sábado, 10 de diciembre de 2022

SIN PATRIA. EL TRÁGICO DESTINO DEL HOMBRE POSMODERNO por DIEGO FUSARO


Sin patria. 
El trágico destino del hombre posmoderno 
(Traducción: Carlos X. Blanco)

La desmaterialización, la invasión, la desterritorialización y el desarraigo serían los rasgos peculiares del territorio posmoderno: según argumenta de forma paradigmática David Harvey en "The Condition of Postmodernity" (1990), la "compresión del espacio-tiempo" y la decadencia del peso de la espacialidad constituirían el quid proprium de la era de la globalización líquida neoliberal, en la que los espacios caóticos y omnidireccionalmente fluidos serían la figura misma de los etnopaisajes, como los definió Arjun Appadurai, es decir, "los crisoles de un orden político posnacional", haciendo que cualquier reclamo residual de soberanía, fronteras e identidad parezca obsoleto y sólido anacrónico. 

En la transición de la sociedad telúrica moderna a la sociedad talásica posmoderna, la Weltbild que surge de la fecha-sinécdoque de 1989 sería entonces la de un espacio virtual fluido; en definitiva, un espacio abierto sin límites y sin barreras, en el que todo fluye rápidamente y sin impedimentos, en todas las direcciones y en nombre del movimiento inagotable de valorización. La tierra, con su Nomos, sería despojada por el mar, con su uniformidad sin límites, así como la materialidad del muro, las fronteras y sus tabiques serían reemplazadas por la red, por la conexión simultánea en todas partes, por la desmaterialización y la desterritorialización. En palabras de Zygmunt Bauman, lo que distingue a la era líquida sería ante todo “la endémica porosidad y fragilidad de toda frontera y la intrínseca futilidad, o al menos la irreparable provisionalidad y la incurable revocabilidad, de toda definición de frontera. Todas las fronteras son efímeras, frágiles y porosas e-things ) es un mundo des-realizado, desencarnado ab intrínseco, desprovisto de objetividad y de límites, en cuyos espacios inmateriales el fetichismo de las cosas diagnosticado por Marx parece ser reemplazado por el nuevo fetichismo de los datos propio de la infoesfera. 

La espacialidad en red de la globalización, con sus nodos y sus flujos que fluyen sin control, sin tener en cuenta las fronteras estatales y las limitaciones éticas y políticas, cortocircuita la espacialidad geometrizada del estado soberano. A la orden de este último, la apertura globalista en forma de web contrasta con el plus ultra de la tecnología y la economía: todos los límites y fronteras, todas las certezas y todas las reglas son desbordadas. Por medio de la invasión, el limes de desplazamientos de capital hasta coincidir con los perímetros del mundo entero: este último se unifica ahora bajo la forma del imperio tematizado por Toni Negri, es decir, como una estructura rizomática y centrífuga, compuesta únicamente por las periferias; hasta tal punto que, en rigor, más que una unificación planetaria del espacio, se trata de la generación inédita de espacios superpuestos y reticulares, entrecruzados según nuevas asimetrías y nuevas jerarquías de dominación. 

El hombre, a merced de los flujos de la globalización, está bajo las garras de la Heimatlosigkeit, la "falta de hogar" teorizada por Heidegger en la "Carta sobre el Humanismo": se expresa también como "deslocalización", como la pérdida de cualquier coordenada espacio-temporal y de cada frontera, así como una experiencia de desterritorialización y desarraigo de quienes, propiamente hablando,  se ven obligados a estar en todas partes y, por tanto, incapaces de permanecer en ningún lugar, condenados a la deambulación y la movilidad. Por ello, el homo globalis se parece cada vez más a la figura del agrimensor descrita por Kafka en "El Castillo": medidor técnico del espacio, ya no es capaz de realizar ninguna medición, proyectado como está en el colapso de todo punto de referencia y en la desarticulación no sólo espacial del jus publicum europaeum. 

El mismo nexo de dependencia mutua entre espacio y poder, que orbita alrededor de la realidad de las fronteras, parecería cada vez más claramente evaporado en beneficio de la nueva "cronopolítica", una política inédita de lo virtual y de la temporalidad, así como de la conexión digital que no conoce ningún hic sunt leones. La que se abrió con 1989 sería aún la época del eclipse del Staatsform: los Estados habrían perdido sus clásicas prerrogativas, incluida la soberanía fiscal y territorial, para dar paso a una nueva racionalidad política post-soberana, coincidiendo por muchos versos con la tiranía global de la economía líquida, financiera y despolitizada.

Fuente: AVIG



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