sábado, 28 de enero de 2023

LIBRO "ATEÍSMO IDEOLÓGICO": LA RUINA DE LAS IDEOLOGÍAS por ÁNGELA VALLVEY


ATEÍSMO 
IDEOLÓGICO
LA RUINA DE LAS IDEOLOGÍAS

Ángela Vallvey *

"La ideología hoy es un negocio para algunos y una ruina para los ciudadanos". 
La escritora y periodista publica 'Ateísmo ideológico', un manifiesto donde apunta a las ideologías y a los partidos políticos por crear una nueva religión "donde los ciudadanos se convierten en creyentes".

"Sacúdete de encima todos los temores de prejuicios tras los que se agazapan servilmente las mentes débiles. Sienta firmemente a la razón en su sitial y lleva a cada hecho ante su tribunal, a cada opinión. Cuestiónate con valor incluso la existencia de un Dios; porque, si hubiera alguno, debería dar su beneplácito a quien rinde tributo a la razón antes que al miedo ciego". THOMAS JEFFERSON

"El dominio alterno de una facción sobre otra, agudizado por el espíritu de venganza, connatural a la disensión partidaria, que ha cometido en diferentes épocas y países las más horrorosas atrocidades, constituye en sí un espantoso  despotismo. Sin embargo, conduce a la larga a un despotismo más formal y permanente. Los desórdenes y las desgracias que resultan de él inclinan gradualmente la mente de los seres humanos hacia la búsqueda de seguridad y descanso en el poder absoluto de un individuo; y tarde o temprano el jef e de alguna facción predominante, más capaz o más afortunado que sus rivales, desvía esa disposición hacia los propósitos de su propio ascenso, sobre las ruinas de la libertad pública". GEORGE  WASHINGTON

La pregunta es: ¿Porqué los votantes siguen depositando su confianza en políticos corrompidos, deshonestos, malvados, ineptos…?
La respuesta más probable es: porque tienen una fe religiosa en ellos. Porque esos electores, más que ciudadanos, son creyentes.
Si la ideología sustituyó a la religión en las sociedades modernas a partir de la Revolución Francesa, y si la separación Iglesia-Estado tuvo como consecuencia un impulso de adelanto y bienestar para Occidente, podemos suponer que apartar la ideología del gobierno de los Estados reactivaría el progreso de la humanidad en un momento en que la democracia está desapareciendo.

El ateísmo ideológico es una propuesta rupturista. Cuando dejas de ser un creyente, políticamente hablando, cuando tus creencias no guían tu comportamiento, te liberas. No te puedes liberar de tu situación como ciudadano con obligaciones ante el Estado, pero sí puedes romper las cadenas que te atan ideológicamente a un partido político. Mucha gente hoy vendería a su primogénito antes de cambiar su voto. Vamos detrás del ideal. Votamos según el ideal con la fe y entregamos nuestras vidas. Entramos en la cárcel de la ideología. Por eso reivindico el ateísmo ideológico a la hora de depositar el voto. La ideología es algo íntimo, que no se puede desarraigar. Yo no pretendo que la gente de desideologice, pero sí dejar esas creencias ideológicas para el ámbito privado.

Al igual que las viejas religiones, los nuevos sacerdotes también quieren convertirnos.
El proselitismo daña a los ciudadanos. Te conduce a la discordia, al odio, a pelearte con tus amigos, con tus familiares, a estar siempre en tensión, radicalizado contra los que no opinan como tú, cuando debería de ser normal que los otros no piensen igual que tú, pero ahora hay dos grandes facciones, dos bandos, y tienes que elegir. Ambos te llevan al frente, a luchar. Al frente incluso íntimo, de la vida personal, algo que yo conceptúo como un atraso. No tolero que mi vida se rija por esos principios. Por eso me declaro ideológicamente atea.

Hay que abordar la necesidad de fomentar el pensamiento aideológico, que no es lo mismo que apolítico.
Los asuntos del Estado no pueden afrontarse con sectarismo ideológico. A mí me da igual que gobierne un partido u otro mientras no aproveche la ideología como un elemento sustancial de discriminación, llevando mi cuerpo y mi vida por caminos por los que no quiero transitar. Los partidos políticos deberían de ser equipos, diseñados para propiciar una mejor gestión y para que la sociedad sea más justa e igualitaria, pero sin clientelismos, sin sectarismos. No puede ser que votemos por la fachada ideológica, pura coartada para los desmanes y arbitrariedades del poder. Cuando la Iglesia dejó de gobernar lo terrenal, Europa dió un salto increíble, soltó lastre, y estoy convencida de que cuando seamos capaces de liberarnos del lastre ideológico también progresaremos. Dejaremos de estar constreñidos por las etiquetas de «facha» o «progre».

