sábado, 9 de septiembre de 2023

LIBRO "ASESINATO EN EL GRADO 33": LA INVESTIGACIÓN DE GAGNON SOBRE LA MASONERÍA EN EL VATICANO por CHARLES MURR 👿👥⛪


Asesinato en el Grado 33: 
La Investigación de Gagnon 
sobre la Masonería en el Vaticano 


Siendo un joven sacerdote en Roma, el P. Charles Murr trabajó estrechamente con el Cardenal Édouard Gagnon en la peligrosa misión que Pablo VI había encomendado a esta eminente figura: investigar la curia del Vaticano para descubrir la pertenencia a la masonería. 
El papel privado del P. Murr le hizo conocer las agendas desagradables de los altos prelados y las intrigas que rodearon la muerte de Juan Pablo I y la elección de Juan Pablo II... Fr. Murr no vende teorías conspirativas; cuenta la fascinante historia tal y como la vivió y la registró en sus notas y diarios: lo que escuchó y oyó, lo que sus amigos aprendieron y sufrieron. Sobre todo, descubrimos cómo se rechazó trágicamente una oportunidad divina para una reforma seria. Asesinato en el grado treinta y tres es el testimonio más impresionante de la política vaticana postconciliar que ha aparecido en décadas.
PROLOGO 

Por un amigo y hermano Sacerdote 

Asesinato en el trigésimo tercer grado: el título era demasiado bueno para dejarlo pasar, pero mi amigo Charles tenía algunas dudas sobre usarlo porque no quería que los lectores potenciales pensaran que este es otro libro de "teoría de la conspiración" sobre la muerte de Beato. Juan Pablo I. Su historia involucra intrigas del Vaticano y masones, y la muerte inesperada de ese pontífice es una de sus tramas secundarias, pero la narración más amplia narra un esfuerzo noble de un hombre dedicado de la Iglesia para lidiar con la corrupción en la Curia Romana. Hizo esto, no como un reportero de investigación o un "denunciante", sino bajo la dirección del mismo Papa Pablo VI. Nuestro autor tuvo el privilegio de conocer a esta figura heroica, el arzobispo Édouard Gagnon, y esta amistad le brinda un punto de vista único desde el cual contar su historia. Debido a que la Francmasonería se menciona con frecuencia en este libro, el Padre Murr me ha pedido que proporcione una explicación resumida de cómo la Iglesia Católica ve esta fraternidad secreta. Hay una gran cantidad de información (¡y desinformación, y desinformación!) disponible para el lector curioso. En lugar de intentar describir su compleja historia (una historia que se vuelve más compleja por el solemne secreto que la masonería impone a sus miembros), resumiré brevemente sus líneas generales y luego presentaré la posición de la Iglesia Católica frente a esta organización. 

Aunque la tradición masónica remonta su historia a la era de las grandes catedrales, e incluso más atrás a la construcción del Templo en Jerusalén, la Francmasonería tal como la conocemos surgió a principios del siglo XVIII y puede ser descrito como un movimiento cuasi-religioso que adopta principios deístas que promueve una visión "iluminada" de la fraternidad humana y el progreso. Muchos estadounidenses, cuyo único conocimiento de los masones es que forman organizaciones fraternales para hacer buenas obras, por esta razón están desconcertados sobre por qué los católicos tienen prohibido unirse. 

Una objeción desde el punto de vista católico es que la masonería tiene sus propios dogmas, ceremonias y jerarquías únicas, y muchas de ellas entran en conflicto con los principios fundamentales de la Revelación Divina tal como la recibe y profesa la Iglesia Católica. Más dramáticamente, las organizaciones masónicas han jugado un papel activo en socavar y, de hecho, perseguir a la Iglesia, especialmente en países tradicionalmente católicos. La fraternité de la Revolución Francesa alimentó los brutales asesinatos de miles de inocentes sacerdotes católicos, religiosos y laicos. Los masones han estado activos en movimientos anticatólicos en Europa durante los últimos trescientos años. Más cerca de casa, en nuestra misma puerta, de hecho, el gobierno masónico en México libró una guerra sangrienta contra la Iglesia Católica (1925- 1930). En la ciudad donde vivo hay un hermoso convento de monjas carmelitas originarias de México; la comunidad tuvo que huir de su tierra natal para evitar la muerte. Estas son simplemente mujeres de oración, dedicadas a una vida de reclusión, pero el gobierno mexicano veía su existencia como una amenaza. Un ejemplo más reciente de actividad anticatólica se puede encontrar en el "Escándalo del Banco del Vaticano" de 1981, en el que la Logia Francmasónica P2 ("Propaganda Due") intentó arruinar la administración financiera central de la Santa Sede. 

