EL Rincón de Yanka: diciembre 2014

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CALENDARIO CUARESMAL 2024

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martes, 30 de diciembre de 2014

LA BUENA NOTICIA DEBE SER ANUNCIADA CON LOS FRUTOS DEL ESPÍRITU PARA UNIR Y REUNIR EN CRISTO CON ALTERIDAD

"NO INTERPRETAMOS LA BIBLIA,
ES ELLA LA QUE NOS INTERPRETA.
SOMOS LOS PERSONAJES PRINCIPALES 
DE SU OBRA"

La Sagrada Escritura debe ser leída
y proclamada como fue escrita:
bajo la inspiración del Espíritu Santo

Muchos cristianos predican la desunión, el odio, la separación de los cristianos bajo interpretación al caletre de La Palabra de Dios, sin empatía, sin escuchar primero, sin misericordia al prójimo,  sin Gratuidad, sin humanidad. 

II Tim 
3:16 Toda la Escritura está inspirada por Dios, y es útil para enseñar y para argüir, para corregir y para educar en la justicia, 
3:17 a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y esté preparado para hacer siempre el bien.

Rm
13. porque todo el que invoque el Nombre del Señor se salvará.
14. Pero ¿cómo invocarán al Señor sin haber creído en él? Y ¿cómo podrán creer si no han oído hablar de él? Y ¿cómo oirán si no hay quien lo proclame?
15. Y ¿cómo lo proclamarán si no son enviados? Como dice la Escritura: Qué bueno es ver los pasos de los que traen buenas noticias.
16. Pero es un hecho que no todos aceptaron la Buena Noticia, como decía Isaías: Señor, ¿quién nos ha escuchado y ha creído?
17. Así, pues, la fe nace de una proclamación, y lo que se proclama es el mensaje cristiano.
18. Me pregunto: ¿Será porque no oyeron? ¡Claro que oyeron! Esta voz resonó en toda la tierra, y sus palabras se oyeron hasta en el último rincón del mundo.
19. Y sigo preguntando: ¿Cómo puede ser que Israel no entendió? Y de inmediato Moises nos dice: Yo haré que te pongas celoso de una nación que ni siquiera es nación; excitaré tu enojo contra una nación insensata.
20. Isaías luego se atreve a decir: Fui hallado por los que no me buscaban y me manifesté a quienes no preguntaban por mí.
21. Pero añade, y se refiere a Israel: Todo el día extendí mis manos hacia un pueblo desobediente y rebelde.

"Recuerda el día que estuviste delante del Señor tu Dios en Horeb, cuando el Señor me dijo: “Reúneme el pueblo para que yo les haga oír mis palabras, a fin de que aprendan a temerme todos los días que vivan sobre la tierra y las enseñen a sus hijos” Deuteronomio 4:10

"y cuando llega a su casa, reúne a los amigos y a los vecinos, diciéndoles: “Alegraos conmigo, porque he hallado mi oveja que se había perdido” Lucas 15:6

"Vino a unir en paz, y a congregar en uno los otros hijos adoptivos que tenía en el mundo" San Agustín

Los cristianos somos unos creyentes en Dios que, por diversas razones y causas, estamos separados y caminamos, así, hacia el definitivo reino de Dios de una forma que no puede gustar a Dios. Es más, Jesús mismo, cuando celebraba la cena en la que uno de los suyos salió para traicionarlo, dijo, dirigiéndose a su Padre, 
“No ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí, para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno, y el mundo conozca que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí” Jn 17, 20-23

En Jesús se encarna la misericordia de Dios que como un pastor busca a los hombres para llevarlos a la vida (cf. Ez 34,4.15-16). Él es el Hijo del hombre cuya misión se expresa en modo eminente a través del perdón de los pecados (v. 10; cf. Lc 5,24), es decir, en la búsqueda de “lo que estaba perdido” (v. 10). Esta última frase nos recuerda las parábolas del capítulo 15 de Lucas: la oveja “perdida”, la dracma “perdida” y el hijo “perdido”.

Es de una gran riqueza en la narración el uso que hace Lucas del verbo “buscar” (griego zetein). Al inicio del relato, en el v. 3, se dice que: “Zaqueo buscaba (ezētei ) ver quién era Jesús”; al final se afirma, en el v. 10, que “el Hijo del hombre ha venido a buscar (zetēsai) y a salvar lo que estaba perdido”. De esta forma el evangelista expresa el misterio y la paradoja de aquel encuentro: Jesús venía a buscar y a salvar a Zaqueo, incluso antes de que éste buscase verlo y conocerlo.

En Lc 19,10: “El Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido”

Lc 4
18. El Espíritu del Señor está sobre mí. El me ha ungido para llevar buenas nuevas a los pobres, para anunciar la libertad a los cautivos, y a los ciegos que pronto van a ver, para despedir libres a los oprimidos
19 y proclamar el año de gracia del Señor.

1 Corintios 1:10
Os ruego, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que todos os pongáis de acuerdo, y que no haya divisiones entre vosotros, sino que estéis enteramente unidos en un mismo sentir y en un mismo parecer.

Judas 1
17 Pero ustedes, mis queridos amigos, deben recordar lo que predijeron los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo. 18 Ellos les advirtieron que en los últimos tiempos habría gente burlona cuyo objetivo en la vida es satisfacer sus malos deseos. 19 Estos individuos son los que causan divisiones entre ustedes. Se dejan llevar por sus instintos naturales porque no tienen al Espíritu de Dios en ellos.
20 Pero ustedes, queridos amigos, deben edificarse unos a otros en su más santísima fe, orar en el poder del Espíritu Santo 21 y esperar la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, quien les dará vida eterna. De esta manera, se mantendrán seguros en el amor de Dios.
22 Deben tener compasión delos que no están firmes en la fe. 23 Rescaten a otros arrebatándolos de las llamas del juicio. Incluso a otros muéstrenles compasión pero háganlo con mucho cuidado, aborreciendo los pecados que contaminan la vida de ellos.

