EL Rincón de Yanka: OPOSICIÓN

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martes, 26 de agosto de 2025

LIBRO "LA DEMOCRACIA Y SUS CRÍTICOS: UNA GUÍA PARA LOS CIUDADANOS": LA POLIARQUÍA 🗽

 
LA DEMOCRACIA Y SUS CRÍTICOS: 
UNA GUÍA PARA LOS CIUDADANOS

ROBERT A. DAHL

Robert Dahl escribió su obra más famosa  "Democracia y sus críticos", que aborda la democracia en un sentido más amplio y profundo, así como el concepto de poliarquía en "La poliarquía: participación y oposición", donde Dahl define la poliarquía como la forma de gobierno democrático moderno, caracterizado por elecciones libres y justas, así como por otros derechos y libertades ciudadanas fundamentales.

Concepto clave de Dahl: La Poliarquía

Dahl introduce el término "poliarquía" para describir un sistema democrático moderno, donde se refiere a un régimen con dos facetas: Dahl Dahl analiza la relación entre diversidad y democracia, señalando que la autonomía organizativa y la discrepancia de objetivos políticos dificultan el control de una mayoría en una poliarquía.

Inclusión del sufragio: Se da el derecho a votar a la mayoría de los adultos.

Inclusión de la oposición: Se protege la libertad de expresar y organizar la oposición.

Principios clave de la poliarquía según Dahl

Elecciones libres y justas: El derecho a votar y a ser votado, y que estas elecciones sean competitivas.
Libertad de expresión: La capacidad de expresar opiniones libremente.
Libertad de información alternativa: El acceso a diferentes fuentes de información para formar un criterio propio.
Libertad de asociación: El derecho a formar y unirse a grupos y organizaciones.

Importancia del trabajo de Dahl

Dahl fue un politólogo que analizó la democracia moderna en sus aspectos prácticos y teóricos.
Abordó los mitos y expectativas sobre la democracia, los desafíos que enfrenta y su capacidad de adaptarse a nuevas realidades sociales y políticas.

Este clásico de la ciencia política traza los principales elementos que configuran una democracia, las instituciones que la sustentan, las condiciones económicas y sociales que favorecen su desarrollo y los criterios necesarios para evaluarla. Desde sus orígenes históricos y filosóficos hasta los retos que deberá afrontar a lo largo del siglo xxi, en este breve libro se configura una definición precisa, certera e inteligible del sistema democrático. Una lectura imprescindible para cualquiera que esté mínimamente interesado en la política de su tiempo.

He aquí un análisis de los límites y las posibilidades de la democracia que, sin duda, se convertirá en un clásico de la literatura política del siglo XX. El autor se propone explicar en este texto algo que resulta sencillo sólo en apariencia: qué es la democracia y por qué es tan importante. De este modo, el autor empieza examinando los presupuestos básicos de la teoría democrática, luego considera las objeciones realizadas por algunos de sus críticos, y finalmente propone una reelaboración teórica en una totalidad renovada y coherente, comentando a la vez las direcciones en las que podrán moverse los futuros estados democráticos. En el camino que media entre el planteamiento y la conclusión, Dahl examina algunas de las cuestiones que más preocupan en la actualidad: 

¿es la democracia un conjunto de instituciones políticas o únicamente un proceso? ¿Cuáles son las verdaderas relaciones entre y las reglas que lo gobiernan? ¿Hasta qué punto ese depende de sí mismo? 
Y a partir de ahí describe la evolución de la democracia moderna, desde principios del siglo XIX hasta nuestros días, investigando su desarrollo en varios países, subrayando las diferencias de adaptación y preguntándose cómo puede alcanzarse verdaderamente el tan ansiado bien común, si se tiene en cuenta el indudable pluralismo de la sociedad moderna. 
La necesidad de crear mecanismos para la formación de una ciudadanía más informada, que pueda participar conscientemente en el proceso de tomar decisiones, acaba siendo finalmente una de las conclusiones de este libro tan esperanzador como razonable, un modelo de rigor y claridad informativa. Y su exposición de la teoría de la democracia es tan completa porque, entre otras cosas, mezcla los elementos históricos con los actuales y los clásicos con los modernos tanto en lo que hace a los contenidos como a las formas. 
La necesidad de crear mecanismos para la formación de una ciudadanía más informada, que pueda participar en el proceso de tomar decisiones, acaba siendo así una de las conclusiones de este libro tan esperanzador como razonable, un modelo de rigor y claridad informativa.

jueves, 6 de febrero de 2025

"NO SEAS OBEDIENTE NI SUMISO": 😌 VIVIMOS EN UN MUNDO EN EL QUE PREMIA LA OBEDIENCIA, NO LA REBELDÍA por IVÁN MAZO MEJÍA

NO SEAS OBEDIENTE NI SUMISO:
Vivimos en un mundo 
en el que se premia la obediencia, no la rebeldía.
La obediencia es peligrosa 
y las personas obedientes 
son todavía mucho más peligrosas


Vivimos en un mundo en el que se premia la obediencia, no la rebeldía. Y a esta sociedad superficial, veleidosa y servil, no le interesan los rebeldes sino los sumisos.
Los obedientes son acogidos y apreciados, queridos y muy valorados. Los rebeldes, en cambio, son señalados, excluídos, criticados y hasta despreciados. 
Vivimos en un medio social que confunde la obediencia con la sumisión. 
Trate de encontrar en la Historia de la Humanidad que obra grande de este mundo se le debe a los sumisos. Piense en esto: todo, todo lo que ha cambiado el mundo es producto de las mentes rebeldes, de las vidas que se salieron de los moldes, de esos que no siguieron libreto de nadie y, que se la jugaron rompiendo con el sistema. Esos caducos y obsoletos sistemas que quisieron someterlos y enjaularlos. 
Las mentes rebeldes les estorban a esta sociedad uniformada que aplasta sin compasión a todo aquel que busca brillar con su propia luz. 

