miércoles, 16 de febrero de 2022

¿QUÉ GUERRA DE UCRANIA? Y LA OTRA GUERRA DE UCRANIA por JUAN MANUEL DE PRADA 👥💣💥

 
¿Qué guerra de Ucrania?

Las colonias europeas han cometido errores; ninguno tan grave como arrojar a Rusia a los brazos de China

JUAN MANUEL DE PRADA 

Estados Unidos es, en todos los órdenes, una potencia en bancarrota que necesita arrastrar en su degradación moral y econó­mica a sus colonias europeas. Para lograr­lo, les exporta toda su bazofia ideológica 'woke' y trata de convertirlas en rehenes de su debacle finan­ciera. La mastodóntica e incontrolada deuda públi­ca de los Estados Unidos necesita mantener a toda costa el dólar como divisa de las transacciones in­ternacionales. Pero recientemente China y Rusia han suscrito una declaración conjunta por la que se comprometen a prestarse apoyo mutuo; y han al­canzado un acuerdo energético por el que garantizan el suministro de gas y petróleo rusos a China durante treinta años, en transacciones que se reali­zarán en euros. Este ataque a la hegemonía del dó­lar acaba definitivamente con la supremacía mundial de los Estados Unidos, que no puede hacer -por razones obvias- lo mismo que hizo (ayudada laca­yunamente por sus colonias europeas) con Irak. Libia o Siria por atreverse a suscribir pactos semejan­tes. China y Rusia, unidas, se convierten en indestructibles.

Pero, para evitar su definitiva ruina, Estados Unidos puede en cambio provocar una guerra en Ucrania que sacrifique a sus colonias europeas.Rusia, desde luego, no tiene ningún interés en invadir Ucrania; pero no puede admitir que una nación inventada que en gran medida forma parte de su territorio histórico se sume a la OTAN, tampoco que se incumplan alégremente los acuerdos de Minsk -reconocidos por Francia y Alemania-, donde se contempla la concesión de autonomía a las regiones de Donestk y Lugansk. Estados Unidos ha encontrado en el incumplimiento de estos acuerdos y en la incorporación de Ucrania a la OTAN la mecha del conflicto que le permita mantener sometidas a sus colonias europeas, enfrentándolas a Rusia. Sería una guerra sin apenas costes de vidas para Estados Unidos; y, entretanto, además, consigue que las colonias europeas se abastezcan a precios astronómicos de gas americano, provocando una inflación monstruosa en sus economías.

Paralelamente, Estados Unidos monta una campaña de intoxicación mediática, asegurando histéricamente que Rusia pretende invadir Ucrania, con el evidente propósito de que sus colonias entierren la interlocución con Rusia, renunciando a su autonomía estratégica y también a su horizonte humano. ¿Alguien en su sano juicio puede creer que la nación que prohijó a Chaikovski y Shostakovich, a Dostoievski y Tolstoi, a Eisenstein y Tarkovski, no forma parte de Europa? En su sumisión a los Estados Unidos, las colonias europeas han cometido muchos errores; ninguno tan grave como arrojar a Rusia a los brazos de China. Mientras Europa se suicida, el gigante asiático es el gran triunfador de esta crisis insensata provocada por una potencia que chapotea en la degradación y que se consuela arrastrando consigo a sus lacayos. Recordemos, una vez más, la profecía de Filoteo: «Bizancio es la segunda Roma; la tercera será Moscú. Cuando esto caiga, no habrá más».







LA OTRA GUERRA DE UCRANIA


La propaganda oficial pretende que la llamada ‘guerra de Ucrania’ ha empezado con la intervención del ejército ruso. Pero lo cierto es que se trata de una guerra sistemáticamente ignorada durante ocho años por los medios de cretinización de masas. Una guerra hasta ahora localizada en la región del Donbass que hasta diciembre de 2021 -citamos datos de la ONU- había costado 14.300 muertos y 38.000 heridos, de los cuales 3.404 muertos y más de 8.000 heridos han sido víctimas civiles indefensas. Además de esta masacre silenciosa, cientos de miles de personas se han visto obligadas a abandonar sus hogares; y, en general, toda la población de la región (que se reconoce como rusa, aunque ni siquiera pueda expresarse públicamente en su lengua materna) ha sido sometida a bloqueo económico y bancario.

La propaganda oficial pretende que la llamada ‘guerra de Ucrania’ ha empezado con la intervención del ejército ruso. Pero lo cierto es que se trata de una guerra sistemáticamente ignorada durante ocho años por los medios de cretinización de masas. Una guerra hasta ahora localizada en la región del Donbass que hasta diciembre de 2021 -citamos datos de la ONU- había costado 14.300 muertos y 38.000 heridos, de los cuales 3.404 muertos y más de 8.000 heridos han sido víctimas civiles indefensas. Además de esta masacre silenciosa, cientos de miles de personas se han visto obligadas a abandonar sus hogares; y, en general, toda la población de la región (que se reconoce como rusa, aunque ni siquiera pueda expresarse públicamente en su lengua materna) ha sido sometida a bloqueo económico y bancario. Mientras la población civil del Donbass era asesinada por el Gobierno ucraniano -con el patrocinio y la provisión de armas estadounidense-, los medios occidentales guardaban silencio; y las colonias europeas -en especial Francia y Alemania, que se comprometieron a ello- no velaban por el cumplimiento de los acuerdos de Minsk. Pero ha bastado que Rusia, tras ocho años de muerte y destrucción, haya lanzado una ofensiva para que, de repente, nos enteremos de la existencia de una guerra ante la que durante ocho años hemos cerrado los ojos. Los medios se han apresurado a divulgar (amén de muchas fotos y videos trucados) imágenes de civiles durmiendo en estaciones de metro; pero antes han ocultado durante ocho años las imágenes de civiles del Donbass en sótanos en ruinas, porque sus casas habían sido bombardeadas.

