martes, 8 de marzo de 2022

LIBRO "LOS DEMONIOS (ENDEMONIADOS)" POR FIÓDOR DOSTOYEVSKI: ENTRE EL AMOR DE DIOS Y EL ACECHO DE LOS DEMONIOS




"No es si Dios existe; 
es si se puede vivir sin creer en Dios". 
Hannah Arendt

El horrible crimen perpetrado en Moscú a finales de1869 siguiendo órdenes del nihilista Necháyev, seguidor de Bakunin, fue la fuente de inspiración que sirvió a Fiódor Dostoyevski (1821-1881) para construir la trama argumental y perfilar los caracteres de los principales personajes de "Los demonios". Entre ellos destaca con fuerza Nikolai Stavrogin, figura atormentada que casi un siglo después habría de fascinar a Albert Camus y que introduce en la novela una dimensión teológica y metafísica que la lleva mucho más allá de la mera reconstrucción de la historia o de la diatriba política, propiciando el salto cualitativo que hace de esta obra sin duda una las más destacadas del gran autor ruso. 


En 1872, concluye "Los demonios", una novela contra el fanatismo ideológico que obtiene un gran éxito.
«Una de las obras más complejas y profundas de Dostoievski se adentra en los entresijos de la mente del revolucionario, terrorista y nihilista».

Dostoyevsky conoció a los Demonios, 
el personal y el colectivo, y buscó la redención para ambos.

El ser humano conoce el mal, sabe usarlo, en muchas ocasiones lo justifica como necesario o inevitable, e incluso lo llega a equipar con el bien. Pero sabe también que, tarde o temprano, todo mal conlleva una pena, propia o ajena, por la vía del castigo social o por la dolorosa redención personal, muriendo para renacer.
Los primeros Demonios los encontró ya en su propio hogar. Tras la repentina muerte de su cariñosa madre, su progenitor cayó en un alcoholismo violento y autodestructivo que obligó a Dostoyevski a marchar con su hermano a un pensionado para estudiar en la Escuela de Ingenieros militares de San Petersburgo. Aunque en 1843 terminó sus estudios y se incorporó como subteniente a la Dirección general, su refugio era la lectura (de William Shakespeare a Víctor Hugo), especialmente tras el trágico asesinato de su padre, del Demonio al que durante su juventud siempre deseó la muerte, que llegó con la venganza de sus sirvientes en la finca familiar.
“Antes de referir los acontecimientos tan extraños que ocurrieron recientemente en nuestra ciudad, lugar donde hasta la fecha nunca había sucedido nada reseñable, me veo obligado a remontarme tiempo atrás y anticipar algunos detalles biográficos acerca de Stepán Trofímovich Verjovenski, hombre muy respetable y de gran talento. Detalles que servirán de introducción a la crónica que me propongo escribir”.
Con esta frase comienza el primer capítulo de la primera parte de las tres que tiene la novela Los demonios publicada primero en la revista El mensajero ruso en 1871–1872 y que está considerada como una de las cuatro obras maestras escritas por Dostoyevski después de su regreso del exilio siberiano, junto con Crimen y castigo (1866), El idiota (1869) y Los hermanos Karamázov (1880).

El núcleo de la trama es el asesinato el 21 de noviembre de 1869 de Iván Shátov, un estudiante radical de la Escuela de Agricultura de Moscú por un grupo de cinco miembros dirigidos por Verjovenski, que ha puesto en duda la lealtad de la víctima, pero que, en realidad, utiliza el delito compartido para poner a prueba el compromiso del colectivo. El narrador de la novela es, por primera vez en Dostoievski un personaje más: Antón Lavréntievich G…v, que intenta mantener cierta distancia con respecto a los hechos narrados y que hasta cierto punto, muestra simpatía por sus oponentes ideológicos, incluso por loa más polémicos, gracias a lo cual no cae en lo tendencioso.
El resultado es una de las novelas más controvertidas, complejas y oscuras de Dostoievski desde que escribió "Los hermanos Karamázov". Pyotr Verkhovensky y Nikolái Stavrogin son los líderes de una célula revolucionaria cuyo objetivo es derrocar el zar, destruir la sociedad y hacerse con el poder, pero cuando el grupo es descubierto e interviene la justicia, se pone a prueba nuestra propia fe en la humanidad.

