sábado, 12 de febrero de 2022

"ELOGIO DE LA GENTE DIFÍCIL" POR GISELA KOZAK ROVERO


ELOGIO DE LA GENTE DIFÍCIL


El estupendo documental Nureyev (Cuervo Blanco), de Jacqui y David Morris, es todo un elogio de la gente difícil, de aquellas personalidades rutilantes del siglo XX que se destacaban por su indudable genio, palabra completamente pasada de moda y aplicable si acaso a uno que otro futbolista. Rudolph Nureyev, suerte de superhombre nietzscheano, fue un ejemplo radical de una voluntad fascinada por sus logros, dispuesta a todo con tal de existir en la soledad de las figuras únicas. Superar la pobreza y la violencia doméstica de la que fue víctima parece menor al lado de escaparse de la maquinaria totalitaria de la Unión Soviética, pero sin duda forjó su carácter. La pasión como catapulta de la vida plena llevó al pequeño tártaro a rebelarse contra un padre que deploraba tener un hijo mariquita, dado a la danza y al arte, a pesar del prestigio del ballet como parte de la política propagandística del totalitarismo comunista. Hijo de su siglo, pródigo en invenciones y gestas libertarias pero también en guerras, hambrunas y persecuciones, una personalidad como la de Nureyev estaría en las antípodas de un discurso central de esta época, el de la víctima. Además, Nureyev no era empático ni buen muchacho, era un hombre temperamental, implacable con sus subalternos y que pasó por encima del destino de su familia al desertar. Gritaba, montaba en cólera, no le importaba lo que pensaran los demás y se creía un dios, pero un gentío lo adoraba más allá del público del ballet. Una figura odiosa, sin duda, para las sensibilidades actuales, pero templada como la mejor de las espadas.


Tan odiosa como terminó siendo la fabulosa periodista italiana Oriana Fallaci, otro personaje difícil del siglo XX. Lo que llevó a la italiana a la gloria, decir su verdad sin atenuantes, la llevó también al escarnio de las graderías que la declararon racista y derechista al señalar las raíces cristianas de Europa (un hecho, guste o no) y reconocer su rechazo radical ante el Islam. Vale la pena recordar que su sinceridad indeclinable la llevó a desafiar a los autócratas a los que entrevistó, como hizo con el etiope Haile Selassie, el iraní Jomeini y el argentino Leopoldo Galtieri. Su valentía y coraje, su capacidad de trabajo monstruosa, sus estupendos libros y su feminismo a toda prueba, no la salvaron de las críticas extremas y, hasta cierto punto, muy merecidas que despertaron sus libros antimusulmanes, pero igual ella no se disculpó y murió con las botas puestas. Se abrieron procesos judiciales a sus libros "La rabia y el orgullo" (2001) y "La fuerza de la razón" (2004) por racistas y xenófobos, lo cual le dio pie a la derecha italiana para arrogarse el papel de adalid de la libertad de expresión, sitial que siempre le correspondió a los liberales y a la izquierda democrática. No defiendo el antiislamismo indiscriminado de Fallaci sino su carácter difícil, altivo y estoico, con la que retó en el siglo pasado a un mundo que se resistía a mujeres como ella. Además, si se perdona fácilmente a los periodistas, pensadores e intelectuales defensores de las más abyectas dictaduras de izquierda al estilo de la Unión Soviética, la China de Mao Zedong y la Cuba de Fidel Castro, no veo por qué las faltas de Oriana Fallaci no son disculpables, dada su trayectoria.

Marie Curie, la gran científica Premio Nobel en física y química, se lució como personalidad difícil y genial, capaz de enfrentar al establecimiento académico de su época a través de su terquedad de mujer dispuesta a lo que fuera por el saber. Cuando contemplo las quejas de algunas feministas universitarias pienso en ella, dando de mazazos al techo de cristal en una lucha sin cuartel que terminó con su salud pero la llevó a donde ninguna mujer de ciencias había llegado. No era fácil Madame Curie, tan lejana a la empatía y el llanto como cercana al verdadero sentido de la vida humana, la verdad, el amor, el conocimiento, la belleza y el futuro. Tampoco lo era el espíritu quemante y tremebundo que convirtió a Elena Garro en una de las grandes escritoras en lengua castellana, pese a estar señalada con las predisposiciones nerviosas de tanta mujer de genio en combate contra el mundo y contra sí misma. Su vida fue dolorosa pero el temple de diablo en medio del fuego de su temperamento la llevó a las cumbres de su oficio, como llevó a Rosario Castellanos, feminista ejemplar y esteta del leguaje, otra criatura de su tiempo de personalidades fulgurantes.

Un ejemplo actual es el escritor español Javier Marías, cuya obra literaria se encuentra entre las cumbres de la lengua española. Un típico liberal de izquierda del siglo XX acusado de cascarrabias, antifeminista y reaccionario a despecho de su obra y de sus firmes convicciones. Curiosamente, las críticas más feroces provienen de la izquierda y del feminismo, aunque Marías no se ahorra nada respecto a ninguna tendencia del espectro político. Digo curiosamente porque Marías ha defendido el feminismo de la primera y segunda ola. Insobornable y poco dado a esperar el aplauso y la aprobación ajena, la antipatía que despierta viene sobre todo de personas que no han leído su obra pero que tampoco se han detenido con calma en sus punzantes artículos. Marías ha sido blanco de esa curiosa maraña de solidaridades mediocres que tiene lugar en las redes sociales al estilo de Twitter. Cualquier analfabeta funcional lanza un trino sobre alguna palabra de Marías vista como discriminatoria o como ofensiva y la masa enarbola su indignación de juguete contra alguien muy superior a ella. Esto es lo que molesta, que Marías ha llegado mucho más lejos que la turba de bienpensantes de cualquier ideología que lucen su vulgar espíritu de grupo en redes sociales.

La mediocridad cortés es mucho más apreciada que la inteligencia altiva, así como la vulnerabilidad, la queja, el reclamo y la impotencia son positivamente valoradas en detrimento de la templanza y el estoicismo, vías por las cuales hombres y mujeres sometidos a las peores presiones y escarnio han sido capaces de sobreponerse. La gente difícil que dice su verdad sin ambages y que demuestra de lo que se puede ser capaz en medio de las peores circunstancias no está de moda, pero no cabe duda de que abren caminos para lo mejor de la existencia humana.

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