Gal 5
13. Nuestra vocación, hermanos, es la libertad. No hablo de esa libertad que encubre los deseos de la carne, sino del amor por el que nos hacemos esclavos unos de otros.
14. Pues la Ley entera se resume en una frase: Amarás al prójimo como a ti mismo.
15. Pero si se muerden y se devoran unos a otros, ¡cuidado!, que llegarán a perderse todos.
16. Por eso les digo: caminen según el espíritu y así no realizarán los deseos de la carne.
17. Pues los deseos de la carne se oponen al espíritu, y los deseos del espíritu se oponen a la carne. Los dos se contraponen, de suerte que ustedes no pueden obrar como quisieran.
18. Pero dejarse guiar por el Espíritu, no significa someterse a la Ley.
19. Es fácil reconocer lo que proviene de la carne: libertad sexual, impurezas y desvergüenzas;
20. culto de los ídolos y magia; odios, ira y violencias; celos, furores, ambiciones, divisiones, sectarismo
21. y envidias; borracheras, orgías y cosas semejantes. Les he dicho, y se lo repito: los que hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios.
22. En cambio, el fruto del Espíritu es caridad, alegría, paz, comprensión de los demás, generosidad, bondad, fidelidad,
23. mansedumbre y dominio de sí mismo. Estas son cosas que no condena ninguna Ley.
24. Los que pertenecen a Cristo Jesús han crucificado la carne con sus impulsos y deseos;
25. si ahora vivimos según el espíritu, dejémonos guiar por el Espíritu;
26. depongamos toda vanagloria, dejemos de querer ser más que los demás y de ser celosos.

La Palabra de Dios

"Yo soy el pan de la vida.
Vuestros padres comieron el maná en el desierto 
Y murieron; éste es el pan que baja del cielo,
para que quien lo coma no muera.
Yo soy el pan vivo, bajado del cielo.
Si uno come de este pan, vivirá para siempre;
y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por 
la vida del mundo…."Si no coméis la carne 
del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre,
no tenéis vida en vosotros.

"El que come mi carne y bebe mi sangre,
tiene vida eterna, y yo lo resucitaré el ultimo día.
Porque mi carne es verdadera comida 
y mi sangre verdadera bebida.
El que come mi carne y bebe mi sangre,
permanece en Mí, Y yo en él".

"Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado
y yo vivo por el Padre, también el que me coma
vivirá por mí". Jn 6, 48-57

"Mientras estaban comiendo, tomo Jesús pan 
y lo bendijo, lo partió y, dándoselo a sus discípulos dijo:
"Tomad, comed, éste es mi cuerpo."
Tomo luego una copa y, dadas las gracias, se la dio diciendo: 
"bebed de ella todos, porque ésta es mi sangre de la Alianza, 
que es derramada por muchos para el perdón de los pecados".
Mt 26, 26-28

"Hagan esto en memoria mía".
Lc 22,19

PREDICAR DEL LATÍN PRAEDICARE: 
ANTES DE MANIFESTAR. ANTES DE HABLAR HAY QUE ESCUCHAR

El predicador es un testigo, no es un profesor. El profesor puede explicar perfectamente una doctrina o una teoría, y hasta resultar convincente, estando un completo desacuerdo con ella. El testigo, por el contrario, está implicado en lo que explica, no es sólo un buen orador. El testigo transmite una noticia que antes le ha afectado personalmente, más aún, que le ha cambiado, le ha transformado. “Quien quiera predicar, dice el Papa Francisco, debe estar dispuesto a dejarse conmover por la Palabra y hacerla carne de su existencia concreta”. Y añade, citando a Tomás de Aquino: “De esta manera, la predicación consistirá en esta actividad tan intensa y fecunda que es comunicar a otros lo que uno ha contemplado”. Condición ineludible de todo testimonio de Jesucristo es un encuentro previo con Jesucristo.

La Sagrada Escritura debe ser leída y proclamada como fue escrita: bajo la inspiración del Espíritu Santo. Debe ser ungida. 
La Palabra de Dios es “viva” (Hebreos 4:12; 1 Pedro 1:24)

La Iglesia antes de anunciar la Palabra, y para poder hacerlo, debe primero escucharla devotamente, obedeciendo a aquellas palabras del apóstol Juan: “os anunciamos lo que hemos visto y oído” (1Jn 1,3). La Palabra solo puede escucharse en un clima de fe y oración. La escucha de la Palabra, en la celebración litúrgica y en el diálogo de la oración, ocupa un lugar central en la vida de todo predicador, ya que así acontece un conocimiento personal e íntimo con el Señor. Sin este acercamiento personal, Cristo se convierte en tema y deja de ser persona. Anunciamos entonces una doctrina (con el peligro de ideología que conlleva), no invitamos a un encuentro personal. Solo si previamente nos hemos encontrado personalmente con Dios, podemos hablar de Dios.

Además de escuchar primero y principalmente a la Palabra de Dios, el predicador debe conocer a los destinatarios de su predicación. Para conocerlos hay que escucharlos. Por eso, antes de hablar, el predicador pregunta. Como el misterioso personaje a los discípulos de Emaús: de qué hablabais por el camino, cuáles son vuestras preocupaciones, vuestras inquietudes, vuestros problemas. Así nos ponemos en sintonía con el destinatario de la Palabra. Nuestra predicación es muy distinta cuando antes hemos escuchado que cuando empezamos nuestro discurso desde la teoría o la doctrina pre-establecida. No porque no tenga importancia la doctrina, sino porque se presenta con unas modulaciones y unos matices si antes se conoce al destinatario y sus problemas.

Lc 4: 18. El Espíritu del Señor está sobre mí. El me ha ungido para llevar buenas nuevas a los pobres, para anunciar la libertad a los cautivos, y a los ciegos que pronto van a ver, para despedir libres a los oprimidos
19 y proclamar el año de gracia del Señor.

Señor Jesucristo, haz que con deseo ardiente 
me precipite a escuchar la Palabra de Dios.
Concédeme la agudeza para entender,
la capacidad para asimilar,
el modo y la facilidad para aprender,
la sutileza para interpretar
y la gracia abundante para hablar.
Instruye el comienzo,
dirige el desarrollo,
completa la conclusión.

Santo Tomás de Aquino. 
Liturgia de las Horas. Propio O.P., pp. 1819-1820.


sábado, 27 de diciembre de 2014

¿QUÉ CELEBRAMOS EN NAVIDAD?



