EL Rincón de Yanka: SEMANA DE ORACIÓN POR LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS: "DAME DE BEBER"

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sábado, 17 de enero de 2015

SEMANA DE ORACIÓN POR LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS: "DAME DE BEBER"




SEMANA DE ORACIÓN 
POR LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS

Buscar la unidad durante todo el año

Todo el que bebe de esta agua... Viaje, sol abrasador, cansancio, sed… « Dame de beber ». Este es el deseo de todo ser humano. Dios, que se hace hombre en Cristo (Juan 1, 14) y se vacía a sí mismo para compartir nuestra humanidad (Filipenses 2, 6-7), es capaz de decirle a la mujer samaritana: « Dame de beber » (Juan 4, 7). Al mismo tiempo, este Dios que sale a nuestro encuentro nos ofrece el agua viva: « el que beba del agua que yo quiero darle, nunca más volverá a tener sed sino que esa agua se convertirá en su interior en un manantial capaz de dar vida eterna » (Juan 4, 14). El encuentro entre Jesús y la samaritana nos invita a probar agua de un pozo diferente y también a ofrecer un poco de la nuestra. En la diversidad nos enriquecemos mutuamente. La Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos constituye una ocasión privilegiada para la oración, el encuentro y el diálogo. Es una oportunidad para poder reconocer las riquezas y los valores que están presentes en el otro, el distinto, y para pedir a Dios el don de la unidad.

«Todo el que bebe de esta agua sigue volviendo », dice un proverbio brasileño que siempre se repite cuando un huésped se marcha. Un refrescante vaso de agua, de chimarrão, de café, de tereré, son signos de aceptación, de diálogo, de convivencia. El gesto bíblico de ofrecer agua a quienquiera que llegue (Mateo 10, 42), como un modo de dar la bienvenida y de compartir, es algo que se repite en todas las regiones de Brasil.

El estudio y la meditación de este texto que se propone para la Semana de Oración quiere ayudar a las personas y a las comunidades a que se den cuenta de la dimensión dialógica del proyecto de Jesús que llamamos el Reino de Dios.

El texto afirma la importancia de que la persona conozca y comprenda su propia identidad para que la identidad del otro no se perciba como una amenaza. Si no nos sentimos amenazados, seremos capaces de percibir la complementariedad del otro: ¡Sola, una persona o una cultura, no es suficiente! De este modo la imagen que surge de las palabras « dame de beber» es una imagen que habla de complementariedad: beber agua del pozo de otra persona es el primer paso para experimentar el modo de ser del otro. Esto lleva a un intercambio de dones que enriquece. Cuando se rechazan los dones del otro se hace mucho daño a la sociedad y a la Iglesia.

En el texto de Juan 4, Jesús es un forastero que llega cansado y sediento. Necesita ayuda y pide agua. La mujer está en su territorio; el pozo pertenece a su pueblo, a su tradición. Es dueña del cántaro y es la que tiene acceso al agua. Pero ella también tiene sed. Se encuentran y ese encuentro ofrece a los dos una oportunidad inesperada. Jesús no deja de ser judío por haber bebido el agua que le ofrece la mujer samaritana. La samaritana sigue siendo ella misma al abrazar el camino de Jesús. Cuando reconocemos que tenemos necesidades recíprocas, tiene lugar la complementariedad en nuestras vidas de un modo más enriquecedor. «Dame de beber» supone que tanto Jesús como la samaritana piden lo que necesitan del otro. «Dame de beber» nos empuja a reconocer que las personas, las comunidades, las culturas, las religiones y los distintos grupos étnicos se necesitan unos a otros.

«Dame de beber» implica una acción ética que reconoce la necesidad que tenemos los unos de los otros para vivir la misión de la Iglesia. Nos obliga a cambiar nuestra actitud, a comprometernos en buscar la unidad en medio de nuestra diversidad a través de una apertura a una variedad de formas de orar y de espiritualidad cristiana.

Oración

Dios todopoderoso, sopla en nosotros el viento de la unidad que reconoce nuestra diversidad.
Sopla en nosotros la tolerancia que acoge y nos hace comunidad.
Sopla en nosotros el fuego que une lo que está separado y que cura lo que está enfermo.
Sopla en nosotros la gracia que vence el odio y nos libera de la violencia.
Sopla en nosotros la vida que se entrega y vence la muerte.
Bendito sea el Dios misericordioso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, que hace nuevas todas las cosas. ¡Amén!

¡Dios de todos los pueblos, enséñanos a atravesar Samaría para encontrarnos con nuestros hermanos y hermanas de otras Iglesias!
¡Concédenos ir allí con un corazón abierto
para que podamos aprender de todas las Iglesias y culturas!
Profesamos que Tú eres la fuente de la unidad.
Danos la unidad que Cristo quiere de nosotros. 
¡Amén!

Dios misericordioso, 
a menudo nuestras Iglesias se dejan llevar por una lógica de la competencia.
Perdona nuestro pecado de presunción.
Estamos fatigados de esta necesidad de ser los primeros.
Concédenos descansar junto al pozo. Refréscanos
con el agua de la unidad sacada de nuestra plegaria común.
Que tu Espíritu que aleteaba sobre las aguas primordiales
saque unidad de nuestra diversidad. 
Amén.

Dios, manantial de agua viva, haz de nosotros testigos creíbles de unidad por medio tanto de nuestras palabras como de nuestras vidas. Ayúdanos a comprender que no somos los dueños del pozo y danos la sabiduría para reconocer y agradecer la misma gracia en los demás. Transforma nuestros corazones y nuestras vidas para que seamos auténticos portadores de la Buena Noticia. Y condúcenos a vivir el encuentro con el otro como un encuentro contigo. Te lo pedimos en el nombre de tu Hijo Jesucristo, en la unidad del Espíritu Santo. Amén.

En humildad, como hijos de Dios y hermanos y hermanas de Cristo, recibimos el perdón de Dios y respondemos a su llamada de hacer nuevas todas nuestras relaciones.

Que el Señor Dios
te bendiga y te proteja,
llene tu corazón de ternura y tu alma de alegría
tus oídos de música y tu nariz de perfume,
tu lengua de cantares portadores de esperanza.

Que Jesucristo, el agua viva, esté
detrás de ti para protegerte,
delante de ti para guiarte,
a tu lado para acompañarte,
dentro de ti para consolarte,
encima de ti para bendecirte.

Que el Espíritu dador de vida
sople dentro de ti para que tus pensamientos sean santos,
actúe dentro de ti para que tus actos sean santos,
llene tu corazón para que tu amor sea santo,
te fortalezca para que puedas defender lo que es santo.

Que haga de tu corazón su morada,
refresque su aridez y derrita su frialdad
y encienda en lo más íntimo de tu ser el fuego de su amor,
concediéndote una fe auténtica, una esperanza firme y un amor sincero y perfecto. Amén.




Francisco: La unidad no es que todos piensen lo mismo