La obediencia es peligrosa y, las personas obedientes son todavía más peligrosas. 
Obedecer sin cuestionar, sin criterio es uno de los actos más irresponsables en que incurrir una persona. 
Nunca se debería obedecer sin filtrar previamente frente a la ética, los principios y los valores. Nadie que se respete a sí mismo obedece ciegamente -y por miedo- lo que se le pide. 
Ese dicho que "donde hay capitán no manda marinero" es la disculpa de los cobardes que no hacen nada cuando su propia dignidad personal se está viendo atropellada. 


No seas huevón

     

miércoles, 5 de febrero de 2025

AL VENEZOLANO LE QUEBRARON LA LÓGICA Y EL SENTIDO COMÚN por NOEL ALEJANDRO LEAL ROJAS 😵 y "LOS VENDEHUMOS Y CORREVEIDILES DE LA OPOSICIÓN PUTILERA


Al venezolano le quebraron la lógica


¿En Venezuela hay Estado de Derecho?: no, pues este fue abolido oficialmente el día 3 de Agosto de 1.999 con la instalación de la ilegítima Asamblea Constituyente Comunista, de la cual salió la obviamente ilegítima Constitución Comunista de Chávez, que fue ratificada el 15 de Diciembre de ese año.
En Venezuela, desde hace 26 años y contando, no hay Estado de Derecho: 
¿y entonces por qué el venezolano cree en salidas que se encuentran dentro del Estado de Derecho? Cree en la falacia de la salida democrática por su infinita necesidad de mentirse para no afrontar la realidad y para no hacer jamás mea culpa, y porque carece de pensamiento crítico, ya que le quebraron la lógica.
Ese librito ridículo que llaman Constitución del 99, de Chávez (y de Fidel, y de Ceresole y Monedero), es hijo de aquella Constituyente Comunista con la cual quedó abolido el Estado de Derecho en Venezuela, y por supuesto también es hijo de los decretos de Kléber Ramírez, del 4 de Febrero.

Ese librito ridículo que llaman Constitución del 99, de Chávez, es la trampajaula legal que el venezolano tiene que desconocer si pretende alcanzar la Libertad. Es el látigo que usa la tiranía para destruir a Venezuela. Todo el proceso de desmantelamiento de la Fuerza Armada, el establecimiento del narcoestado, el haber hecho del Estado el único agente económico para carencias intencionales y control social, la desaparición fáctica de nuestra moneda, la entrega de nuestra Soberanía y de nuestro inventario mineral a  y a la guerrilla colombiana , el embrutecimiento, envilecimiento y la animalización de la población, y toda la destrucción familiar por vaciado territorial mediante exilio forzado, se ha llevado a cabo dentro del marco de esa Constitución del 99, de Chávez, que fue socialistamente redactada para lograr eso.
La Asamblea Constituyente del 99, es Chávez.
La Constitución del 99, es Chávez.
¿Con Chávez vamos a alcanzar la Libertad?.
¿Es en Chávez donde se encuentra la vía hacia la retoma y recuperación de nuestro territorio y de su Soberanía?
Por favor, adquiera aunque sea un poco de pensamiento lógico, deje de mentirse, haga su mea culpa, y deje de hacerle daño al país.
Dicen no ser chaviztas, pero no cuestionan el statu quo formalmente Neocomunista - Fundamentalista institucionalizado con la Constituyente del 99, que es Chávez.

Tumbaron estatuas de Chávez, detestan los logos de ese degenerado donde aparecen sus ojos, y lo mismo con la boina roja y el "Chávez, corazón del pueblo", pero se deleitan en defender esa Constitución Comunista del 99 que es él mismo. Del mismo modo, se deleitan en enarbolar los símbolos patrios falsos, también de Chávez y que también son él mismo. Adoran exhibirse con las 8 estrellas y con el caballo hacia la izquierda en el falso escudo, e igualmente, usan más que contentos el nombre falso que Chávez le puso al país (República "Bolivariana"), pues carecen de pensamiento crítico, ya que les quebraron la lógica.

El venezolano también debe desconocer, sí o sí, a esa oposición ficticia, tan de izquierda como el gobierno, hija de la imperdonable generación del 28 como el gobierno, que llama a la inexistente salida pacífica para que nunca haya salida, y que simplemente es la parte más fuerte de la tiranía pues conforma junto al gobierno un solo ente socialista y que por ende siempre se ampara bajo la Constituyente del 99, siempre enarbola y defiende la Constitución Comunista y los símbolos patrios falsos, llama República "Bolivariana" al país, y legitima toda la institucionalidad chavizta. Oposición oficial, permitida, narcofinanciada desde el principio por el MVR-PSUV para llamar Dictadura a la tiranía -vital entender la diferencia- y que entonces nunca se haga lo correcto.