Sugeriría que este incidente da crédito a las preocupaciones planteadas en este libro sobre la infiltración de los masones en el liderazgo de la Iglesia Católica. pero su existencia misma fue vista como una amenaza por el gobierno mexicano. Un ejemplo más reciente de actividad anticatólica se puede encontrar en el "Escándalo del Banco del Vaticano" de 1981, en el que la Logia Francmasónica P2 ("Propaganda Due") intentó arruinar la administración financiera central de la Santa Sede. Sugeriría que este incidente da crédito a las preocupaciones planteadas en este libro sobre la infiltración de los masones en el liderazgo de la Iglesia Católica. pero su existencia misma fue vista como una amenaza por el gobierno mexicano. Un ejemplo más reciente de actividad anticatólica se puede encontrar en el "Escándalo del Banco del Vaticano" de 1981, en el que la Logia Francmasónica P2 ("Propaganda Due") intentó arruinar la administración financiera central de la Santa Sede. Sugeriría que este incidente da crédito a las preocupaciones planteadas en este libro sobre la infiltración de los masones en el liderazgo de la Iglesia Católica. 

Dado que, en el mejor de los casos, la masonería adopta doctrinas enemigas de la fe católica y que, en el peor de los casos, algunos grupos masónicos han buscado activamente la ruina de la Iglesia Católica, no sorprende que los papas hayan prohibido consistentemente a los católicos unirse. La primera prohibición fue publicada en 1738 por el Papa Clemente XII en su encíclica Eminenti Specula, y ha sido seguida por más de veinte declaraciones similares, hasta nuestros días. 

Esta prohibición constante encontró expresión en el Código de Derecho Canónico de 1917. 
Canon 2335: Los que dan su nombre a sectas masónicas u otras asociaciones de este género que maquinan contra la Iglesia o los poderes civiles legítimos contraen por ese hecho la excomunión reservada simplemente a la Sede Apostólica. 
Esta era la ley de la Iglesia cuando sucedieron los hechos relatados en este libro. Así, si alguien en la Curia Romana era masón, por ese mismo hecho estaba excomulgado. La investigación del arzobispo Gagnon reunió una gran cantidad de pruebas al respecto. Una de las razones por las que el padre Murr ha escrito esta narración es para llegar a la verdad: la única forma de resolver la cuestión de si y cuántos eclesiásticos de alto rango eran masones es que el informe de Gagnon se haga público. 
El nuevo Código de Derecho Canónico promulgado en 1983 hizo un cambio significativo al Canon 2335: 
Pueden. 1374: La persona que se une a una asociación que conspira contra la Iglesia debe ser castigada con una pena justa; sin embargo, el que promueva o dirija una asociación de este tipo será castigado con entredicho. 

No hay una mención explícita de "sectas masónicas". Parecería que este nuevo canon buscaba tomar en cuenta la experiencia de los católicos en países donde la masonería no busca activamente la destrucción de la Iglesia Católica, y limitar sus sanciones a aquellos que se unen a logias con una agenda anticatólica. si una organización masónica en particular no trabaja para causar daño a la Iglesia, queda el hecho de que muchos los principios y prácticas de la masonería son contrarios a la fe católica. Por esta razón, cuando tras la publicación del nuevo Código se planteó la cuestión de si los católicos aún tenían prohibido unirse a los masones, la Congregación para la Doctrina de la Fe emitió un breve comunicado afirmando que la prohibición sigue en pie. La justificación de esta decisión se describió extensamente en un artículo titulado "Reflexiones un año después de la Declaración de la Congregación para la Doctrina de la Fe: Irreconciliabilidad entre la fe cristiana y la masonería", que apareció en L'Osservatore Romano, 11 de marzo de 1985. Doy este comentario en su totalidad porque ofrece la explicación más completa de la mente de la Iglesia hoy en día sobre la cuestión de la Francmasonería: 

El 26 de noviembre de 1983 la S. Congregación para la Doctrina de la Fe (SCDF) publicó una declaración sobre las asociaciones masónicas (cf. AAS LXXVI [1984], 300). A poco más de un año de su publicación, puede ser útil esbozar brevemente la trascendencia de este documento. 

Desde que la Iglesia comenzó a pronunciarse sobre la masonería, su juicio negativo ha sido inspirado por muchas razones, tanto prácticas como doctrinales. Juzgó a la masonería no sólo responsable de la actividad subversiva en su contra, sino que desde los primeros documentos pontificios sobre el tema y en particular en la Encíclica Humanum Genus de León XIII (20 de abril de 1884), el Magisterio de la Iglesia ha denunciado en la Masonería ideas filosóficas y concepciones morales opuestas a la doctrina católica. Para León XIII, reconducían esencialmente a un naturalismo racionalista, inspiración de sus planes y actividades contra la Iglesia. En su Carta al pueblo italiano Custodi (8 de diciembre de 1892), escribe: "Recordemos que el cristianismo y la masonería son esencialmente irreconciliables, de modo que la inscripción en uno significa la separación del otro”. 

No se podía, pues, dejar de tomar en consideración las posiciones de la Masonería desde el punto de vista doctrinal, cuando, durante los años 1970 a 1980, la Sagrada Congregación mantuvo correspondencia con algunas Conferencias Episcopales especialmente interesadas en este problema a causa del diálogo emprendido. por algunos personajes católicos con representantes de algunas logias masónicas que declararon que no eran hostiles, sino incluso favorables a la Iglesia. 
Ahora, un estudio más profundo ha llevado al SCDF a confirmar su convicción de la irreconciliabilidad básica entre los principios de la masonería y los de la fe cristiana. 

