La política parece haberse reducido a estructuras partidistas y en la evaluación del ejercicio de un político concreto y del ejercicio político de una corporación municipal, elegido democráticamente en las elecciones oficiales tanto generales como autonómicas. Y el desprestigio de la política va acompañado con la imagen negativa de los partidos políticos y de las instituciones públicas.Parece que en muchos frentes la política se ha desvinculado de la moral y de los valores éticos, abogando el "mal menor" y la eficacia política. Además, la política de partidos genera una reacción lamentable hacia las manifestaciones de instituciones como la Iglesia, pidiéndole su no injerencia en los asuntos públicos, haciéndole reducir su parcela al ámbito privado y subjetivo, solamente para sus fieles e incluso criticando las voces de su jerarquía cuando habla para sus mismos fieles cristianos.Ocurre una contradicción evidente: un sistema democrático ampara el derecho a la libertad de expresión y a exponer las posturas de cada ciudadano, si son defendidas sin violencia y sin atentar contra la vida de sus semejantes, pero los defensores de tal sistema recriminan las declaraciones de otros ciudadanos pidiéndoles, a veces con ironía, que se dediquen a dimensiones ultraterrenas y a esconderse silenciosamente en sus sacristías y en sus rezos. ¡Y todo ello en nombre de la libertad!
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La verdadera política es preocuparse de los asuntos de la "polis" y es necesaria esta dimensión para el desarrollo integral del ser humano, que es un ser relacional y comunitario en su misma esencia. El hombre, que es un ser social, necesita una eficaz y auténtica política, ejercida fundamentalmente por los políticos, elegidos democráticamente por el pueblo, con honestidad, sensatez y honradez, administrando los "bienes públicos", en beneficio no de una minoría favorita o un partido político, sino para el bien común, el bien de la mayoría.
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El Cardenal Vicente Enrique y Tarancón pronunció una homilía maravillosa en la misa del Espíritu Santo celebrada en la Iglesia parroquial de San Jerónimo el Real, en la mañana del 27 de noviembre de l975, con motivo de la exaltación del Rey don Juan Carlos I al trono de España:
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"la Iglesia sí debe proyectar la palabra de Dios sobre la sociedad, especialmente cuando se trata de promover los derechos humanos, fortalecer las libertades justas o ayudar a promover las causas de la paz y de la justicia con medios siempre conformes al Evangelio. La Iglesia nunca determinará qué autoridades deben gobernarnos, pero sí exigirá a todas que estén al servicio de la comunidad entera; que respeten sin discriminaciones ni privilegios los derechos de la persona; que protejan y promuevan el ejercicio de la adecuada libertad de todos y la necesaria participación común en los problemas comunes y en las decisiones de gobierno; que tengan la justicia como meta y como norma y que caminen decididamente hacia una equitativa distribución de los bienes de la tierra... "
FRANCISCO BAENA CALVO
FRANCISCO BAENA CALVO
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¡Magnífica exhortación del Cardenal Vicente Enrique y Tarancón en ese día histórico en nuestro país al expresar con una contundencia fuerte qué le pide la Iglesia a las instituciones y qué lugar ocupa la Iglesia en la sociedad civil, sin injerencias en competencias que no le corresponden pero con unas palabras que decir en las decisiones...
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Juan Carlos (Yanka)