En Venezuela, con la Constituyente del 99, quedó abolido el Estado de Derecho, y todo lo ocurrido desde entonces es un inmenso teatro al servicio del genocidio.
Estamos bajo tiranía, eso sólo se extrae con el accionar correcto (golpe), y sus brazos sólo saldrán de circulación con el establecimiento de ese gobierno de orden llamado Dictadura.

Dadas las presencias de  y de la guerrilla colombiana , más el sector narco de la Fuerza Armada, la 'milicia bolivariana', los colectivos, las superbandas armadas, el pranato y la infernal delincuencia común, Venezuela en la actualidad no es gobernable democráticamente y no lo será por varios años más, pues la infección es muy grande y grave. El problema no es de conserjería doméstica, de cosmética de gestión, sino de pérdida del territorio, con el consiguiente saqueo del inventario mineral y el vaciado que ha producido la mayor diáspora del mundo (un tercio de nuestra población está afuera).

Nada de lo ocurrido en Venezuela ha sido incapacidad/impericia/ineptitud/ineficiencia. Todo ha sido perfectamente planificado y ejecutado. La entrega de la Soberanía para la destrucción del país ha sido a propósito, adrede, intencional, ex profeso. Y ese país destruido se llama SOCIALISMO, que es un sistema basado en algo antinatural como el igualitarismo, y que va eliminando la Libertad haciendo del Estado el único agente económico, a la vez que entrega el territorio a aliados foráneos y a criminales internos.

EL GOBIERNO ES SOCIALISTA Y ESO QUE LLAMAN OPOSICIÓN TAMBIÉN.
SON SOCIALISTAS TODOS.
SON UNO SOLO.
El problema es ideológico y nunca hubo ni hay ni habrá salida pacífica.
Para salir del chavismo hay que dejar atrás a Chávez, y Chávez es:
  •  La ilegítima Constituyente Comunista del 99.
  •  La ilegítima Constitución Chavista de ese año.
  •  Los símbolos patrios falsos (las 8 estrellas y el falso escudo con el caballo hacia la izquierda).
  •  El nombre falso del país (República "Bolivariana").
  •  ESO QUE LLAMAN OPOSICIÓN, que sólo existe para mantener a Venezuela bajo la asquerosa lápida del chavismo.
A Chávez hay que dejarlo atrás, y cualquiera que defienda a alguna de las 5 cosas anteriores es enemigo de Venezuela.
Muchos venezolanos, desde aquel aciago 4 de Febrero de 1.992 que fue planificado por AD y Copei y que fue facilitado por todos los estamentos del país, se han quejado amargamente, con toda razón, de que el jesuita Rafael Caldera sobreseyó a Chávez (con lo cual le mantuvo intactos los derechos políticos que no debió tener nunca). También condenan, con toda razón, que alguien haya votado por esa cosa en el 98. Y por último lamentan, con toda razón, que se haya evitado darlo de baja en La Orchila el 12 de Abril del 2.002.

Pues bien:
Defender ese librito tan ridículo como siniestro que es la ilegítima Constitución del 99, los símbolos patrios falsos y el nombre falso del país (todo lo cual legitima a la ilegítima Asamblea Constituyente del 99), es seguir sobreseyendo a Chávez y por ende concederle derechos políticos, continuar votando por él, y negarse a darle el tiro de gracia. ¿Y qué es lo que ha estado ahí todo este tiempo para sumarse a los instrumentos y mecanismos de Chávez, promoverlos, y evitar así que ese comunista muera?: ESO QUE LLAMAN OPOSICIÓN, de la cual usted ha sido el único sostén todo este tiempo, con su aplauso.

Ese manual comunista que llaman Constitución del 99 es el calabozo pseudolegal dentro del cual Venezuela ha sido devastada, y el Cuerpo de Salvavidas, Rescatistas, Bomberos, y Médicos de Emergencia del chavismo rojo que es el MVR-PSUV , es el chavismo azul que es la Coordinadora-MUD , que jamás dejará de decirte que la Constituyente del 99 y la Constitución de Chávez y sus símbolos patrios falsos y el nombre falso del país son la vía, para que por supuesto transcurras bajo chavismo para siempre. Son una sola familia ideológica. Son socialistas todos, y aparte el pago en narcodólares es demasiado grande.

El venezolano, por mucho que clama querer salir del chavismo, defiende a Chávez, y se abriga y ampara en él, y se encolumna detrás de él, y mediante esa Coordinadora-MUD que es Chávez mismo te dice que sólo a través de los instrumentos y mecanismos de Chávez se puede y se debe vivir, y lo hace porque carece de pensamiento crítico, ya que le quebraron la lógica. Al venezolano lo destruyeron, hasta el punto de que te dice que los instrumentos y mecanismos de Chávez son lo único que hay y puede haber,, pues no existe ni puede existir más nada, y siente un vértigo pavoroso si se le recuerda la obligación de dejarlos de lado si se pretende la Libertad. Sólo piensa y mide y proyecta dentro de Chávez, y todo gracias a eso que llaman oposición.