Prescindiendo, por tanto, de la consideración de la actitud práctica de las diversas logias, ya sea de hostilidad hacia la Iglesia o no, con su declaración del 26 de noviembre de 1983, la SCDF pretendía tomar una posición sobre la parte más profunda y, por lo tanto, más esencial del problema: es decir, a nivel de la irreconciliabilidad de los principios, es decir, a nivel de la fe, y de sus exigencias morales. 
Partiendo de este punto de vista doctrinal, y en continuidad, además, con la posición tradicional de la Iglesia como atestiguan los citados documentos de León XIII, surgen entonces las necesarias consecuencias prácticas, válidas para todos aquellos fieles que eventualmente sean miembros de la masonería. 

Sin embargo, en cuanto a la afirmación de la irreconciliabilidad entre los principios de la masonería y la fe católica, se escucha ahora desde algunas partes la objeción de que lo esencial de la masonería sería precisamente el hecho de que no impone ningún “principio”, en el sentido de una posición filosófica o religiosa que es vinculante para todos sus miembros, sino que reúne, más allá de los límites de las diversas religiones y cosmovisiones, a hombres de buena voluntad sobre la base de valores humanísticos comprensibles y aceptables para todos. 

La masonería constituiría un elemento de cohesión para todos aquellos que creen en el Arquitecto del Universo y que se sienten comprometidos respecto de aquellas orientaciones morales fundamentales que se definen, por ejemplo, en el Decálogo; no apartaría a nadie de su religión, sino por el contrario, constituiría un incentivo para abrazar esa religión con más fuerza. 

Los múltiples problemas históricos y filosóficos que se esconden en estas afirmaciones no pueden discutirse aquí. Ciertamente, no es necesario subrayar que, a raíz del Concilio Vaticano II, también la Iglesia católica está presionando en la dirección de la colaboración entre todos los hombres de buena voluntad. Sin embargo, convertirse en miembro de la Masonería excede decididamente esta colaboración legítima y tiene un significado mucho más importante y final que esto. 

Sobre todo, debe recordarse que la comunidad de "masones" y sus obligaciones morales se presentan como un sistema progresivo de símbolos de naturaleza extremadamente vinculante. La rígida regla de secreto que prevalece allí fortalece aún más el peso de la interacción de signos y Para los miembros este clima de secretismo conlleva sobre todo el riesgo de convertirse en instrumento de estrategias desconocidas para ellos. 

Si bien se afirma que el relativismo no se asume como dogma, sin embargo realmente se propone un concepto simbólico relativista y por tanto el valor relativizador de tal comunidad moral-ritual, lejos de ser eliminado, resulta por el contrario decisivo. 
En este contexto, las diversas comunidades religiosas a las que pertenecen los miembros individuales de las logias solo pueden considerarse como simples institucionalizaciones de una verdad más amplia y elusiva. El valor de estas institucionalizaciones parece pues inevitablemente relativo con respecto a esta verdad más amplia, que en cambio se manifiesta en la comunidad de buena voluntad, es decir, en la fraternidad masónica. 

En todo caso, para un cristiano católico no es posible vivir su relación con Dios de un modo doble, es decir, dividiéndola en una forma humanitaria supraconfesional y una forma cristiana interior. No puede cultivar relaciones de dos tipos con Dios, ni expresar su relación con el Creador a través de formas simbólicas de dos tipos. Sería algo completamente diferente a esa colaboración, que para él es evidente, con todos aquellos que se comprometen a hacer el bien, aunque parta de principios diferentes. Por un lado, un cristiano católico no puede, al mismo tiempo, participar de la plena comunión de la fraternidad cristiana y, por otro lado, mirar a su hermano cristiano, desde la perspectiva masónica, como un “forastero”. 

Aun cuando, como se dijo anteriormente, no hubiera una obligación explícita de profesar el relativismo como doctrina, sin embargo, la fuerza relativizadora de tal hermandad, por su propia lógica intrínseca, tiene la capacidad de transformar de manera tan radical la estructura del acto de fe. hasta llegar a ser inaceptable para un cristiano, "a quien su fe es querida" (León XIII). 
Además, esta distorsión de la estructura fundamental del acto de fe se realiza en su mayor parte de manera suave y sin que se note: la firme adhesión a la verdad de Dios, revelada en la Iglesia, se convierte en simple pertenencia, en una institución, considerado como particular forma expresiva junto a otras formas expresivas, más o menos tan posibles y válidas, del giro del hombre hacia lo eterno. 

La tentación de ir en esta dirección es mucho más fuerte hoy, en cuanto corresponde plenamente a ciertas convicciones predominantes en la mentalidad contemporánea. La opinión de que la verdad no puede ser conocida es una característica típica de nuestra época y, al mismo tiempo, un elemento esencial de su crisis general. 
Precisamente al considerar todos estos elementos, la Declaración de la Sagrada Congregación afirma que la pertenencia a asociaciones masónicas “sigue estando prohibida por la Iglesia”, y los fieles que se inscriben en ellas “se encuentran en estado de pecado grave y no pueden recibir la Sagrada Comunión”. 
Con esta última declaración, la Sagrada Congregación señala a los fieles que esta pertenencia constituye objetivamente un pecado grave y al precisar que los miembros de una asociación masónica no pueden recibir la Sagrada Comunión, pretende iluminar la conciencia de los fieles sobre una grave consecuencia. que debe derivar de su pertenencia a una logia masónica.

