EL Rincón de Yanka: LEYENDA DEL Santísimo Cristo de la Expiración (CACHORRO)

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viernes, 18 de abril de 2014

LEYENDA DEL Santísimo Cristo de la Expiración (CACHORRO)





LEYENDA DEL Santísimo Cristo de la Expiración 


Extraído del libro "Leyendas, Tradiciones y Curiosidades Históricas de la Semana Santa de Sevilla", de Vicente Rus y Federico García de la Concha.

Vivió en Triana un gitano, de los llamados castellanos nuevos, apodado "Cachorro", quien atravesando cada día el puente de barcas, junto al castillo de San Jorge, llegaba a Sevilla.

Un payo residente en la ciudad vino a sospechar de este hombre, pensando que su visita no era por otro motivo que el de cometer adulterio con su propia esposa. Los celos llegaron a tales extremos que, cierto día, sabedor de la visita cierta del gitano a la venta Vela, lo esperó oculto. No hizo mas que llegar, ajeno a la suerte que iba a correr, mientras sacaba agua del pozo que junto a la referida venta existía, le fue asestada siete puñaladas que le ocasionaron la muerte.

Se asegura que el escultor de la imagen del Cristo de la Expiración estuvo presente en el suceso y que tuvo oportunidad de presenciar la agonía del gitano Cachorro. Captó con la mirada el rostro de aquel moribundo en el instante de su muerte e hizo suya la expresión terrible que plasmó con toda naturalidad en la obra que en esos días estaba realizando.

La leyenda vino a completarse con la investigación llevada a cabo por la justicia en la que al fin se conoció la verdad. En efecto el gitano Cachorro visitaba cada día a una mujer, aunque resultó que esta dama era en realidad su propia hermana bastarda. El gitano, en el intento de mantener el secreto por temor a perjudicarla, dado su origen, había sido descubierto y acusado de aquellas erróneas intenciones.






¿Quién me presta una escalera,
para subir al madero,
para quitarle los clavos
a Jesús el Nazareno?
(Saeta Popular)

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LA SAETA
ANTONIO MACHADO

¡Oh, la saeta, el cantar
al Cristo de los gitanos,
siempre con sangre en las manos,
siempre por desenclavar!
¡Cantar del pueblo andaluz,
que todas las primaveras
anda pidiendo escaleras
para subir a la cruz!
¡Cantar de la tierra mía,
que echa flores
al Jesús de la agonía,
que es la fe de mis mayores!
¡Oh, no eres tú mi cantar!
¡No puedo cantar, ni quiero,
a ese Jesús del madero,
sino al que anduvo en el mar!