A muchos venezolanos, los convirtieron en individuos profundamente desvergonzados e increíblemente indolentes para con su país, y que por encima de todo y sin importar qué, se niegan a pensar. En enemigos acérrimos de la realidad. En seres totalmente incompatibles con la verdad, renuentes a la lógica y alérgicos a lo correcto, que mendigan incesantemente la droga de la mentira, de la que son insaciables, y por tanto son felices esclavos de quien se las provea. El daño a la psique del venezolano es mucho peor que grave, y es otro objetivo cumplido por el socialismo.

Venezolano:
Si como basamento para la Libertad esgrimes instrumentos y mecanismos de Chávez, pues por supuesto que lo único que vas a lograr es lo que te está pasando desde hace 26 años, que es transcurrir hundido en chavismo, que es socialismo. Existe una cosa llamada lógica. Dos más dos es cuatro.
El gobierno y eso que llaman oposición son una sola cosa pues comparten esa ideología antinatural por igualitarista (y por ende genocida) llamada socialismo, que es tiranía.

¿Alguien cree acaso que Cuba  va a salir alguna vez de la tiranía castrista por medios pacíficos -esos medios llamados democráticos-?: desde luego que no. ¿Y entonces por qué usted cree que en Venezuela hay salida pacífica y aplaude a los que le venden esa mentira?
Venezuela necesita una masa crítica que sea soporte de un hecho fáctico/de fuerza para legítimo gobierno de orden (Dictadura), que elimine la estructura de la tiranía (ergo, el aparataje genocida del poder comunista -MVR-PSUV- y de su narcofinanciada oposición socialista -Coordinadora-MUD-).

Reitero:

1. Estamos bajo tiranía -gobierno siempre socialista, de intencional destrucción nacional, donde el Estado es el único dueño real de todo para someter y matar vía carencias intencionales, a la vez que te cerca bélicamente con aliados foráneos y criminales internos- y no bajo Dictadura -magistratura legítima de rescate nacional mediante el golpe necesario y un gobierno de fuerza, orden y limpieza territorial, que ilegaliza el socialismo y defiende la Propiedad Privada, la libertad económica y la seguridad física y jurídica vía Imperio de la Ley-, y mientras no se entienda la diferencia entre ambas cosas, Venezuela no recobrará la Libertad. Contarse sólo perpetúa y fortalece a la tiranía. Pregúntese usted: ¿Toda esta ristra de 'elecciones' bajo chaviSmo ha debilitado a la tiranía roja o la ha fortalecido?: obviamente la ha fortalecido.
2. En Venezuela no hay Estado de Derecho ni mucho menos democracia desde el 99, pero usted habla y se comporta como si ambos existieran en nuestro país.
3. No hay nada legítimo en Venezuela (Poderes Ejecutivo, Legislativo, Judicial, Electoral) desde hace 26 años ya y contando, pero usted legitima todo votando en tiranía.
4. En Venezuela no hay elecciones sino adjudicaciones internas siempre dentro del socialismo, pero usted cree que elige algo.
5. Las farsas electoreras son el mecanismo de legitimación interna y externa del aparataje chavizta, y ESO QUE LLAMAN OPOSICIÓN es el narcofinanciado instrumento sin el cual eso no podría ocurrir, pero usted se encolumna esperanzado detrás del Ministerio del Poder Popular para el Apaciguamiento y la Anestesia. Detrás de los socios del gobierno. Detrás de los camaradas azules de Chávez.

6. Jamás existió ni existe ni existirá posibilidad alguna de salida pacífica (democrática, electoral, constitucional, legislativa, jurídica, negociada). El que le plantee eso, o está pagado para promocionar la mentira o es un simple imbécil de a pie que se la cree, pero igual usted sigue soñando con esa salida pacífica.
7. Los militares no van a quitarle el poder al chavismo rojo para dárselo al chavismo azul. Ningún militar en su sano juicio va a arriesgar su vida y la de su familia para quitarle el poder al MVR-PSUV y dárselo a esa Coordinadora-MUD que precisamente está narcofinanciada por el partido de ese Chávez cuyos instrumentos y mecanismos defienden todos, pero usted cree que sí.
8. Si el MVR-PSUV te permite pasearte por el país y salir de él, haciendo campaña electorera contra él, es porque eres parte de su narconómina. Esa estructura llamada Coordinadora-MUD es la oposición oficial, permitida, promocionada por el gobierno y narcosponsoreada por este, y todo el que provenga de ahí, o que se apoye en ella o que reciba su apoyo, es enemigo de Venezuela, pues es chavismo azul, pero usted le otorga su vocería, le concede su representación.
9. Si alguien cree que eso que llaman oposición se ha equivocado en algo en todo este tiempo o que en algún momento ha querido sacar del poder al MVR-PSUV pero no ha podido (es decir, que ha fracasado) o que en política existen los errores o las casualidades, no entiende nada, pues todo lo que eso que llaman oposición ha hecho es para darles legitimidad y tiempo y espacio a Chávez y a su proyecto y a sus instrumentos y mecanismos, que son todos él mismo. Eso que llaman oposición ha sido la parte más fuerte del poder del MVR-PSUV durante todo este tiempo, de modo que en el poder ha estado siempre y no tiene necesidad de buscar lo que siempre ha tenido y sostenido.

El venezolano debe dejar de mentirse, pero no quiere dejar de hacerlo porque no desea afrontar la realidad y mucho menos hacer el fundamental mea culpa, y porque además carece de pensamiento crítico, ya que le quebraron la lógica.