Finalmente, la Sagrada Congregación declara que “no es competencia de las autoridades eclesiásticas locales dar un juicio sobre la naturaleza de las asociaciones masónicas que implique una derogación de lo anteriormente decidido”. Al respecto, el texto también se refiere a la Declaración del 17 de febrero de 1981, que ya reservaba a la Sede Apostólica todos los pronunciamientos sobre la naturaleza de estas asociaciones que pudieran haber implicado derogaciones del Derecho Canónico entonces vigente (can. 2335). Del mismo modo, el nuevo documento emitido por el SCDF en noviembre de 1983 expresa idénticas intenciones de reserva respecto de pronunciamientos que difieran de la sentencia aquí expresada sobre la irreconciliabilidad de los principios masónicos con la fe católica, sobre la gravedad del acto de ingresar en una logia y sobre las consecuencias que de ello se derivan para recibir la Sagrada Comunión. 

Esta disposición señala que, a pesar de la diversidad que pueda existir entre las obediencias masónicas, en particular en su actitud declarada hacia la Iglesia, la Sede Apostólica discierne en ellas algunos principios comunes que requieren la misma valoración por parte de todas las autoridades eclesiásticas. Al hacer esta Declaración, el SCDF no ha pretendido desconocer los esfuerzos realizados por quienes, con la debida autorización de esta Congregación, han pretendido establecer un diálogo con representantes de la Masonería. Pero como existía la posibilidad de difundir entre los fieles la opinión errónea de que la pertenencia a una logia masónica era lícita, consideró que era su deber hacerles conocer el auténtico pensamiento de la Iglesia al respecto y advertirles sobre un pertenencia incompatible con la fe católica. Sólo Jesucristo es, en efecto, el Maestro de la Verdad, y sólo en él los cristianos pueden encontrar la luz y la fuerza para vivir según el plan de Dios, trabajando por el verdadero bien de sus hermanos. 

El artículo anterior expresa claramente la amenaza contemporánea de la masonería: no tanto como una camarilla anticlericalista que busca arrebatarle el poder político a la Iglesia (aunque las actividades de "P 2" muestran que este espíritu todavía está activo en algunos sectores), pero más bien la Francmasonería como un movimiento humanista que, mientras evoca a "El Arquitecto Divino", de hecho persigue objetivos seculares, autodenominados de "Ilustración". 
El papel político de la Iglesia ha cambiado en los últimos ciento cincuenta años. Sus enemigos hoy en día son en su mayor parte aquellos que construirían un ser humano comunidad sin Dios, y ciertamente sin Cristo y su Cuerpo, la Iglesia. La repentina muerte del Papa Juan Pablo I provocó una variedad de teorías de conspiración. Combine “intrigas vaticanas” con “complot masónicos”, y no es de extrañar que algunos sugirieran que fue asesinado para evitar que actuara contra los masones que trabajaban en la Curia Romana. 

Las revelaciones de las intrigas contra el Banco del Vaticano unos años después sugieren que la acusación no es tan escandalosa como podría parecer a primera vista. Pero, como nos dice el padre Murr, incluso el hombre que estaba más familiarizado con el alcance de la infiltración masónica en la Curia, el arzobispo Édouard Gagnon, no creía que el pontífice recién elegido fuera asesinado. Si su infarto fatal tuvo alguna conexión con su reunión con el cardenal Baggio en la noche de su muerte debe seguir siendo un tema de especulación. Lo que decididamente no es simplemente una cuestión de especulación es la afirmación de que algunos miembros de la Curia Romana eran (¿son?) masones. O mejor, seguirá siendo una cuestión de especulación hasta que se hagan públicos los hallazgos del arzobispo Gagnon. 

Al abrir los Archivos del Vaticano a los eruditos, el Papa León XIII declaró que “La Iglesia Católica no tiene nada que temer de la verdad de la historia”. Los "Papeles de Gagnon" fueron el resultado de mucho trabajo duro, a menudo llevado a cabo frente a una gran oposición. Fueron producidos por un hombre que amaba tanto a la Iglesia como a la verdad. Aquellos que también aman a ambas pueden pedir con razón que sus hallazgos deben ser Continuar ocultándolos sólo alimentará las especulaciones de los teóricos de la conspiración y aumentará un ambiente de desconfianza. Se podría hacer la pregunta: además de arrojar algo de luz sobre un rincón de la historia reciente, ¿es importante la revelación de que los eclesiásticos de alto rango estaban o están conectados con la masonería? No tendremos la respuesta a esa cuestión, por supuesto, hasta que se conozca el alcance de la infiltración masónica. 

Yo sugeriría una ramificación significativa en relación con la liturgia del Rito Romano. Los críticos de las reformas posconciliares argumentan que, en muchos casos, la "reforma" solicitada por los Padres del Concilio Vaticano II de hecho condujo a un "reemplazo" que eliminó tradiciones litúrgicas ancestrales transmitidas fielmente durante muchos siglos. Uno puede lamentar o aplaudir los cambios en el culto católico desde el Concilio; nadie puede negar que representan el abandono de las tradiciones litúrgicas en una escala única en la historia de la Iglesia. 

