EL Rincón de Yanka: EL CEREBROCENTRISMO Y NEUROCIENCIA CIENTIFICISTA

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martes, 9 de septiembre de 2014

EL CEREBROCENTRISMO Y NEUROCIENCIA CIENTIFICISTA

La neurociencia se quiere convertir en la madre y en el padre de las ciencias matando a la filosofía










Cerebrocentrismo es la que promulga el señor Eduard Punset, en lo referente a la psicología (porque este señor por lo visto sabe de todo), y consideramos que es una lacra para la ciencia (por tanto, para la sociedad) en la medida en que perpetúa el dogma “mente – cuerpo”, que ha evolucionado hasta convertirse en el dogma “cerebro (donde se entiende que “habita” la mente) – comportamiento”. Este dogma hace que se sitúe la causa de la conducta del organismo (el ser humano) dentro del propio organismo, obviando el papel determinante de los contextos (cultura, educación, etc) en el mismo. Esto es, se obvia que el cerebro tan sólo es un órgano más del ser humano, siendo éste un organismo que se comporta en su ambiente (perspectiva Skinneriana), por tanto, siendo el ambiente el que lo moldea, el que lo “causa”. Y, siendo el cerebro un órgano más, se obvia que es el ambiente, el contexto, el que lo "programa". 
*Ver+: EL RETORNO DE LOS CHARLATANES  



El cerebrocentrismo es la tendencia a explicar todos los asuntos humanos de forma reduccionista, esto es, refiriéndolos únicamente al cerebro. Tendencia que puede encontrarse en libros de neurocientíficos famosos como Antonio Damasio, Zemir Seki, Francisco Mora o Gazzaniga, en libros de divulgación científica tipo Punset, o de libros de autoayuda, etc. Desde hace un par de décadas, más exactamente, desde la llamada “década del cerebro” (1990), ha habido una proliferación de disciplinas neurológicas que invaden todos los espacios de nuestras vidas (educación, ética, religión, economía, filosofía, etc.). Son las neuro-X, que pretenden absorber cualquier disciplina de las ciencias sociales o de las humanidades, o cualquier otro tema que se tercie (amor, elección de pareja, marketing, altruismo, egoísmo, la felicidad, etc.) Esto es de un reduccionismo casi insoportable, ya que estas neuro-X pretenderían tener la respuesta para prácticamente todo.



Por otra parte, el sujeto en neurociencia y en psicología cognitiva aparece con un doble papel, como cerebro creador y como objeto de entrenamiento. Parece, según nos dice la neurociencia de la que hablamos, que es el cerebro lo que nos hace humanos. Sin el cerebro no seríamos capaces de percibir ni de conocer el mundo. Pero resulta que el cerebro, al contrario de lo que podría parecer, no es el que percibe ni el que conoce, sino que lo hace el organismo en su conjunto, que está incluido en un contexto ambiental determinado. Si no fuese así, sería algo así como un homúnculo, un “fantasma en la máquina”. Por tanto, la importancia del cerebro no estaría sólo en crear una cosa u otra (en desarrollar una red de conexiones u otras), ni en percibir una cosa u otra, sino en mediar lo que los organismos necesitan para vivir, siempre en función de lo que el medio le exija y le ofrezca. Un ejemplo de esto nos lo da la plasticidad cerebral. La plasticidad cerebral nos muestra que el cerebro es capaz de variar enormemente en sus configuraciones para dar respuesta a los mismos fenómenos, y que es dependiente de las conductas del sujeto y del ambiente sociocultural en el que dicho sujeto se encuentre. Por tanto, el cerebro sería más dependiente de esas variables externas que causa de ellas.