Venezolano:

Legitimando la estructura genocida del gobierno comunista mediante su oposición socialista a través del voto en tiranía, amputas una parte de ti, cercenas a tu familia, mutilas al país, y matas el futuro no sólo tuyo/de los tuyos/de Venezuela, sino que haces que eso se exporte. Cometes un acto imperdonable.
Empieza a pensar de modo lógico. Ya basta de enviarle al mundo el mensaje incorrecto.
Si haces los cálculos de una construcción basándote en que 2 + 2 es cualquier número menos 4, estás condenado a que todo se derrumbe una y otra vez sobre tu cabeza, pues te estás basando en la mentira. La mentira democrática está matando a Venezuela desde el infame 23 de Enero de 1.958, y desde el 6 de Diciembre del 98 lo hace a máxima revolución. El socialismo, que gobierna a Venezuela desde ese 23-1-58, sólo existe para encerrarte en la mentira y así reducirte espiritual, moral, mental y físicamente, hasta destruir la escalera Individuo ➤ Familia ➤ Sociedad ➤ Nación y así matarte.

Sólo en la verdad hay vida.
VERDAD, VIDA Y NACIÓN.
Quiero salir del chaviSmo, pero la oposición no me deja.
Hay que despertar.


Todo lo que querías saber sobre la oposición y tenías miedo de preguntar, feat. Alek Boyd


Los Vendehumos: La Maquinaria Mediática de la Falsa Oposición

QUIERO SALIR DEL CHAVISMO PERO 
LA OPOSICIÓN NO ME DEJA  VENEZUELA HAMPACRACIA 
SANDRA CONAWAY

VER+:





LA DEMOCRACIA VENEZOLANA Y LA CRISIS DEL SISTEMA POPULISTA DE CONCILIACIÓN por JUAN CARLOS REY

LA DEMOCRACIA VENEZOLANA Y LA CRISIS
DEL SISTEMA POPULISTA DE CONCILIACIÓN


INTRODUCCIÓN 

Desde 1958, Venezuela disfruta de una estabilidad democrática excepcional en su convulsionada historia, que, hasta fechas recientes, ha sido considerada como un ejemplo para América Latina. El hecho de que, durante los últimos treinta y tres años, en el país hayan funcionado y se hayan sucedido, en forma continua, gobiernos libremente elegidos, y de que la actual Constitución, con sus treinta años de vigencia, se haya convertido en la de más larga duración de toda nuestra historia republicana, son acontecimientos singularísimos, pues rompen con una lamentable tradición de gobiernos autoritarios y de inestabilidad político-constitucional, que ha caracterizado nuestra vida como nación independiente. En efecto, de las Constituciones del pasado, la única que puede ser considerada como realmente democrática es la de 1947, que apenas duró año y medio, y durante cuya vigencia el primer presidente civil, y elegido por votación universal, directa y secreta en la historia de Venezuela —el gran novelista Rómulo Gallegos—, no pudo completar diez meses en el ejercicio del cargo, pues fue derrocado por un golpe militar. 

Dados esos antecedentes, y el cuadro general de gobiernos dictatoriales que hasta hace poco prevaleció en América Latina, el caso venezolano, a partir de 1958, no sólo resultaba extraordinario, sino que ha podido ser considerado —para otros países de la región (o incluso de fuera de ella)— como un modelo de transición y de consolidación democrática exitoso. Sin embargo, algunos acontecimientos recientes —en especial, el estallido social que se produjo el 27 y 28 de febrero de 1989 (sobre su significado, véanse PRATO BARBOSA, 1989; KORNBLITH, 1989, y CIVIT/ESPAÑA, 1989)— han puesto de manifiesto, de forma espectacular, la existencia de una seria crisis, que, aunque agravada en los últimos tiempos, estaba presente, en forma larvada o solapada, desde muchos años atrás, y que constituye una prueba crucial para la aparentemente sólida democracia de Venezuela. De modo que el análisis del caso venezolano puede también arrojar luz sobre las graves dificultades que existen en la actualidad para el mantenimiento de la democracia en América Latina. 

En este artículo me propongo tres objetivos: 
Primero, examinaré las razones por las que, antes de 1958, no se pudo establecer un régimen democrático en Venezuela y, en particular, por qué se frustró el intento de instaurar una democracia de masas durante el trienio 1945-48. 
Segundo, analizaré cómo, a partir de la experiencia traumática de ese período y de las enseñanzas que de ella se derivaron, se logró, a partir de 1958, estabilizar la democracia, y examinaré, asimismo, los principales mecanismos políticos que lo hicieron posible. 
Tercero, discutiré las causas de la actual crisis del sistema político venezolano y las perspectivas de la democracia en el país.

LA CRISIS DEL SISTEMA Y LAS PERSPECTIVAS DE LA DEMOCRACIA 

Pese a la crisis por la que atraviesa el sistema populista de conciliación hasta el momento actual, ningún actor social o político de importancia ha planteado una alternativa que no sea democrática, y el debate se centra más bien en la cuestión de, en qué consiste y cómo realizar una «verdadera» democracia, que se supone ha sido distorsionada por el proyecto político que hemos seguido a partir de 1958. Esto requiere una modificación de las reglas de juego básicas del orden político. 

