lunes, 11 de julio de 2022

LIBRO "ENSAYOS: POLÍTICAMENTE INCORRECTOS": EL CLUB DE LOS VIERNES CON PRÓLOGO DE JAVIER NEGRE 🗽


ENSAYOS
PRÓLOGO DE JAVIER NEGRE

En aras de defender la libertad y prosperidad propias de Occidente, este libro se propone cuestionar públicamente y sin complejos las ideas esenciales de lo que hoy en día se considera el credo políticamente correcto.
¿Qué tipo de mentalidad se esconde tras las ideas enemigas de la libertad? ¿Puede la democracia sin límites convertirse en un nuevo tipo de totalitarismo? ¿Es el capitalismo un enemigo del medio ambiente o su protector? ¿Es posible un sistema educativo no estatal? ¿Tienen derechos los animales? ¿Es legítima y moral la Ley de Violencia de Género? ¿Qué papel pueden jugar las ideas de libertad en las redes sociales? ¿Cuáles son las causas de la hostilidad anticristiana y antisemita actual? ¿Debe Occidente abrir sus fronteras a una inmigración sin límites? ¿Podemos reforzar nuestro sistema estatal de seguridad? ¿Qué ideas económicas de libertad son importantes para afrontar el siglo XXI?

PROLOGO: 
PERDER EL MIEDO

Jueves 24 de diciembre de 2020. Comienzan las Navidades más negras de nuestra historia reciente. El COVID 19 avanza sin tregua. La crisis no cesa. Tampoco la censura. Vivimos en un país que camina a pasos agigantados hacia un régimen totalitario. Nuestras libertades están siendo conculcadas bajo el pretexto de la pandemia El Ministerio de la Verdad causa estragos y los periodistas críticos con el Gobierno del bulo son una especie en extinción. Escribo estas líneas un día después de colgar una abrupta llamada. Es el productor de uno de los programas donde he venido colaborando hasta la fecha. Malas noticias. Me ha informado de que a partir del próximo mes dejaré de ir a su espacio catódico. Alega recortes en la nómina de colaboradores por el azote del coronavirus en su cuenta de resultados. Es la misma razón que me expusieron en otras productoras para decapitarme estos últimos meses. Sin piedad. Razón falsa pues sólo había que encender el televisor y observar esas tertulias para detectar que los periodistas palmeros del Gobierno o los conservadores acomplejados seguían ahí. 

Siempre es más fácil echarle la culpa al bicho que decirte que con tu discurso políticamente incorrecto se juegan cientos de millones de euros en publicidad institucional, la vía de subsistencia de la mayo­ría de los medios de comunicación en España. Les da igual que ellos sean conscien­ tes de que hay millones de personas a favor de tu pensamiento o que diriges Estado de Alarma; el canal de Youtube de política más seguido de este país con 0 euros de inversión inicial y a pesar de la censura desenfrenada de Youtube, plataforma en­ tregada a la instauración de la Verdad Oficial. Incluso cuando hay imágenes que la desmontan.

En este tipo de programas televisivos al servicio de Moncloa prefieren cortarte la cabeza, servírsela en bandeja al Gobierno y rascar algún euro más en publi­cidad institucional. Son tiempos de vacas flacas y la corrupción y degradación pe­riodística está en el punto de máxima ebullición. Les aseguro que para la Fallarás, los Maestres y Monederos ni hubo ni habrá recortes. Tampoco para los serviles Ana­ Listas que agachan la cabeza cuando los progres les enseñan los dientes y renuncian a dar la batalla cultural vaya a ser que pierdan los 150 euros que ganan por calentar la silla de la tertulia. Por 150 euros brutos optan por el catenaccio dialéctico y re­nuncian a declararle la guerra al pensamiento único imperante. Saben que hacerlo tiene un alto precio. 