Otro error que podemos señalas de esta reducción de la dimensión humana al cerebro sería tomar al cerebro como objeto de entrenamiento. Y es que el cerebro no es un órgano que tenga sensibilidad ni pueda ser sujeto de entrenamiento como si fuese un músculo. Entre otras cosas porque las modificaciones que pueda experimentar el cerebro dependen de las actividades del organismo en su conjunto, y son estas actividades las que producen y dejan “huellas” en el cerebro y en el resto del organismo. De modo que el cerebro, y su estructura, no serían la causa o la razón del conocimiento, o del aprendizaje, sino que sería al revés. La estructura del cerebro (de sus redes neuronales) sería la que es porque es producto del conocimiento que va adquiriendo. Es algo a posteriori, no a priori, por lo que no puede ser causa. Por ejemplo, se sabe que los taxistas de Londres tienen un desarrollo mayor del hipocampo que otros sujetos humanos, pero dicho desarrollo de las redes neuronales en esa zona es producto de su continuada experiencia y aprendizaje como conductores. Sería estúpido decir, no conozco a nadie que lo haya defendido, que son taxistas porque tenían ya esa zona más desarrollada. Lo mismo pasaría cuando hablamos del resto de redes que el cerebro crea a lo largo de su desarrollo en todos los ámbitos del conocimiento. Lo cual no quita para que, una vez producidas las alteraciones, se entre en un “bucle de recurrencia” en el que el desarrollo del cerebro produzca un mejor y mayor conocimiento, y este mejor y mayor conocimiento provoque nuevos cambios, etc. Aquí ya podríamos hablar del cerebro como causante, pero no debemos entender que su participación como causa sea de forma aislada, siempre está determinado y acompañado por el organismo al que pertenece y el contexto en que este se encuentra.



Lo más importante para entender el cerebro es tener en cuenta lo que ocurre epigenéticamente, es decir, en su desarrollo. El cerebro no está ya programado, como bien se dan cuenta los conexionistas. Su propia plasticidadmuestra, como hemos dicho, los efectos del contexto cultural y ambiental en que se encuentra el organismo. Podríamos decir que lo que el “cerebro conoce” no lo conoce por sí solo, sino que depende del organismo, y de los contextos o entornos culturales y ambientales en los que el organismo al que pertenece se encuentra y en los que actúa. En definitiva, la conducta del organismo es esencial para entender el modo de funcionamiento del cerebro. No se trata por nuestra parte de negar la importancia del cerebro en todo esto, eso sería absurdo, sino de señalar que no es el primero en estas cuestiones ni “está solo”, sino que es todo el organismo el que participa. Igual que no es sólo el estómago, por ejemplo, el que realiza el proceso digestivo.



Por ello peguntas como: ¿cómo forma el cerebro al yo o a la conciencia o el conocimiento? Son preguntas mal formuladas desde un principio, porque no se pueden formular así, ya que están pidiendo el principio. El yo o la conciencia o el conocimiento no es algo que emerja del cerebro, sino que es algo sociocultural, es una construcción histórica. Es decir, tanto la conciencia como el conocimiento, y tantas otras cosas, tienen un carácter institucional (cultural) e histórico-social, no son asunto exclusivo de la neurociencia o de la psicología cognitiva (sin perjuicio de que lo que estas disciplinas puedan decirnos sobre el cerebro contribuya en gran medida a entender el yo o la conciencia o el conocimiento). Y es que hasta el propio funcionamiento del cerebro está a expensas de la sociedad. Por ejemplo, se sabe que la invención de la escritura ha reorganizado algunas funciones del cerebro.



Importante es resaltar también la constante falacia mereológica cometida por muchos neurocientíficos y cognitivistas. Se atribuyen al cerebro capacidades que sólo tiene el organismo en su completitud, es decir, se toma la parte por el todo. No es el cerebro el que “rastrea o selecciona la información” que requiere para una actividad, sino que es el sujeto con sus operaciones, sus sentidos y su cerebro, su organismo entero en definitiva, el que lo hace, lo cual evidentemente involucra y afecta a su cerebro. Acciones como “pensar”, “razonar”, “decidir”, pero también “ver”, “observar”, etc., no son únicamente funciones cerebrales, sino que tienen una estructura que viene histórica y socialmente determinados (yo no percibo igual la Luna o el Sol que otra persona hace 4.000 años, mis conceptos sobre estos astros son diferentes). La visión o el habla no están localizados exclusivamente en unas redes neuronales específicas o partes del cerebro (en las áreas 17, 18 y 19 de Brodmann (lóbulo occipital) o en el Área de Broca respectivamente). ¿Por qué? Porque sin los órganos de la visión y el entorno en el que el organismo está el cerebro no puede participar en el proceso de visión. Y porque el lenguaje, como la cultura, es un elemento supraindividual y previo que envuelve al sujeto, es más, da forma a su estructura cerebral. Este error, esta falacia es cometida por los cognitivistas y neurocientíficos por el afán de negar el dualismo tipo cartesiano, lo que les hace negar el cogito, la mente cartesiana, para recaer en un monismo reduccionista hipostasiando al cerebro.