JUAN MANUEL DE PRADA

24/12/2010

Hoy los cristianos nos entregamos a una fiesta que dista mucho de esa celebración vana que tratan de vendernos. Es la conmemoración de la reconciliación de Dios con el hombre.
Chesterton escribió que celebramos un trastorno del universo, una inversión de nuestras categorías mentales. Adorar a Dios significaba hasta la Navidad elevar los ojos a un cielo inescrutable que nos sobrecogía con su inmensidad; a partir de la Navidad, adorar a Dios significa volver los ojos al suelo, incluso acostumbrarlos a la luz mortecina de una cueva, para reparar en la fragilidad de un niño que gimotea entre las pajas. Las manos que habían modelado las estrellas se convierten, de súbito, en unas manecitas diminutas; la grandeza infinita de Dios se torna fragilidad de un niño recién nacido que se amamanta a los pechos de su Madre.

Omnipotencia e indefensión, divinidad e infancia, que hasta entonces eran conceptos antípodas, se congregan de repente, formando una amalgama única que desafía las leyes físicas, que subvierte nuestras categorías mentales, que despatarra, en fin, el universo. A este despatarrarse del universo lo llamamos Navidad.

Pequeño entre los pequeños

Nuestra fe, que para enfrentarse a la inmensidad misteriosa de Dios tenía que armarse de un telescopio, descubre de repente que requiere un microscopio para fijarse en ese Niño que manotea en el interior de una cueva. Dios, que habitaba el empíreo, se hace el más pequeño entre los pequeños; y tamaño cataclismo, que pone a prueba la capacidad de comprensión de los más sabios, es aceptado con naturalidad por los más sencillos. Son los pastores los que más prontamente adoran a ese niño nacido en una cueva; y lo hacen porque entienden —con esa intuición formidable que las gentes sencillas tienen para las cosas santas y sobrenaturales— que un Dios encumbrado en su trono de inaccesible majestad no puede ser el Dios que abrace su insignificancia. Su fe simplicísima, infantil si se quiere, ha soñado con un Dios como este, que acampe entre sus rebaños, que sea uno más entre ellos, padeciendo sus mismas zozobras, sus mismas necesidades elementales, su misma pobreza y laceria. Y, al acercarse a la cueva donde se ha consumado el prodigio, descubren que ese Dios hecho niño se amamanta a los pechos de su Madre, se refugia aterido en el regazo de su Madre, como cualquier niño en el mundo; y ese vínculo entre el Niño y la Madre acaba de completar el cataclismo de la Navidad: Dios deja de ser una entidad abstracta y autosuficiente, para convertirse en un Dios trémulo que se nutre y se cobija en una Madre, intercesora en nuestra relación con Él. Para hacerle una carantoña o un arrumaco, hay que acercarse a la Madre; para invocarlo, hace falta preguntar su nombre a la Madre; para cogerlo en brazos y achucharlo hay que solicitar permiso a la Madre.

Un trastorno universal

Y este trastorno o cataclismo del universo que los pastores descubrieron alborozados es el mismo trastorno o cataclismo que los españoles hemos celebrado durante siglos, con la misma conmovida exultación de aquellos pastores. En la Navidad reconocemos la reconciliación de Dios con el hombre, reconocemos que nuestra humanidad —frágil, inerme, diminuta— ha sido revitalizada por ese retoño del tronco de David que quiso hacerse como uno de nosotros, que quiso que la excelsitud anidara en el barro con el que estamos hechos; y, como esa unidad de Dios con el hombre debe hacerse sensible, cantamos y reímos y montamos belenes y nos reunimos con nuestros familiares, rememorando que el Niño Dios fue acogido en una familia, como nosotros mismos lo fuimos.

La inocencia perdida

Pero esa unidad sólo es posible en la fe y en la caridad; y tratar de reducirla a una unidad en la caridad (o en sus sucedáneos «solidarios») es empeño inútil, o puro sentimentalismo huero, porque es tanto como privarla de su manantial originario. Por eso, tantos españoles sienten hoy, en medio de los regocijos navideños, una suerte de dolor sordo o sentimiento de amputación, que a veces se identifica con una nostalgia de la inocencia perdida; y por eso, cada vez más españoles, al reunirse con su familia en Navidad (o con el andrajo de familia que sobrevive, renqueante y entablillada, a los divorcios y demás catástrofes intestinas), se sienten como escindidos: porque el sentido originario de la fiesta (que es comunión de vidas y recepción de un don espiritual bajo el fundente de una misma fe) les ha sido arrebatado. Y, despojada de ese sentido originario, la Navidad deja de ser verdadera fiesta, para convertirse en el aspaviento —disfrazado de algazara, atracón de turrones y vomitera nocturna— de quienes han dejado de beber en el único manantial del que brota la alegría perdurable. «Quitad lo sobrenatural y no encontraréis lo natural, sino lo antinatural», nos decía Chesterton. Quitadle a la Navidad su cataclismo sacro, ese despatarrarse del universo que trae el cielo a la tierra, y no encontraréis la verdadera fiesta, sino su remedo antinatural: consumismo bulímico, humanitarismo de pacotilla, torpe satisfacción de placeres primarios; correteos, en fin, de un gallo al que han arrancado la cabeza y que, mientras se desangra, bate las alas desesperadamente.

Frágil humanidad

La Navidad es, ciertamente, una fiesta entrañable, porque Dios se mete en las entrañas de nuestra frágil humanidad; pero no es una fiesta pánfila o merengosa, como los falsificadores de la Navidad pretenden, atiborrándonos de sentimentalismos hueros. Ese cataclismo del universo que acaeció en una cueva de Belén, trastornando las jerarquías establecidas, no fue sólo celebrado por los pastores; también Herodes lo celebró... a su particular manera. Y la ira de Herodes, revolviéndose como un áspid contra ese Niño que viene a quitarle el cetro, es trasunto de la ira de otro monarca de rango superior, que había conseguido que la criatura humana se envileciese con el pecado, y que, con perplejidad y ofendido pasmo, descubre que, pese a todo, Dios le concede una segunda oportunidad, metiéndose en sus entrañas, utilizando su naturaleza frágil y manchada como recipiente de su divinidad. La nueva alianza de Dios con el hombre, que se sella en la Cruz, se inicia en el vientre de una mujer; y el vientre de la mujer, donde se gesta nuestra vida inerme, se convertirá desde entonces en el epicentro de una batalla que se inicia en la Navidad y que se alargará, por los sucesivos crepúsculos de la historia, hasta que esa alianza se cumpla en plenitud, allá al final de los tiempos, con la compleción de las promesas parusíacas. Hasta entonces, las campanas de Navidad seguirán resonando como cañonazos en la noche, porque ese cataclismo que acaeció en una cueva de Belén es una batalla sin cuartel: «Pongo eterna enemistad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya».

