sábado, 23 de julio de 2022

LIBRO "LA TAUROMAQUIA FRENTE A LA CENSURA": ARTÍCULOS Y DISCURSOS DE LA FUNDACIÓN TORO DE LIDIA 2016 - 2020 🐂

 

ARTÍCULOS Y DISCURSOS
DE LA FUNDACIÓN TORO DE LIDIA 2016 - 2020

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Una de las principales misiones de la Fundación Toro de Lidia desde que empezó su camino es asegurarse de que la voz de la Tauromaquia se escuche clara y fuerte. Y una de las formas de hacerlo consiste en tener presencia en los medios de comunicación por medio de artículos periodísticos y de opinión. Algunos de ellos, de temática jurídica, tratan de leyes y sentencias, y otros, entre ellos los que llevan mi firma, de actitudes políticas censurables, de libertad, de cultura, de naturaleza y de los movimientos antitaurinos.A los artículos se añade en este libro el discurso que tuve el honor de pronunciar como presidente en el Senado el día 22 de enero de 2019. En él se definió con toda nitidez al animalismo como una hecatombe cultural, económica y ecológica, especialmente para el mundo rural, y a la Tauromaquia como un dique de libertad frente al populismo prohibicionista. 

Tanto el conjunto de los artículos que aquí se ofrecen como los discursos y las cartas abiertas reflejan fielmente aquello en lo que la Fundación cree y por lo que trabaja cada día: 
la Tauromaquia es el regalo cultural de España a la Humanidad, está protegida por la Constitución y las leyes y es un paradigma de libertad frente al nuevo puritanismo que quiere prohibir lo que no le gusta. Defender los toros, ahora mismo, es también defender una España más libre, más tolerante y más plural. Una España mejor. Todo profesional y aficionado taurino tiene el derecho y el deber de defender la Tauromaquia. El presente libro contiene datos, ideas, argumentos y sentimientos que van a ser de mucha utilidad en esta batalla. Por eso es importante su lectura. Victorino Martín, presidente de la Fundación Toro de Lidia.

PRÓLOGO
"LA TAUROMAQUIA ES EL REGALO CULTURAL DE ESPAÑA A LA HUMANIDAD". VICTORINO MARTÍN
Una de las principales misiones de la Fundación Toro de Lidia desde que empezó su camino es asegurarse de que la voz de la Tauromaquia se escuche clara y fuerte. Y una de las formas de hacerlo consiste entener presencia en los medios decomunica­ción por medio de artículos periodísticos y de opinión.

Algunos de ellos, de temática jurídica, tratan de leyes y sen­tencias, y otros, entre ellos los que llevan mi firma, de actitudes políticas censurables, de libertad, de cultura, de naturaleza y de los movimientos antitaurinos.
Los artículos se añade en este libro el discurso que tuve el honor de pronunciar como presidente en el Senado el día 22 de enero de 2019. En él se definió con toda nitidez al animalismo como una hecatombe cultural, económica y ecológica, especial­ mente para el mundo rural, y a la Tauromaquia como un dique de libertad frente al populismo prohibicionista.
Tanto el conjunto de los artículos que aquí se ofrecen como los discursos y las cartas abiertas reflejan fielmente aquello en lo que la Fundación cree y por lo que trabaja cada día: la Tau­romaquia es el regalo cultural de España a la Humanidad, está protegida por la Constitución y las leyes y es un paradigma de libertad frente al nuevo puritanismo que quiere prohibir lo que no le gusta. Defender los toros, ahora mismo, es también de­fender una España más libre, más tolerante y más plural. Una España mejor.

Todo profesional y aficionado taurino tiene el derecho y el deber de defender la Tauromaquia. El presente libro contiene datos, ideas, argumentos y sentimientos que van a ser de mucha utilidad en esta batalla. Por eso es importante su lectura. 

Victorino Martín, ganadero, 
presidente de la Fundación Toro de Lidia.