La ideología fomenta la ineficacia administrativa

Por ideología eliges a tus afines, e incluso los colocas en el poder, das dinero a tus amigos y formas una clientela. Un clientelismo, por cierto, que no es distinto del que hubo en España en el siglo XIX. Finalmente pones trabas al progreso y generas una cadena de ruina sin fin. A pesar de lo que sostienen muchos ensayistas, lejos de tomar la senda de la desideologización, los ciudadanos de las democracias occidentales somos más creyentes que nunca.

La idea de ateísmo ideológico, que se formula en estas páginas, puede ser una pieza fundamental para combatir la corrupción, el autoritarismo y la miseria económica y moral, que aumentan ahora que la democracia, tal y como un día la concebimos, ya no existe. Se presenta aquí la posibilidad realmente factible de separar de forma definitiva la ideología del gobierno de las ciudades y las naciones por ir en contra de los intereses generales.
Estamos ante una propuesta rompedora y sorprendente que podría cambiarlo todo.
Una lectura urgente para desencantados y escépticos de la política, pero también para fanáticos y radicales, es decir: para los «creyentes».

¿Vivimos en una "teocracia ideológica"? ¿Por qué los votantes siguen depositando su confianza en políticos que se han constatado corruptos e ineptos? "Porque tienen una fe religiosa en ellos. Porque esos electores, más que ciudadanos, son creyentes". Es es el punto de partida del último ensayo de la periodista y escritora Ángel Vallvey, primera mujer en obtener el Julio Camba de periodismo y ganadora del premio Nadal y el Ateneo, entre otros, "Ateísmo ideológico" (Arzalia, 2021).

"Este libro tiene algo de teoría política, pero sobre todo tiene rebeldía, es casi un manifiesto".
"Mi obligación moral es contribuir al bien común; aunque parezca manido y ampuloso eso es lo que me mueve, dar una respuesta altruista al sistema opresor".

El libro tiene su mirada puesta en el pasado, pero también, y sobre todo, en el presente más cercano y reconocible. Vallvey asegura que las ideologías han sustituido a las religiones y cree que, como ocurrió tras la Revolución Francesa, cuando separar Iglesia y Estado supuso un impulso para Occidente, hacer lo mismo con las ideologías y el Gobierno tendría un efecto similar ahora, que "la democracia está desapareciendo".
Para la autora los 'nuevos sacerdotes' buscan convertirnos a su fe. "Los partidos son la concreción política de la ideología", desarrolla Vallvey su pensamiento, "pero muchas veces son solamente cáscaras vacías". Y continúa, "sin embargo, siguen utilizando la ideología como bandera y escudo, y provocan que la gente esté cada vez más ideologizada". "Dicen que las ideologías han desaparecido y no estoy nada de acuerdo, están cada vez más presentes".
El centro quizá no existe, pero es un síntoma de que hay un porcentaje elevado de gente que aspira a no vivir en la lucha, a no sufrir el desasosiego político
¿La solución sería una tecnocracia? Este libro no llega a dar ese paso. Las soluciones me las planteo porque llevo muchos años pensando, pero no las doy. Es más importante desenmascarar lo que está pasando. Alguien puede entender que doy aval a la tecnocracia, pero lo que pretendo es hablar a los no creyentes de las ideologías, porque a los creyentes es muy difícil convencerlos de que están equivocados. Creo que hay una mayoría importante de gente no creyente, que es importante que se sientan visibles y reconocidos. Vivimos en sociedades religiosas ideológicamente y eso es algo que no está empobreciendo en todos los sentidos.

¿Y el centro político? El centro quizá no existe, pero es un síntoma de que hay un porcentaje elevado de gente que aspira a no vivir en la lucha, a no sufrir el desasosiego político. Quizá persiga el unicornio de la ideología.

Realmente, ¿hay tantos no creyentes que están fuera de ese juego? Solo en Madrid hay un millón de personas que nunca ha votado en democracia. Yo creo que hay una gran parte de personas que están en eso, que se han dado cuenta y no siguen la política. Son ateos, se han desapegado, no existen para la política. Eso existe, pero es una vía que no ha prosperado. Es un combatiente que no luchan. No gobierna la mayoría, sino la minoría que decide el rumbo de la sociedad y que, lamentablemente, suelen ser los más radicalizados. Porque en España lo que moviliza es eso, la radicalidad. Pero eso no es democracia.