Feliz y sacra Navidad...






viernes, 26 de diciembre de 2014

OCÉANOS: LA MAYOR Y MÁS ESPECTACULAR PRODUCCIÓN DOCUMENTAL




Surcar los mares a 10 nudos cazando atunes, acompañar a los delfines en sus inverosímiles piruetas, nadar con el gran tiburón blanco, hombro, contra aleta... es como ser un pez más entre ellos. 



Después de la película "Le peuple migrateur", Jacques Perrin y Jacques Cluzaud nos transportan, gracias unas novísimas técnicas de rodaje, a lo más intrincado de los océanos para descubrir allí a unas criaturas marinas ignoradas y desconocidas. Océanos se pregunta acerca de la impronta del hombre en la vida silvestre respondiendo por medio de emotivas imágenes a la pregunta: “el Océano, ¿qué viene a ser el Océano?”. Con un presupuesto de más de 50 millones de euros, 

"Océanos" está publicitada como la mayor y más espectacular producción documental de la historia

Un día, un niño que estaba descubriendo el mar me preguntó: 

"El océano, ¿qué es el océano?" Y yo no sabía qué responderle. 

¿Qué es el mar? ¿Qué es el océano? ¿Cómo expresarlo? 


¿Debemos prepararnos para vivir en un mundo artificial donde algunos representantes de cada especie serían conservados en reservas de animales, en acuarios gigantes? Pálido reflejo de una diversidad caduca.



Hasta los confines del universo conocido, la Tierra es la única en acoger la vida. No hay un planeta de recambio. La Tierra no nos pertenece, es para compartir. Ahí está nuestra esperanza. La diversidad de las especies es necesaria para nuestra propia existencia. Todo es posible todavía. Desde hace millones de años, la naturaleza se renueva... salvaje... libre. 






martes, 23 de diciembre de 2014

NO CREO EN LA NAVIDAD


NO CREO EN LA NAVIDAD 

CUANDO...



En un solo, día me quieren vender el producto de la Paz.
En un solo día, me hablan para venderme la Verdad.
En un solo día, me inundan por doquier, de Solidaridad.
En un solo día, me hacen Abrazar.
En un solo día, debo salir de las tinieblas a la Luz.
En un solo día, me invitan a Orar.
¡No quiero comprar estos productos de un solo día!

CREO EN LA NAVIDAD

CUANDO...

Descubro, que mi corazón tiene las arcas llenas para comprar, durante trescientos sesenta y cinco días, todo lo anterior.



Josefina Algar


Navidad sin Cristo


No hay Navidad sin Jesús de Luis Enrique Ascoy




domingo, 21 de diciembre de 2014

PATOLOGÍAS ECLESIALES: ENFERMEDADES DE LA CURIA VATICANA Y DE TODA COMUNIDAD ECLESIAL

Estas son las 15 enfermedades 

de la Curia Vaticana, 




“La Curia está siempre llamada a mejorar y crecer en comunión, santidad y sabiduría para realizar plenamente su misión. Y sin embargo, como cada cuerpo, también está expuesta a las enfermedades... Me gustaría mencionar algunas de las más frecuentes en nuestras vidas de curia. Son enfermedades y tentaciones que debilitan nuestro servicio al Señor”, dijo el Papa, que invitó al examen de conciencia para prepararse a la Navidad y luego enumeró las quince enfermedades:

1 – ''La enfermedad de sentirse ‘inmortal’, ‘inmune’ o incluso ‘indispensable’, dejando de lado los controles necesarios y normales. Una Curia que no es autocrítica, que no se actualiza, que no intenta mejorarse es un cuerpo enfermo... Es la enfermedad del rico insensato que pensaba vivir eternamente y también de aquellos que se convierten en amos y se sienten superiores a todos y no al servicio de todos''.

2 – “La enfermedad de ‘martalismo’ (en referencia a Marta), de la excesiva operosidad: es decir, de aquellos que están inmersos en el trabajo, dejando de lado, inevitablemente, ‘la mejor parte’: Sentarse a los pies de Jesús. Por eso, Jesús invitó a sus discípulos a ‘descansar’ porque descuidar el necesario reposo conduce al estrés y la agitación. El tiempo del reposo para aquellos que han completado su misión, es necesario, es debido y debe tomarse en serio: pasar un ‘tiempo de calidad’ con la familia y respetar las vacaciones como un tiempo para recargarse espiritual y físicamente; hay que aprender lo que enseña el Eclesiastés que ‘hay un tiempo para todo’”.

3 – ''La enfermedad del endurecimiento mental y espiritual:.. Es la de los que, a lo largo del camino, pierden la serenidad interior, la vivacidad y la audacia y se esconden bajo los papeles convirtiéndose en ‘máquinas de trabajo’ y no en ‘hombres de Dios’... Es peligroso perder la sensibilidad humana necesaria para hacernos llorar con los que lloran y se regocijan con los que gozan. Es la enfermedad de los que pierden ‘los sentimientos de Jesús’”.

4 – ''La enfermedad de la planificación excesiva y el funcionalismo: Es cuando el apóstol planifica todo minuciosamente y cree que haciendo así, las cosas efectivamente progresan, convirtiéndose en un contador o contable...Se cae en esta enfermedad porque siempre es más fácil y cómodo quedarse en la propia posición estática e inmutable. De hecho, la Iglesia se muestra fiel al Espíritu Santo en la medida en que no pretende regularlo ni domesticarlo... Él es la frescura, la fantasía, la innovación".

5 – ''La enfermedad de la mala coordinación: Sucede cuando los miembros pierden la comunión entre sí y el cuerpo pierde la funcionalidad armoniosa y la templanza convirtiéndose en una orquesta que hace ruido porque sus miembros no cooperan y no viven el espíritu de comunión y equipo''.

6 – ''La enfermedad de Alzheimer espiritual: Es decir, la de olvidar la ‘historia de la salvación’ la historia personal con el Señor, el ‘primer amor’. Es una disminución progresiva de las facultades espirituales... Lo vemos en los que han perdido el recuerdo de su encuentro con el Señor...en los que construyen muros alrededor de sí mismos y se convierten, cada vez más, en esclavos de las costumbres y de los ídolos que han esculpido con sus propias manos''.

