viernes, 12 de junio de 2009

SIGNO DE CONTRADICCIÓN NO DE RECHAZO


Los cristianos llamados 
a ser signos de contradicción 
en una sociedad que niega a Dios:
a ser provocadores cristianos

Signo de contradicción es una afirmación que se refiere a personas, entidades que manifiestan bondad, verdad, vamos, santidad: y por eso mismo reciben una oposición extrema. El término aparece en el Evangelio, en el de S. Lucas. María y José cuando se cumplen los días de la purificación llevan a Jesús a presentarle al Señor como esta escrito en la ley. Recordamos el hecho. El padre y la madre están admirados de lo que dice el anciano Simeón y en un momento central de la narración estallan las proféticas palabras: este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser signo de contradicción. La palabra contradicción la conocemos viene de dos palabras latinas contra, dicere, “hablar contra”. Juan Pablo II escribió un libro con este título “Signo de contradicción” y en el dice que quizá signo de contradicción es una definición distintiva de Cristo y de su Iglesia.
Jesús es signo de contradicción para las personas que lo rechazan obstinadamente. Pero para los que lo aceptan, Jesús es su salvación. Jesucristo constantemente esta hablando en este mismo sentido: Yo soy la vid y vosotros los sarmientos, el que está en Mi y yo en El este lleva mucho fruto, porque sin mi nada podéis hacer. El que en mí no estuviere, será echado fuera como mal sarmiento y se secará. El que no está conmigo está contra mí. Es signo de contradicción porque revela lo que hay en cada corazón. El Evangelio está marcado por la contradicción, suscita una auténtica sacudida, y contradice nuestras posturas no verdaderas. La bondad suscita contradicción, nos pone contra la pared, ante la verdad. Y hay dos posturas: verlo, abrir los ojos y rendirse a la verdad, o ponerse en contra. Ahí está la división de la que habla Jesús, no he venido a traer la paz. Las maneras de falsa paz de las que tan clara y gráficamente habla Sta. Teresa de Jesús, y de las que como ella dice Dios nos guarde porque son para guerra perpetua. Otro día comentaremos sus “nueve falsas maneras de paz”. Ser signo de contradicción porque se pone frente a frente verdad y mentira, amor y odio, vida y muerte, alegría y tristeza, fariseísmo y autenticidad. El mensaje del cristianismo incomoda porque proclama y afirma grandes hechos y realidades. Signo de contradicción es proclamar la dignidad de todo el hombre, el respeto incondicional a la vida, la fuerza y riqueza de la familia, creer en la verdad, en el bien, en la belleza a la que estamos llamados. A las mentalidades consumistas, reduccionistas, materialistas, abortistas, hedonistas etc. molesta el Evangelio y no quieren ver que están equivocadas y que la felicidad no se obtiene por ese camino. Claro, hay valores que son signo de contradicción como son la fidelidad, el sacrificio, el desprendimiento, la castidad. Es un hecho que los tiempos de crisis de celibato coinciden con los tiempos de crisis de matrimonio, de familia. Es un hecho que los cristianos estamos llamados a ser signos de contradicción en una sociedad que niega o rechaza a Dios, en la que todo está permitido, excepto creer en Dios, y no de palabra sino con toda la vida. Pero hay una realidad muy fuerte: muchas veces nuestras actitudes y maneras de vivir el cristianismo causan rechazo. No es que seamos signos de contradicción es que somos causa de rechazo. Por ejemplo decía Pascal llevar la piedad hasta la superstición es destruirla. La persona que realmente es signo de contradicción es distinta de la que ocasiona rechazo por su legalismo, formalismo, represión de lo genuinamente humano. Recordemos que las palabras más duras de Jesús no fueron para ningún pecador, sino para los escribas y fariseos que pagaban hasta el diezmo de la menta, el anís y el comino y dejaban lo más grave de la ley: la justicia, la misericordia, la lealtad. La sinceridad en el bien es la piedra de toque de nuestra vida. La fe no intenta asir, ni acaparar su objeto, nos hace romper círculos viciosos; nos permite evadirnos de los límites de nuestro propio espíritu, nos hace alcanzar a Dios y comunicarlo. Al auténtico creyente no le basta el conformismo, y todas las barreras que puedan ponerse no sirven para salvaguardar la que farisaicamente se llama la pureza de la fe. Si falta la sinceridad en el bien, el Espíritu de Cristo, el dogma, se convierte en un mito y la Iglesia en un partido decíamos otro día, hablando de La tradición y el progreso. No lo olvidemos para que el río de la Tradición llegue hasta nosotros hay que dragar constantemente su lecho (Henry de Lubac) La sinceridad en el bien nos hace distinguir entre ese ser signo de contradicción y no de rechazo. El que es signo de contradicción no está a merced de sus ideas, de sus intereses, de sus esquemas, de sus encasillamientos, pobres prejuicios y falsos espiritualismos. No es realmente fe la que no incumbe al espíritu y es un tipo de creencia absolutamente externa. Quizá en nuestra vida somos causa de rechazo, pero no realmente signo de contradicción. La fe auténtica atrae, al igual que la alegría. Conocemos a muchas personas que realmente son signo de contradicción, y en este sentido que venimos hablando, no son causa de rechazo. A todo testimonio hay que aplicarle las palabras de Jesús: buscad ante todo el Reino de Dios y su justicia, y lo demás se os dará por añadidura.


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