El padre Luis es fino por italiano, sencillo por salesiano, misionero por sacerdote, “selvano” por opción, pues lleva más de 50 años en las selvas amazónicas. Es dulce, tenaz, de fe profunda, optimista, “indígena con los indígenas”. Su vida supera el perfil de misionero que soñamos de pequeño. Me enorgullece ser su hermano y amigo.
- Amigo Luis, ¿es pasión, inconsciencia o “adicción”, el seguir en la selva durante más de 50 años, así, ya tan…“madurito”?
Respuesta - Estos cincuenta años no son más que entrenamiento (risas). Dice el calendario que tengo 76 años, pero el espíritu asegura que son muchos menos. Creo al espíritu. No dejaría la selva por nada. Sí, es asunto de pasión o, si quieres, de “adicción”.
P. - ¿Es verdad que durante la salvaje Guerra Mundial soñaste con ser misionero en la selva?
R. - Sí, sí, a mis doce años (1944), en plena guerra, ya el Espíritu fue modelando mi vocación salesiana y, además, para la selva. Lo sentí como una llamada divina: “Serás misionero en la selva para dar mi palabra a pueblos aborígenes y caminarás a pie muchísimo”. ¡Se cumple!
P. - ¿Qué recuerdas de tus primeros pasos… antes de tus inmensos viajes por aire, mar, ríos y selva?
R. - Pues, fíjate, salí de una pequeña ciudad de Italia, me hice salesiano en 1949, y a los 21 (1953) partí del puerto de Génova. Muy dura la despedida... Se deja todo. Y, en aquella época, me hacía la idea de no volver a ver a padres, familiares, amigos… Dije al Señor: “lo dejo todo en tus manos, sólo tú estás en mi vida”. Estos pasos sí que fueron de gigante.
P. - ¿Cómo viviste los primeros contactos con Ecuador y shuar…?
R. - Al poco de llegar a Ecuador, compaginaba estudios y actividad misionera, el estudio de costumbres y de lengua achuar. Toda mi jornada en el internado con asistencia, escuela y trabajo. ¡Una especie de “noviciado misionero”! Hice la teología en Bogotá (Colombia), donde me ordené. Me mandaron a Macas (Ecuador), allí trabajé en ambiente de colonos ecuatorianos venidos de la sierra. Al año fui a la misión más alejada en el Vicariato de Méndez (cuatro días a pie).
P - Muchos te conocen como un cura totalmente identificado con los achuar.
P.-.Pues así me siento. En el 1971 pedí vivir como ellos, en sus estructuras indígenas. Me comprometí a tres cosas:
1. No coger tierra, ya que pertenece a los achuar; 2. Insertarme entre ellos: estilo de vida, casas, alimentos, vestido, lengua, etc. sin perder mi identidad de sacerdote salesiano; 3. No pedir apoyo económico al Vicariato o la Congregación, confiando en la ayuda de Dios.
P. - Te imagino como a un san Pablo itinerante y “selvático”, con toda clase de peligros.
R. - Caminar por la selva, por caminos interminables, sin aceras, sin semáforos ni cláxones, suena a liberación… Pero he tenido para “distraerme” los peligros típicos de la selva más las amenazas de muerte de los narcotraficantes, madereros y militares. Los entiendo, los amo, los perdono. A los nativos, intento llevarles mensajes de evangelio, dignificar su rica cultura y hacerla llegar a otros ambientes donde se les desconoce, infravalora, soporta o persigue.
P. - Y siguiendo con San Pablo, ¿qué te pasó con el caballo?
R. - Una noche iba a caballo con un salesiano hacia los Andes, cuando el pobre caballo rodó por un precipicio… ¡Con qué fe invoqué a María Auxiliadora! Mi alforja cayó al río y perdí todo. Sólo vi flotar unos papeles con las cuatro frases de achuar que había ido aprendiendo. Al verlos, “leí” el mensaje de Dios: dedícate con todo el empeño a aprender la lengua y más tarde a escribirla.