Desde luego, a Rusia se le pueden lanzar muchos reproches. Se le puede reprochar, por ejemplo, haber pretendido resolver una amputación de su territorio, perpetrada al socaire del colapso de la Unión Soviética, mediante unos frágiles acuerdos de paz que mantenían a millones de rusos (toda la población del este de Ucrania) bajo la férula de unas autoridades rusófobas. También se le puede reprochar que utilice ahora una retórica antifascista (o ‘desnazificadora’) cuando antes reconoció tanto a Poroshenko como a Zelenski, quienes han sufragado -y militarizado- a muchos grupos de extrema derecha. Y, desde luego, se le puede reprochar también a Rusia que su respuesta militar no se haya circunscrito al Donbass y regiones limítrofes (aunque, desde luego, si hubiese dejado operativos los centros militares ucranianos, tal vez se habría desatado una guerra más cruenta). Se le puede reprochar, en fin que acabe en fracaso (o en guerra enquistada) lo que fue concebido como una ‘blitzkrieg’; pues entonces todos los países fronterizos se incorporarán a la OTAN, que así estrechará más el cerco sobre Rusia, hasta asfixiarla.

En cambio, no creemos que se pueda reprochar a Rusia que decida intervenir para atajar una masacre de compatriotas en el Donbass que dura ocho años. ¿Cuántos muertos más eran precisos para que la intervención rusa estuviese justificada?


Un demonio para todos y todas

Uno de los episodios patrios más chuscos derivados de la guerra de Ucrania nos lo han brindado las acusaciones cruzadas de connivencia con Putin proferidas desde las sucursales más ‘extremas’ de los negociados de izquierdas y derechas. Pero lo cierto es que la llamada ‘extrema izquierda’ es izquierda caniche subvencionada por el abuelito Soros (que odia a Putin con toda su alma) y encargada de implementar su agenda; y todos sus aspavientos a propósito del envío de armas a Zelenski no han sido más que cutres navajeos intestinos para desgastar la candidatura de Yolandísima. En cuanto a la llamada ‘extrema derecha’, lo cierto es que es más atlantista que los pinreles de Aznar en un rancho de Texas; y que ya sólo le falta exigir la entrada de Andorra en la OTAN.

La realidad es que tanto ‘extrema izquierda’ como ‘extrema derecha’ han encontrado al fin en Putin un demonio de consenso. Afirmaba Toynbee que el Demonio, personaje propio del esquema cristiano, había sido jubilado en el Occidente descreído; pero, como siempre hace falta un Mefistófeles que acongoje a Fausto, Occidente había entronizado diversos demonios de carne y hueso que mantuviesen vivo el espejismo de un Bien en combate con el Mal. Ocurría, sin embargo, que los demonios de carne y hueso que Occidente elegía no eran compartidos, sino que cada negociado ideológico elegía sus propios demonios de cabecera: así, por ejemplo, la izquierda eligió un demonio universal con bigotillo como Hitler, mientras la derecha prefirió a un demonio universal con bigotazo como Stalin; o, por ceñirnos al ámbito hispánico, la izquierda eligió un demonio calvo como Franco, mientras la derecha elegía un demonio vellido como Castro.

De este modo, izquierdas y derechas occidentales podían situar a sus contrincantes ideológicos en el bando del Mal. Pero Toynbee, que tenía mirada de águila, consideraba que, en la historia de cualquier civilización, siempre hay dos fuerzas en aparente tensión que acababan entablando secreta alianza mediante el hallazgo de un demonio de carne y hueso compartido. Lo que no consiguieron Hitler y Stalin, Franco y Castro, lo ha conseguido Putin, que no sabemos si se saldrá con la suya en Ucrania pero que, desde luego, ha logrado ensanchar el ‘consenso democrático’ de Occidente, brindando un demonio de carne y hueso para todos y todas, un demonio unánime que a todos y a todas les permite acampar en el ‘lado correcto de la Historia’ y avanzar juntos -como instrumentos indistintos del hegeliano Espíritu del mundo- contra el sexismo, el racismo, el maltrato animal, el cambio climático, el coronavirus y el colesterol. Pero este Espíritu del mundo hegeliano, a la vez que encarna el Mal en una persona concreta, necesita, para salvar el espectáculo de la demogresca, mantener vivos rifirrafes de chichinabo que apacigüen a sus respectivas parroquias. De ahí que los distintos negociados se crucen, con virulencia y valentía inigualables, acusaciones de connivencia con Putin, su demonio compartido.

Ucrania: el Ministerio de la Verdad.
En torno a la guerra en Ucrania, los medios y gobiernos occidentales nos prohíben leer otro libro que el escrito por la OTAN. Vivimos un macartismo en estado puro. Una Dictadura Global. Frente a la que será imprescindible organizar la resistencia.
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