En palabras de Joseph Gelineau, SJ, quien sirvió en el Consilium para reformar la liturgia, “A decir verdad, es una liturgia diferente de la Misa. Esto debe decirse sin ambigüedad. El rito Romano tal como lo conocíamos ya no existe”. [Demain la Liturgie (París: Les Editions du Cerf), p. 77-8]. Si el hombre al frente del proyecto, el arzobispo Annibale Bugnini, era de hecho masón, esto podría ayudar a explicar por qué su Consilium produjo textos tan diferentes a siglos de práctica litúrgica. 

¿El arquitecto de “la nueva Misa” buscó darle a la Iglesia una liturgia ecuménica e ilustrada que apelara a las “sensibilidades modernas” a expensas de la fidelidad a la Lex orandi del Rito Romano?1 Tal objetivo puede explicarse en parte por el espíritu de la época de los años 60... pero también expresa los ideales defendidos por la masonería: una humanidad que se esfuerza por dejar atrás las limitaciones del credo y el dogma obsoletos para forjar una nueva, "supraconfesional" humanidad. Importa mucho si el arzobispo Bugnini era o no un masón: si lo fuera, entonces las reformas litúrgicas realizadas después del Concilio pueden haber estado contaminadas con doctrinas masónicas, doctrinas enemigas de la Revelación confiada por Dios a su Iglesia. Esto a su vez puede ayudarnos a comprender mejor, si no la fisura por la que “el humo de Satanás ha entrado en el templo de Dios”, al menos el abismo que divide a quienes ven en el Concilio Vaticano II una expresión de Tradición católica en curso de quienes la celebran como el comienzo de una nueva Iglesia. 

El Concilio llamó a la Iglesia a entrar en un diálogo sincero con el mundo moderno, pero este diálogo no debería requerir un apretón de manos secreto.
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1 Bugnini era un funcionario. Habrá hecho propuestas que pueden no haber sido tenida en cuenta en el documento final que fueron aprobadas por el Papa Pablo VI, hoy Santo. Y los siguientes Papas, JPI, JPII también Santo, Benedicto XVI y el Papa Francisco también aprobaron esas reformas al no cambiarlas.


El humo de Satanás 
en la Iglesia
Dichos eventos se inician en la capilla Paulina del Vaticano (cerca de donde Bergoglio quiere ser enterrado) durante la noche del 29 de junio de 1963, se celebró una misa satánica, en la cual participaron un número no determinado de cardenales y obispos en un ritual satánico, con el objetivo de entronizar a Satanás en la Iglesia.

El hundimiento del Banco Ambrosiano, del cual, el Banco Vaticano era el principal accionista, se convirtió en el pistoletazo de salida de todos los acontecimientos que surgirán a partir de entonces en la Iglesia. De por medio estaba la muerte de Juan Pablo I, los numerosos intentos de asesinar a Juan Pablo II y la dimisión de Benedicto XVI. ¿El demonio está ya dentro del Vaticano? Expertos en demonología como el padre Gabriele Amorth y otros exorcistas de la Iglesia, lo afirman sin dudarlo un instante. Ahora bien, conviene aclarar que una cosa es la Iglesia y otra muy diferente es el Vaticano.

La muerte de Juan Pablo I, estaba íntimamente relacionada con el control de la Banca Vaticana, la cual, estaba (y sigue estándolo), en manos de la mafia italo-norteamericana; sin embargo, quien realmente era el dueño de la situación financiera vaticana, no eran otros que los dirigentes de la logia masónica italiana P-2, a la cual, pertenecían no pocos prelados italianos con sede en el Vaticano; estamos hablando de cardenales y obispos. Y las ramificaciones existentes con el crimen organizado eran tan evidentes por parte de la Banca Vaticana, que el director de cine norteamericano Francis Ford Coppola, se inspiró en este incidente del hundimiento del Banco Ambrosiano para rodar parte de la película “El Padrino III”.

Ahora bien, ¿dónde está el punto de partida de todos estos conflictos que se fueron acelerando de forma tan vertiginosa a partir de entonces? Para aclararnos un poco toda esta telaraña sin fondo, aparecerá en escena un personaje realmente singular; se trata de un sacerdote irlandés, concretamente el padre Malachi Martin, que fue asesor del cardenal Agostino Bea, (ambos eran jesuitas) y a su vez, fueron asesores de los Papas Juan XXIII y Pablo VI. Esto significaba tener acceso a información confidencial en el sentido más estricto de la palabra. Malachi Martin era un caso de inteligencia prodigiosa; sin haber cumplido 34 años ya estaba en poder de cuatro doctorados, uno de ellos, de los más difíciles que conozco: en idiomas semíticos.

