domingo, 24 de septiembre de 2023

LIBRO "MARCO AURELIO: EL MARTIRIO DE LOS CRISTIANOS" 🕂 DE LA SERIE "LOS ROMANOS" por MAX GALLO 🕂


MARCO AURELIO: 
EL MARTIRIO DE LOS CRISTIANOS
 (SERIE LOS ROMANOS)

Dejadme ser pasto de las fieras que me van
a permitir gozar de Dios. 
Soy el trigo de Dios; debo ser molido 
por las dentelladas de las
fieras para que se me considere 
puro pan de Cristo.
Carta de Ignacio a los fieles de Roma

La sangre de los mártires 
fue la simiente de los cristianos.
TERTULIANO

¿La duración de la vida humana? Un punto.
¿Su sustancia? Huidiza. 
¿Su sensación? Oscura. 
¿Su composición física en general?
No tarda en pudrirse. 
¿El alma? Un torbellino.
¿El destino? Difícil de predecir. 
¿La fama? Incierta. 
Resumiendo: lo relativo al cuerpo
fluye como un río; lo relativo al alma no es
sino sueño y humo. La vida es una guerra y
una estancia en tierra extraña; la fama que
dejamos atrás, un olvido. 
¿Qué puede hacerla soportable? 
Solo una cosa: la filosofía.
MARCO AURELIO

¡Los cristianos a los leones! Julio Prisco, ciudadano de Roma, ha oído durante toda su vida este grito en boca de la plebe y ha visto a muchos de ellos ir al martirio para gozar de Dios. Pero él cree en los dioses de Roma y es amigo de Marco Aurelio, el emperador filósofo. Ha recorrido el Imperio desde las orillas del Danubio hasta Palestina, y conoce la Urbe desde el palacio imperial hasta las tabernas y los lupanares. Su relación con Doma, una joven cristiana, y con Eclectos, un maestro de su comunidad religiosa, siembra dudas en él. Se pregunta si esa nueva religión podría suponer una esperanza en una Roma sumida en la injusticia y el desenfreno de los que es partícipe Cómodo, hijo de Marco Aurelio, que gobierna como un nuevo Nerón. Profesor de historia y periodista, Max Gallo es autor de una obra enorme y variada entre la que figuran una treintena de novelas. La serie titulada "LOS ROMANOS" Espartaco: La rebelión de los esclavos; Nerón: El reino del Anticristo; Tito: El martirio de los judíos; Marco Aurelio: El martirio de los cristianos y Constantino el Grande: El imperio de Cristo ilumina a lo largo de cinco novelas un momento y un personaje claves en la historia de Roma.

¡LOS cristianos a los leones! Julio Prisco, ciudadano de Roma, ha oído durante toda su vida este grito en boca de la plebe. Ha visto a la joven cristiana Blandina y a sus hermanos en la fe ir al martirio para gozar de Dios.
Pero él cree en los dioses de Roma y es amigo de Marco Aurelio, el emperador filósofo que sostiene que solo alguien con la mentalidad de un niño puede creer que es posible cambiar el mundo.
Julio Prisco es un testigo privilegiado de la vida romana en su total dimensión. Ha recorrido el Imperio desde las orillas del Danubio hasta Palestina. En Roma vive en el palacio imperial, pero conoce y frecuenta las tabernas y los lupanares.
Su relación con Doma, una joven cristiana, y con Eclectos, un maestro de su comunidad religiosa, le siembran dudas.

Se pregunta si esa nueva religión podría suponer una esperanza en una Roma sumida en la injusticia, asesinatos y desenfrenos de los que es partícipe Cómodo, hijo de Marco Aurelio, convertido a su vez en emperador tras la muerte de este. Si se puede seguir viviendo cuando la sabiduría de un Marco Aurelio ha sido barrida por la locura de Cómodo que gobierna como un nuevo Nerón.
El talento narrativo de Max Gallo y sus profundos conocimientos históricos sumergen al lector en las vivencias y dudas que atormentan y hacen tambalear las creencias de Julio Prisco. Nos encontramos en lo más recóndito del corazón de Roma, en la intimidad de los romanos.
En el momento de su máximo esplendor con Marco Aurelio y en el comienzo de la caída del Imperio romano con su hijo Cómodo. Ocurrió hace dos mil años. Esta fascinante novela nos devuelve aquellos hechos y reflexiones al presente.