El cerebro, en definitiva no puede ser visto, en principio, como causa de nada, sino más bien como efecto de las conductas y los sistemas culturales. Si bien, una vez constituidas esas redes o estructuras, pueden afectar a su vez a esas conductas y sistemas culturales, en un proceso de feedback continuo. Dicho de otra forma Naturaleza y Cultura están trabadas y conjugadas indisolublemente.



Nuestro cerebro no cree en nada. Ni siquiera sabe que existe. El reduccionismo de la actual y “oligopólica” Neurociencia, está encegueciendo a la Ciencia.  




-Marino Pérez Álvarez, El Mito del Cerebro Creador: Cuerpo, Conducta y Cultura, Alianza Editorial, Madrid, 2011.



Íñigo Ongay de Felipe, “El cerebro no nos engaña”, en El Catoblepas, Revista Crítica del Presente, Nº 118, Diciembre 2011, págs. 14-24.



-Antonio Damasio, Y el Cerebro Creó al Hombre, Destino, 2010.






Una historia muy larga prueba que la ciencia jamás es inocente. Todo lleva a pensar que el complejo cultural es una proyección externa del cerebro; sin embargo, escribe el profesor Changeux (1983), se está creando una profunda desarmonía entre el cerebro del hombre y el mundo que lo rodea.
Médicos, psicólogos, y psiquiatras están en diferentes países al servicio de los verdugos. El científico trabaja para el Estado que le paga. El Premio Nobel, prestigiosa consagración científica, ha sido a veces otorgado a notorios racistas. El científico también es un hombre, dotado de un cerebro imperfecto legado por la evolución: tiene prejuicios.
 En nuestros días trata de imponerse una tecnocracia biológica. Muchos científicos dicen al respecto más de lo que deben, dada la limitación y la fragmentación de su saber.

Algunas teorías supuestamente científicas están llenas de presupuestos ideológicos... Es poca la distancia que separa la imposible objetividad y los extravíos ideológicos: la elaboración de la ciencia está muy lejos de tener la pureza que se quiere atribuir, siendo casi natural la recuperación política desemejantes ideas.
La idea de una ciencia completamente inductiva es un mito peligroso. Los expertos en todos los terrenos sólo tienen conocimientos muy relativos, muy parcelados, y además no están de acuerdo entre ellos mismos. Una investigación efectiva, la elección de un tema, los métodos empleados,la interpretación de los resultados, todo, a cada nivel, se apoya siempre en opciones metacientíficas.

La magnitud de los recientes adelantos científicos debería conducirnos a una mayor sensatez y modestia. 
El hombre sospecha de la inmensidad del universo, se ha vuelto capaz de manipular los genes y pronto podrá actuar, cada vez más sutilmente, sobre el cerebro.
¿Qué superhombre vamos a tener la tentación de crear?. ¿De qué nuevos medios van a disponer los poderes?.
Ya estamos en capacidad de autodestruirnos.


VER+:
La paciente ha logrado llegar a la edad adulta e, incluso, ha podido convertirse en madre sin ningún problema.

El cerebelo es una región de nuestro cerebro imprescindible para el buen funcionamiento del mismo. O eso creíamos. La revista científica «Brain» ha informado recientemente del caso de una paciente de 24 años y nacionalidad china que, tras haberse sometido a los pertinentes exámenes médicos a consecuencia de los vómitos y mareos que venía sufriendo desde hacía tiempo, ha descubierto para su sorpresa y la de los médicos que carece de cerebelo.