En cierta ocasión, estando el padre Malachi Martin despachando con el Papa Juan XXIII, éste le pasó un documento que nadie hasta ese momento había leído, a excepción del Papa Pío XII. El documento era tan impresionante que Juan XXIII, una vez leído por el padre Martin y el cardenal Bea, ordena archivarlo. Se trata del tercer secreto de Fátima. Pero no es el famoso tercer secreto, (actualmente revelado), sino que la clave está en una hoja adjunta, adosada a dicho tercer secreto. Se trata de una hoja de papel, algo inferior al tamaño de los 21,5×27,5 centímetros que tiene un folio normal de oficina. Es una hoja escrita a mano en idioma portugués; contiene exactamente 25 líneas escritas en ese idioma. El Papa considera que lo que dice el texto, no lo ve apropiado para que sea publicado. Pablo VI lo leyó; también lo leyó Juan Pablo II. Ambos consideraron que era mejor no publicarlo. Sin embargo, cuando Juan Pablo II sufrió el atentado en la plaza de San Pedro el 13 de mayo de 1981, solicitó le fuera entregada de nuevo para estudiar lo que estaba escrito. Parte del escrito se refería a su pontificado. Quienes estaban con el Papa trabajando en esa época, confirmaron posteriormente que a partir de ese momento, Juan Pablo II ya no era la misma persona de antes. Algo realmente tremendo estaba escrito en esa hoja, escrita a mano y en idioma portugués.

Muerto Juan XXIII, es elegido como sucesor Pablo VI. Al poco tiempo de ser elegido, sucede algo realmente terrible dentro del propio Vaticano, y será el padre Malachi Martin quien informará de los acontecimientos al pontífice. Dichos eventos se inician en la capilla Paulina del Vaticano (cerca de donde Bergoglio quiere ser enterrado) durante la noche del 29 de junio de 1963, festividad de los santos Pedro y Pablo. En esa capilla se celebró una misa satánica, en la cual participaron un número no determinado de cardenales y obispos en un ritual satánico, con el objetivo de entronizar a Satanás en la Iglesia, iniciando de esta forma, el reinado e influencia del “príncipe de este mundo” dentro de la Iglesia. Se sabe que entre los cardenales y obispos estaba el siniestro Jean Villot, y también algún que otro sacerdote. El impacto de esta noticia en el Papa Pablo VI fue evidente. En la siguiente reunión con la curia romana, Pablo VI les habló sin rodeos, afirmando algo que se convertirá en portada en la mayor parte de la prensa mundial: “a través de alguna grieta del Templo, se ha introducido el humo de Satanás en la Iglesia de Dios”. Pues bien, este incidente en la capilla paulina, fue el inicio de todos los acontecimientos posteriores en la Iglesia.

Cien años antes, el Papa León XIII, había divulgado una oración especial a San Miguel Arcángel, para que se leyera en todas las iglesias del mundo al final de la misa, pidiendo ayuda de este Arcángel para luchar contra Satanás. Pues bien, cuando se celebró esta misa satánica en la capilla Paulina del Vaticano para entronizar a Satanás, poco antes, determinados cardenales influyeron en el acta final de algunas resoluciones relacionados con el Concilio Vaticano II, de manera que se suprimió la oración a San Miguel Arcángel decretada por el Papa León XIII ochenta años antes. Esa misa satánica era la consecuencia de la anulación del decreto pontificio del mencionado Papa. Desde ese momento, la Iglesia comenzó a estar bajo el poder de todos esos cardenales, obispos y sacerdotes infiltrados dentro de la Iglesia para ir demoliéndola poco a poco. No tardará mucho en aparecer el tema de la pederastia y todos los escándalos eclesiales que se irán sucediendo. Así por ejemplo, hay datos concretos de obispos y cardenales, que sabiendo con nombres y apellidos de seminaristas homosexualmente activos, eran seleccionados para ser ordenados sacerdotes por los responsables de esas diócesis. ¿Cuáles podrían ser las razones de esa actitud por parte de esos prelados? Sin ninguna duda, ir demoliendo la Iglesia por dentro.
Es cierto que Juan Pablo II tuvo una aceptación mundial a su persona y a su carisma, pero no es menos cierto, que una nutrida representación de la jerarquía eclesiástica católica, no solo hicieron todo lo posible por amargarle la existencia, sino que no dudaron en intentar matarle en numerosas ocasiones: la masonería eclesiástica.
Sin embargo, tenemos que regresar de nuevo al Papa Juan XXIII. ¿Por qué ordenó archivar ese documento tan inquietante? El Papa se justificó con la afirmación de que: “no pertenece a mi pontificado”. Pero sí será el padre Malachi Martin, quien dará pistas sobre el secreto de Fátima, el cual, había leído personalmente. Este sacerdote quedó tan impactado de todo lo que estaba sucediendo en torno al Vaticano, que le pidió al Papa Pablo VI una autorización pontificia para retirarse a la vida privada. Pablo VI le concedió dicha autorización, la cual, le eximía de estar bajo la autoridad de ningún obispo del mundo. Llevó a partir de entonces una vida retirada consagrada a escribir y a su labor de sacerdote y exorcista, que también lo era. Los libros que publicó entre las décadas de los años 70 a los 90, se convirtieron en auténticos “best-seller” mundiales.

Estaba bajo juramento, de manera que no pudo revelar nada respecto a lo que había leído sobre la misteriosa hoja escrita por la hermana Lucía (Fátima), adjunta al tercer secreto; aunque sí daba algunas pistas afirmando “sí o no” cuando le preguntaban al respecto sobre el tercer secreto de Fátima. Sin embargo no guardó silencio sobre las extrañas ceremonias que empezaban a proliferar entre un grupo poderoso de masones “satánico-iluminattis” formado por cardenales y obispos, homosexuales muchos de ellos. Revelar estos datos, sobre todo cuando escribió su último libro relacionado con el tema del “último Papa”, le supondría la muerte prematura. Escribió sus libros bajo un pseudónimo, describiendo en forma novelada parte del objetivo que tiene esta secta masónico-satánica infiltrada dentro de la Iglesia, cuyo plan no era otro que derribar a la Iglesia para imponer lo que hoy conocemos como “Nuevo Orden Mundial”.