7 – ''La enfermedad de la rivalidad y la vanagloria: Pasa cuando la apariencia, los colores de las ropas y las insignias de honor se convierten en el principal objetivo de la vida... Es la enfermedad que nos lleva a ser hombres y mujeres falsos y a vivir una ‘mística’ falsa y un falso ‘quietismo’”.

8 – ''La enfermedad de la esquizofrenia existencial: Es la enfermedad de los que viven una doble vida, fruto de la hipocresía típica de los mediocres y del progresivo vacío espiritual que ni grados ni títulos académicos pueden llenar. Se crean así su propio mundo paralelo, donde dejan a un lado todo lo que enseñan con severidad a los demás y empiezan a vivir una vida oculta y, a menudo, disoluta''.

9 – ''La enfermedad de las habladurías, de la murmuración, del cotilleo: Es una enfermedad grave que comienza con facilidad, tal vez sólo para charlar, pero que se apodera de la persona convirtiéndola en ‘sembradora de cizaña’ (como Satanás), y en muchos casos en ‘asesino a sangre fría’ de la fama de sus colegas y hermanos. Es la enfermedad de las personas cobardes que por no tener valor de hablar a la cara, hablan a las espaldas''.

10 – ''La enfermedad de divinizar a los jefes: Es la enfermedad de los que cortejan a los superiores, con la esperanza de conseguir su benevolencia. Son víctimas del arribismo y del oportunismo, honran a las personas y no a Dios. Son personas que viven el servicio pensando sólo en lo que tienen que conseguir y no en lo que tienen que dar. Personas mezquinas, infelices e inspiradas sólo por su egoísmo fatal''.

11 – ''La enfermedad de la indiferencia hacia los demás: Es cuando todo el mundo piensa sólo en sí mismo y pierde la sinceridad y la calidez de las relaciones humanas. Cuando los más expertos no ponen sus conocimientos al servicio de los colegas con menos experiencia. Cuando, por celos se siente alegría al ver que otros caen en lugar de levantarlos y animarlos”.

12 – ''La enfermedad de la cara de funeral: Es decir, la de las personas rudas y sombrías, que consideren que para ser serios hace falta pintarse la cara de melancolía, de severidad y tratar a los demás - especialmente a aquellos considerados inferiores - con rigidez, dureza y arrogancia. En realidad, la severidad teatral y el pesimismo estéril son a menudo los síntomas del miedo y la inseguridad en sí mismo”.

13 – ''La enfermedad de la acumulación: Cuando el apóstol busca llenar un vacío existencial en su corazón acumulando bienes materiales, no por necesidad, sino simplemente para sentirse seguro... La acumulación solamente pesa y ralentiza el camino inexorablemente”.

14 – ''La enfermedad de los círculos cerrados: Donde la pertenencia al grupo se vuelve más fuerte que la del Cuerpo y, en algunas situaciones que la de a Cristo mismo. También esta enfermedad comienza siempre con buenas intenciones, pero con el paso del tiempo esclaviza a los miembros convirtiéndose en ‘un cáncer’ que amenaza la armonía del cuerpo y puede causar tanto daño - escándalos - especialmente a nuestros hermanos más pequeños”.

15 – ''La enfermedad de la ganancia mundana, del lucimiento: Cuando el apóstol transforma su servicio en poder, y su poder en mercancía para conseguir beneficios mundanos o más poderes. Es la enfermedad de la gente que busca insaciablemente multiplicar su poder y para ello son capaces de calumniar, difamar y desacreditar a los demás, incluso en periódicos y revistas. Naturalmente para lucirse y demostrarse más capaces que los otros”.
“Hermanos – señaló Francisco -, tales enfermedades y tentaciones son naturalmente un peligro para cada cristiano y cada curia, comunidad, congregación, parroquia, movimiento eclesial y pueden golpear a nivel individual y comunitario”.
Ante ello, aseguró que “solo el Espíritu Santo – el ánima del Cuerpo Místico de Cristo, como lo afirma el Credo Niceno Constantinopolitano: ‘Creo… en el Espíritu Santo, Señor y vivificador-, sana toda enfermedad. Es el Espíritu Santo que sostiene cada sincero esfuerzo de purificación y toda buena voluntad de conversión. Él nos hace entender que cada miembro participa en la santificación del cuerpo y a su debilitamiento”.

“La curación – indicó Francisco- es también fruto de la conciencia de la enfermedad y de la decisión personal y comunitaria de curarse soportando pacientemente y con perseverancia la cura”.


LAS CINCO LLAGAS DE LA IGLESIA


RECUPERAR LA IGLESIA



jueves, 18 de diciembre de 2014

¿TE ATREVES A SOÑAR?


Gracias a la potencia de nuestra imaginación creemos que somos capaces de cualquier cosa. Sin embargo, según crecemos perdemos esta maravillosa capacidad, que luego tanta falta nos hace en la vida a la hora de ser creativos, de innovar, de cambiar nuestras vidas y de transformar nuestras empresas. 


Ponle fecha de caducidad a tu sueño y sal de tu zona de confort


¿Alguna vez soñaste con construirte tu propia casa, escribir tu primera novela, vivir en otro continente, o aprender a pilotar?. ¿Son sólo sueños? ¿O son guiños de tu inconsciente que está deseando sacar lo mejor de ti? Piénsalo por un momento. ¿Crees que podrías ponerles fecha de caducidad? ¿o te asusta pensarlo? ¿Sientes ya la emoción de salir de tu zona de confort?

A menudo la “lógica” es el verdugo de esa pasión que espera en tu interior.
La vida está llena de sueños que parecen estar destinados a ser parte solo de tu imaginación. Sin embargo de vez en cuando escuchas la historia de alguien que se atrevió a creer en si mismo y en su sueño, y que acabó cumpliéndolo. ¿Y si el siguiente fueras tú? ¿Te gustaría?

En “¿Te atreves a soñar?”, Matti Hemmi, autor del video del mismo nombre con varios millones de visitas en Internet, te enseña de forma práctica y estructurada cómo es posible gestionar los miedos y creencias que te anclan en tu zona de confort.

Siguiendo el Método TAAS podrás convertir paso a paso tus sueños en planes que te permitan transformarlos en realidad. El reto que te plantea empieza por leer el libro, sigue con los ejercicios que en él te ofrece, y sobre todo implica atreverte a poner las acciones en marcha.
Salir de tu zona de confort, y sentir la excitación de entrar en la zona mágica, te ayudará a convertirte en protagonista de tu vida.

