Éranse una vez dos ciervos pobres, muy pobres.
Sobrevivían, el uno de la limosna y el otro de la chatarra.
Habían descubierto la amistad.
Un día encontraron a otro ciervo pobre y solitario
y le invitaron a unirse a ellos.
Habían descubierto la fraternidad.
Y así se fueron sumando otro y otro y otro,
cada uno con su variopinta ocupación.
Habían descubierto la solidaridad.
.
Un día celebraron una fiesta con sus pobres medios.
Habían descubierto la alegría.
Hacían planes, casi siempre utópicos pero habían descubierto la ilusión.
Iban donde querían, sin horarios ni jefes, parándose a disfrutar del sol
y de las estrellas cuando les parecía.
Habían descubierto la libertad.
Dormían casi todos al raso,
algunos en un ciervoalbergue y pocos,
los más afortunados, en una ciervopensión.
Cada día la tristeza de la soledad les iba abandonando
y les invadía una paz que les llenaba de gozo.
Habían descubierto la felicidad.
.
¿Por qué -se preguntaron- ahora que tenemos este saco lleno de valores preciosos no vamos a ofrecérselos a la sociedad?
Parece que les faltan algunos, o todos.
Así lo hicieron, pero la sociedad les humilló, les despreció, les insultó y les expulsó.
Ellos, felices, volvieron a pasar la noche a sus ciervobancos del parque y sus ciervocajeros automáticos.
A la mañana siguiente encontraron que la sociedad estaba arrasada y destrozada por el egoísmo, la envidia, la avaricia y el materialismo.
La Bolsa de valores económicos se había desplomado y la bolsa de valores morales había pedido asilo en algún limbo remoto. Entonces la sociedad acudió a exigir a los ciervos sus preciosos valores. Y los ciervos les cantaron:
“Moraleja:
Si no sabes cómo salir y la vida te hace añicos,
nuestro consejo has de oir:
hazte pobre y serás rico.”
El autor es un hombre anónimo que hasta dicen que llegó a ser alguien en la vida y que fatalmente concluiría siendo otra víctima de ella.
Escritor y poeta de la calle, como humilde transeúnte conoció de su crudeza, y por eso sabe mejor que nadie de lo que habla.
Escritor y poeta de la calle, como humilde transeúnte conoció de su crudeza, y por eso sabe mejor que nadie de lo que habla.
Querido Juan Carlos, muy bonito!!
ResponderEliminarMe gustó encontrar que la palabra dharma se compone de dos partecillas:
la primera es dhar: poseer.
Esta asociación, aún casual, me encantó. La comparto contigo despues de haber leido este post y hasta cualquier momento!
Pasión
Gracias amiga pasión.
ResponderEliminaral empezar este comentario iba a escribir "maravilloso texto el que publicaste", pero..no es solo eso. Es inquietante y hasta "desagradable" para la logica del mundo. Como el mismo Jesús: tan "desagradable" que quisieron deshacerse de él por defender a los sin voz.
ResponderEliminarMe llegó harto el ultimo parrafo sobre el autor.
¿será que tengo q cambiar de vida?
Gracias Yanka por el bello texto, un abrazo desde Chile y estamos comunicandonos.
Gracias Ben, a mí me pareció lo mismo cuando lo encontré...
ResponderEliminarGracias
Y gracias compartidor por tus palabras...