“La pedofilia está directamente relacionada con el satanismo”… “el verdadero tercer secreto de Fátima no era sino la advertencia de que el Maligno se había infiltrado en el Vaticano, y que sustentaba una red de clérigos pedófilos aliados a poderosas sectas satánicas”.

La revelación de estos datos por parte del padre Malachi Martin, confirmando las prácticas homosexuales y ritos satánicos dentro del Vaticano por parte de estos cardenales, fueron las razones por las cuales fue encontrado muerto en su departamento de New York en 1999. No fue necesario investigar las causas; le quitaron de en medio.

Pues bien, esta hoja adjunta al tercer secreto de Fátima, seguía sin ser revelada, lo cual, ni siquiera pudo hacerse cuando por orden de Juan Pablo II, se ordenó que se revelase en el 2.000. Se sabe actualmente, que alguien del colegio cardenalicio, consiguió “torcerle la mano” al propio Benedicto XVI, es decir, le impidieron al Papa que se publicara lo que estaba escrito en esa famosa hoja. ¿Tan terrible es lo que está escrito?

Todo parece indicar que es realmente tremendo lo que está escrito. Sin embargo, el padre Malachi Martin, asediado por los medios de comunicación en los últimos años de su vida, en una entrevista concedida a una cadena de radio de New York poco antes de morir, nuevamente le insistieron sobre este tema, y por esta vez, sí habló, pero como él mismo reconoció, al estar bajo juramento, desvió la atención existente sobre el tercer secreto, de manera que se centró en algo que sorprendió a todos; mencionó con toda claridad las apariciones sucedidas en el norte de España, en la localidad cántabra de Garabandal. (He tenido la fortuna de escuchar el audio original en inglés (con traducción al castellano) y pronuncia el nombre en perfecto castellano).

En este pueblo del norte de España de nombre San Sebastián de Garabandal de origen celta, en el año 1961 se apareció la Virgen María durante varios años a un grupo de cuatro niñas. El padre Malachi Martin, perfecto conocedor de estos hechos, vuelve a repetir que no puede revelar nada debido a su juramento de sigilo, pero que lo mencionado en Fátima, ya está descrito en lo revelado en los mensajes marianos de Garabandal.

Sin embargo, no han sido pocos (sobre todo obispos y religiosos) quienes hicieron lo posible y lo imposible por intentar borrar del mapa estos acontecimientos marianos acaecidos en esta aldea del norte de España. Es aquí cuando paralelamente a estas declaraciones del padre Malachi Martin, aparece un documento que viene a confirmar la veracidad de todo esto. Resulta que aparece una carta, la cual está fechada en Sao Paulo (Brasil) el 20 de diciembre de 1990, dirigida al obispo de Santander, monseñor Juan Antonio del Val, (en cuya diócesis se produjeron dichas apariciones). Dicha carta no solo está firmada por el padre Alipio Martínez, sino también por el matrimonio formado por Egesipo Campos y su esposa Civa Silva, quienes confirman la existencia de un documento sobre las apariciones de Fátima, donde la Virgen María se despide de Lucía (que por entonces no tenía más de 12 años de edad) en su última aparición en Cova de Iría; dicho documento confirma que La Virgen María la dice a la niña: “ata Sao Sebastiao da Hespanha”, (Hasta San Sebastián de España).

Con esa despedida, La Virgen María estaba dando una clara indicación de donde sería su siguiente aparición. Efectivamente, el día 1 de junio de 1961 se produce la primera aparición en Garabandal, cuyo nombre completo es San Sebastián de Garabandal. Este fenómeno realmente prodigioso que se produjo durante cuatro años, era casi una copia de lo que fue Fátima. El padre Malachi Martin, recuerda en esa entrevista a los periodistas, que las primeras palabras de la Virgen María en Garabandal fue un “tirón de orejas” al Papa por negarse a revelar el mencionado secreto, lo cual, es rigurosamente cierto, según las actas de dichas apariciones. Este padre irlandés, se limita a confirmar que Garabandal, era una continuación de los famosos secretos de Fátima, lo mismo que posteriormente lo fueron los mensajes de Akita (Japón). Nadie como él sabía mejor de lo que hablaba, (junto con el cardenal Ratzinger, futuro Benedicto XVI), que será quien conozca en profundidad este tema, y por cierto, auténtico experto en el ámbito de la profecía).

Es a partir de este momento cuando sale a la luz lo que realmente está por llegar sobre la Iglesia y el mundo, que ya había sido revelado en Fátima, pero cuyos mensajes, un grupo de cardenales masones pertenecientes a la curia vaticana, consiguieron archivarlos para que no salieran a la luz. No es de sorprender por lo tanto, que determinados eclesiásticos, a través del obispado de Santander, hicieron todo lo posible por derribar lo que estaba sucediendo en una aldea perdida en las montañas del norte de España, que como se pudo confirmar posteriormente, era la continuidad de Fátima.