¿Te atreves a cumplir tus sueños?
¿A qué estás esperando?




“Hacia un nuevo paradigma. 

Cómo salir de la crisis a través de la innovación”







martes, 16 de diciembre de 2014

NUEVOS EVANGELIZADORES PARA LA NUEVA EVANGELIZACIÓN. 🔥 LIBRO DE JOSÉ H. PRADO FLORES 🔥



YA, YA POR FAVOR

Quiero comenzar estas páginas rompiendo paradigmas de lo que debe ser la presentación de un libro. Si el tema que tratamos es la Nueva Evangelización, entonces también se precisa un nuevo tipo de presentación. Por eso, prefiero compartir una reciente experiencia cuyo perfume ha impregnado mi ministerio.

Estaba terminando de escribir estos capítulos, cuando recibí una cordial invitación de don Pigi Perini, un viejo y buen amigo, pero cuya amistad, con los años, se había ido alejando. Sin embargo, me pedía impartir un Retiro a Sacerdotes comprometidos en las Células de Evangelización, que se difunden por todo el mundo. El tema sería: La Nueva Evangelización. El lugar: la Sacristía Monumental de la Parroquia de San Eustorgio, en Milán, Italia.

Como don Pigi me comentó que el expositor del Retiro el año anterior había sido el Padre Raniero Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia, yo preparé cuidadosamente mi temario, con refuerzos teológicos y citas del Magisterio de la Iglesia.

Mi propósito era resumir 40 años de experiencia evangelizadora, aunque tal atrevimiento me parecía como pretender encerrar el fuego de la zarza del Horeb en una caja de fósforos. Cuando comenzamos el retiro, el clima era frío, pues estábamos en pleno invierno, por lo que precisábamos de calefacción artificial.

Así, con mis apuntes en mano, fui siguiendo cuidadosamente cada paso, con la lógica y pedagogía que supuse requerían los selectos participantes.

Comencé presentando el relato de los discípulos de Emaús que, de simples reporteros que repetían lo que las mujeres decían lo que los ángeles les habían referido, fueron convertidos en testigos de la Resurrección de Jesús cuando su corazón se encendió con el fuego de la Palabra.
Les mostré, asimismo, la diferencia entre kerigma y catequesis; entre proclamar y enseñar; y cómo el problema de la Iglesia no es que no se evangelice (Primer Anuncio), sino que evangelizan quienes no están evangelizados, y convierten en fría catequesis la presentación de la Buena Noticia que no es algo, sino Alguien: El mismo Señor Jesús, único mediador entre Dios y los hombres.

Con detalle y precisión expliqué luego el contenido, el objetivo y la metodología del anuncio kerygmático, aclarando que se trataba de la Gran Comisión de Jesús encomendada a los suyos (proclamar la Buena Noticia), pero que desgraciadamente en la Iglesia Católica se había convertido en la Gran Omisión, porque desde la Contrarreforma preferíamos nuestros esquemas teológicos, raciocinios doctrinales y silogismos filosóficos, en vez del Anuncio fascinante de la Buena Nueva de Jesús, como lo hacía el diácono Felipe (Hech 8, 35).

Posteriormente, afirmé que, para que se dé una Nueva Evangelización, se necesitan cuatro elementos; primero, haber fracasado para sentir la necesidad de algo nuevo; segundo, ser apremiados por el Amor de Cristo; tercero, convertirse en nuevos evangelizadores que sean testigos, y cuarto, un Nuevo Pentecostés donde la Ruaj divina sea viento huracanado y no aire acondicionado que nosotros controlamos.
También les mostré la preeminencia del kerigma sobre la Catequesis, Moral o Teología, pues primero se nace y luego se crece.
Igualmente los reté a aceptar el desafío de que el vino nuevo precisa de odres nuevos, y que había que renunciar a fórmulas anquilosadas y devocionales que ya no responden ni al Evangelio ni al mundo de hoy.
El momento clave fue cuando les dije que no podíamos evangelizar si primero no éramos nosotros mismos testigos, con una experiencia de salvación y un encuentro personal con Jesús.
De pronto, en medio de mi contundente disertación, un Sacerdote levantó la mano; y sin esperar que yo le concediera la palabra, me retó diciendo en alta voz:
-¡YA!
Todos quedaron mudos; yo el primero y el más sorprendido.
-¡YA, POR FAVOR!, gritó más fuerte todavía.
Yo no entendía de qué se trataba y guardé silencio; abrí mis manos pidiéndole una explicación de lo que parecía ser una queja y una súplica al mismo tiempo.
-¡Ya! –insistió él- ¡Ya no nos hables del kerigma! Ya, por favor, danos la Buena Noticia!
Cerré mis ojos, asentí con mi cabeza y, en una milésima de segundo, entendí que lo que ellos necesitaban no era una radiografía del kerigma, sino el Evangelio que tiene un perfil y un nombre: Jesús, Salvador y Señor. Dejé mis apuntes de lado, tomé mi Biblia y afirmé:

-Yo soy testigo de que Jesús transforma vidas, porque Él cambió la mía. No de pecador a justo, sino de justo a hijo, con derecho a la herencia. Y aún más, mucho más. Mi verdadera conversión fue de justo por mis obras a justificado por su gracia. Y si un fariseo como yo experimentó la vida nueva, esto lo puede vivir cualquiera otro. Si Él lo hizo en mí, es factible realizarlo en cada uno de ustedes.
Y así, a lo largo de tres horas, anuncié a Jesús y el Evangelio de la gracia mediante el cual fuimos salvados gratuitamente. En ese lapso de tiempo, tuvimos la oportunidad tanto de confesar a Jesús como único y suficiente Salvador, como de proclamarlo Señor de nuestras vidas. Y culminamos con una oración personal por cada Sacerdote para pedir una nueva efusión del Espíritu, que Jesús llama “Bautismo en el Espíritu Santo”. (Hech 1, 5).
Yo me acordé entonces de aquella frase de San Lucas: “Muchos sacerdotes iban aceptando la fe” (Hech 6, 7c).
LA NUEVA EVANGELIZACIÓN
Hoy día se reflexiona y se habla más acerca de la Nueva Evangelización. Para adentrarnos en estas apasionantes latitudes, hay qué partir de dos preguntas y una afirmación.
¿En verdad estamos convencidos de que nuestros planes, sínodos y estrategias que hemos usado hasta ahora para evangelizar son insuficientes y por eso se necesita una Nueva Evangelización? De ser así, ¿estamos dispuestos a pagar el peaje de una reforma a fondo y no sólo un barniz superficial? Desde nuestro campo de trabajo, afirmamos que la Nueva Evangelización no es un concepto que hay que discutir ni profundizar teóricamente, sino una acción evangelizadora que hay que emprender con prontitud. En este campo no hay que seguir el itinerario escolástico “de la teoría a la práctica”, porque nunca vamos a comenzar, sino “de la práctica a la teoría”.
Cuatro años antes que Pablo VI escribiese la Evangelii Nuntiandi, emprendimos un derrotero por caminos inéditos de evangelización kerygmática. No había puntos de referencia ni antecedentes en cuanto el kerygma o Primer Anuncio. Recuerdo que en un Retiro sacerdotal pregunté a los asistentes si conocían el kerygma, y si ya lo habían recibido. Y un profesor del seminario respondió aludiendo a los doce discípulos de Éfeso: ¡Ni siquiera sabíamos que existía el kerygma!

