martes, 9 de febrero de 2021

👉 LIBRO "NO TE ARREPIENTAS": 35 RAZONES PARA ESTAR ORGULLOSOS DE LA HISTORIA DE ESPAÑA


NO TE ARREPIENTAS 
35 RAZONES PARA ESTAR ORGULLOSOS 
DE LA HISTORIA DE ESPAÑA

Los hechos que se cuentan en este libro no son desconocidos. Pero, en muchos casos, sí han sido olvidados, silenciados o deformados. Todo nuestro pasado padece desde hace mucho tiempo la lacra de la manipulación y la vergüenza. Y no hay que arrepentirse de la huella que España ha dejado en la Historia, al revés, nuestros antepasados hicieron cosas maravillosas que cambiaron el devenir del mundo. Esta es la herencia que nos dejaron y a la que no deberíamos renunciar:

Fueron españoles los que dibujaron el mapa del mundo abriendo el Atlántico, dando la vuelta al globo y conquistando el océano Pacífico.
En España se creó el primer parlamento de Europa y también los estatutos de ciudades libres.
Aquí nació el germen de los derechos humanos.
Fue el primer país en prohibir que se esclavizara a los vencidos y en dictar leyes para protegerlos.
El primero en abandonar la horrible práctica de quemar brujas.
El que organizó la primera expedición científica internacional y la primera campaña de vacunación en tres continentes.
O el que tuvo a las primeras mujeres enseñando en la universidad.

Y otros muchos hechos más que José Javier Esparza desgrana con gran amenidad para que, sin ninguna duda, te sientas orgulloso de la Historia de España.
INTRODUCCIÓN 

MORDER CABEZAS DE SERPIENTE 

Este es un libro pensado para ti. Y para tus padres. Y para tus abuelos. Para ti, porque nada de lo que aquí se cuenta te lo van a enseñar en el colegio. Para tus padres, porque probablemente les habrán enseñado todo lo contrario. Y para tus abuelos, porque tal vez un día conocieron muchas de estas historias, pero desde hace medio siglo les están diciendo que tienen que avergonzarse de ellas. Y no, no hay que avergonzarse de ser español. No hay que arrepentirse de la huella que España ha dejado en la Historia. Al revés, hay sobradas razones —por lo menos, treinta y cinco— para estar muy orgullosos de la Historia de España

Por supuesto, nuestro suelo ha dado una buena porción de criminales, fanáticos, ladrones y bárbaros. Claro que sí. Como todos los pueblos del mundo, porque los humanos estamos hechos en todas partes de la misma pasta. Nadie es mejor por ser español, ruandés o noruego. Pero, en el otro plato de la balanza, nuestros antepasados han hecho cosas maravillosas, cosas que cambiaron el curso de la historia, también cosas que hicieron del mundo un lugar más habitable; cosas que nos pertenecen porque son la herencia que nos han dejado y a las que no deberíamos renunciar porque, sin ellas, ¿quiénes seríamos? ¿Simples contribuyentes, simples votantes, simples consumidores de Netflix, intercambiables unos por otros? Es decir, ¿nadie? 

Fueron españoles los que dibujaron el mapa del mundo abriendo el Atlántico, primero; dando la vuelta al globo después y, en fin, conquistando el océano Pacífico. En España nació el primer parlamento de Europa y también los primeros estatutos de ciudades libres. España fue la primera —y, durante mucho tiempo, la única— en prohibir que se esclavizara a los vencidos y en dictar leyes para protegerlos, y también la primera en traducir la religión propia a las lenguas de los conquistados. En España nació el germen de lo que luego conoceríamos como derechos humanos. Y las primeras formulaciones modernas de la economía. España organizó la primera expedición científica internacional y la primera campaña de vacunación en tres continentes. España alumbró la primera gramática de una lengua moderna. España fue el primer país de Europa que abandonó esa horrible práctica de quemar brujas. España revolucionó las artes con la impronta de sus «siglos de oro». Y otras muchas cosas más que en este libro vamos a ver una por una. ¿De verdad quieren que renunciemos a ellas? 

Los episodios que aquí vamos a contar no son desconocidos. Pero sí han sido, con frecuencia, olvidados, silenciados o deformados. Toda nuestra historia padece desde hace mucho tiempo esa lacra de la deformación sistemática. En buena parte, porque vivimos de tópicos elementales que tienen poco que ver con lo que realmente ocurrió y que, sin embargo, se han tomado por verdades inquebrantables. ¿Ejemplos? Miles. 

En los manuales de Bachillerato españoles aún se enseña esa superchería según la cual la gente, en la época de Colón, pensaba que la Tierra era plana y solo el navegante fue capaz de sacar al mundo de su error. No es verdad: todos los europeos cultos del siglo xv —y desde mucho antes— sabían perfectamente que la Tierra es una esfera. Lo interesante es constatar de dónde viene el tópico terraplanista: de un libro escrito en 1828 por el neoyorquino Washington Irving (La vida y viajes de Cristóbal Colón) en el que, para defender la superioridad del mundo moderno sobre la Europa medieval, se inventaba la burda patraña. Burda, sí, pero sugestiva, porque ¿quién no desea ser superior a las generaciones precedentes? Y así sigue difundiéndose hoy la misma mentira. 