Y tanto es así, que el secretario de estado del Vaticano durante el pontificado de Juan Pablo II, monseñor Agostino Casaroli, envió una circular al convento donde estaba la hermana Lucía, dando la orden de que no saliera de dicho convento de por vida, ni hablara con nadie bajo ningún concepto. Tuvo que ser el propio papa Juan Pablo II quien en función de su autoridad como pontífice derogó personalmente esa orden para poder dialogar con la hermana Lucía. Solo este dato nos permite hacernos una idea hasta qué punto había una guerra interna contra el pontífice para menoscabar su autoridad y poder derribarlo de alguna forma.

Vamos a resumir en pocas ideas lo que comienza a revelarse tímidamente en Fátima, pero que ya en Garabandal, (en cuyos mensajes nos vamos a centrar), se convertirán en el centro de la atención de la Iglesia en ese período de la década de los años 60 del pasado siglo:
  • Benedicto XVI es el último Papa. (En Garabandal queda confirmado que tras la muerte de Juan XXIII, tres Papas se sucederán, pero a uno de ellos, Juan Pablo I, que sería el cuarto papa, no se le cuenta porque apenas tendrá tiempo de gobernar, por eso se dice “tres papas”, y no cuatro como algunos interpretan equivocadamente).
  • Quien suceda a Benedicto XVI pertenece ya al período de la Gran Tribulación (que es el actual papa Francisco, denominado “Pedro Romano” en la profecía de San Malaquías, si bien, hay autores que hablan de un Papa más)
  • Huida de Roma de un Papa para evitar que lo maten (hay razones para afirmar que el papa que huye de Roma sería el actual papa Francisco o quizá Benedicto XVI en caso de estar vivo todavía): “un obispo vestido de blanco”, (dice el tercer secreto de Fátima).
  • Roma queda sin Papas a partir de ese momento.
Elección no canónica de un Papa que será quien provoca el cisma anunciado en todas las profecías, y que será quien abra las puertas de la Iglesia al anticristo.
  • Roma se convierte en la sede del Anticristo.
  • Rusia invade Europa: se impone nuevamente el comunismo.
  • Situación caótica en todo el mundo; surge el Gran Aviso. (Se trata de un profundo impacto en la conciencia moral de toda la humanidad, a la que no escapará nada ni nadie).
Ahora bien, todos estos acontecimientos relatados no podían adelantarse siempre y cuando que un personaje misterioso, ya anunciado en las sagradas Escrituras, en especial lo anuncia Pablo de Tarso en el capítulo dos de la segunda carta a los Filipenses, estuviera en su puesto. Mientras este personaje no fuera derribado de su autoridad, todos estos acontecimientos anunciados estarían siendo retenidos. Este personaje del cual habla Pablo de Tarso, a quien le define como “el Katéjon”, (el obstáculo), hay razones para pensar que se trata de Benedicto XVI. “Derribado de la silla”, como así ha sido, todo lo anunciado en las Escrituras, se irá cumpliendo progresivamente.

Pero este tema requiere no pocas reflexiones al respecto, que veremos con más tranquilidad un poco más adelante.


El Padre Giussepe, el primer sacerdote que leyó y reveló completamente el tercer secreto Fátima, en una parroquia de Portugal, muchos testigos lo escucharon, él pudo leerlo clandestinamente con un falso permiso de un cardenal, junto con la hoja faltante del tercer secreto de Fátima:, que es la misma a la que se refiere el Padre Malachi Martín, que también lo leyó. Y del que escribió el libro de José María Zabala, en su libro el tercer secreto mejor guardado.

Explicó: El tercer secreto no se reveló en 1960, llevando a millones de almas a la destrucción y la aniquilación de muchas naciones y a la condenación eterna, porque el Papá Juan XXIII sintió miedo de que al revelarlo lo hubieran confundido con el falso Papa al que se refería el texto del tercer secreto, por miedo de perder su autoridad porque el texto hablaba de un falso Papa que llegaría con engaños al vértice de la Iglesia y que estaría bajo el control de satanas, que vendría a destruir el deposito de la fe, a excepción de Portugal donde sería preservado el Dogma de la fe por nuestra Señora, solo en Portugal se conservaría el Dogma de la fe,
Por eso se oculto afirmó el Padre Giussepe, porque se trataba de una profecía, qué revelaba la gran apostasia de la Iglesia, en la que participaban miembros del clero y de la jerarquía eclesiástica que ya pertenecían a la masonería.

Afirmó nuevamente el Padre: Era una profecía terrible, por eso el vaticano decidió mantenerla oculta, su revelación habría desatado una crisis sin precedentes, en la Iglesia, poniendo en duda la autoridad del Papa, de los obispos, provocando divisiones, y escándalos entre los fieles.
El tercer secreto era lo que nuestra Madre quería evitar, la conquista del vértice de la Iglesia por la masonería eclesiástica y la perdida de millones de vidas en la guerra. Así como la destrucción y aniquilamiento de muchas naciones.

LAVANDERÍA VATICANA
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P. Charles Murr - ¿Masonería en la Iglesia? [Entrevista sobre su Nuevo Libro]


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