miércoles, 30 de junio de 2010

¿PEREGRINO O TURISTA?


Compadezco a los responsables que organizan retiros o  peregrinaciones. Para complacer tantas exigencias a los cómodos viajeros: las comidas y quejas personalizadas. Vamos de marqueses, de perfeccionistas en el trabajo de los demás y de repugnantes sofisticados.
¡Cuánto antitestimonio cristiano, social y humano! 
Y cuando viajas, representas a tu familia, a tu pueblo, a tu país. Compórtate bien... Y así  no maldecirán tu casa.

¿Peregrino o turista quisquilloso?
Todo augura a que en los próximos meses, miles de personas de la más diversa índole, condición, edad y nacionalidad van a tomar dirección a Santiago. 
Se anuncia, pues, una saturación en las sendas, mayor incomodidad en los alojamientos y esperas en restaurantes y fondas. Unido a la satisfacción de la consolidación de la ruta, la preocupación se centra ahora en que el espíritu de cordialidad, generosidad y encuentro prime sobre cualquier otra cosa. Y son muchas las voces críticas que llaman la atención sobre una cuestión sin resolver: ¿cuánto de turista tiene, o mejor dicho, debe tener un peregrino?

"El turista exige, el peregrino agradece"
La peregrinación es un acto tradicionalmente religioso, aunque tanto en su historia como en la actualidad, el componente cultural está extraordinariamente presente. Sin embargo, si se atiende a lo dicho por sus protagonistas, los propios peregrinos, la búsqueda de la espiritualidad y el encuentro con uno mismo son determinantes. El peregrino no es un paseante, un viajero, un ciclista ni, por supuesto, un turista que opta por una posibilidad barata -aunque incómoda- de pasar unos días de vacaciones. Por lo tanto, se espera que su comportamiento sea lo más alejado a un cliente que demanda una atención. La solidaridad, la autosuperación y la generosidad son valores esenciales, en armonía con el arte, la naturaleza y las gentes que se llegan a conocer. "El camino parecía una carrera, incluso había coches que apoyo, que alimentaban y reservaban camas en los albergues".

Honradez, generosidad, austeridad y curiosidad cultural definen al auténtico peregrino
"Me parece un poco triste que la esencia del Camino se pierda". Son testimonios que pueden leerse en el foro aludido, aunque la mayoría de las experiencias son positivas -"Quiero agradecer desde aquí a todos los hospitaleros, que con su apoyo y su dar sin pedir, con su bondad y su amor, nos confortan en el camino"- o quieren servir de consejo -"A todos los peregrinos que salen de Roncesvalles o que quieren hacer mas de 300 kilómetros les aconsejaría que intercalaran noches en pensiones o en habitaciones para descansar mejor"-.

El peregrino debe entender que el uso que hace de todo lo que encuentra en el Camino, desde los albergues, hasta la naturaleza, las ermitas románicas y las fuentes, es un préstamo, con lo que debe dejarlo igual, si no mejor, que como lo encontró.

Ser peregrino en los albergues
Una de las cuestiones que más preocupa a quien comienza el peregrinaje es el lugar donde podrá dormir. En invierno y a principios de primavera y otoño, la capacidad de los albergues absorbe sin problemas la llegada de caminantes, pero de mayo a septiembre el número de camas es muy inferior a la demanda. No en vano, si en 1987 eran 2.500 las personas que completaron la Compostelana, los últimos datos, de 2003, hablan de cerca de 300.000.

Los albergues de peregrinos son alojamientos que ayuntamientos, parroquias, asociaciones y otras instituciones ponen a disposición de los peregrinos. Por lo general no tienen establecida una tarifa para ofrecer cama, pero esto no significa que sean gratuitos. Su mantenimiento, la atención prestada y los gastos que generan deben ser sufragados con las aportaciones voluntarias de quienes disfrutan de ellos. En muchos albergues se han visto obligados a solicitar, en verano sobre todo, un pago en euros, a modo de voluntad, pues precisamente esa voluntad estaba muy vacía. Otras normas que rige en ellos es que está prohibido pasar en estos albergues más de una noche, salvo causa de fuerza mayor, y que los peregrinos que recorren el Camino a pie tienen preferencia, hasta las 8 de la tarde, para obtener alojamiento. Son reglas que velan por un buen y equilibrado funcionamiento.

Hacer la peregrinación a Santiago implica cierta sobriedad en los gastos, por lo que no es de recibo pedir refugio barato y gastar el dinero sin control en bienes prescindibles. Ser un auténtico peregrino denota honradez y austeridad. En cuanto a los hospitaleros, hay que decir son voluntarios que, con mejor o peor acierto, desean atender al caminante con esmero, por lo que se debe valorar y apreciar su esfuerzo, muchas veces abnegado. Si no se encuentra sitio en un albergue, se puede optar por hostales rurales que han proliferado en los últimos años. También se puede preguntar a los lugareños, que en muchas ocasiones ofrecen generosamente cena y cama en sus propias casas.

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