Por lo mismo, hoy es común la convicción del «secular atraso científico y tecnológico de España». O sea que hemos dado al mundo muchos valientes, sí, pero científicos muy pocos, tal vez por algún tipo de tara en el ADN nacional. Al parecer, nadie consideró oportuno preguntarse cómo un país pudo ser la primera potencia mundial entre los siglos xvi y xvii, construir barcos cada vez más perfectos, trazar rutas marítimas en dos océanos, sembrar América de enormes edificios y ganar batallas en cualesquiera escenarios, y hacer todo eso careciendo de ciencia y de técnica. Una vez más, no es verdad. Por poner solo cuatro ejemplos, Francisco Hernández inventó la taxonomía moderna en 1576, Jerónimo Muñoz describió la supernova de 1572, Jerónimo de Ayanz creó la primera máquina de vapor en 1606 y Félix de Azara teorizó la evolución de las especies en 1800 antes que Darwin. Pero en España, desde principios del siglo xix, rige el tópico del «secular atraso científico», y los historiadores, copiándose unos a otros, lo han convertido en verdad inquebrantable, por más que estudiosos actuales como García Tapia se esfuercen en sacar documento tras documento para demostrar lo contrario. 

¿Más tópicos? El genocidio, claro. Ese brutal genocidio que España habría ejecutado sobre los indígenas de América. Es fascinante, porque uno ve hoy la América hispana y constata que hay decenas de millones de indios y, aún más, de mestizos. ¿Cómo es compatible eso con la tesis del genocidio? Y sin embargo, ahí tenemos a no pocos españoles denunciando, indignados, el tal genocidio al lado de ciudadanos de evidente origen indio y que suelen llevar apellidos como Martínez o Gómez, sin que la manifiesta incongruencia les incomode lo más mínimo. 

Dejemos aquí la lista de disparates, porque todos ellos van a explicarse por lo menudo en las páginas que siguen. Quedémonos con lo esencial: los españoles hemos dejado que nuestra historia se deforme hasta lo grotesco, hemos aprendido a odiarla —y a odiarnos— y eso se debe a una acumulación de causas en la que sería prolijo entrar, pero que van desde la holgazanería de una historiografía oficial demasiado dependiente de las simplificaciones del siglo xix hasta la boba sumisión a las versiones hostiles difundidas desde el extranjero, pasando por la conveniencia política de unas elites que no han dudado nunca en poner la historia común al servicio de sus ambiciones particulares. Política, sí. Porque la Historia es un campo de batalla, lo ha sido siempre y nada se gana ocultándolo. También este es, por supuesto, un libro de batalla. 

Es fácil entenderlo: quien controla el pasado, o sea, quiénes somos y de dónde venimos, controla el presente, o sea, adónde queremos ir. Hablemos claro: en España, desde hace muchos años, el relato sobre quiénes somos y de dónde venimos lo controla una gente que tiene bastante poco interés en eso que se llama «identidad nacional». Unos, mayormente a la derecha, porque sueñan con un mundo transparente de individuos disueltos en un gran mercado mundial. Otros, mayormente a la izquierda, porque aspiran a dibujar un país de nueva planta según sus particulares convicciones. Y aun otros, en fin, porque ambicionan crear su propia identidad nacional, como es el caso de los separatistas. Los unos por los otros, el resultado es que una parte importante de los españoles de hoy sienten vergüenza de su propia historia, es decir, de sí mismos. Y así nos va. Porque, del mismo modo que ninguna persona puede vivir odiándose a sí misma, so pena de volverse loca, tampoco ningún pueblo puede vivir odiando su pasado y su propia existencia. ¿O lo que se pretende es volvernos locos? 

Nietzsche cuenta en su Así habló Zaratustra una escena bastante truculenta que viene como anillo al dedo para nuestro caso. Paseaba Zaratustra por el campo cuando halló a un labrador en serios apuros: una negra serpiente se le había deslizado dentro de la boca y clavaba sus colmillos en la garganta del desdichado, que apenas podía hacer otra cosa que implorar auxilio con ojos de espanto. Zaratustra se dirigió al campesino y le increpó con palabras parecidas a estas: «¿Por qué gimes? ¡Muérdela! ¡Muérdele la cabeza y escúpela lejos!». El campesino mordió la cabeza de la serpiente y así se liberó. Hoy, en Europa en general y en España en particular, da la impresión de que una negra serpiente que se llama culpa nos ha atenazado la garganta mientras, a nuestro alrededor, un coro de lémures grita «¡Arrepiéntete!». Pues bien: muérdela; muerde esa cabeza de la culpa histórica y escúpela lejos. Porque toda esa gente que vivió en tu suelo, que se llamaba con tu nombre, que tenía tu misma cara, escribió hazañas asombrosas. No te arrepientas. Hay razones de sobra para que estés orgulloso de la Historia de España.

