino a la Ciudad Eterna.

Después de haber establecido sus cuarteles en Rieti, Garibaldi y los suyos emprenden el camino de Roma, amenazada por tropas francesas y napolitanas que tratan de devolver al Papa su trono. Garibaldi combate con heroísmo: el 30 de abril derrota a los franceses y en el mes de mayo enfrenta a los napolitanos en Palestrina y en Velletri. De regreso en Roma defiende a la ciudad que está asediada por los franceses; no acepta la capitulación y se retira con pocos miles de voluntarios para seguir la lucha. Perseguido por cinco ejércitos, se refugia en San Marino después de una épica retirada. Lo acompañan Anita, embarazada, y unos pocos hombres y desde allí espera poder trasladarse a Venecia. Se embarca en Cesenatico pero, al ser perseguido, se ve obligado a desembarcar en Magnavacca; ayudado por varios amigos logra huir y es en esas circunstancias cuando Anita, extenuada y presa de fiebre altísima, muere. Garibaldi logra escaparse de los austriacos sólo por un milagro. Regresa a su patria, pero es arrestado y obligado a exiliarse. En noviembre llega a Tánger. Corre el año 1850 y permanece allí unos pocos meses. Parte hacia los Estados Unidos, establece su residencia en Nueva York y trabaja en Staten Island, en la fábrica de velas de Antonio Meucci.
Un amigo genovés, Francesco Carpaneto, se reúne con él y, juntos, parten hacia el Perú. Al mando de una nave realiza varios viajes. En 1852 se dirige hacia Cantón. Un año más tarde, después de una larga navegación, regresa al Perú. Vuelve a Nueva York y toma conocimiento de la nueva situación planteada en el Píamonte. Decide regresar a Italia y lo hace comandando la nave de su viejo amigo Antonio Figari. En 1854 En el mes de febrero llega a Londres. Allí se encuentra con Mazzini y tiene ocasión de conocer a los más prestigiosos líderes de la izquierda europea. Por fin, regresa a su Niza natal.

En 1854, Cavour, el primer ministro piamontés, creyó que si le permitía volver a Italia, Garibaldi se alejaría del republicano Mazzini. Para ello, le concedió el mando de las fuerzas piamontesas en lucha con las austriacas. Venció en Varese y Como, ambas en mayo de 1859, y entró en Brescia al mes siguiente, con lo cual el Reino de Lombardía se apropió del Piamonte. Durante el desarrollo de esta campaña, Garibaldi (cuya amante, Battistina Raveo, le da una hija) conoce a la joven marquesa Giuseppina Raimondi.

Conseguida la paz en el norte del país, Garibaldi se dirigió a Italia central. Víctor Manuel II, rey piamontés, dio al principio su apoyo a un ataque contra los territorios papales, pero a última hora le pareció demasiado peligroso y le obligó a abandonar el proyecto. Garibaldi aceptó la renuncia y se mantuvo fiel, pero la cesión de Niza y Saboya a Francia por parte de Cavour y Víctor Manuel le pareció un acto de traición y decidió actuar por su cuenta. Como por el norte un acuerdo era imposible, decidió forzar la unificación conquistando el Reino de Nápoles, bajo soberanía borbónica.

En 1860 se casa con Guiseppina Raimondi, de quien se separará inmediatamente después. Vuelve a Caprera; más tarde regresa a Turín persiguiendo un vano intento: evitar que Niza sea cedida a Francia. En tanto, se está gestando la expedición a Sicilia: casi mil doscientos hombres se embarcan en Quarto, se detienen en Talamone, desembarcan en Marsala (quedan apenas mil voluntarios). Siguen cinco meses de guerra durante los cuales Garibaldi conquista Sicilia; entra entonces en el continente, toma la ciudad de Napóles y derrota a los Borbones en la batalla del Volturno. La izquierda quería tratar la cesión del sur y Víctor Manuel II, pero Garibaldi, después de mucho pensarlo, llama a un plebiscito cuyo resultado es que la gran mayoría vota por la anexión. Después del famoso encuentro con el Rey (el llamado "Encuentro de Teano") Garibaldi regresa a Caprera.