Para que haya Nueva Evangelización, es preciso deducir con lógica que si la Primera Evangelización fue fruto de la irrupción del Espíritu Santo, la Nueva Evangelización será consecuencia de un Nuevo Pentecostés, como lo preveía proféticamente el Papa Juan XXIII. La Ruaj divina es viento huracanado que nos desinstala, y no aire acondicionado para alimentar nuestra rutina.
El Espíritu Santo es el protagonista de esta Nueva Evangelización, pero junto con Él, se precisan nuevos evangelizadores, sin excluir a los tradicionales, siempre y cuando dejen la inercia de lanzar rutinariamente la red hacia el mismo lado de la barca y estén dispuestos a romper paradigmas para abrir nuevos horizontes con métodos inéditos.

Para saber si necesitamos o no una Nueva Evangelización, hay que plantearnos con objetividad aquella pregunta de Jesús a los pescadores del mar de Galilea que se habían fatigado toda la noche: ¿Tienen pescados?
Partiendo de nuestra respuesta, y no de ninguna otra cosa, debemos decidir si conviene arriesgarnos a echar la red del otro lado, aplicando un principio que tal vez Jesús aprendió de su misma madre: “No romper un vestido nuevo para remendar un vestido viejo” (Lc 5,36). Por lo tanto, no se trata de remendar, sino de hacer algo nuevo.
Por otra parate, si “los Apóstoles daban testimonio de la resurrección de Jesús con gran poder” (Hech 4,33), ese también debe ser nuestro cometido, ya que “Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre” (Heb 13,8). No sólo hay que evangelizar, ni siquiera evangelizar con poder, sino evangelizar con gran poder. ¿Dónde radica este secreto?
“No me avergüenzo del Evangelio de Cristo, que es dynamis – fuerza de Dios-, para la salvación de todo el que cree.” (Rom 1,16).
El problema principal de la Iglesia no es que no evangelicemos, sino que “evangelizan” quienes no están evangelizados.
La Nueva Evangelización no es un concepto para discutir o profundizar, sino una acción desafiante que urge emprender, porque “el Amor de Cristo nos apremia” (2Cor 5,14a).

La evangelización depende de los evangelizadores. 

El Papa Pablo VI soñó con “una Iglesia evangelizada y evangelizadora”, lo cual supone que para evangelizar se debe estar evangelizado previamente. No puede haber una Nueva Evangelización sin Nuevos Evangelizadores que hayan vivido su Jordán, su Damasco, su Pentecostés y su Emaús. Evangelizar, sin antes ser evangelizado, sería construir sobre la arena.

Si la salvación depende de la Proclamación, la evangelización depende de los evangelizadores.

A. PARA EVANGELIZAR CON GRAN PODER, HAY QUE SER EVANGELIZADOS CON GRAN PODER

Si la Iglesia primitiva daba testimonio δυνάμει μεγάλη - dynamei megale: con gran poder (Hech 4,33), era porque había sido evangelizada con la fuerza del Espíritu. Por lo tanto, si hoy queremos vivir la experiencia evangelizadora de la Iglesia primitiva, antes necesitamos haber sido evangelizados con la Dynamis del Espíritu, pues “el Evangelio es fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree” (Rom 1,16). Para evangelizar con poder, hay que haber sido evangelizado con poder. Pero para evangelizar con gran poder, necesitamos haber sido evangelizados con gran poder.

B. EL ATRIO DE LOS GENTILES 
HA INVADIDO EL ATRIO 
DE LOS SACERDOTES

Los “Lineamenta” del Sínodo de Obispos del 2012 sobre la Nueva Evangelización, nos invitan a atrevernos a incursionar “el Atrio de los Gentiles” para hacer llegar el Evangelio a quienes no conocen a Jesús. Pero, con temor y temblor creo que el Atrio de los Gentiles; es decir, el Atrio de los paganos, ha ampliado sus muros y ha invadido ya “el Atrio de los sacerdotes”. Hay ministros y predicadores que trabajan en la viña, pero no conocen al Viñador. Han sido catequizados y hasta catequizan, pero no han vivido su Damasco, ni su Pentecostés personal.

Hace 35 años escribí un libro, titulado “Id y evangelizad a los bautizados”, que se ha vuelto clásico porque en nuestra Iglesia existen muchas personas que han recibido el bautismo, pero no han sido previamente evangelizadas. El mandato de Jesús de proclamar la Buena Nueva a toda la creación, se ha trasformado hoy en “Id y evangelizad a los bautizados”.

En 1997 impartimos un retiro para 150 sacerdotes en Kielce, Polonia. La víspera, me sorprendió una joven y rubia periodista de ojos claros, que abruptamente me retó:
- ¿Qué va a enseñar un laico mexicano a los sacerdotes polacos?
Yo respiré profundo y pensé: “tan linda y tan agresiva”. Pero le respondí con claridad:
- Yo no vengo a enseñar nada; yo sólo soy testigo de lo que he visto y oído.
El tema del retiro sacerdotal versó sobre “El poder de la Palabra que convierte, salva y cura”.
Al final, se me acercó un sacerdote de casi dos metros de altura, que me sugirió con autoridad:
- José Prado, tú debes escribir otro libro. Es urgente.
- ¿Cuál libro?, le pregunté.
- Si tú ya escribiste “Id y evangelizad a los bautizados”, ahora tienes que escribir: “Id y evangelizad a los Ordenados”, porque hay muchos ministros consagrados que conocen a Jesús sólo por referencias, pero no de forma personal.
- Ah, no, le contesté. Eso lo debe hacer un sacerdote, porque yo no quiero que me corten la cabeza todavía.