En lo que se refiere a las reglas de juego jurídico-formales, consagradas en la Constitución de 1961, hasta hace poco ningún sector de derecha o de izquierda había proclamado expresamente que su proyecto político no cabía dentro del marco amplio y extraordinariamente flexible que proporciona el texto constitucional, y a lo más se habían sugerido ciertas enmiendas que no tocaban lo esencial. Pero con motivo de los trabajos que lleva a cabo la Comisión Presidencial para la Reforma del Estado y la Comisión Bicameral del Congreso, encargada de estudiar posibles modificaciones a la Constitución, se han hecho oír algunas voces, asociadas al sector empresarial, y que expresan una posición neoliberal, según las cuales habría que modificar sustancialmente el actual texto constitucional, pues consideran que obedece al modelo de welfare state, que sería incompatible con el desarrollo de la iniciativa y la empresa privada. Aunque no es probable que se llegue a una modificación de las reglas jurídico-formales de la Constitución, en el sentido en que lo desearía la iniciativa neoliberal, su ofensiva contra las reglas informales en que se basaba el sistema populista de conciliación se está desarrollando con notable éxito. 

En Venezuela se está desarrollando una feroz crítica al «populismo», al que se identifica como el principal responsable de la crisis que vive nuestro sistema político, y que es atacado, por igual, tanto desde las posiciones ideológicas propias de la nueva derecha neoliberal (ROMERO, 1986) como desde las de la izquierda tradicional (MALAVÉ MATA, 1987). Esa crítica abarca los más variados aspectos de ese complejo sistema, que van desde su ideología y mensaje político manipulativo (BRITTO GARCÍA, 1988 y 1989) hasta su manejo ineficiente de la economía (SUÁREZ/MANSUETI, 1983); pero los dos blancos favoritos de tales ataques son el «estatismo» y la «partidocracia». 

En Venezuela, la acción del Estado y de los partidos políticos ha sido fundamental no sólo para el mantenimiento de la democracia, a partir de 1958, sino, desde mucho antes, para el proceso de integración nacional y para la promoción y el desarrollo de la sociedad moderna; por esta razón, la presencia de ambos (Estado y partidos) en todo el entramado social es muy prominente. De modo que, como consecuencia de esa acción del Estado y de los partidos, no sólo se ha producido un importante desarrollo de la llamada «sociedad civil», sino también ha tenido lugar una compleja imbricación entre todos ellos, cuya naturaleza y significación última está abierta a discusión. 

De acuerdo a la interpretación neoliberal, el crecimiento del sistema de empresas del Estado, de los entes públicos descentralizados y del llamado «sistema de planificación», que se incrementa y acelera después de 1958, ha significado básicamente un aumento del papel del Estado, de su capacidad reguladora y de la esfera de actividades sometidas al mismo, así como una disminución correlativa de la autonomía de la «sociedad civil», y representa —según tal interpretación— un creciente e indeseable «estatismo», que se impone unilateralmente sobre la sociedad, asfixiando o bloqueando sus iniciativas, energías y potencialidades y amenazando convertirse en un abierto despotismo. Pero, de acuerdo a la interpretación que es propia de la izquierda, ese proceso obedece básicamente al deseo de favorecer los intereses de la empresa privada y ha tenido como consecuencia poner a disposición de ese sector recursos financieros e instrumentos de regulación públicos (para una discusión de ambas interpretaciones, véase BIGLER, 1981a). En mi opinión, ambas interpretaciones son excesivamente unilaterales. En realidad, como consecuencia de la creación de esos mecanismos semicorporativos, una significa tiva parte del proceso de formación de políticas públicas del Estado venezolano tiene lugar mediante un complejo proceso de negociación entre factores de poder e intereses diversos. Aunque el Gobierno, en cuanto representante oficial del Estado, aparece como un «arbitro» entre los diversos intereses privados especiales, de hecho es un poder más, sin duda muy importante, pero que, en la práctica, carece de una capacidad de regulación unilateral, de modo que tiene que negociar constantemente con esos intereses (lo cual, frecuentemente, ocurre en la fase de implementación de las decisiones o políticas). A partir de esa interacción entre poderes e intereses diversos, se producen eventuales equilibrios a largo plazo que no son el producto de una acción reguladora autónoma y unilateral por parte del Estado, sino del «balance de poder» de los distintos actores que toman parte. La existencia de ese sistema semicorporativo introduce, sin duda, en favor de los grupos minoritarios y poderosos, una importante distorsión del resultado final (con respecto al que cabría esperar si sólo funcionaran mecanismos de representación y participación puramente democráticos) (véase ARROYO TALAVERA, 1988). En estas circunstancias, el Gobierno (en tanto que representante oficial del Estado), los partidos políticos y las organizaciones sociales por éstos controladas son, frecuentemente (pese a sus tendencias elitistas, oligárquicas y manipulativas), los únicos factores que contribuyen a balancear la situación en favor de los sectores populares para intentar restablecer un cierto equilibrio. 

Para algunos —cada vez menos—, la realización de la «verdadera» democracia consistiría en introducir «mejoras» en el sistema de privilegios de naturaleza semicorporativa existente, incorporando al mismo, eventualmente, a sectores o grupos sociales que todavía no han sido beneficiados por ese sistema. Pero esta «solución» plantea dificultades teóricas, y prácticas insuperables. 

