«Primera y última comunión»,
la mirada sobrecogedora de Cristóbal Rojas
La obra «Primera y última comunión», de Cristóbal Rojas, se presentó por primera vez en el Salón de la Sociedad de Artistas Franceses en el Palais des Champs Élysées de París en 1888. Rojas fue el precursor en el uso del realismo social entre los artistas venezolanos, quienes solo habían trabajado con las técnicas clásicas de la Academia de Francia.
En cuanto a la composición de la obra veremos que presenta una habitación cuya figura principal en el centro de la pintura es una niña recostada en un sillón de tonos rojizos que está a punto de recibir el sacramento católico de la comunión por primera y última vez, pues se encuentra al borde de la muerte.
Resalta sobremanera el reflejo que causa la fuente de luz natural proveniente de una ventana ubicada al fondo y arriba de la escena sobre la vestimenta blanca de la niña (símbolo de pureza) que le cubre hasta la cabeza. Sus facciones dejan ver los signos de la enfermedad y la muerte inminente. La mano izquierda reposa sobre su pecho cubierto.
Detrás de la niña se ubica sentada la que parece ser la madre, una mujer joven con el cabello castaño recogido, quien denota a través de su rostro (de perfil) una expresión de dolor por el dramático momento representado. La mujer vestida con un traje largo de colores oscuros posa su mano izquierda sobre el hombro derecho de la niña.
En el lado derecho del óleo se encuentra la imagen de un hombre en penumbras, al que no le llega la iluminación de la ventana, sentado detrás de la mujer. Pudiera tratarse del padre de la enferma. Este sujeto apoya la mano derecha sobre su rostro. A su lado en el extremo derecho se halla una cama de metal y cobijas de tonos marrones medianamente iluminadas por el destello de la luz de la ventana.
En el borde izquierdo de la obra aparece una mesa con un mantel blanco en la que se apoya un crucifijo y un portavelas con una vela encendida.El lado izquierdo de la imagen está bien iluminado. En ese espacio observamos a un sacerdote de pie con una ostia levantada por su mano derecha y a su lado un monaguillo que observa a la moribunda con expresión de tristeza. El chico mantiene los brazos cruzados mientras sostiene una vela encendida. En la vestimenta de la niña y de los representantes de la Iglesia destacan los detalles, encajes y pliegues de la tela.
La primera y última comunión es un óleo de gran formato (200 x 250,5 cm cm). De igual forma que La miseria sigue el estilo del realismo social orientado hacia el dramatismo frecuentemente utilizado a finales del siglo XIX en las composiciones plásticas francesas −aún cuando algunos pintores europeos comenzaban a manifestar inquietud por el estilo impresionista−. Así mismo, la pieza descrita denota el influjo académico de su mentor Jean-Paul Laurens, docente de la Academia Julian en París.
Según palabras de Anna Gradowska (1990):
En «La primera y última comunión» (1888), Rojas, por primera vez, relaciona la problemática social con la religiosa, y lo hace en una de las formas típicas del fin de siglo: en lugar de una imagen sagrada tradicional, encontramos a Dios invisible: sentimos su presencia mística detrás de la exaltada ceremonia cristiana” (14-15).
Valores patrimoniales
Cristóbal Rojas (Cúa, 1860-Caracas, 1890). Luego de recibir en 1883 una beca para iniciar estudios en Europa parte hacia París. En 1886 le es otorgada una mención de honor por su obra La miseria en el Salón de 1886. Póstumamente, en 1893, su obra pictórica se hace merecedora de una medalla de honor en la Exposición mundial Colombina.
Es importante destacar que Rojas fue el precursor en el uso del realismo social entre nuestros artistas, quienes solo habían trabajado con las técnicas clásicas de la Academia de Francia.
Entre diversas valoraciones críticas desde el punto de vista plástico sobre el trabajo de Rojas podemos señalar, de acuerdo con el reconocido investigador Francisco Da Antonio, que Cristóbal Rojas fue el pintor venezolano más destacado del siglo XIX (cfr. Da Antonio, 2007).