La realidad es que “el Atrio de los Gentiles”, para no llamarlo Atrio de los paganos, ha invadido “el Atrio de los Sacerdotes”, pero también tiene sucursales en seminarios y centros de catequesis.
Benedicto XVI sorprendió a los obispos de Estados Unidos el 28 de noviembre de 2011 cuando les dijo: “Evangelization thus appears not simply a task to be undertaken ad extra; we ourselves are the first to need re-evangelization” (La evangelización no es simplemente una tarea externa. Somos nosotros mismos los primeros que necesitamos ser re-evangelizados). El Papa lo expresa en primera persona, del plural “nosotros”, incluyéndose a sí mismo, para que nadie intente decir: “No, yo no. Yo no entro en ese grupo de los que deben ser evangelizados, porque yo ostento una alta responsabilidad eclesial o un título académico”.
Una persona ya evangelizada tiene más y más sed del Evangelio y no se ofende cuando se le señala que precisa ser evangelizada, porque sabe que todavía le falta camino para ser identificado con Jesús, evangelizador y Evangelio.

C. SI NO ESTÁS EVANGELIZADO, 
NO EVANGELICES

Con este presupuesto voy a desentonar con quienes aseguran que todos tenemos el derecho y la obligación de evangelizar, porque en nuestro bautismo nos identificamos con Cristo profeta y luego en la confirmación recibimos el Espíritu Santo para ser testigos.
El principal problema pastoral en la Iglesia no es que no se evangelice, no; sino que evangelizan personas que no están evangelizadas. Por eso, me atrevo a aplicar el grito paulino: “Ay de mí si no evangelizara”, en “Ay de aquél que evangelice sin antes estar evangelizado” porque no sólo está reduciendo la Buena Nueva a propaganda, sino que pone en juego la credibilidad de la Iglesia.

Por eso, en vez de motivarlos a evangelizar, pido: Si su corazón aún no arde como el de los discípulos en su camino a Emaús, por favor, no evangelicen, porque las personas van a quedar vacunadas para recibir el Mensaje de un verdadero testigo. Si no han tenido un encuentro personal con Jesús resucitado, mejor dejen las barcas en la orilla y abandonen las redes, porque no es el tiempo de ustedes para proclamar la Buena Nueva todavía.
Quien no haya vivido su Damasco y sólo conozca las verdades de la fe por estudio académico, es preferible que no evangelice porque no trasmitirá vida, sino doctrina; que es buena, sí, con la condición que sea impartida después del Anuncio Kerygmático.
Para evangelizar, se precisa antes tanto un Damasco como un Pentecostés personal, que nos hagan experimentar el poder del Espíritu que da testimonio de Jesús resucitado.
Cuando presentamos la moral cristiana sin Cristo, caemos en el moralismo. Cuando celebramos la liturgia antes de haber experimentado lo que conmemoramos, se transforma en ritualismo. Cuando presentamos la doctrina de la fe a quienes no han nacido de nuevo, es lavado de cerebro o dogmatismo.
Quien no haya experimentado antes en carne propia que la Predicación o Kerygma es “fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree”, es mejor que no evangelice, porque únicamente los convencidos convencen y sólo los motivados, motivan.

Sólo si estamos convencidos por experiencia, vamos a ser testigos que convencen. Sólo los motivados motivan.

Andrés era discípulo de Juan Bautista, pero nunca intentó ni logró que su hermano Simón siguiera los pasos del agreste predicador del Jordán. ¿Andrés nunca lo invitó? ¿No lo convenció? Pero en cuanto encontró al alegre mensajero de Buenas Noticias, inmediatamente fue a buscar a su hermano y lo trajo a Jesús (Jn 1,40-42). Estaba convencido.

Lo confirmo con mi experiencia personal:

Durante mucho tiempo intenté evangelizar sin estar evangelizado. Presumía ser maestro de Biblia sin antes ser “siervo de la Palabra” (Lc 1,2). Mi conversión no fue de escandaloso pecador a cumplidor de una moral. No. La mía fue la más difícil transformación de este mundo: pasar de ser siervo que cumple los mandatos divinos a vivir como hijo, con derecho a una herencia.
Yo había acumulado amplios conocimientos de Biblia. Hasta era profesor de lenguas bíblicas, pero no había bajado a mi corazón lo que yo tenía en mi cabeza. Si Dios ha podido convertir un fariseo como yo, es capaz de transformar a cualquier otro.

D. SI ERES CATEQUISTA, 
DEJA QUE LOS EVANGELIZADORES 

ACTÚEN PRIMERO

Si comparamos la pedagogía de la fe a la construcción de una casa, el evangelizador coloca los cimientos; los catequistas y maestros, todo lo demás.
Conforme a la gracia de Dios que me fue dada,
yo, como buen arquitecto, puse el cimiento, 

y otro construye encima. 
¡Mire cada cual cómo construye!: 1Cor 3,10.
La recomendación del Apóstol para ver cada uno cómo está construyendo, sigue siendo vigente, pues se debe construir sobre la roca que se llama Jesús.
Primero es lo primero: el trabajo del evangelizador que debe ser continuado después, pero sólo hasta después, por el catequista o maestro. Son dos momentos sucesivos y complementarios.
Si comparamos el proceso de la pedagogía de la fe con un partido de fútbol que tiene dos tiempos consecutivos, a todos los catequistas y maestros les pido: Por favor no entren al campo de juego en el primer tiempo. Esperen el segundo, cuando ya se hayan cumplido las metas de una verdadera evangelización kerygmática.

Para evangelizar se precisa estar evangelizado, de otra manera sólo se hace propaganda.





Conferencia impartida durante el curso de Formación Permanente en la 
Facultad de Teología San Vicente Ferrer de Valencia, por José H. Prado Flores

TRES ELEMENTOS DE LA PROCLAMACIÓN DEL EVANGELIO. Alegría, abrazo y tocar. - 
José H. Prado Flores

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