Aunque la intencionalidad política es evidente, el caos y la destrucción que recrea surgen de una sátira de costumbres tan hilarante como hiriente que poco a poco se va transformando en una tragedia clásica. En el centro destacan dos personajes de distintas generaciones: el maduro y «muy respetable» Stepán Trofímovich Verjovenski, que, después de una dudosa carrera en el ámbito académico, vive desde hace tiempo de la generosidad −y del amor− de una rica viuda a la que le gusta verse como protectora de las humanidades; y el hijo de ésta y antiguo pupilo de Verjovenski, el joven Nikolái Stavrogin, de quien todo el mundo se enamora y cuya vida incoherente y abismal no parece procurarle, sin embargo, ningún placer. Estos personajes van revelando, entre la brutalidad y la fascinación, las complejas compensaciones que ofrece el «derecho al deshonor» −una de las obsesiones dostoievskianas− en medio de una trama coral deslumbrante.

Dostoievski escribió para liberar el dolor que llevaba en su interior y para encontrar un sentido a la vida. De joven simpatizó con el socialismo utópico, pero después de pasar cinco años en Siberia y sobrevivir a un simulacro de fusilamiento buscó en el Evangelio el bálsamo que no pudo hallar en una ideología materialista. Algunos le acusan de reaccionario por exaltar a la iglesia ortodoxa y pedir que Rusia se mantuviera alejada de una Europa cada vez más hostil a la herencia cristiana, pero me pregunto qué significa ser reaccionario. ¿Por qué no se emplea esa expresión para referirse al socialismo, una doctrina que ha esclavizado a los pueblos donde ha prosperado? ¿No es reaccionario creer en la hipotética restauración de un comunismo primitivo que jamás existió? ¿No es más retrógrado adorar al Estado que a Dios o pensar que la tecnología es el motor de un progreso indefinido, cuando no cesa de causar estragos en el medio ambiente? Seguimos inclinándonos ante los ídolos, pero repudiamos el sentimiento religioso como si fuera el mayor enemigo de la humanidad.

Dostoievski confesó que escribía para dialogar con Dios. Si olvidamos eso, su literatura se vuelve ininteligible.

¿Por qué un escritor que describió su obra como un “diálogo con Dios” continúa despertando el interés de una época descreída y escéptica? Fiódor Mijáilovich Dostoievski afirmó que si tuviera que escoger entre Cristo y la verdad, elegiría sin dudar a Cristo. A pesar de esa fe, que muchos consideran vetusta y anacrónica, el escritor ruso es uno de los autores del siglo XIX que mejor han soportado el paso del tiempo.
Sus novelas nacen del propósito de explicar el mundo desde una perspectiva cristiana. No es algo meramente teórico, sino el fruto de experiencias sumamente dramáticas. Cuando había perdido la esperanza en Siberia y su carne, martirizada por el hambre y el frío, temblaba bajo unos harapos, una niña huérfana se acercó a él y le entregó unas pocas monedas. Mirándole a los ojos, solo dijo: “En nombre de Cristo”. Ese gesto le devolvió la esperanza y le empujó a releer el Evangelio, transformándole en un hombre nuevo. Al recuperar la libertad, ya no creía en una revolución política, sino espiritual.
Siempre he pensado que ese episodio explica mejor la literatura y el pensamiento de Dostoievski que cualquier ensayo. Su obra, a pesar de sus momentos de oscuridad, siempre anheló ser un camino de perfección, una escala hacia el cielo, pero sin olvidar que el hombre, herido por el pecado, siempre soportará el acecho de los demonios. Como apunta Nadezhda Gorodetski, las novelas de Dostoievski son “una confesión de fe” y el nihilismo imperante no ha logrado apagar su capacidad de conmovernos.

VER PELÍCULA:


En 1870, en una ciudad rusa, un grupo de jóvenes revolucionarios anarquistas se proponen derribar el régimen zarista por medio de la violencia. Sus atentados crean un clima de psicosis y de desconfianza mutua entre la población. Pero, en realidad, tanto revolucionarios como represores están siendo manipulados por un diabólico individuo que se sirve de la violencia para satisfacer sus venganzas personales.

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