Marco Aurelio. El martirio de los cristianos es la cuarta novela del quinteto "Los Romanos". Cada uno de los cinco volúmenes que conforman esta suite novelesca ilumina un momento y un personaje claves de la historia de Roma.
Las tres anteriores son: Espartaco. La rebelión de los esclavos, Nerón. El reino del Anticristo y Tito. El martirio de los judíos, ya publicadas. A Marco Aurelio. El martirio de los cristianos seguirá Constantino el Grande. El Imperio de Cristo, con la que concluye el quinteto.
***
Marco Aurelio fue emperador de Roma entre el 161 y el 180, año en el que muere en la actual Viena mientras conducía sus ejércitos contra los dálmatas y germanos. Es el último emperador del período de oro del Imperio, cuando se acercaba el ocaso de la pax romana. Es también un filósofo representante del estoicismo romano por los escritos que nos dejó bajo el título general de A sí mismo  que puede traducirse como Pensamientos, o Meditaciones, o quizás mejor, Soliloquios. No es una excepción que escribiera en griego, sino la regla de las elites romanas del siglo segundo. Dirigidas a él, o en su período, se escriben las principales Apologías de los autores cristianos, que también escriben en griego: Justino, Taciano, Atenágoras, Teófilo.
Muchos estudios han analizado la figura de este emperador en relación con los cristianos desde el punto de vista político, religioso, jurídico o referido a la historia de las persecuciones. El propósito del presente artículo es volver a hacer una lectura de los escritos filosóficos de Marco Aurelio comparando su visión de los hombres y del mundo con la que tenían sus súbditos cristianos, con los cuales sobrellevó un conflicto político y una contraposición de mentalidad. Encontraremos las ideas de quien debía tratar administrativamente las sentencias a muerte con las de aquellos cristianos, raros y pertinaces incrédulos de la religión oficial. El análisis de los Pensamientos de Marco Aurelio nos servirá para contrastar la literatura cristiana con aquella de un funcionario romano que se sentía responsable de mantener al mismo tiempo el poder militar y la tolerancia cultural del imperio.

La moral romana. Crítica al cristianismo y coincidencias

Una vez nombra Marco Aurelio explícitamente a los cristianos, y es para criticarlos. Cuando enseña la disponibilidad del hombre racional para aceptar su muerte, se preocupa por diferenciarla de la pertinacia de los cristianos cuando se enfrentan con la suya. Se refiere, sin dudas, a la disponibilidad de los cristianos para el martirio, que no es lo mismo que la indiferencia del sapiente estoico con respecto a la disolución corporal. Los cristianos rompen la pretensión romana de serenidad frente al infortunio y con ello rompen el equilibrio de la doctrina sobre las pasiones. Por otra parte, los cristianos manifiestan seguridad con respecto a la realidad transmundana, mientras el romano muestra su incertidumbre sobre el territorio que se encuentra más allá de la muerte. Así se expresa:
¡Qué alma la que está pronta a desligarse del cuerpo en el momento preciso para extinguirse o disiparse o sobrevivir! Esta disposición, empero, proviene de un juicio personal y no por amor al enfrentamiento , como entre los cristianos, antes bien razonada y grave, a fin de persuadir a otros sin hacer tragedia (11.3).
El estoico no aduce consecuencias morales por el conocimiento que se pueda tener del destino del alma después de la muerte; el horizonte moral está en los círculos trazados dentro de esta naturaleza de la que disponemos y a la que nos debemos. Discuten los historiadores si la referencia a los cristianos como amantes de la riña política se dirige especialmente al grupo de los Montanistas, particularmente exaltados contra las costumbres romanas, o si lo hace en general. Cualquiera sea la opción, se trata de dos sentimientos opuestos frente a la muerte.
Una idea de Marco puede estar a favor de los cristianos, aquella que impone a cualquier hombre evitar por completo hacer "algo que te obligue a transgredir tu fe" (3.7.1), donde fe, pístis, pudiera ofrecer una puerta para el respeto de la subjetividad que sostiene la pertinacia de los mártires. Sin embargo, esta aserción puede ser entendida como el lenguaje del sabio estoico que sabe sostener sus creencias, y no hay otro indicio para acercarla a la visión cristiana. Hay otras coincidencias de léxico y de temática entre Marco y los escritos de los cristianos. El emperador filósofo no defiende la costumbre de los banquetes con vomitorios, más bien la satiriza y condena (6.30.11). Enseña a apartarse de todos los "groseros placeres corporales" (11.18.2) y a mantenerse inmune de las atracciones y pasiones propias del lujo (9.1.6). Repudia lo que considera degradación en los placeres sexuales y homosexualidad (1.16.7). Y hasta declara a su augusto antecesor Nerón un "títere de las pasiones" (3.16.3) sin preocuparse por defender el establishment de la casa imperial. En coincidencia parcial con el cristiano Pastor de Hermas y con los Evangelios, desaconseja acumular bienes raíces y casas de campo, y recomienda reposar en la propia alma (4.3). Llega a decir que siempre es bueno omitir el placer (8.10). Se recordará que estas ideas y críticas pueden encontrarse en Séneca y otros romanos, especialmente en Epicteto, principal inspirador de nuestro hombre. En la persona y el ámbito del emperador Marco Aurelio eran normas reales de conducta. Como en casi todos los emperadores del siglo II la casa imperial practicaba y enseñaba moderación y autocontrol. Al menos ellos no son los representantes de la disolución moral de los 'gentiles' —después se diría 'paganos'— contra los que escriben los apologistas cristianos. La cuestión es que en el 'paganismo' encontramos también críticas cerradas contra las costumbres 'paganas'.