SOBRE LA PROHIBICIÓN DE LOS TOROS

Hace ya seis años, el 2 de agosto de 2010 concretamente, publi­qué en este periódico un artículo titulado "La cultura está más allá de la Ley" a propósito de la Ley que el Parlamento de Cata­luña acababa de aprobar prohibiendo "las corridas de toros y los espectáculos con toros que incluyan la muerte del animal y la aplicación de las suertes de la pica, las banderillas y el es­toque, así como los espectáculos taurinos de cualquier moda­ lidad que tengan lugar dentro o fuera de las plazas de toros", salvo los llamados correbous, cuya subsistencia blindó otra Ley tramitada y aprobada en paralelo, la 34/2010, de de octubre.

Decía entonces y repito ahora que la cultura de un pueblo está más allá, en efecto, de la voluntad de los gobernantes y fue­ra incluso del circulo de atribuciones de éstos, porque es una expresión de la peculiar manera de ser y de estar en el mundo de las gentes (sí, las gentes, que la palabra no es propiedad ex­clusiva de los populismos rampantes que nos acosan) que lo componen, de su modo singular y característico de interpretar y sentir la realidad en la que se desarrolla su vida y eso no se crea, ni se destruye por leyes o decretos.

El pueblo soberano no ha delegado en los gobernantes el poder de destruir o eliminar ninguno de los bienes que inte­gran su patrimonio cultural. Les ha ordenado justamente todo lo contrario, esto es, que garanticen y promuevan el enrique­cimiento de dicho patrimonio y que aseguren su disfrute por todos los ciudadanos.

Ningún legislador -ni el catalán, ni el estatal- puede prohibir o eliminar, por lo tanto, las corridas de toros, los encierros de Pamplona y de otros muchos lugares, y los cientos y cientos de juegos y ritos del toro que desde hace muchos siglos se celebran periódicamente por toda la geografía española, como tampoco pueden prohibir la sardana, la jota, las procesiones de Semana Santa, el flamenco, la romería del Rocío o los carnavales. Son nuestros. Pertenecen al pueblo y sólo el pueblo puede disponer de los elementos que integran todas y cada una de estas piezas que forman parte de nuestro patrimonio cultural a medida que aumente o disminuya su vinculación afectiva con ellas.

Era, pues, rigurosamente inevitable que el Tribunal Cons­titucional terminara declarando, como, en efecto, lo ha hecho con su Sentencia de 20 de octubre último, la inconstituciona­lidad y nulidad de tan arbitraria prohibición, inspirada no por un franciscano amor a los animales, sino por el propósito de arrancar a Cataluña de España.

La sentencia del Tribunal Constitucional no va tan lejos, ni se pronuncia en términos tan categóricos como yo acabo de hacerlo, pero llega a la misma conclusión por un camino, el análisis competencial, estrictamente técnico y por ello menos propicio a la polémica, que, como es lógico, no nos satisface del todo a los aficionados a la Fiesta otrora llamada Nacional, adje­tivo éste que ese despreciable hábito del lenguaje políticamente correcto ha condenado al ostracismo.

El Tribunal admite que «la prohibición de espectáculos tau­rinos que contiene la norma impugnada podría encontrar co­bertura en el ejercicio de las competencias atribuidas a la Co­munidad Autónoma en materia de protección de los animales en materia de espectáculos públicos» (afirmación ésta más que discutible porque el texto literal de los artículos 116.1.d y 141.3 del Estatuto de Cataluña en los que pretende apoyarse dista mucho de ampararla), pero observa con toda razón que esas competencias «no pueden llegar al extremo de impedir, perturbar o menoscabar el ejercicio legítimo de las competen­cias del Estado en materia de cultura al amparo del artículo 149.2 de la Constitución», por lo que, existíendo una evidente conexión entre las corridas de toros y el patrimonio cultural español, llega a la conclusión de que la medida prohibitiva, «en cuanto afecta a una manifestación común e impide en Catalu­ña el ejercicio de la competencia estatal dirigida a conservar esa tradición cultural... hace imposible dicha preservación», e infringe el precepto constitucional citado.