Un luchador con ideales

En 1861 se proclamó el nuevo Reino de Italia, pero desde sus inicios Garibaldi se mantuvo en la oposición, pues Roma continuaba siendo ciudad papal. Con la consigna de «Roma o la muerte», intentó durante años luchar contra el poder pontificio, sin demasiado éxito, hasta que en 1862, en la batalla de Aspromonte, cayó herido y fue hecho prisionero. En su retiro, se dedicó a la escritura de relatos de aventuras y de sus memorias. La conquista de Roma, su gran deseo, no pudo realizarlo personalmente.

En 1862 año, siendo Vicepresidente de la "Sociedad Nacional de Tiro al Blanco", cumple un triunfal viaje por Italia septentrional, viaje que culmina en Trescore; con un puñado de voluntarios proyecta invadir el Trentino partiendo de la cercana Sarnico. Interviene el ejército, se producen arrestos en masa, hay muertes callejeras. Desde Caprera, a la cual regresa en compañía de unos pocos amigos, vuelve a partir rumbo a Sicilia e inicia, de esta manera, la empresa que terminará en Aspromonte, donde será herido y tomado prisionero. Transcurrido cierto tiempo en la cárcel de Varignano (La Spezia), Garibaldi vuelve a su isla.
Viaja a Londres en 1864, ciudad en la que es recibido con incomparable entusiasmo. Se proyecta una expedición a Europa Central que no llega a concretarse. En 1866 Italia, mediante la alianza firmada con Prusia, declara guerra a Austria. Al mando de sus voluntarios, Garibaldi lleva adelante la dura campaña del Trentino que termina con la victoriosa jornada de Bezzecca.
Al año siguiente realiza un viaje de propaganda electoral por el Veneto; pero Garibaldi ya está proyectando su intento de marchar sobre Roma pues está convencido de que la ciudad se apresta a rebelarse contra la autoridad papal. Después de una breve permanencia en Ginebra, ciudad en la que se está llevando a cabo el Congreso por la Paz, Garibaldi parte rumbo a las fronteras del Estado Pontificio para reunirse con sus voluntarios allí concentrados. Es arrestado en Sinalunga y conducido a la prisión de Alessandria. Luego es trasladado a Caprera. A pesar de la vigilancia ejercida por una escuadra, Garibaldi logra burlarla y huye; se presenta entonces en la ciudad de Florencia (capital del Reino desde 1865) para retomar la conducción de sus voluntarios. Comienza así la campaña del Agro Romano que termina con la derrota de Mentana y el triste regreso a territorio italiano. Al término de un breve período de cárcel, regresa una vez más a Caprera, donde permanecerá por espacio de dos años durante los cuales se dedica a escribir sus primeras novelas:
Para 1869 hace ya varios años que vive en la isla con Francesca Armosino que le da tres hijos; Clelia, Rosa y Manlio. Permanece en la isla hasta 1870 año en que, después que los acontecimientos de la guerra franco-prusiana han llevado a la liberación de Roma y a la caída del Imperio de Napoleón III, ofrece sus servicios a la República francesa. Parte hacia Francia, país en el que asume el mando del Ejército de los Vosgos; combate contra los prusianos y los derrota en las sangrientas jornadas de Dijon.

El final de una leyenda

Sus biografías refieren que, no obstante, una vez que sus objetivos habían sido cumplidos, la vida encontró a un Garibaldi huérfano de un proyecto vital al que entregar sus fuerzas y empuje. Estaba, además, en precaria situación económica.
Su hostilidad hacia el gobierno italiano le hizo rechazar la pensión que le fuera concedida.

En 1871 resultó elegido diputado de la Asamblea de Burdeos, y cuatro años después accedió a aceptar un escaño de diputado en el Parlamento italiano. Cuentan que su entrada en el Congreso fue triunfal, y que recibió, tanto del monarca como de los miembros de la cámara, un gran reconocimiento a sus esfuerzos.

Retirado, pasó los últimos años de su vida terminando de redactar sus memorias y relatos de sus vivencias y aventuras, para la posteridad. Se había vuelto a casar, en 1880, con Francisca Armosino, con quien, a pesar de su avanzada edad, tuvo otros tres hijos.

La muerte lo sorprendió un caluroso mes de julio, en 1882, a los 75 años. Aunque quizá no estaba completamente consciente, se había convertido, para siempre, en una leyenda, en un personaje mítico que aunque algunos pudieran considerar el aventurero protagonista de poemas y novelas, fue en verdad un recio héroe de carne, hueso y nervios, como pocos en su época, y en todos los tiempos.






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