QUE BONITA ERES ESPAÑA


Así es, lo es. España no es sólo un trozo de tierra o una bandera que se posee. España es de todos y para todos. Parte de los problemas que ocurren en este país, es por la falta de una identidad española, por la falta de unión, consenso y por supuesto por la falta de cultura. Por la falta de conocer, precisamente España. En EEUU, se iza la bandera con orgullo, y se defiende y protege con honor y valor, seas de la ideología que seas. En la mayoría de los países es así, la bandera y la patria es de todos, de todas las ideologías.

Hubo un tiempo, un tiempo cruel y duro, en el que nos matábamos entre hermanos y en el que todo español gritaba ‘viva España’. Sí, gritaban que viva España, su España, la España que ellos defendían. La que cada uno quería para sus hijos. Pero siempre por España
¿Qué ha pasado ahora? ¿Por qué llaman puta a mi tía por llevar una bandera roja y gualda? ¿Por qué estás pensando que soy un ‘facha’ por escribir ésto? En mi humilde opinión, a los de arriba, les interesa que estemos divididos. Les interesa que no sepamos quiénes somos, que no nos hagamos fuertes unidos, que no sepamos lo grandes y lo fuertes que podemos llegar a ser como españoles. Que no sepamos qué es España. Tal vez yo tampoco lo sepa. Pero te voy a contar lo que es para mí.

España es mi familia, mis padres que sudaron sangre y lágrimas por mí, su trabajo, sus esfuerzos. Mis antepasados que lucharon por dejarme una España mejor, mis abuelos y sus abuelos. Mis amigos, mis hermanos, el barrio en el que nací, el parque donde me tomé mi primera cerveza, el bar de Moncloa donde me tomé mi primera copa. España son las españolas, las morenas, las rubias, esa sonrisa pícara, esos ojos verdes o negros, ese vacile y esa salsa que sólo tenéis vosotras. España es los españoles. La alegría, la felicidad, la simpatía, la chulería madrileña, la gracia andaluza, la frialdad del norte…

España son los Pirineos nevados, el Valle de Arán, la ciudad Condal, Barcelona al mar. España es el Atlántico de Galicia, un atardecer en finisterre, esa ‘musiquiña’ de una gallega poniéndote un blanco en frente del mar. Son los campos de Castilla, tierra de Reyes, tierra que vio nacer nuestro idioma con el que ahora te pinto, querida patria. Castilla es la tierra del Cid Campeador, de las aventuras más leídas en el mundo entero, de la obra de arte de Don Quijote. Es esa tierra de cuyo nombre me quiero acordar. Es la tierra donde nacían los dioses de antaño, Extremadura, Pizarro, Cortés… España son las calas azul cristalino del Levante, de Valencia, de Murcia. El mar que baña las preciosas playas andaluzas. La cerveza en el chiringuito, frente al mar, mirando de reojo a esa morena malagueña. España son las sevillanas, las cordobesas… El desierto donde Clint Eastwood tanto se «alegró el día», tabernas almerienses…

España es la Alhambra, la Giralda, la Almudena, la Gran Vía, las Catedrales de Santiago y de Burgos y de Córdoba, la Sagrada Familia, la Torre del Oro, el acueducto de Segovia, las ruinas romanas de Cartagena, la muralla de Ávila, las Hoces del río Duratón, el Ebro y el Tajo. La guitarra, el flamenco, la buena poesía, Quevedo, Góngora, Unamuno, Dalí, Picasso..

España es la tortilla de patata poco cuajada, paella del Levante, el cocido madrileño, los churros de año nuevo resacoso, el roscón de Reyes sin frutas de esas que no le gustan a nadie. El aperitivito’´, las tapas y más tapas con ese oro líquido entre medias. ¿Cuántas llevas? Ni idea. El marisco gallego, las gambas de Huelva, los percebes (a quién demonios se le ocurriría probar eso, tenía que ser español). Es la fabada asturiana, las migas de Aragón, el jamón, el ‘pescaito’ de Cádiz. La crema catalana, la butifarra, la carne de buen buey castellano, y poco hecha no, que muja. Las rabas de santander, el vino tinto, el aceite de oliva… España es sentarse en el sofá y resoplar después de una comida repleta de cualquiera de estos manjares, y la siesta.

Es imposible nombrarlo todo. Pero lo más importante, es que España es cultura. España es Cartago. España es Roma. España es celta. España resistió y recibió los regalos de los musulmanes. España es el país de María. De Santo Tomás y de San Francisco Javier. Lo más importante es que España fue el Imperio más grande de la historia bajo el manto de Isabel y Fernando. Con Carlos I y Felipe II en España, chicos y chicas, no se ponía el sol. Los héroes innombrables, la valentía, el martirio, el honor y la gloria. Rodrigo Díaz de Vivar, Blas de Lezo, Don Pelayo, los hermanos García Noblejas, Daoíz y Velarde, que se revelaron contra los franceses aquél dos de mayo… España son la piel de gallina y los pelos de punta con los que escribo ahora mismo. España soy yo. España eres tú. España somos nosotros, desde nuestros ancestros hasta descendientes.

En serio, ¿que coño más quieres?

¿Qué es España?

 

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