Éste es el corazón  de la sentencia, lo que los juristas llamamos suratio decidendi. Quienes no lo son se preguntarán, sin embar­go, sí esto es suficientepara zanjar definitivamente el problema. La respuesta tiene que ser forzosamente negativa y, sí algu­na duda hubiera, ahí están las declaraciones de algunos líderes significativos del nacional populismo catalán que, nada más te­ner noticia de la sentencia que anulaba su Ley, se apresuraron a afirmar que en Cataluña no volverá a haber corridas de toros en ningún caso. 
La cruzada antítaurina que hace ya muchos años emprendieron continuará por otros caminos ahora que el de la prohibición ha quedado cegado.

Desde esta perspectiva no dejan de ser preocupantes algu­nas de las manifestaciones que con innegable buena voluntad y no poca ingenuidad hace la sentencia cuando, tras exponer su conclusión, precisa que «ello no significa que la Comunidad Autónoma no pueda, en ejercicio de sus competencias sobre ordenación de espectáculos públicos, regular el desarrollo de las representaciones taurinas... ni tampoco que, en ejercicio de su competencia en materia de protección de animales, pueda establecer requisitos para el especial cuidado y atención del toro bravo».

Para los cruzados, estos modestos caminos son, sin duda, auténticas autopistas por las que no dudarán en avanzar de nuevo, tanto más cuanto que la sentencia, al resolver el recurso por la vía competencial, dejó imprejuzgadas las cuestiones de fondo, planteadas por la Ley anulada, esto es, su posible co­lisión con determinadas libertades y derechos fundamentales, en particular la libertad artística y la libertad de expresión, y con otros derechos y principios rectores económicos y sociales, como la libertad de empresa, el derecho de acceso a la cultura y el principio de enriquecimiento del patrimonio cultural.

Importa por ello recordar que la reciente Ley estatal 10/2015, de 26 de mayo, para la salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial, en el que se incluyen las «artes del espec­táculo» y «los usos sociales, rituales y actos festivos» y, por lo tanto, también los festejos taurinos en general (vid. su disposi­ción final sexta), obliga a todos los poderes públicos sin excep­ción a acomodar sus actuaciones a los principios generales que enuncia su artículo 3, entre los cuales figura «la sostenibilidad de las manifestaciones culturales inmateriales, evitándose las alteraciones cuantitativas y cualitativas de sus elementos cul­turales». Regular el desarrollo de los espectáculos taurinos sí, pero, iojo!, sin desnaturalizarlos mediante alteraciones, cuan­titativas o cualitativas, de cualquier tipo que sean.

En esa misma línea cabe recordar también que la protección del patrimonio cultural inmaterial incluye «el respeto y con­ servación de los lugares, espacios, itinerarios y de los soportes materiales en que descansan los bienes inmateriales objeto de salvaguarda» y que los «espacios vinculados al desenvolmien­to de las manifestaciones culturales inmateriales», las plazas de toros en este caso, «podrán ser objeto de medidas de protección conforme a la legislación urbanística y de ordenación del territo­rio por parte de las Administraciones competentes» (artículo 4).

La historia continuará, sin duda, porque estos nuevos em­pecinados no cejarán en su empeño por una sentencia más o menos, ya que tienen demostrado que no están dispuestos a acatar ninguna que no les dé la razón, pero la próxima vez nos encontrarán, sin duda, mejor armados.
La política, cuando llega a estos extremos, es un espectá­culo grotesco, pero así seguirá siendo mientras algunos de sus actores se crean héroes.

Tomás-Ramón Fernández, 
miembro de la comisión jurídica de la Fundación Toro de Lidia. 


Fundación Toro de Lidia

VER+:

🐂 TOROS. EL MUNDO DE LOS TOROS, 
LIBRO COMPILACIÓN DE CÁNDIDO MORENO ARAGÓN

LA FIESTA DE LOS TOROS: 
UNA FIESTA HUMANA, DEMASIADO HUMANA 🐂

🐂 EN LA PIEL DEL TORO
  

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