Finalmente, como reconocimiento a su legado, desde 1958 la Escuela de Artes Plásticas y Aplicadas lleva su nombre.
Rojas, el incomprendido
En 1887 conoce Rojas el lapidario diagnóstico médico, que ya era irreversible. Tenía tuberculosis. Para ese tiempo, de acuerdo con la opinión de los especialistas, de cada siete personas una moría de tisis. Ante lo inevitable Rojas decide abandonar el academicismo. La pincelada se vuelve libre, abocetada. No hay descuidos, ni debilidades. Tampoco están las precisiones estáticas del pasado. Solo tintas fluidas y la aparición del color. Su preocupación fue la luz. Son obras acabadas. Por eso las firmó. ¿Por qué realizó entonces El purgatorio y el Retrato del Dr. Rojas Paul con marcado academicismo? Porque fueron encargos. Y necesitaba al apoyo económico de una beca que Guzmán Blanco les había cancelado. Y tenía que apoyar, además, a su familia en Caracas. Por esa razón Calzadilla le llama «Rojas, el incomprendido».
En 1886 fue exhibida la última exposición de los impresionistas en París. Sin duda, nuestros pintores la visitaron. Michelena abandona la casa-taller que compartía con Rojas, en la Calle Delambre, en 1887. Se desconoce, con certeza, el motivo de la mudanza. Hay dos posibles razones. La primera. ¿De qué podían hablar los jóvenes Michelena, Rojas y Rivero Sanabria? Pues de arte. Había motivos más que suficientes, no solo la pasión que compartían, sino las diferentes tendencias del arte que se vivían en un París decimonónico. Y en esas discusiones surgieron las inevitables diferencias de punto de vista. La segunda, que es evidente, el miedo al contagio.
Michelena y Rivero decidieron continuar en el camino del academicismo —donde tenían más probabilidades de sobrevivir económicamente, en una Venezuela que no entendería las vanguardias—. Y Rojas —desahuciado y sin nada ya que perder— decidió dar un paso al frente con las nuevas tendencias. El avance plástico que tuvo Rojas, en tan solo tres años, es algo realmente asombroso. Las personalidades de ambos artistas eran, definitivamente, opuestas.
Michelena fue dócil ante Laurens. Rojas se arriesgó. No dejó cartas, no tenía comunicación con nadie, sino con una familia que no podía entender sus angustias. Prefirió dejar su testimonio en la obra. Lamentablemente esta obra se dispersó. No tuvo la suerte de tener a alguien que velara por su obra. Han tenido que transcurrir 130 años para cerrar un ciclo sorprendente. Hasta ahora son solo 46 piezas que hemos identificado del maestro, en sus diferentes etapas.
Uno de sus cuadros más famosos "La Primera y Última Comunión", ejecutada en 1888, muestra su más alto grado de pesimismo y desesperanza. Más adelante, el patetismo cede ante una obra que presenta colores más claros; y es cuando ejecuta "El Bautizo", obra calificada como la más importante de la vida de Cristóbal Rojas.
La vida de Cristóbal Rojas fue muy corta. Pintó 10 lienzos y murió a los 32 años, mostrando al final de su existencia un tono más suave, más amable en el lienzo y una actitud más positiva frente a la vida. Hoy la Escuela de Artes Plásticas de Caracas lleva su nombre con orgullo y sus restos reposan en el Panteón Nacional desde el 27 de diciembre de 1958.
Situación actual
"La Primera y última comunión" forma parte de la colección de la Fundación Museos Nacionales y permanece bajo la custodia y conservación de la Galería de Arte Nacional.
En la actualidad la obra presenta buenas condiciones de conservación e integridad.
Ubicación
Galería de Arte Nacional, avenida México, entre las estaciones Bellas Artes y Parque Carabobo del Metro de Caracas, frente a Puente Brión, Caracas, Distrito Capital.
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Juan Carlos (Yanka)