Los ideales de amor a la familia (1.14), la figura de la madre (1.3) y de la educación de los hijos, de fraternidad y de veneración por lo sagrado (12.11) podrían compararse con mandamientos cristianos semejantes. Más aún, podríamos interpretar que los escritos cristianos del siglo II, cuando intentan morigerar los duros llamados de los Evangelios a deshacerse de los lazos familiares, y proponen la recuperación del ideario familiar como base de la iglesia, señala un acercamiento a la literatura heleno romana. Claro que los cristianos para dar estos pasos podían inspirarse más en la literatura judeo-helenista que en la romana. Hay en Marco Aurelio fuertes descripciones del ideal moral de un romano:
El varón que muestra ser tal y que sin otra dilación ha tomado su lugar entre los mejores, es como un sacerdote y ministro de los dioses. Recurre a aquel que, actuando en el interior, le permite al hombre no ser manchado por el placer, lo hace invulnerable al dolor y hermético al ultraje, insensible a la maldad, atleta de la mayor de las luchas, la que se libra para no ser vencido por ninguna pasión, empapado profundamente de justicia, abierto con toda el alma a cuanto acontece y a la suerte que le ha tocado, y sólo raramente, por necesidad o por el bien público, se pone a pensar lo que otros dicen, hacen o maquinan (3. 4.4).
Otro tópico parece acercar las posiciones en relación con los cristianos: el amor por el semejante: "Y a los hombres que te acompañan, a ellos ámalos de verdad" (6.39), si bien es éste un tópico común en la literatura antigua: "Ama al género humano. Sigue las huellas de Dios" (7.31.2-3). En algún momento se acerca al lenguaje bíblico, cuando inicia una lista de las propiedades del alma racional con el "amor a los prójimos" (11.1.3). Y se acerca todavía más al contenido de las enseñanzas cristianas, al decir "Lo propio del hombre es amar también a los que le ofenden" (7.22.1). Sin embargo, Marco Aurelio no discute con los cristianos, ni éstos con los escritos del emperador. Las visiones éticas de uno y otros no encuentran un terreno común para medirse entre sí. Las coincidencias de léxico y de contenido no pueden ocultar la extrañeza de una cosmovisión respecto de la otra. Para comprender mejor esta gran diferencia, tendremos que internarnos por otros tópicos que develan las diferencias culturales desde las que se habla de hombre, de sociedad y de religión en el siglo II.

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