¿Esa creencia religiosa se percibe en la polarización de las redes sociales? Sí, no sólo en España, también en otros países desarrollados de Europa y EE UU. Es terrible porque llegan a deterior las relaciones personales y provocan odio. Vuelve miserables a las personas y las convierte en soldados de una guerra en la que no se van a repartir el botín. Tenemos una sola vida y no la podemos gastar así.
La ideología hace que el creyente perdone todo a su líder, como pasaba en las antiguas castas sacerdotales
Ese es un sentimiento que quizá algunos percibieron cuando hace unos años, a pesar de los mensajes públicos, vieron a Iglesias, Arrimadas y Espinosa de los Monteros riendo y charlando juntos... Pero la gente ve eso y no se da cuenta de lo que supone, del calado que tiene, porque la ideología hace que el creyente perdone todo a su líder. Exactamente igual que lo que pasaba antiguamente con las castas sacerdotales.

Entonces, ¿la tensión entre progresismo y conservadurismo ya no funciona? Hay que buscar nuevos motores para la historia, no puede seguir siendo el enfrentamiento. Eso implicaría que vivimos en sociedades marxistas. Soy pacifista y atea y no me lo creo. Creo que el enfrentamiento siempre es una desventaja, todo se puede hacer con cambios de mentalidad, que no ocurren porque la élite sabe que perdería sus privilegios.
Hay que liberarse de las etiquetas, como facha o progre
¿Hay que ser apolítico entonces? Hay que liberarse de las etiquetas, como facha o progre. Los partidos deberían estar diseñados para gestionar. Hay que imponer los criterios de racionalidad y bien común, sin clientelismos. La ideología hoy es pura fachada para encubrir los desmanes del poder.

El capitalismo, el mercantilismo que vivimos... ¿es también parte de esta religión? Todo es parte de la misma moneda. Todos quieren al ciudadano porque quieren tu fe, tu dinero o tu fidelidad. Las grandes corporaciones no quieren liberarte, ni comprenderte, te dan cuerda hasta que te ahogas. No se trata de quitar poder a unos u a otros, porque ya se lo reparten.

Los medios de comunicación son parte fundamental de esos credos ideológicos... Todos forman parte del negocio de la ideología: es un negocio para algunos y una ruina para los ciudadanos. Si tienes una postura radical, cuanto más te radicalizas, más fieles son tus seguidores. Los medios lo saben porque hay un constante fedback entre usuario y medio. Pero también hay mucha falsedad: lo vemos en lo más vendidos, lo más leído o los comentarios falsos de Amazon. Los medios están casi en quiebra y buscan su negocio. Y si para sobrevivir hay que radicalizar, lo harán.

¿Y la Educación? La actual educación no prepara, convierte en clientes. Antes se enseñaba con la frustración, el error, el esfuerzo... La educación es una catástrofe en España, porque refleja la falta de modernidad que hay en las élites. España tiene muchos complejos y eses es uno de ellos. Seguimos atados a delirantes teorías que solo provocan el empobrecimiento de los seres humanos.

¿Tiene solución esa situación? El voto está tan fragmentado por esta situación y por la crisis económica. La gente ha sufrido mucho, entre la depresión que lo 'emputece' todo y la esclavitud ideología estamos así. Solo se podría resolver dando un hachazo gordiano. Si guardáramos las creencias y las ideologías para la vida personal. Así juzgaríamos a políticos y partidos en una medida algo más justa.

¿Dejar las ideas políticas para la esfera personal no tiene algo de contradictorio? ¿Por qué tienes que imponer tu visión del mundo en una sociedad como esta? ¿Por qué tengo que educar a mis hijos como me dices tú? ¿Por qué la ideología se cuela en los aspectos más íntimos? Y además, por la dirección de una minoría, como es ahora.

Eso quizá nos llevaría a hablar de feminismos, LGTBI... O como lo denomina despectivamente la derecha para despreciar las banderas de los otros, ideología de género. Entiendo que la discusión sobre feminismo es disparatada, ha llegado a extremos antológicos. Nadie está capacitado ni tiene la legalidad suficiente para decir a alguien lo que tienen que hacer con su cuerpo, su sexo o sus hijos. Estamos llegando a situaciones muy exageradas y cuando percibamos las consecuencias será tarde.

* Poeta, novelista y autora de ensayos divulgativos, fue ganadora del Premio Nadal con Los estados carenciales en 2002 y finalista del Premio Planeta con Muerte entre poetas en 2008. También ha recibido galardones de poesía como el Ateneo de Sevilla y de periodismo como el Julio Camba, así como el Premio de Cultura de la Comunidad de Madrid en la categoría de Literatura (2019).

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