Plantear debates contra el establishment ideológico como los que recoge este interesante y necesario libro es un deporte de riesgo. Discrepar de la Ley de Violencia de Género y considerarla una injusticia que ha arruinado la vida de numerosos hombres le costó su desaparición mediática a Cristina Seguí. Ya solo pueden seguirla en Estado de Alarma o en Twitter. Lo mismo le ocurrió a Rubén Pulido, experto en inmigración ilegal censurado en las redes sociales porque con datos fiables y fuentes contrastadas advierte de que la inmigración irregular pro­ movida por oscuros magnates globalistas como George Soros se ha convertido en un lucrativo negocio para ONG,s y asociaciones que están contribuyendo a la pro­gresiva islamización de nuestro país con nuestros impuestos. O qué decir de Alfonso Ussía o Sánchez Dragó, purgados de La Razón y El Mundo respectivamente por sus discursos críticos con el Gobierno y su aparente afinidad a Vox, ese partido al que los directivos de los grandes medios han convertido en el anticristo a batir por denunciar la corrupción periodística en nuestro país y plantarle cara a las re­ dacciones podemizadas. O qué decir de mí, perseguido y estigmatizado hasta la sa­ ciedad por los equipos de redes de Podemos y otros propagandistas del régimen que han buscado sin suerte mi muerte civil. 

Con mentiras y falacias que son repetidas hasta la saciedad para convertirlas en una suerte de verdad absoluta que quede como huella imborrable en mi currículum de Google. Como dirían los americanos "tormentas de mierda"que buscan mi desprestigio y mi pérdida de credibilidad con ataques basados en fake news. Los últimos lanzados desde el programa de máxima audiencia de La Sexta que me situó falsamente como instigador de "los escraches" en el chalé del vicepresidente Pablo Iglesias y desde Podemos por leer el artículo 20 de la Constitución que recoge el derecho a la libertad de expresión, derecho que la izquierda me quiere negar. 

¿Por qué? Porque mi voz y la del resto de colaboradores de Estado de Alarma están contrarrestando sin complejos la propaganda socialco­ munista de los voceros del Gobierno poco acostumbrados a encontrar resistencia en una España donde la izquierda mediática es prácticamente hegemónica ante la ausencia de empresarios valientes que financien una televisión conservadora y con altas dosis de creatividad y agilidad. Ante la ausencia de esos grandes mecenas, me vi obligado a montar un medio de comunicación low cost que sobrevive gracias a las ayudas de sus espectadores y que es capaz de desmontar antes que ningún otro el negocio de la inmigración irregular en Canarias del que participan ONG,s como Cruz Roja con un simple Iphone. Los tiempos han cambiado, la pandemia ha demo­cratizado y abaratado el uso de tecnologías de streaming y la audiencia se ha acostumbrado a ver a sus analistas favoritos en una pantalla partida de programas de videoconferencias perdonando incluso fallos técnicos. 

Ahora importa más el fondo del mensaje que el envoltorio en una España donde cada vez quedan menos voces discrepantes con el poder. Estado de Alarma se ha convertido en ese David mediá­ tico que lucha con medios ínfimos, pero con gallardía contra un Goliat tremenda­ mente untado por el Gobierno. La batalla está siendo dura, pero algo estaremos ha­ciendo bien cuando la izquierda radical y las terminales mediáticas del Gobierno me colocan en el disparadero. Incluso la revista progre 'El Jueves' me incluye entre "los veinte gilipollas del año" en una clasificación donde están líderes a los que ad­ miro como Santiago Abascal, Isabel Díaz Ayuso o Donald Trump. Todos ellos defen­sores de esa libertad que corre peligro en España. Entrar en ese ranking es el mejor síntoma de que voy en la dirección correcta y que nada ni nadie debe pararme en llevar la voz de Estado de Alarma cada vez a más hogares. Aunque esté pagando un precio muy alto por ello.