P. - Para ti no hay fronteras ni naciones, sólo personas y etnias…
R. - Efectivamente, el Rector Mayor, Don Viganó, me permitió pasar a la Inspectoría de Lima-Perú donde viven las dos terceras partes de los i>achuar. Allí ayudo todo lo que puedo a las Comunidades indígenas, en organización de aldeas, escuelas… y en la evangelización (son animistas, no había presencia cristiana). Formé los primeros animadores y catequistas.
P. - ¿Cómo te apañabas para hacer cosas tan “sociales” y evangelizar?
R. - Algunas veces me ha acompañado algún hermano salesiano en estas misiones, otras me ayudaban los cristianos que se iban formando a través de un catecumenado. Los indígenas son muy cordiales conmigo, me ven como de los suyos y me ayudan siempre. Los textos de formación son en su lengua. Este año ya hemos tenido algunos diáconos.
P. - Ahora, muchos te conocen por tus escritos del mundo achuar, obra de extraordinario valor.
R. - Como mi opción prioritaria es convivir con los achuar, hablo su lengua, y trato de ayudarles a que tomen el futuro en sus propias manos. También su fe cristiana. Por eso, he traducido el achuar al castellano; también la serie de libros Mundo Achuar, que presenta historia, tradiciones, costumbres, lengua, mitos, cantos y naturaleza… También, evidentemente, he escrito libros de catecismo. Lo más reciente, la traducción del Nuevo Testamento. No olvidemos: su cultura era solamente oral.
Luis, gracias porque en tu largo caminar te has parado en nuestra casa del Boletín. Nosotros informamos. Tú haces la fe más encarnada, la Iglesia más creíble, nuestra Familia más salesiana, es decir, más misionera. ¿Qué decía tu madre al verte así tan “indígena? ¿Qué dicen tus hermanos salesianos? Ya sé que sólo te importa lo que dicen los indígenas: “Yamkuam”, estrella del camino. ¡Bonito!
Alfonso Francia
Boletín Salesiano
Septiembre 2009
Un misionero salesiano que entregó su vida al pueblo Achuar en la Amazonía de Perú y Ecuador. Su proceso de beatificación fue iniciado, tal cual se informó en las últimas horas desde Lima
Luigi (Luis) Bolla es de origen italiano, pero con corazón en la Amazonía. Nació el 11 de agosto de 1932 en el seno de una familia muy cristiana. Su ingreso al oratorio salesiano aconteció cuando tenía 12 años, desde ese momento su deseo de ser sacerdote ya se había hecho latente.
No obstante, su misión estaría arraigada lejos de Italia. Según recuerdan reseñas, al poco tiempo de aquel ingreso sintió una voz que le decía: “Serás misionero en la selva entre indígenas y les anunciarás mi palabra. Caminarás muchísimo a pie”.
Aquello se hizo realidad. Luego de sus primeros votos salesianos en 1949, allá por 1953 con 21 años partió como misionero a Ecuador. En octubre de 1959 fue ordenado sacerdote y de manera inmediata aprendió español y la lengua indígena “shuar”.
Proclamar el evangelio a los Achuar
Los Achuar, pueblo originario perteneciente a la familia jivaroana, ubicados en zonas ribereñas y en las fronteras entre Ecuador y Perú, fueron casi desde un comienzo el anhelo y dedicación de vida del padre Bolla. Por ellos quería entregar su vida. Fue así que viendo que la mayoría se encontraba en Perú viajó a ese país en 1984 para integrarse a la Inspectoría Salesiana Santa Rosa de Lima. Ahí, a través del Vicariato Apostólico de Yurimaguas, proclamó el evangelio y se hizo uno con sus hijos. No en vano a través de diversas imágenes, sin perder su identidad sacerdotal, se lo ve portando atuendos típicos y viviendo como ellos.
Bolla también trabajó intensamente por los Achuar, a quienes acompañaba fomentando la educación, la salud y el desarrollo humano. Ello lo llamaron “Yànkuam”, que significa “Estrella que ilumina el camino”. Murió el 6 de febrero de 2013 en Lima.
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