Primera, no existe una teoría satisfactoria de algo que pueda ser considerado como una democracia corporativa. 
Segunda, un sistema corporativo se basa en una distribución desigual del poder y de los privilegios, y es incompatible, por tanto, con los valores básicos de la democracia, mucho más en situaciones como la venezolana, en que los grandes sectores populares carecen de organización (salvo los partidos políticos y los sindicatos controlados por ellos, sobre cuyas deficiencias volveré en un momento), y, por consiguiente, les falta poder de negociación. 

Y tercera, una ampliación o extensión del sistema de privilegios existente encuentra límites infranqueables en la situación de escasez relativa de recursos del presente, y sólo podría ser viable a partir de un modelo de desarrollo económico basado en un aumento continuo e ininterrumpido de la renta petrolera, que no es previsible; por el contrario, a medida que la economía del país se vuelva menos dependiente de los recursos petroleros de origen externo, aumentarán los conflictos distributivos (incluso se convertirán en conflictos redistributivos, en los que hay que «quitar» a unos para «dar» a otros), de modo que lo que, en realidad, está planteado no es el aumento de los privilegios, sino cuáles de sus actuales beneficiarios deberán ser excluidos de los mismos. En realidad, para la realización de una verdadera democracia habría que desmantelar los mecanismos de representación y participación semicorporativa existentes, o limitarlos severamente, asegurando y reforzando el control democrático sobre la toma de decisiones públicas; pero ello no debería implicar ni una eliminación de las actividades distribuidoras y políticas sociales del Estado, ni una disminución de su capacidad para responder a las preferencias de la mayoría, sino, por el contrario, un aumento de ella. 

La prédica antiestatista propugna no sólo la privatización de gran número de actividades o empresas actualmente bajo control estatal y la eliminación de gran parte de las regulaciones de la actividad económica privada, sino también el abandono de las políticas sociales y de bienestar por parte del Estado venezolano (en las que ve la manifestación de una democracia «populista», esto es, demagógica) como condición para el libre desarrollo de la iniciativa privada. Esta «solución» resulta muy tentadora, pues, por un lado, es la propugnada por los grandes organismos financieros internacionales, cuyo respaldo es necesario para hacer frente a los graves problemas derivados del manejo de la deuda externa, y por otro, permite aliviar la carga del Estado, agobiado por las dificultades fiscales, y renovar el apoyo de grupos de poder (empresariales e incluso sindicales), que serían los beneficiarios de la privatización de algunas empresas estatales. Esta es la línea de acción que ha emprendido el actual Gobierno del presidente Pérez, aunque con serias reservas y creciente descontento dentro de su partido (AD). Pero esta política perjudica a los sectores mayoritarios, que disponen de menos recursos y poder, de modo que cabe prever que generará un mayor descontento y probablemente obligará al Gobierno, a medio o largo plano, si no la abandona, a tomar medidas más autoritarias y represivas. 

El otro gran tema de crítica generalizada es el de los partidos políticos. Aunque, desde mucho antes de 1958, está presente, entre los sectores más conservadores, una actitud de hostilidad hacia los partidos, no es sino mucho después cuando se extiende y generaliza la crítica a la llamada «partidocracia». Una idea constante en la cultura política tradicional del país, de inspiración roussoniana-bolivariana —y muy arraigado aún en el estamento militar—, es el rechazo del «espíritu de partido» (como equivalente a la facción) y la exhortación a la construcción de la «unidad moral» de la República mediante la superación o renuncia de los intereses particulares. Pero es evidente que, en las condiciones de la sociedad venezolana contemporánea, la eliminación del «espíritu de partido» sólo podría hacerse a costa de instaurar una dictadura o alguna forma de despotismo estatal, que, con toda probabilidad, serviría, en realidad, a algún interés privado. En todo caso, es frecuente considerar a los partidos políticos como responsables de gran parte de los males que afectan a nuestro sistema político e incluso al conjunto de nuestra sociedad. Así se ha afirmado que nuestra democracia ha degenerado en una «partidocracia», pues (ha dejado de ser el Gobierno del pueblo y para el pueblo y se ha convertido en un Gobierno no sólo de los partidos, sino para los partidos» (BREWER-CARÍAS, 1985: 57), y no sólo se llega a considerar a los partidos políticos como los responsables de la crisis política e institucional del Estado venezolano (BREWER-CARÍAS, 1988), sino que se les acusa de haber usurpado funciones propias de la sociedad civil y de ahogar sus iniciativas y posibilidades de libre desenvolvimiento. 

Como tuvimos ocasión de ver, las diversas funciones que han tenido que cumplir los partidos en Venezuela no son el producto de una «usurpación», sino, por un lado, del relativo vacío social en que nacieron y, por otro, de la falta de adecuado funcionamiento del Estado y de recursos institucionales, que aún subsiste. Pero lo cierto es que, pese a todas sus deficiencias, los partidos políticos y los sindicatos por ellos controlados constituyen en Venezuela uno de los pocos factores de equilibrio en favor de los sectores populares, de modo que su eliminación o la disminución de su papel como agregadores y articuladores de intereses llevaría a fortalecer el poder de los grupos económicos o de los empresarios individuales. De modo que la «verdadera» democracia no puede consistir en el abandono por parte del Estado de las funciones que actualmente desempeña, en favor de la llamada sociedad civil, ni en la eliminación de las funciones esenciales cumplidas por los partidos políticos y por los sindicatos, pues si esto ocurriese sólo quedaría la influencia de las organizaciones económicas privadas. 