Podría darle innumerables nombres de personas que estamos pagando un peaje por remar a contracorriente en estos momentos donde nuestra esencia como país languidece. Donde nuestra historia pretende ser reescrita por la izquierda que ahora nos gobierna. Una izquierda cargada de odio que con su nueva y sectaria Ley de Memoria Histórica pretender imponer un su visión totalitaria de la historia. Reabrir viejas heridas para llevar a España al guerracivilismo que tanto nos costó y que superamos con la transición democrática. Maniobras de distracción para que los periodistas serviles dediquen innumerables páginas al pasado y así los que nos dedicamos a desmontar las mentiras del Gobierno en plena pandemia seamos si­ lenciados por titulares grandilocuentes que solo esconden resentimiento y sed de venganza. 

Silenciados o embarrados con numerosos titulares fake movidos por bots en las redes sociales ultrafinanciados por partidos gubernamentales que sólo buscar estigmatizar a aquel que tiene la osadía de ir contra la dictadura progre. O sometidos incluso a investigaciones del Gobierno por denunciar el top manta que se viralizan como la pólvora, pero que quedan en agua de borrajas. Movimientos que su único objetivo es demostrar a otros compañeros del gremio el negro futuro que les espera si osan plantarles batalla. En numerosas ocasiones estas campañas de acoso y derribo consiguen su meta porque al final cada uno tiene sus circunstan­ cias y no es fácil sobrellevar señalamientos diarios en redes sociales y programas afines al Gobierno. Hay que tener las espaldas bien anchas para aguantar ese vía crucis y estar muy mentalizado.

Reconozco que sabía que me ocurriría todo lo que me está pasando cuando decidí crear "Estado de Alarma", una plataforma que reuniese a los periodistas y Ana­ Listas más combativos contra el régimen socialcomunista y sus terminales mediáti­cas como La Sexta. Un foro de libertad de expresión que también diese voz a asocia­ciones cívicas liberales tan valientes como "El club de los Viernes", silenciadas a pro­pósito por los grandes medios y sin subvenciones de ningún Gobierno. Cuando abrí el canal para plantearle cara de forma frontal a Pedro Sánchez, a sus periodistas amamantados y dar la batalla cultural tenía claro que pagaría un peaje. Un precio alto. Tan alto como perder mi empleo altamente remunerado en El Mundo, tras cri­ticar la publicidad institucional lamentable del "Salimos más fuertes" que copó su portada cuando España registraba la negra cifra de 53.000 muertos, muchos de los cuales no reconocidos por un Ejecutivo que no es capaz ni siquiera de honrar a sus fallecidos. 

Tan alto como empezar a desaparecer de las tertulias que me granjeaban un alto nivel de vida para un joven soltero de 35 años. Tan alto como para perder compromisos profesionales con plataformas de pago asustadas por la contunden­ cia de mi mensaje. Tan alto como la pérdida de la interlocución directa con grandes empresarios del Ibex35, cabreados porque mi canal les atacase por financiar me­dios enemigos de nuestro orden constitucional como eldiario.es o La Sexta. Sabía lo que estaba perdiendo cada vez que subía un programa a Youtube, rodeado de excel­sos colaboradores también purgados, pero les he de reconocer que no lo lamentaba porque estaba experimentando la libertad plena. 

El poder decir lo que uno sentía sin miedo a nada. Sin miedo a que te expulsasen de un empleo. Sin miedo a que te señalen en las redes sociales. Sin miedo a que convoquen escraches en tu domicilio personal que me obliguen a una mudanza o amenacen a tus padres. Decidí perder el miedo con 35 años y ahora lo que me mantiene es el calor de un público que te pide que no arrojes la toalla. Por ellos sigo en la lucha cada día. Por ellos me recorro cien­tos de kilómetros y me juego el tipo para defender la libertad en tierras donde do­ minan los enemigos de ella como el País Vasco o Cataluña. 

Por ellos me juego im­ portantes cachés defendiendo asuntos políticamente incorrectos como los que re­coge este libro. La batalla será larga, pero unidos la ganaremos. Únete a ella. La ver­dad nos hará libres.

¿QUÉ OPINAS EN QUE ESPAÑA 
YA NO EXISTIRÁ LA PRESUNCIÓN DE INOCENCIA EN HOMBRES?

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