En todos los análisis anteriores he partido del supuesto de que una característica esencial de un Gobierno democrático es que debe tratar de satisfacer las preferencias de la mayoría o de dar respuestas positivas a las demandas de quienes lo han elegido. He supuesto, además, que la competición electoral entre partidos es un mecanismo adecuado para asegurar ese resultado. Pero no faltan quienes —dentro y fuera de Venezuela— rechazan estos dos supuestos. En efecto, en Venezuela son cada vez más frecuentes las voces que, desde una perspectiva neoliberal, y a partir de una crítica al «populismo» (al que identifican con la competencia demagógica entre los partidos), rechazan como indeseable la idea de que el Gobierno deba dar respuestas positivas a tales demandas, y afirman que la única función del voto debe ser proporcionar un mecanismo destinado a evitar que el Gobierno se convierta en despótico o tiránico. Desde tal perspectiva se propugna, una vez más, si no la eliminación, al menos la disminución del papel de los partidos políticos en los procesos electorales. Ante la crisis del sistema populista de conciliación y la imposibilidad de manejar y satisfacer demandas heterogéneas y crecientes, la tentación de un cierre del sistema ante ellas, de aumentar la desmovilización y de exigir, una vez más, a las masas, paciencia y pasividad, es muy grande. A tal proyecto responden gran parte de las críticas al «populismo», al «estatismo» y a la «partidocracia» que proliferan en el país. Pero en un sistema que se basó en el alza continua de las expectativas de los diversos grupos sociales, y en el que la confianza en las organizaciones y líderes está muy deteriorada, las posibilidades de lograr tal «cierre» sin acudir a la represión en gran escala son muy escasas. 

Pero el rechazo de la «partidocracia» también es común —aunque por razones distintas— en la izquierda. Así, a partir de una crítica —en gran parte justa— a la mediatización que los partidos ejercen sobre las organizaciones sociales, así como a su falta de democracia interna y al carácter oligopólico de la competencia entre ellos, propugnan el reducir al mínimo su influencia, para abrir paso a una democracia más auténtica cuyos principales actores serían los nuevos «movimientos sociales» (vecinales, ecológicos, etc.) (GÓMEZ CALCAÑO, 1987a y 1987b, y DE LA CRUZ, 1988). El problema consiste en que tal programa responde, más bien, a deseos personales y a la influencia de ideas provenientes del extranjero que a la realidad venezolana, pues esos «movimientos», que apenas se inician en el país, son extraordinariamente débiles. De modo que, aunque nadie que sea partidario de una verdadera democracia puede estar en contra de la promoción de nuevas capacidades organizativas entre los sectores sociales actualmente más débiles y desorganizados, esto constituye una tarea a largo plazo y de resultados muy inciertos; de modo que, a corto y medio plazo, la tarea más urgente parece ser la democratización de las organizaciones sociales ya existentes (en particular, los partidos políticos y los sindicatos). 

Hay, por otra parte, quienes, desde un enfoque de inspiración marxista, niegan que las elecciones puedan constituir un mecanismo efectivo para asegurar la satisfacción de las demandas de la mayoría de los electores (por ejemplo, SILVA MICHELENA/SONNTAG, 1978: 32, 77-78). Pero son muchos más quienes, insatisfechos con la falta de respuesta de los partidos a las preferencias de la mayoría de los votantes, creen que, a través de reformas electorales que lleven a la personalización del sufragio, se producirá un debilitamiento de la presencia de las organizaciones partidistas y se logrará un mayor control de los electores sobre los elegidos. Pero si lo que desea es aumentar la responsabilidad de los elegidos frente a sus electores, habría que perfeccionar los mecanismos electorales y de representación y participación democrática, que, como tuvimos ocasión de ver, en la actualidad limitan severamente esa responsabilidad. Es cierto que la existencia de partidos políticos organizados implica siempre una forma de competencia oligopólica en la vida política, pero no se trataría de eliminar tal forma para sustituirla por una competencia perfecta, que resultaría imposible y, en todo caso, indeseable. En efecto, para ello habría que destruir a los partidos, que son un factor indispensable para la moderna democracia de masas, y si ellos perdieran el papel central que hoy ocupan, éste sería desempeñado por los mass media (como ya comienza a ocurrir en Venezuela) y por poderosas organizaciones de intereses privados, y los dirigentes partidistas serían reemplazados por demagogos o líderes carismáticos irresponsables. Lo que habría que tratar más bien es de asegurar una competencia oligopólica imperfecta, pero satisfactoria, capaz de proporcionar incentivos suficientes a los partidos para satisfacer los deseos e intereses del electorado. Para ello, fundamentalmente, habría que bajar las «barreras de entrada», que actualmente, representan los altísimos gastos de las campañas electorales, no para colocar a todos los partidos en situación de igualdad, sino para permitir un mínimo satisfactorio de competencia efectiva. Por otro lado, habría que eliminar las distorsiones que introduce el sistema de financiamiento privado, a cargo de los económicamente poderosos. Junto a ello sería necesario aumentar la democracia interna de los partidos para hacerlos más responsables ante sus militantes de base y su electorado. Y sería necesario, además, que los partidos recuperaran sus funciones de conducción y liderazgo, en la formación de las preferencias de los votantes, y cesara la competencia demagógica perversa, que sólo conduce a la frustración de los electores.

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